Tuesday, December 27, 2005

Uno

Supongamos que, en un determinado momento, una persona que está escribiendo una carta a otra persona –el sexo o los sexos son irrelevantes – tiene la sospecha, o tal vez simplemente descubre, que está ligeramente bebida. No, no se trata de la embriaguez molesta, ruidosa y repugnante –entre otras cosas por el hecho de que la embriaguez, hipérbole de la existencia, pone al descubierto (se decía en las redacciones) su intrínseca repelencia.

El escribiente, afectado por la revelación de su propia ebriedad, podría simplemente abstenerse de seguir escribiendo. La turbia lucidez de la ebriedad le podría sugerir abstenerse de proseguir la comunicación. Pero, si se abstuviera de seguir escribiendo, daría una interpretación razonable de la irracionalidad típica de la ebriedad; así que sólo podría descender de su trono de escribiente en el caso de que se reconociera a sí mismo como sobrio, interpretación, máscara, falsario de sí mismo ebrio. Pero, a partir del momento en que se ha dado cuenta, o ha creído ser consciente de haberse dado cuenta, de la propia ebriedad, no se propone, no quiere, no tolera renunciar a ella. Y, por lo tanto, de ahora en adelante, su ebriedad será voluntaria, una opción no necesaria, si bien fuertemente aconsejada por la somnolencia, por la irritación moral, por el malestar y el bienestar extrañamente unidos, que en su conjunto considera síntomas de ebriedad. De modo que seguirá escribiendo. Pero ¿deberá escribir de manera especialmente escrupulosa, o, al contrario, de modo inocente, impreciso, propicio al error? Se niega a tomar precauciones, porque sabe, desde siempre, que la cautela tiende al silencio, no ya, por otra parte, al silencio de la abstención, sino a la horrible y brutal abstención de la mordaza. Por otra parte, no le repugna menos la inocencia, en especial la inocencia obtenida con la complicidad de una copa de jugo fermentado. Pero, apenas ha acabado de escribir estas palabras, o de pensarlas, no puede dejar de preguntarse qué otro tipo de inocencia ha existido jamás, si no es ésta, algo tóxica y atolondrada. Así, pues, debe juzgar la inocencia, su propia inocencia. ¿No existe ningún compromiso entre la cobardía de esta inocencia y la dignidad de la mentira? “Querido”, escribe, “si todo es impúdico, excepto la impudicia, ¿no tendrá acaso que perseguir la paz inocente la impudicia?”. Pero las palabras le desafían, y está furioso.

Thursday, December 22, 2005

Jerusalem: ciudad eterna

Hace calor, mucho calor, todo mi cuerpo está bañado por un mar de sudor cuyas gotas se precipitan contra el suelo desde mi frente. Las llamas del sol queman el cielo, dándole un color rojo que parece que el diablo por fin ha regresado a casa, la arena del desierto quema como las brasas en las noches de San Juan y el agua de nuestras cantimploras se evapora como los lo hacen los riachuelos cuando llega el verano.
Todos éramos conscientes al principio que no iba a ser una tarea fácil, ningún trabajo en nombre de Dios lo es, el espíritu de sacrificio es una parte muy importante para los caballeros del Todopoderoso, por Él y por su Gloria atravesamos el desierto para liberar Jerusalén, su ciudad, su pueblo. Sus hijos no podemos permitir que los infieles profanen con sus ritos y su falso dios la Tierra Santa. El diablo en su lucha eterna contra Dios usa sus sucios trucos para convencer a los hombres pobres en Fe que él es el verdadero dios, se hace llamar Ala u Odin, promete oro para todos y prosperidad para el pueblo que lo adore, pero da igual cuantas máscaras y disfraces utilice en maligno, los Cruzados están para luchar contra él y sus tropas infernales.

Tres mil hombres oímos la llamada del Señor, hombres humildes, agricultores, herreros, carpinteros, cazadores, condes, duques, reyes, todos escuchamos el mensaje de Dios, todos movidos por su fe, llegamos a la conclusión de que había llegado el momento de luchar. De esas tres mil almas piadosas, solo quedamos mil quinientas, el calor, los bandidos, los peligros del desierto junto con la desilusión, la desesperanza, las deserciones y demás debilidades del alma humana acabaron el trabajo que el desierto empezó
Yo sigo adelante, no tengo nada que perder, ni familia ni amigos ni tengo miedo a morir, mi única meta es alcanzar el perdón del señor, volver a estar en gracia con él, recuperar lo que un día perdí.

-Venga soldados, un poco más y haremos un descanso de veinte minutos, también tendréis derecho a vuestra ración de comida y agua fresca.
Llevo seis semanas escuchando lo mismo, al principio odiaba oír todos los atardeceres lo mismo, luego entendí que mientras las escuchase, seguía vivo.

Detenemos la marcha, los hombres respiran aliviados, un día más que llega a su fin en este infierno, cada uno de ellos sabe que es una pequeña victoria dentro de esta inacabable lucha contra el desierto.

El suboficial de turno ordena que se monten las tiendas de los oficiales, los soldados por supuesto duermen al aire libre, indica también el orden y número de guardias que se deben cumplir hasta el alba, momento en el cual, volveremos a empezar de nuevo la lucha contra este infierno instalado en la tierra.
He tenido suerte, podré dormir toda la noche, esta vez no tengo que hacer guardia y después de un trozo de pan duro, un poco de requesón y un vaso de agua, se da la orden de ir a dormir a la tropa.

Tumbado boca arriba, observo el cielo estrellado, una ligera brisa recorre el campamento, las hogueras bailan al son que marca el viento. Es en estos momentos cuando uno empieza a pensar, a reflexionar si merece la pena; es durante la noche cuando se producen más deserciones, castigadas con la muerte por traición a Dios, y si los soldados de guardia no logran acabar con los traidores, lo hará el desierto, como ocurrió con el grupo de Ortiz, consiguieron escapar sin llamar la atención de los guardas, pero días más tarde encontramos sus cuerpos deshidratados y abrasados por el calor, el capellán de la compañía se negó a enterrarlos bajo tierra, como dicen que deben ser enterrados los cristianos, castigándolos por el gran pecado de traicionar la misión de Dios, como muestra de escarmiento al resto de la tropa; pero no sirvió de nada.

Creo haber dormido unas cinco horas, me desperté por que una conversación lejana perturbó mis sueños, intenté dormir de nuevo pero fui incapaz, decidí entonces acompañar al grupo de compañeros que tampoco era capaz de conciliar el sueño esa noche, al acercarme me quedé petrificado por la imagen que mis ojos estaban observando, pero mi cerebro se negaba a ver; el grupo de Ortiz, todos y cada unos de los que desertaron con él estaban hablando con tres compañeros más, es como si estuviesen intentando convencerlos de algo, les contaban algo sobre una fortaleza a unos kilómetros de aquí, un hombre piadoso y amable que por unas cuantas monedas de oro enviaba de vuelta a casa a todos aquellos que quisieran regresar. Mis compañeros accedieron al fin, prepararon un pequeño equipaje con lo necesario y empezaron a seguir a Ortiz y sus hombres, no sé que maldita razón, motivo o causa me condujo a seguirlos, pero recogí mis cosas y marche detrás de ellos, sin saber lo que me esperaba. Hay decisiones que cuando uno las toma, sabe perfectamente que se está condenando.

Saturday, December 17, 2005

Despedida



Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.

No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.

Jorgue Luis Borges

Un café en las terrazas de París

El olor a te y café inundaba la terraza ese día, lo recuerdo tan claramente como si estuviese ocurriendo ahora mismo, sin embargo, hace ya muchos años que no tomo café en las preciosas mesas ajardinadas de París. Y si esos olores son inolvidables, más aún lo es el colorido de la luz en esas tardes pardas y ocres de otoño, cuando todo se bañaba e inundaba de marrones, amarrillos y rojizos pálidos. Las mujeres se cubrían sus desnudas espaldas al levantar de una brisa que traía en su frío tacto, el mensaje del futuro inverno, mientras los hombres bebían y fumaban, hablando de todo y de nada, levantando la voz por encima de los claros y vitales gritos de unos chiquillos enfrascados en sus juegos más serios.

Y entre todos ellos, yo disfrutaba del paisaje como un parásito ávido de sosiego y tranquilidad, necesitado de huir de un pasado que se negaba a abandonarme y no paraba de atosigarme constantemente. Necesitaba oír las risas porque hacía tiempo que no reía, los besos de los pasionales amantes porque las mujeres habían dejado de quererme hartas de mentiras siempre cumplidas y promesas nunca realizadas, de la conversación con los amigos porque al traidor y al espía nada le queda que compartir y mucho menos que confiar.

Yo no decidí mi destino, él lo hizo por mí, y a pesar de que muchos dicen que uno es dueño de sus actos y por ende de su futuro, no tuve elección cuando la mentira pasó a ser el centro de mi existencia.

Era una de esas tardes de otoño, las que siempre intento recordar, a las que constantemente intento volver cuando Armand se acercó a mi mesa y me pidió fuego. Atendí amablemente su petición y lo hubiese hecho igual aunque no fuese esa mi verdadera intención, pues había algo en él que impedía toda resistencia a sus deseos. Una vez encendido su puro, me pidió que aceptase una invitación por la amabilidad demostrada, acepté con la condición de que no tomase el café yo solo. Riéndose de una forma extraña, como si ya esperarse esa respuesta y fuese dueño de un secreto, aceptó y se sentó.

Me contó que era hijo de un noble francés y se vanagloriaba de poder retroceder hasta tiempos inmemoriales su apellido familiar. Sus antepasados habían sido desde temibles cruzados hasta nobles respetables en la corte del Rey Sol. Yo le hablé de mi mujer y mis hijas, Carla y Sonia, las dos únicas joyas que poseía, y que me encontraba en París por viaje de negocios, pues era galerista y marchante de arte. Me confesó que tenía una especial fascinación por el impresionismo francés, pues consideraba que ningún otro movimiento pictórico había conseguido atrapar la magia de la luz como los impresionistas, y que para alguien que llevaba tanto tiempo en la oscuridad, era lo más bello que podía encontrar. Este último comentario me sorprendió, pero pensé que posiblemente estuviese hablando de forma metafórica.

La noche nos atrapó conversando sobre diversos temas, aunque él se interesase mayormente por mi vida familiar, yo quería evitar el tema, pero algo raro me impedía hacerlo, extrañamente, tenía un sentimiento de confianza es ese hombre recién conocido.

Avanzada ya la noche y después de haber insistido en invitarme a cenar, me disculpé pues debía retirarme a descansar a mi hotel, pues al día siguiente debía entrevistarme con los marchantes franceses, y era un trabajo tedioso y bastante cansado. Curiosamente su hotel quedaba un par de calles más arriba que el mío, por lo cual, fuimos todo el camino juntos.

Al llegar a la entrada principal del hotel, algo me impulso a recompensar la amabilidad de mi extraño amigo y recordé que había traído un cuadro de Monet para encontrar un comprador en París, le invité a verlo como gratitud por la compañía y la cena. Acepto cortésmente y en ese momento, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, el invierno estaba cada vez más cerca y eso se notaba.

En la habitación saqué el cuadro que se encontraba en la caja fuerte, quité las protecciones y se lo pasé, lo cogió con una dulzura exquisita y mirándolo fijamente me confesó que era realmente bello, que incluso estaría dispuesto a adquirirlo si el precio no alcanzaba unas cifras muy altas.

Decidí servir unas copas, pero cuando intenté interrogarle que deseaba, de pronto algo nublo todos mis sentidos, sentía que no era dueño de mi cuerpo y mi mente, y únicamente deseaba mirar los ojos de mi extraño amigo, que con una sonrisa diabólica se acercaba hacia mí con las pupilas ensangrentadas. Al momento, noto unos dientes clavándose en mi cuello, no hubo dolor, al contrario, un desconocido placer me recorrió entero mientras notaba como mi vida se escapaba poco a poco.

Armand paró de desangrarme y me preguntó si deseaba vivir tanto como para saber apreciar de verdad la belleza de un cuadro impresionista, le dije que no balbuceando, pero el pensar en el dolor que mi muerte causaría a mi mujer y mis hijas me hizo reflexionar y aceptar el beso eterno. Fue así como me convertí en vampiro, sin sospechar que independientemente de la opción que hubiese escogido, para mi familia yo estaría muerto de todas formas.

Ahora llevo más de un siglo recordando el olor a café y té de esa tarde de otoño y no paro de pensar que habrá sido de mis joyas. En cuanto a Armand, pasé con él los primeros años, pero luego se aburrió de mi presencia y me dejó, abandonado y sólo, sin dinero, vagabundeé por toda Europa hasta que volví a París. Lo hice para intentar volver a vivir, en un intento de falsa esperanza, sin embargo, lo único que logré fue recuperar el cuadro de Monet, a pesar de la resistencia inútil que opuso el galerista.

Thursday, December 08, 2005

A un joven colega, por lo que sufrió y consiguió vencer a fuerza de tesón y voluntad. Un día tendrás los ojos que tanto andas buscando...

Llega a casa asustado, otro día más sus pequeños ojos brillan en una mezcla de curiosidad, desconfianza y miedo. Saluda a sus padres con prisa y rápidamente sube a su pequeño cuarto, donde tirado sobre la cama, con la cabeza apoyada en la almohada, unas pequeñas lágrimas empiezan a brotar mientras se pregunta una y otra vez por qué.

Los ojos que mira a hurtadillas en clases le persiguen sin que pueda escapar de ellos, están clavados muy dentro y las sensaciones que se despiertan por ello le sorprenden y asustan. Ve en ellos una pureza antes no vista, una luz tan clara y mágica que invitan en todo momento a caminar por un sendero verde y fresco, con aroma de primavera. Y tiene miedo.

Le gustaría acercarse y decirle todo lo que siente, contarle palabra por palabra todo lo que desde hace meses atrinchera en su pequeño interior. Sueña que un día dejará de escribir notas en una libreta, para hablar cara a cara con los labios que le vuelven loco. Cuantas noches ilusionado confunde realidad y sueño, esperando un gesto, un abrazo, un beso… Pero tiene miedo.

Se vuelve loco pensando por qué a él le tienen que ocurrir esas cosas. Deseaba, es cierto, sentir algo especial por alguien, poder llegar a compartir juegos, risas y muchas cosas más, pero con lo que no contaba era que le gustaría hacerlo con un chico. Eso era lo que más miedo le daba, no entendía como podía estar enamorado de su mejor amigo y compañero de clases, desconocía el momento cuando los ojos que tenía enfrente pasaron de ser los ojos de su amigo a ser los ojos que no le dejaban dormir por la noche. La angustia y el miedo le acompañaban desde entonces, angustia al rechazo y miedo al desprecio. Se repetía que no era un marica de mierda, un maricón de esos al que dan por culo, y lloraba, lloraba porque aun odiándose, no era capaz de evitar la imagen de su desconsuelo.

Tuesday, December 06, 2005

Carta a un desconocido

Voy a contarte mi vida entera, esta vida mía que no empieza, realmente, hasta el día que te vi por primera vez, a contarte querido lector, en esta noche de luna llena y viajeras nubes llevadas por el soplar del viento, la mayor mentira que jamás hayas oído.

Escucharás un pequeño fragmento de mi existencia que nunca ha ocurrido, pero que ello no te engañe, que lo que aquí voy a relatarte jamás haya ocurrido en la realidad que forzosamente compartimos, no quiere decir que en la verdad que cada uno de nosotros vive individualmente, los acontecimientos de los que pronto serás cómplice sean tan reales como los latidos de tu corazón o el aire que respiran tus pulmones.

Todo este imaginario sueño comenzó el día que te conocí, cuando después de abrir el buzón y revisar el correo, comprobé que alguien había alquilado el apartamento que había dejado la viuda Marta, una mujer de ochenta años, que a los cuarenta y cinco perdió al amor de su vida y desde entonces, sin hijos, con el cuerpo destrozado por la pena y el alma rota por la pérdida, se dedicó a gastar el poco dinero de su pensión en misas, flores y velas para el cadáver de su marido, que al final acabó por llevarla al mismo lugar que llevaba treinta y cinco años visitando. Cuentan los vecinos que cuando el asistente social le preguntaba por qué sólo se dedicaba a cuidar de la tumba de su esposo, ella respondía que eso era en parte incierto, no cuidaba del último hogar de su marido, sino también de la que sería su futura casa. No sé por qué te cuento todo esto, quizás porque el recuerdo de la vieja Marta taladra mi cabeza al pensar que puedo compartir con ella el mismo destino, pero no te confundas, no me asusta la muerte, me asusta la soledad.

Confieso que no pude reprimir el instinto de mirar, una vez que comprobé que el cartel que anunciaba el alquiler de la vivienda, había desaparecido del balcón donde había estado colgado, quién iba a ser desde entonces, mi nuevo vecino. Leí el nombre que aparecía en la parte delantera del buzón, una etiqueta de color blanco, con un solo nombre escrito a letra impresa.

Cómo iba a saber en ese momento el futuro que nos deparaba a ambos, cómo presentir entonces lo que nos guardaba el destino, no, en aquel instante sólo la curiosidad era la dueña de mi pensamiento, una curiosidad nacida desde lo más hondo de mi ser; tengo que confesar que era la primera vez que algo así recorría todo mi cuerpo.

Esa noche mientras dormía, tenía la impresión de que una figura corpulenta vigilaba mis sueños escondido en la oscuridad, sin embargo era incapaz de diferenciar ningún otro rasgo. También recuerdo la sensación de angustia y miedo, que mezclado con la curiosidad y las ganas de conocerte, reconozco que me excitó bastante, me desperté varias veces sudando y entre gemidos.

Todo esto aumentó mis ganas por conocer a la persona que era capaz de provocar tal cascada de sensaciones y pensamientos perversos, así que decidí que de ese día no pasaba sin ver la cara de mi nueva sombra. Toda la mañana y parte de la tarde la pasé al lado de la puerta, con la atención puesta a cualquier sonido que indicase que entrabas o salías de tu casa. Oí al cartero, a los vecinos, a los niños jugando después de la vuelta del colegio, más vecinos, sin embargo tu puerta permanecía callada. Empecé a pensar que quizás aún no te habías instalado, que simplemente habías adquirido el piso pero aun no habías realizado la mudanza, entonces reflexioné y me dije que nadie cambia el nombre del buzón sino espera recibir cartas en él, y si alguien espera correspondencia significa que la retira con frecuencia. Esta idea me ilusionó, baje corriendo las escaleras y me dirigí a toda prisa hacia tu buzón, allí seguía tu nombre, sin embargo, éste estaba vació. Ya no sabía que pensar, que hacer. La desesperación y la amargura se apoderaron de mí.

Ignoraba yo que horas después iba a ocurrir el milagro que llevaba esperando. Recuerdo que estaba cenando, la televisión puesta pero sin prestar la menor atención hacia ella, mi cabeza seguía dando vueltas a como podías ser: si alto o bajo, guapo o feo, amable o arisco, con manos grandes o pequeñas, de pelo oscuro o claro, cuál sería tu profesión para que te robase tanto tiempo; en ese instante sonó el timbre de la puerta, de golpe me incorporo tirando mi cena al suelo, me encamino a toda prisa hacia la entrada, por el pasillo creó que tropiezo con el cable del teléfono, una vez en la puerta observo por la mirrilla a un hombre de mediana edad, con el pelo oscuro y corto, elegantemente vestido; decido abrir, quizás podías ser tú, querido lector.

De golpe un mano cubre mi boca mientras otra agarra con fuerza mi cabeza, me empujan hacia dentro con violencia. Estoy inmóvil por el miedo, no puedo reaccionar, respiro con dificultad mientras me llevan a la habitación, allí me tiran en la cama, mi cuerpo empieza a temblar, estoy llorando y gimoteando, pienso que se trata de un sueño, sin embargo la primera bofetada acaba con esa posibilidad, con fiereza rompen mis ropas, intento resistirme y el dolor de una nueva bofetada recorre de nuevo mi cuerpo. Separan con una bruteza inhumana mis piernas y al mismo instante oigo una cremallera que se baja, un dolor que me quema por dentro empieza a inundar todo mi ser, gemidos, una respiración profunda y unos ojos oscuros como la noche que se clavan en los míos, la ultima penetración va acompañada por un intenso frío en mi pecho, noto que algo húmedo me llena mientras el frío de mi pecho se transforma en un calor líquido y espeso, empiezo a respirar con dificultad, se me nubla la vista, noto unos labios besándome, de nuevo un intenso rayo de frío recorre mi garganta y al instante otra vez un calor líquido y espeso lo cubre, empiezo a escupir algo viscoso, hace tiempo que no logro ver nada y de repente dejo de sentir mi cuerpo, las sabanas de seda, el peso de un cuerpo y el aliento, que desde que comenzó todo esto, calentaba mi cuello...

Cómo iba a saber el futuro que nos deparaba a ambos, cómo presentir lo que nos guardaba el destino, cómo contarte mi vida entera, esta vida mía que no empieza, realmente, hasta el día que te vi por primera vez.

Sunday, December 04, 2005

La mesa que tenía un cajón

Espero que hoy sea diferente, llevó ya varios conciertos y siempre ocurre lo mismo, estoy harto de que todo el mundo se apunte y luego a las pocas horas, las excusas y las disculpas se conviertan en la tónica común; por lo menos podían ser más imaginativos, siempre usan las mismas, deben pensar que soy tonto.

Bueno, hagamos inventario: la cartera en su sitio, el móvil encendido y cargado, el pelo impecable, para que luego me digan que no me queda bien largo, estoy que me salgo. Aún no me convence mucho la camiseta, pero que demonios, las tías no han visto un hombre así en mucho tiempo, ellas se lo pierden si no me hacen caso. A por la cazadora y al metro.

Vaya, el local hoy está más lleno de lo habitual, menos mal que hay una mesa libre cerca del escenario. Verás como no viene ninguno, en el fondo no sé para que propongo nada, al final me hacen tanto caso como a un ceda el paso. Hace calor, una cervecita fresca me vendrá bien. Voy a sentarme antes de que me quiten el sitio.

Creo que no recuerdo haber visto esta mesa antes en el local, seguro que la han puesto porque ha venido más gente, últimamente se está corriendo la voz que aquí los conciertos son muy buenos y algo especialess. Si esto sigue así, perderá todo lo bueno que tenía. Falta poco para que comience, David colega, para variar vas a ver el concierto solo, por lo menos la cerveza está en su punto. Y ni una tía buena en todo el garito, hay que joderse.

Increíble, el concierto está siendo espectacular, que se jodan cuando mañana les cuente como ha sido, más de uno se tirara de los pelos por no haber venido. ¿Qué es esto?, la mesa tiene un cajón, ¿qué tendrá dentro?, un día de cualquiera mi curiosidad va a traerme problemas.

Hay unas notas de papel y unos cuantos libros. Leeré haber que pone en las notas.

“Desconocido lector, ahora mientras estás sentado en esta mesa, ignoras que no hace mucho tiempo, hubo una chica pensado en ti, esperando alguien como tú. Un hombre anónimo que ha pasado por lo bueno y por lo malo de la vida y ha salido adelante. Una persona que ha sufrido demasiado pronto y tuvo que madurar antes de lo previsto, aunque tú no hubieses querido hacerlo a pasos tan agigantados.

Tú, solitario valiente, no eres de los que se derrumba ante los obstáculo, ni siquiera los saltas, no, tú los destruyes, los rompes, los pulverizas porque nadie ni nada te impide seguir caminando hacia delante.

Dime, ¿cuántas veces has llorado?, ¿cuántas veces has dado la mano para levantar a alguien caído?, seguro que recuerdas a esa chica, a la primera chica que te hizo sentir especial, aquella que cuando estabas hundido con su sonrisa te aupó y con su vitalidad volviste a volar. La misma que después de haber besado te dejó por otro, porque así de injusto es el amor.

Hoy, mientras que con cara de asombrado lees esta nota, yo, una desconocida, te digo que amo tus ojos negros como el carbón, que deseo sentir tus grandes manos en mi cuerpo recorriendo cada centímetro de mi piel, fundirme en un beso contigo y amarnos toda la noche que nos queda. ¿Por qué? Porque la vida nos da mucho más de lo que nos quita…”

Dedicado a Oso por la idea y por seguir estando ahí, a pesar de todo.

Wednesday, November 30, 2005

Mi mamá no ha podido venir hoy

Me llamo Chari y soy prostituta, de esa clase de putas que salen a la calle enseñando el coño para poder comer y dar de comer a su hija, una hija de puta, mi hija. Ella no lo sabe, sólo tiene cuatro años y lo único que hace es preguntarme por qué tengo que trabajar de noche hasta tan tarde. Eso sí, después de haber sido follada toda la noche por tíos bajos, altos, gordos, flacos, casados, solteros, negros, blancos, rubios, castaños y haber realizado más posturas que una edición ampliada del kamasutra, acompaño a mi estrella a la puerta del colegio, a pesar de no poder caminar sin que me duela cada centímetro de mi cuerpo, que no de mi alma, esa está más que limpia mientras pueda ver una sonrisa en la flor de mi casa.

Hoy hace frío, no resulta nada fácil trabajar en invierno cuando la falda más larga no llega a cubrir tu culo y el abrigo más grueso es tan transparente que deja muy poco que insinuar a los posibles clientes. Sin embargo, lo peor son los jóvenes que en coche se dedican a insultarte y recordarte cada dos por tres cual es tu profesión, te imaginas a una pandilla de niñatos con granos, conduciendo un Golf llamando con cara de cabrón y furia fontanero con tono despectivo a un fontanero. Así de puta es la vida.

Las luces de un coche se acercan, disminuyendo la velocidad mientras se pone a mi lado, baja la ventanilla, es un chico joven, unos treinta años, buen aspecto. Me pregunta cuanto, lo convenido cuando la noche sale mala, acepta sin rechistar. Me subo.

Salimos a un descampado. Para el coche, me paga y al momento comienza a manosearme, gimo mientras imagino lo feliz que estará mi niña mañana cuando vayamos de compras… qué es eso, … por qué me duele el vientre… mierda… estoy sangrando, el hijo de puta me ha clavado un cuchillo, intento gritar, pero con su mano derecha ahoga mi grito antes de que salga de mi garganta, tengo frío y él sigue follándome, empiezo a temblar, se ha corrido dentro, cabrón… no puedo moverme, todo su peso me oprime, un corte en el cuello, la hoja está caliente de haber estado clavada en mi vientre, respiro con dificultad y sólo puedo pensar en que mañana no podré llevar a mi niña al colegio… .

Sunday, November 27, 2005

Nocturno VII

Ahora que ya te fuiste, te diré que te quiero.
Ahora que no me oyes, ya no debo callar.
Tú seguirás tu vida y olvidarás primero...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.

Hay un amor tranquilo que dura hasta la muerte,
y un amor tempestuoso que no puede durar.
Acaso aquella noche no quise retenerte...
y ahora estoy recordándote a la orilla del mar.


Tú, que nunca supiste lo que yo te quería,
quizás entre otros brazos lograrás olvidar...
Tal vez mires a otro, igual que a mí aquel día...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar.

El rumor de mi sangre va cantando tu nombre,
y el viento de la noche lo repite al pasar.
Quizás en este instante tú besas a otro hombre...
Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar...

Y yo aquí, recordándote, a la orilla del mar...



José Ángel Buesa

Un día alguien vendrá y soplará nuestra vela...

Somos luz que espera lentamente desvanecerse contemplando a la oscuridad que, poco a poco, va llenando nuestro horizonte. Nuestra vida fracasa en cada momento que vivimos, pues vivir significa acercarse cada vez más, inevitablemente, al tiempo final.

Dice una canción que “al final de este viaje la vida quedará y nuestros cuerpos hinchados de morir…”. Y es que la cruel meta llegará y todo lo anterior se perderá, el reír y el llorar, el amar y el odiar, la amistad y el primer abrazo de sinceridad, el primer beso y la primera mirada también se irán y sólo quedará, a nuestro pesar, un cadáver frío y solitario, una vela apagada nada más.

Cada uno de nosotros somos velas esperando que en cualquier momento, el aliento de un Dios travieso y mal criado apague la llama de nuestra existencia; vuestros fuegos, que ahora aún arden, se consumirán, la vela de la existencia morirá y dejaremos de recordar.

Olvido eterno en un mar de paz de muertos anónimos, pues nadie nos llorará, nadie nos vendrá a poner flores ni nos nombrará. Tu, yo, nosotros, vosotros, todos seremos palabras vacías que no significarán nada porque en nada seremos convertidos.

Tu mecha se consume en cada tic tac de tiempo y no haces nada…

Friday, November 25, 2005

Seguro que hoy no va a ser un buen día (II)

Dos horas después de haber llegado a la oficina, tres cafés y un buen vaso de agua fría con hielo para quitarse de la cabeza a Adela; Enrique encara el pasillo que lleva a la sala de juntas. En su mano derecha un portafolios con miles de números y cuadros explicativos sobre inversiones, devoluciones, prestamos y toda la mierda que la empresa regurgita debido a su actividad diaria; en la mano izquierda el maletín con el ordenador portátil donde, aparte de las diapositivas en power point, conservaba toda una galería completa de fotos y vídeos que algunos bienpensantes considerarían obscenidades, él prefería llamarle botiquín de primeros auxilios.

“Míralos, todos ahí trajeados, sentados esperando que empiece a vomitar datos como un poseído. Tan estirados porque tienen clavados en sus acaudalados culos barras de acero bañadas en oro, seguro que a más de uno la sensación le provoca orgasmos inimaginables que jamás llegarán a sentir con sus orondas y presumidas mujeres”.

- Buenos días señor Presiente, señores consejeros, señores accionistas.- “Estúpidos señores y señoras perdidos en la voracidad de inflar con divisas sus vacías vidas”. Pasaré a detallarles en breves segundos el informe CKL, quiero recordarles que pueden interrumpir en cualquier momento mi exposición si tienen alguna duda o problema al respecto. “Aunque no puedo hacer nada por currar su incompetencia y falta de profesionalidad, así que, si no entienden, como va a ocurrir seguramente, nada de lo que aquí les voy a exponer, vuelvan a las facultades de pago de donde han salido y estudien, verán como así las cosas cambian”.

Las patatas frías y poco saladas, por el contrario, el trozo de carne al que el menú del restaurante tenía la valentía de llamar ternera, quemado y tan salado como un bacalao. Enrique no sabía muy bien porque venía comer todos los días a esa pocilga de 20 euros el menú, bueno, si lo sabía pero no quería reconocerse que iba por Merche.

“Si, esas tetas y ese culo compensan con diferencia la mierda de manjar que me ponen todos los días. Haber si uno de éstos se decide y entramos en el baño y me hace una mamada, esos labios tienen que ser la ostia mamando… .” ¡Ah,!, ummmmmm, Merche, no gracias, no quiero café. “Lo que quiero es que me la chupes hasta que me dejes seco…”.

-Enrique, ¿sabes una cosa?-.

- No Merche, dime.

- O la comida te ha encantado o tú estás realmente empalmado…

¿Continuará.....?

Sunday, November 13, 2005

Escribiendo borracho..........

No es la primera vez que escribo algo borracho (papá, por favor deja de leer ahora mismo, jajajajajajaj), posiblemente tampoco será la última. Sin embargo, si es la primera vez que hago público lo que pasa por mi cabeza cuando el alcohol nubla mis sentidos y razonamientos. No es que exista una explicación per se que justifique este post, digamos que se trata desde un experimento literario para comprobar, hasta que punto, los efectos de varios whiskys (con fanta naranja por supuesto, otra cosa buena que debo a un pedazo de señor y caballero, gallego de adopción y ahora afincado en los madriles, merci chaval) perjudican o no mi estilo y técnica narrativa; por otro lado, también es un momento de libertad, es decir, cuando uno está bajo los efectos de ciertas sustancias, es menos consciente de sus actos y quizás por ello, escriba cosas que en condiciones sobrias jamás haría públicas. Por todo lo anterior, quiero dejar claro que si alguien de mis pocos lectores se siente ofendido por lo que pueda leer aquí, espero entienda que no ha sido de manera intencionada, simplemente he dejado salir a la superficie cosas que permanecen encerradas a cal y canto en mi interior. Sobra decir que estoy más que agradecido, incluso diría que en deuda, con esos lectores (es innecesario poner nombres, ellos saben a quienes me refiero) que post tras post leen lo que pasa por mi cabeza y, con sus amables comentarios y palabras, animan y alegran un poco este alma cada día, gracias a dios, menos atormentada. Gracias por tanto, de corazón, a mis amigos, a mis lectores, a mi padre (sabes de sobra que perteneces a mi club más selecto).

Escucho ahora mismo Pasión Vega e inevitablemente, debido a la letra de sus canciones, pienso es una chica preciosa que se llama Isabel, mi niña del alma, mi lucero del alba, mi estrella perdida, mi espina clavada, mi amor nunca revelado y siempre escondido. Los dos sabemos lo que ha pasado, somos ambos conscientes de que nada podrá ser igual, pero en mi corazón aún guardo un rincón donde los recuerdos de tu sonrisa llenaban mi alma. Jamás podré olvidar esa dura mirada, esas palabras convertidas en dagas que se clavaron muy dentro de mi ser, esas sentencias injustas que, lo sabes muy bien, lanzaste hace tanto tiempo que las heridas empiezan a cicatrizar. Sé que fui yo, no hace falta que me digas que nadie me presionó, que era más que consciente de mi actos y que, por tanto, elegí según tú, mi niña marinera, la de los ojos negros, el camino equivocado. Pero sé que también eres consciente de que lo hice por amistad, que esa noche opté por lo que me dictaba mi alma y mi cabeza, que en ningún momento coloqué en una balanza a nadie, que simplemente vi un naufrago que pedía mi ayuda y salté al mar a socorrerlo. Juzgadme por ello, sometedme mil malditas miradas y pensad que escogí entre un desconocido y un amigo; yo sólo puedo decir que hice lo que, en cualquier momento, haría por cualquiera que me necesitase. Sabes muy bien, mi lluvia de primavera, que no había maldad, sin embargo, decidme, explicadme de nuevo porque desde entonces, ya no tengo tu sonrisa alegrando mi alma. Dices, dicen ellos, que la culpa es mía, que había un amigo esperando una mano y que yo, insolidario y egoísta, ignoré. Vuelvo a lo siempre, es mi única defensa y lo es porque no es más que la más sincera verdad, ayudé a la persona que más deseaba ayudar, no preguntéis los motivos, no esperéis que os explique las causas y las razones, lo hice y ya está; no puedo entender, no puedo soportar, que por ello, no sea ya el que era, que dejara de ser ese niño que, durante cierto tiempo, estaba siempre atento y presto a ayudar.

Ahora es inevitable pensar en mi amor, mi cielo lejano, mi perla perdida en un mar del caribe, a ti han ido, de forma directa e indirecta, los últimos relatos de este blog. Mi chica del caribe, mi pirata de parche en el ojo que un día, gritando al abordaje, asaltó e hizo saltar por los aires, los cierres que mi corazón tenía sobre el amor. Paula, dulce fruto de pasión, jamás olvidaré el primer besó, jamás olvidaré como surgió todo; como poder olvidar el día en que con un guiño en esos ojos verdes, al oído me susurraste cosas que, desde el momento que te vi, prendieron fuego la brasa de la pasión. Me quedan las noches donde tu cabeza dormía sobre mi corazón, recuerdo tus manos rozando mi cara y mirando fijamente mis ojos, prometiendo cosas que ambos sabíamos imposibles de cumplir. Tú tenías que partir, y yo me volvía a preguntar por qué toda la gente a la que quiero y aprecio tenía que marchar. Se fue primero un amigo, luego tú, no sabría decir cual de las dos más dolió, ambas son diferentes y no se pueden cuantificar, sólo puedo decir que desde que tú no estas, mi cama es un desierto lleno de arena y desolación. Hecho de menos tus besos, tus manos, tu cuerpo caliente y tu aliento en mi pecho mientras dormías, feliz, soñando ilusiones que jamás se iban a realizar. Espero que seas feliz, muy feliz, en esa ciudad que antes adoraba y ahora, me ha robado uno de los pocos rayos de sol. Deseo que en el mar, ese mar que tanto amas, ese mar mágico que es el Mediterráneo, en esa ciudad llamada Barcelona encuentres aquello que yo no te he podido dar.

Hablando de ciudades que me han arrebatado algo, no puedo pasar por alto a Madrid. Allí tengo a un ser especial, a un chico, mejor dicho, a todo un hombre, a un viejo caballero y gentil señor, a un amigo que cierto día, se marchó buscando lo mejor. David, que puedo decir que no haya dicho ya. Sería tan estúpido e inútil repetir aquí lo que de palabra y escrito ya sabes. Me has dicho miles de veces por qué tú, por qué cabezón de mi intento ser tu amigo; sigo sin tener una respuesta definitiva, creó que lo triste sería poseer una, ¿no crees?, como si la amistad fuese algo racional. Egoístamente puedo decir que me haces mejorar, que intento ser cada día más fuerte, más alto, más inteligente, que supones un estimulo para pensar, que para mi representas un desafío tanto en el plano intelectual como personal. Podría decir que eres la persona que quiero llegar a ser, pero tampoco es eso, ni de lejos, estoy muy contento con mi forma de ser, sin embargo, veo virtudes en ti que no poseo, virtudes que toda persona debería poseer, hablo de tu profesionalidad, tu calor humano, tu seriedad, tu frialdad para los problemas, tu capacidad de sacrificio y racionalidad para afrontar situaciones que a otra persona, a mi mismo, cuestan años y pesares superar. Te veo honesto y sincero, te veo educado y caballeroso, con las ideas claras y bien amuebladas, te veo maduro, algo que para un joven de tu edad, me sorprende de forma muy grata, representas la esperanza en una juventud que veo a la deriva y perdida. Sé que odias estás cosas, que detestas este carácter mío, pero no puedo ocultar y no quiero hacerlo, digan los demás lo que quieran, que te respeto, admiro y aprecio; el pensar y decir esto me ha costado muchas cosas en el pasado, sin embargo, tengo la esperanza (espero que no falsa y vaga), de que el tiempo podrá las cosas en su sitio. Creó que el mejor piropo que puedo decirte es que eres la imagen moderna de esos caballeros vallisoletanos antiguos, esos valerosos soldados que servían en la Real Chancillería de Valladolid al servicio del rey, según dicen las crónicas, educados, valientes, atentos, fieles y sobre todo, defensores de sus ideas y su patria.

Estoy ya cansado, los efectos del alcohol empiezan a notarse, tengo sueño y cansancio, los ojos empiezan a cerrarse y mi cabeza divaga ya sobre muchas cosas, pero no quiero, no puedo terminar esto sin mencionar a mi tocayo, al fausto que me hizo descubrir un nuevo placer, a la serpiente que me ofreció una manzana cierto día y yo, dudoso al principio, acepté y ahora, consciente de aquel día, no puedo soportar estar sin ti. Hecho de menos tus ojos, esos ojos cautivadores y oscuros, esos ojos que sólo rivalizan con los de un caballero vallisoletano, aunque por motivos diferentes, en los tuyos veo pasión, en los suyos amistad. Te gusta que te llame mi poeta bohemio, mi Rimbaud personal; y lo haré porque como poeta me has enseñado una nueva forma de belleza, de sensualidad, un nuevo mundo de pasión y gozo del que, tengo que reconocer, aún tengo miedo de recorrer y explorar, sobre todo ahora que, otra vez la historia se repite, y tu no estás aquí. Sólo quiero decir que tengo grabado a fuego la noche donde llevaste mi alma al infierno y que, desde entonces, te espero en un purgatorio que no satisface mis deseos, con la ilusión de volver a recorrer, como Dante en la Divina Comedia, el infierno entero.

Saturday, November 05, 2005

Luna

Dedicado a todos los que tienen su propia luna…

El sonar de una guitarra que recorre el aire de forma lenta y melancólica, la soleá que inunda de recuerdos lejanos los corazones de hombre y mujeres que solos beben por un pasado que nunca se ha marchado del todo. El humo de los cigarros, cortina blanca, permite que cada uno piense en lo suyo, en silencio y cabizbajo, con los ojos perdidos en una mesa de madera vieja, sucia y llena de restos de vino.

Entre todos ellos sólo hay uno que no muere poco a poco, uno que en cada dulce nota ríe y está feliz. Todos le preguntan por qué, el calla y no responde. Sus ojos están absortos en un más allá que solamente el puede ver y entender. Él sabe porque es feliz y también es consciente de que los demás jamás lo entenderán, lo tomarán por un loco y lo ignorarán. Esta es la historia de un muchacho que vio la luna brillar.

En una noche fría y de invierno, camino de su casa, cansado de trabajar y estudiar, pensando que todo lo que le rodeaba era gris y desesperanzador, cuando cerca estaba ya de ponerse a llorar, algo misterioso le ocurrió. De pronto, en lo alto el cielo, entre un mar de estrellas vio la luna. Pero no se trataba de una luna cualquiera, era una luna grande y blanca, que brillaba con luz propia y que con dulces palabras le cantaba una canción de cuna. Con sueño, bajo un árbol se hecho a dormir y allí, soñó que soñaba como amaba a una bella mujer, de piel de plata y ojos claros, cabellos rubios y manos suaves, que con voz melancólica le cantaba cerca del oído, canciones de gitana guapa. Fuego en sus labios y blanca leche en sus pechos, el dormía y soñaba mientras la luna brillaba y una mujer preciosa le amaba. Sus ojos, estrellas de azabache, miraban los suyos y le decían tómame entera esta noche de luna llena y mágica.

Hacía ya dos días y él seguía recordando esa noche, esa luna y esa gitana, y cuando todo el mundo le decía que estaba loco, que todo había sido un sueño, que la luna no brillaba y menos aún cantaba canciones de cuna, él se callaba y pensaba: nadie va a decirme como es mi luna.

Monday, October 31, 2005

¿Bailas?

La música penetra en mis oídos de un modo frenético, casi infernal, las luces de colores y los rayos láser me rodean por todos lados. Estoy en una nube calidoscópica de sensaciones indescriptibles, asediado de cuerpos desnudos y sudorosos que, al igual que yo, bailan poseídos por un frenesí mortal. Muévete, baila, levanta los brazos y menea la cabeza, no pares ni un segundo, el final aún está lejos y lo único que busco es bailar hasta que las fuerzas me fallen, entonces, iré al baño y una buena ralla hará que vuelva a explotar en un millón de palpitaciones excitantes.

Tengo calor, tanto que me tiro por la cabeza una botella de agua, hace tiempo que he perdido mi camiseta y bailo a pecho descubierto. Qué más da, lo importante es vivir a tope, no pensar en el mañana, en las consecuencias, la cabeza no debe hacer otra cosa más que oír música, electrizante y rápida, noto como invade cada centímetro de mi piel.

Un cuerpo extraño se acerca a mi, no se si es chico o chica, ¡es igual!, comienzo a bailar con mi desconocida pareja, rozo su pierna con mi entrepierna, sus manos se posan en mi pecho, pasan por mi cintura y agarran con fuerza mi culo, las luces me impiden ver su rostro, la distancia entre los dos ha disminuido más aún si cabe. Acerca sus labios a los míos y puedo distinguir en su lengua una pastilla, de un beso y con el juego de nuestras lenguas, me la trago de un golpe. Me besa en el cuello, me muerde despacio mientras yo araño su espalda desnuda. Los dos estamos sudando a borbotones.

Creo que más gente se ha unido a nuestro juego, ahora mismo mis manos se posan en el pecho de una mujer, solo conserva su top que está muy mojado, sus pezones están realmente excitados, mi boca desea probarlos. Alguien ha puesto sus manos en mi paquete, me está dando un buen magreo, intenta quitarme el cinturón, quiero resistirme pero no puedo, mete su mano dentro de mi pantalón, debajo de mi ropa interior, parece que al fin encuentra lo que busca. Hace mucho calor, necesito agua. Unos labios cercanos me ofrecen otra pastilla, la tomo sin pensarlo mucho. Esta noche puede ser la última.

La música acompaña todos nuestros movimientos, cada vez más rápido, cada vez de forma más intensa y brutal. Algo me está mojando, debe ser alguien con una botella, sin embargo, no es suficiente para calmar el calor que tengo.

La cabeza comienza a darme vueltas, las luces se mueven en círculos y espirales que no comprendo, el humo blanco de la pista de baile me aturde aún más. Mi corazón late con más fuerza, respiro con dificultad mientras las manos que me poseen no parecen bajar su intensidad en su intento de dominarme por completo. De golpe, parece que el suelo a desaparecido y comienzo a sentir mi cuerpo en caída libre, oigo los latidos de mi corazón más fuertes cada vez, no puedo ver nada claro, sólo una mezcla de colores que no puedo relacionar, mi cabeza golpea contra algo duro…. .

Friday, October 28, 2005

La hoja en blanco

La hoja en blanco me produce pánico. Mientras el folio sigue limpio, está libre de borrones y errores, una vez que uno comienza a escribir, debe tener cuidado de no manchar en vano lo que anteriormente era nada, y por tanto, en su vacío existencial, eximio de faltas.

Escribir es un ejercicio de autoconocimiento, es poner delante un espejo que nos devuelve imágenes escritas sobre la realidad que debería ser y no es. En un simple papel volcamos deseos, sueños, mentiras y verdades sin saber hasta donde llegan unas y otras, jugamos con la realidad como un dios caprichoso e inconsciente, o peor aún, impasible ante las consecuencias de lo contado.

En cada letra, palabra, frase hay una esencia misteriosa que intenta sobre todo conseguir un algo determinado, establecer comunicación con el lector. Se trata por tanto, de un diálogo sin palabras habladas, donde primero uno lee y luego piensa, y en ese pensar, en el resultado de haber provocado la atención del otro, donde se establece la comunicación de lo escrito.

A mayores, el papel en blanco es la perfecta analogía de lo que nos espera en la vida, unas veces líneas rectas y otras menos, de palabras acertadas o de tachones negros que parecen predecir futuras tormentas, de aceptación o rechazo, de éxito o fracaso. Cúantos punto y aparte queremos en nuestro relato, cuantas comas y explicaciones a pie de página, de cuántos capítulos constará lo narrado hasta que tengamos que poner punto y final. La hoja en blanco me produce miedo porque escribir en ella es hacerlo en la vida misma, es tatuar con palabras las elecciones que marcarán nuestro futuro.

Saturday, October 22, 2005

El rey y su castillo de arena

Allí estaba él, un pequeño diablillo de no más de once años, con su cuerpo debilucho y flaco, de piel tan blanca como una nube de algodón, con su bañador de los pokemon; jugando en la playa indiferente al sórdido mundo de los adultos que, como sombras en pena, pasaban por su vera incapaces de interrumpir por un solo momento, su ir y venir de cubos de arena y agua.

Con paciencia y tesón, venciendo con valentía los obstáculos en forma de pies, pelotas de playa, gritos de su madre llamándole para ponerse crema, fue levantado con esmero un castillo de arena. Cuando terminó, se sentó justo delante, mirando su obra orgulloso y altivo, como si sus inocentes manos hubiesen construido la octava maravilla del mundo. El resto de la tarde lo paso mojando su fortaleza para que no se derrumbase, vigilando que ningún ejercito de malvados gigantes se lo llevase por delante con sus torpes andares.

El tiempo fue pasando, el mar fue cubriéndose de un color rojizo, presagio del atardecer y el pequeño rey tuvo que claudicar ante un cruel enemigo con el que no había contado, su madre, después de haberle llamado varias veces, se acercó y cogiéndolo por la oreja, logró derrotarlo sin esfuerzo. Con lágrimas en los ojos recogió su cubo y su pala, mirando de reojo su castillo, se alejó despacio sin estar muy convencido de porque tenía que dejar su reino a manos de cualquier forajido preparado para saquearlo, ahora que ya no había caballero para defenderlo.

La marea comenzó a subir, las olas poco a poco fueron cercando al castillo, el cual sin nadie que lo protegiese, iba lentamente derrumbándose con cada acometida. A los pocos minutos, una fuerte ola se lo llevó por delante, sin dejar rastro, sin piedad con los sueños e ilusiones de un pequeño diablo que, en una tarde de verano, durante unas cuantas horas, fue dueño y señor, rey de todo un reino con castillo de varios metros de altura, imponentes torres y deslumbrantes almenas, con puente levadizo por el cual ese diminuto monarca regresaba a su fortaleza, montando un fabuloso caballo, satisfecho de haber luchado con valentía en el campo de batalla contra unos enemigos incapaces de ver la noble misión que llevaba a cabo.

Ahora ya no queda nada y el mar parece mostrase contento por su victoria. Sin embargo, seguro que el valiente rey en el exilio sueña alegre, en su cama, en que mañana volverá a la playa con su cubo y su pala para volver a levantar otro castillo.

Monday, October 17, 2005

De viaje

Seguro que ahora ella estará sentada al lado del fuego llorando, con sus manos surcadas por arrugas secando un aguacero de lágrimas, preguntándose por qué he tenido que hacerlo. Pobre. No lo entiende y pasará mucho tiempo hasta que sea capaz de comprender los motivos que me han llevado hacer este viaje. A su lado posiblemente se encuentre él, papá, demasiado sobrio o tan lleno de alcohol como una botella de whisky, en cualquiera de los dos casos, será una piedra incapaz de mostrar un atisbo sentimental. Si está ebrio, como casi todos los días, tendrá sus sentidos tan embotados que no se percatará de mi ausencia, por el contrario, si esta vez no ha conseguido dinero para beber, estará posiblemente tumbado en una esquina, a oscuras, preguntándose el por qué no ha podido beber hoy.

Es de noche y somos unos 15, no conozco a nadie. En sus ojos veo miedo, hambre, sueño, sed, dolor y sobre todo esperanza e ilusión. Pobres. Ahora es cuando me doy cuenta que hemos sido engañados, sin embargo ellos aún siguen aferrados a un clavo ardiendo. Tengo sueño. Las olas del mar balancean la barcaza con un ritmo suave, de un lado a otro a igual que hace una madre con su bebé.

Hace ya horas que hemos partido y aún no hemos visto nada, solo agua y más agua, sólo hemos notado viento y frío, mucho frío, tanto que estamos todos juntos, formando un cuerpo de masa negra deforme de manos y piernas tiritando al mismo ritmo, que curioso, seguro que si nos colocan algún instrumento en las manos, seríamos como una orquesta perfectamente afinada. Somos los autores del réquiem que marca nuestras vidas, o mejor dicho, que armoniza nuestra muerte.

Me he dormido, no se cuanto tiempo, me despertaron unas sirenas, pero no de policía, todo lo contrario, son cantos de sirena melodiosos y preciosos, dulces y conmovedores, creo que soy el único que puede oírlas. ¿No escuchas a las sirenas? Ah, que canción más bonita, me dicen que tengo que ir con ellas, que tengo que dejar el bote y nadar muy fuerte para alcanzarlas y compartir con ellas el paraíso. Vuelvo a quedarme dormido.

La desesperación se ha adueñado de todos nosotros, algunas sombras dicen que teníamos que haber divisado costa hace unas dos horas, sin embargo, en el horizonte sólo sigue habiendo agua, mucho agua. Tengo la sensación de tener los pies mojados, creo que están congelados. Intento moverlos y no puedo, pero tampoco puedo gritar. Me duermo de nuevo.

Los gritos devuelven a la realidad. La barca se mueve fuertemente, todo el mundo está de pie, creo que nos hundimos, sin duda naufragamos, noto mucho frío desde la cintura para abajo. Algunos intentan sacar agua con las manos, otros directamente se han tirado al mar, está tan frío que dejan de patalear a los pocos minutos. Tengo mojada mi camisa, mis brazos quieren reaccionar desesperadamente para que nade, no hay fuerzas ya en mí, lo único que puedo hacer es mirar como lentamente, a lo lejos, la luna comienza a diluirse en mis ojos, me estoy ahogando, no puedo hacer nada, tengo todo el cuerpo congelado. Seguro que ahora ella estará sentada al lado del fuego llorando, con sus manos surcadas por arrugas secando un aguacero de lágrimas, preguntándose por qué he tenido que hacerlo. Pobre. No lo entiende y pasará mucho tiempo hasta que sea capaz de comprender los motivos que me han llevado hacer este viaje. Yo ahora ya lo sé.

Sunday, October 09, 2005

Sólo fue un sueño...

Un aroma lejano llegó a mi nariz, traía consigo imágenes de un paraíso exótico y tropical, de un mar claro y cielo despejado donde el sol no se esconde tras miles de nubes de polución. Me encontraba paseando por la zona vieja de Madrid, ese Madrid de los Austrias que se niega a olvidar un pasado de imperio y gloria, tiempo en donde barcos españoles surcaban todos los mares del mundo, cuando en Europa el sonido del andar de las picas españolas significaba miedo, admiración y respeto. El olor se hizo más fuerte cuando pasé justo por delante de un pequeño restaurante, era hora de comer y mi estomago decidió protestar por el poco caso que le hacía, decidí por tanto entrar y satisfacer tanto mi hambre como mi curiosidad por ese perfume tan llamativo y extraño.

No era un restaurante presuntuoso y superficial, como los que ahora están de moda en cualquier capital del mundo. Su fachada era simple y cuidada, una cristalera limpia decorada con una cortina blanca, en su cristal un mapa mundo dibujado y el nombre del establecimiento, poco más. La entrada estaba flanqueada por una puerta de madera agujereada llena de cristales traslucidos pequeños; al abrirla, el olor se hizo mucho más intenso, penetrante, casi embriagador, todos mis sentidos, pero sobre todo el olfato, se pusieron en alerta, una sensación extraña me invadió, era como si entrase en otro lugar, como al haber traspasado la puerta hubiese dejado atrás una realidad para entrar en otra diferente.

El restaurante contaba con unas seis o siete mesas, todas ellas preparadas para recibir a comensales dispuestos a dejarse llevar por manjares que ese olor parecía anunciar. Al fondo, una barra y unos cuantos taburetes, las botellas detrás colocadas en un orden casi marcial, desde luego, la majestuosidad del local no provenía de su exuberante decoración, sino de la sensación de orden y limpieza que transmitía en su conjunto.

Llevaba ya unos minutos esperando en la entrada, sin embargo me sorprendió que nadie me recibiese aún, decidí acercarme a la barra, donde había un vaso con hielo y una botella de whisky, por su colocación parecía que estaban puestos allí para que me sirviese personalmente; mi curiosidad aumentó a medida que también crecía mi extrañeza. Decidí llamar a alguien, esperé la respuesta, volví a llamar y recibí la misma contestación, silencio.

A mi derecha parecía que se encontraba la entrada a la cocina, lo deduje por la típica puerta blanca sin picaporte y unos grandes cristales en forma de círculo, que daban la sensación de ojos que me vigilaban. Sin embargo, no parecía escucharse nada, ni gente hablando, ni ollas a fuego, nada de nada, lo único que seguía presente era ese profundo aroma a mar y sal, a cielo azul y sol cálido. Pensé que posiblemente el encargado estaba en el servicio, espere unos minutos pero no escuché ni tirar de la cadena ni nada parecido. Me bebí un vaso de whisky de un golpe, pues empezaba a encontrarme algo nervioso y asustado.

Las dudas me asaltaron, ¿debía entrar en la cocina o no?, seguro que allí había alguien y no se había percatado de mi presencia a lo mejor por estar concentrado haciendo alguna tarea, recordé que también Lucía cocinaba con los walkman escuchando música y no se enteraba cuando yo llegaba a casa, pero esta idea era más una esperanza vana que una posible explicación a lo que estaba sucediendo. Poco a poco y lentamente, como si pisase sobre una alfombra de flores, me acerqué a la cocina, posé la mano en la fría puerta y abrí muy lentamente asomando primero la cabeza, para descubrir que allí tampoco había nadie. Ya dentro, la cocina estaba vacía, sin embargo, había una olla al fuego, un plato a lo lejos indicaba que se estaba haciendo una comida y, como no, el olor, ese aroma que desde la calle me acompañaba, estaba presente también aquí.

De repente, la puerta de la cocina se abrió bruscamente, tras ella apareció una mujer alta y hermosa. Su larga cabellera morena caía sobre su cara como olas sobre la arena del mar, sus ojos negros eran como carbón preparado para hacer fuego, con su mano, una mano blanca y con largos dedos me indicó que no gritase. Aunque quisiese hacerlo, algo me impedía hacerlo, estaba paralizado por la sorpresa y el miedo, sin embargo, había algo en ella que me obnubilaba, que me obligaba a permanecer quieto y tranquilo.

Se fue acercando lentamente, moviendo las caderas de una forma segura y sensual, con cada paso, su vestido largo de color negro se movía al compás de su andar, en cada zancada observaba a través del corte de su traje en el lado derecho, una pierna pálida, suave y increíblemente apetitosa.

Al llegar a mi lado, me rodeó con sus brazos, se acercó muy despacioo, me dio un largo beso en mi cuello, yo seguía sin poder reaccionar, pero me dí cuenta de que el aroma que llevaba aturdiendo mis sentidos desde el inicio provenía de su largo y precioso cuello. No pude contenerme y lo besé, lo hice con una mezcla entre pasión y ansiedad, no me acordaba de nada ni de nadie, mi intención era una y clara, poseer a esa mujer en todo su ser.

Ella, con una mano en mi pecho y dando un pequeño empujón, hizo que retrocediese un paso, dejando espacio suficiente para que, con su otra mano, se quitase de un solo movimiento su vestido negro. Ante mi aparecieron unos sonrosados pechos, grandes y turgentes; a medida que iba cayendo el vestido, yo iba viendo más de su cuerpo, ahora ese vientre delicado y plano, ese ombligo pequeño y misterioso coronado por un pequeño anillo de metal. Luego su sexo, figura perfecta de geometría triangular.

Me cogió por los pelos y me obligó a que me agachase, yo ya hacía tiempo que me dejaba hacer, me acercó a su dulce tesoro y hundió mi cara en él, evidentemente sabía lo que tenía que hacer. Allí, descubrí que también ese olor lejano estaba presente, mientras con mi lengua y mis labios besaban y lamían, suavemente unas veces, o mordisqueaba con dulzura y cuidado las otras, su delicioso ser. Mi pene estaba a punto de estallar.

No sé cuanto tiempo me obligó a que le hiciese sexo oral, sólo fui consciente que después de un pequeño gemido, tiró de mi otra vez y me besó, me mordió en mi labio inferior haciendo una pequeña llaga donde salía un poco de sangre que, ella, lamió con su lengua.

Me tiró con fuerza hacia el mesado de la cocina, allí me desnudó con una facilidad inhumana, dejando todo mi cuerpo a la vista. Pegó el suyo al mío, notaba su corazón latiendo junto al mío, su respiración entrecortada y jadeante en mi oído, su lengua recorría mi cara, mi cuello, mis pezones, mi vientre, mi piernas hasta que llegó a mi pene, el cual de un solo bocado introdujo en su boca, noté centímetro a centímetro, sus labios recorriéndome, su lengua no dejaba de moverse inquieta y experta. Me daba pequeños mordiscos en la piel, el pellejo y los testículos, un placer entero recorría mi cuerpo.

Me tumbó en el suelo y sentándose sobre mi, se introdujo mi miembro dentro de su húmedo ser mientras con sus labios besaba mis manos, luego comenzó a moverse como un barco movido por las olas, de forma brusca y salvaje, llena de pasión e ira. Todo me daba vueltas, un placer enorme enturbiaba mis sentidos, no era ya casi consciente de lo que estaba sucediendo, de pronto, noté como algo intentaba salir de mí, un orgasmo como nunca sentí me invadió mientras mi visión se nublaba y todo parecía dar vueltas a mi alrededor, en ese momento perdí el conocimiento.

Me desperté en mi cama, a mi lado estaba Lucía, dormida, bañada por los rayos blancos y calidos del sol de la mañana. Yo estaba sudando, mi corazón palpitaba y casi no podía respirar. Todo fue un sueño, me decía mientras intentaba convencerme a mi mismo, un dulce sueño erótico nada más; sin embargo, no podía dejar de oler aquel aroma intenso, aquel perfume embriagador y extraño. A parte de un pequeña herida en mi labio inferior. Lucía se despertó y mientras me daba un beso me decía que tenía cara de haber visto un fantasma.

¿Libre? ¿Sincero?

Dice un sabio amigo mío parafraseando un dialogo de Matrix: “¿crees en el destino, Neo? No. ¿Por qué? No me gusta la idea de no ser yo quien controle mi vida. No funciona, que no creas en una cosa no quiere decir que no exista, cada vez estoy más convencido en que todos venimos aquí con un plan fijado y que lo único que podemos hacer son pequeñas variaciones en el camino que nos marca el destino.” Dice también: “vivir engañándose a uno mismo es lo mejor del mundo”. Resumiendo: no somos libres, somos tan poco libres que incluso uno debe engañarse a sí mismo para poder ser feliz. Yo pregunto: ¿Cómo vivir sabiendo que no soy libre? ¿Cómo mirar mi reflejo en un espejo y no sentir nauseas por mentirme?.

Las respuestas no son fáciles, ni únicas, incluso dudo de que existan verdaderas respuestas a estas preguntas. ¿Soy libre?, creo que si, soy tan libre que toda la vida es un camino para aprender que debemos ser responsables de nuestros actos. De hecho, somos tan libres que dice Georges Perec: “El problema de la elección, el problema de la vida entera.” El destino no está escrito en ningún sitio, porque de ser así, no tendría sentido que la libertad exista, no serviría de nada que tenga que tomar decisiones en todo momento, bastaría con sentarme bajo un árbol y esperar que mi destino se cumpla, no tengo porque hacer nada, todo ocurrirá lo quiera o no. Aceptar un destino supone aceptar la existencia de un orden preestablecido, supone que debe haber alguien que haya decidido un papel para mi, es creer que mis actos no tienen ninguna consecuencia, es no querer aceptar responsabilidades, negarse a aceptarlas.

¿Se es feliz engañándose uno a si mismo?, humildemente creo que no. La situación debe ser tan insoportable, que no creo que ningún ser humano soporte tal cantidad de cinismo e hipocresía sobre su propia forma de actuar. Además, es imposible engañarse a uno mismo, es la cuadratura del círculo, algo imposible; pues cuando actúo de forma incorrecta con mi forma auténtica de ser, soy consciente de que lo estoy haciendo, por lo tanto ya no puedo engañarme. Resulta tan duro mirarse al espejo y no gustarse, es realmente difícil comprobar que no somos la persona que deseamos ser, que no nos gusta como actuamos, etc. etc. Dice Sartre en su obra La náusea: “No puedo decir que me sienta aligerado, ni contento; al contrario, eso me aplasta; he comprendido todo lo que me ha sucedido desde el mes de enero. La náusea no me ha abandonado y no creo que me abandone tan pronto; pero yo no la soporto, ya no es una enfermedad ni un acceso pasajero: soy yo.”

Pues si sé todo esto, por qué no puedo sentirme libre y no ser capaz de actuar como realmente mis sentimientos lo exigen, pues no tengo la menor idea. Quizás las palabras de mi sabio amigo tengan algo de razón. ¿Tienes tú la respuesta?.

Sunday, October 02, 2005

Una historia de verdad

Lo encontré una tarde de sábado oscura y fría, con un cielo encapotado de nubes y pequeñas gotas de lluvia presagiando lo que podía llegar a ocurrir. Estaba sentado tranquilamente con las manos sobre sus rodillas, mirando el mar con los ojos muy abiertos. Viéndolo, daba la sensación que el tiempo se había detenido para él, nada ni nadie podían interrumpir la armonía que parecía emanar, de hecho, la gente pasaba a su vera, sin percatarse de su presencia, caminando como sólo se camina ahora, deprisa y con el desasosiego del viajero que no sabe nunca a donde va. Aún hoy no sé que me llevó a mirar en esa dirección y toparme con su figura, fuese lo que fuese, sólo sé que de golpe, me sentí invadido por la necesidad de saber en que pensaba ese hombre para transmitir esa tranquilad.

Mi mente empezó a recordar esas historias de viejos marineros que jamás pueden olvidar su pasado vinculado al mar, historias de hombres que han vivido más años en un barco que en tierra firme, marineros que en sucias y hediondas tabernas cuentas sus vidas por una botella de whisky. Sin embargo, él no parecía de esos hombres, no tenía en sus ojos la melancolía de una juventud ya perdida, no, sus ojos respiran un brillo de esperanza que se escapaba a mi comprensión. Imaginé quizás, que recordaba a bellas mujeres conocidas en puertos donde, después de meses de trabajo, atracaba para descansar y buscar un poco de diversión. Si, quizás sea eso, a lo mejor ahora mismo recuerda a una dulce muchacha de rasgos lejanos y olores exóticos, de cuerpo suave y voz embriagadora, una mujer a la cual deseó toda una noche pero nunca llegó a amar. Puede ser que recuerde las veces que luchó, mano a mano, con el mar; en tormentas donde toda su furia y tesón iban dirigidas a vencer a un enemigo poderoso y poco fiel: le veo recogiendo las velas para que no las rasgase el viento, agarrando con fuerza el timón para que el mar sepa supiera quien era de verdad el dueño del barco, mojado desde la cabeza a los pies y rechinando sus dientes.

Llevaba ya un tiempo elucubrando motivos que no me percaté que el hombre me miraba ahora a mi, me quedé de piedra y deseaba que me tragase la tierra, no sabía como reaccionar. Levantó una mano y dijo que me acercase, al principio dudé, pero la curiosidad me comía por dentro, tenía que preguntarle en que pensaba. Mientras me acercaba, el hombre se levantó y a llegar junto a él, me tendió la mano presentándose. Lógicamente, también me presenté. Descubrí que se llamaba Andrés, que se había sorprendido cuando me vio mirándole fijamente durante un buen rato, un poco avergonzado y con la voz un poco temblorosa, le conté lo que había estado haciendo. Justo en ese momento, soltó una gran carcajada, me sentí un poco ofendido en ese momento, sin embargo, pareció percatarse y se disculpó. Me dijo que debía leer menos novelas de marinos, que esas historias hacía tiempo que no pasaban y ya no quedaban hombres así, y mucho menos mujeres tan bellas y sensuales. Nos reímos.

Volviéndose de nuevo hacia el horizonte, mirando al mar de nuevo, me dijo que si realmente quería conocer en que pensaba, conteste que me gustaría muchísimo y que me perdonase por entrometerme en su intimidad. Entonces se quedó callado un rato, como si estuviese buscando las pablaras adecuadas mientras, sus manos surcadas por miles de grietas, signos de su edad, se coloraron de nuevo sobre sus rodillas. Al cabo de un tiempo, se acerco a mí y susurrando a mi oído me hizo prometer una cosa, que jamás debería contar a nadie lo que me iba a revelar, me dejó muy sorprendido, pero acepté la promesa. Me contó entonces, durante unos cuantos minutos, la causa de su tranquilad, yo escuchaba atento, impresionado y nervioso; al acabar, se levantó, me miró y riéndose se marchó caminando lentamente por el puerto mientras comenzaba a llover. Yo me quedé sentado, mirando el mar, no me importaba que estuviese lloviendo, no me importaba que la gente pasara corriendo a mi alrededor para guarecerse de la lluvia; lo único que sentía era que una sensación enorme de tranquilad me invadía y hacía que mis ojos sólo pudiesen mirar al mar.

Una flor de papel

Para un escritor de un rincón barrido, esperando que encuentre las musas que parecen serle esquivas. Recuerdo que cuando lo leíste te gustó, espero te sirva como me sirvió a mi para empezar a escribir de nuevo.

La flor más bonita del jardín no tiene porque ser la más vistosa, algunas veces, la más fea esconde la belleza del regalo, de la ilusión, de ser la elegida para llenarla de sonrisas; entonces, la flor más fea se convierte, aunque sea flor de papel, en rosal de rosas rojas que no puedes dejar de mirar.

Wednesday, September 28, 2005

Un poema sobre como veía Quevedo España

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Franciso de Quevedo

Monday, September 26, 2005

Otoño en el jardín del viejo Katsumuro

La flor de los cerezos comienza a caer, es la estación donde el suelo se encuentra engalanado por una dulce alfombra de color rosa y blanco. A lo lejos, se escucha un arroyo, un leve murmullo de agua corriendo despacio por un canal donde, de vez en cuando, pequeños ruiseñores se lavan y toman sorbos de agua.

El sol majestuoso brilla en el horizonte ajeno, impenitente y altivo, mirando con indiferencia todo lo que ocurre a su alrededor. No se da cuenta de lo que está a punto de suceder bajo sus ardientes pies, de hecho, ni siquiera le importa.

Katsumoro se encuentra arrodillado, enfrente suya su katana, la espada familiar que durante generaciones han heredado los familiares de su clan. Él la recibió de su padre, que a su vez la heredó del suyo y así podríamos seguir hasta el principio de los tiempos, cuando los dioses de la guerra decidieron otorgar el aliento de la vida al clan escorpión.

Durante siglos, sirvieron al emperador en todas las batallas donde su divina majestad los requería y llamaba. En aquellos tiempos de batallas, el clan escorpión mató en nombre del emperador a miles de personas, litros de sangre que inundaban los campos de batalla. Cuerpos mutilados por la fina hoja de una katana que, después de tanta guerra, resposa limpia y tranquila delante de Katsumuro, el último de los hijos del clan escorpión.

Se oye el canto de un ruiseñor a lo lejos, una suave brisa parece levantarse a media que el atardecer se acerca, llenando de tonos rojizos todos los rincones del cielo. El agua del arroyo sigue su curso, y las flores de cerezo que acarician el suelo, comienzan ha moverse debido al viento.

En la lejanía, una niña, al lado de su madre, asustada observa un ritual tan viejo como el mundo, un acto sagrado que no comprenden y que le llena de estupor y enfado. Sus pequeños ojos color miel están muy abiertos, aunque su alma le dice que no mire, ella no puede evitar fijar la vista sobre esa espada. Los fuertes brazos de su madre la arropan y al oído, le susurra bellas canciones de cuna, sin embargo, la niña no quiere dormirse. Entre nota y nota, unos ojos lloran porque entienden perfectamente lo que está ocurriendo.

Sentado, un viejo samurai en el jardín de su casa, observa como el sol se oculta tras las montañas, como el viento comienza azotar más fuerte y las delicadas flores del cerezo, no pueden evitar salir volando. Tras una pequeña oración, empuña la espada que durante siglos ha permanecido a su familia, el arma que ha defendido el honor de su clan y el nombre de todos los que la han portado, que ha luchado al lado de todos los emperadores que la han solicitado. La hoja brilla, limpia y peligrosa, con un movimiento agil y felino, el viejo Katsumuro recobra el honor perdido.

La niña ahora ya no mira, sus ojos llenos de lágrimas solo se preguntan por qué, y con una voz temblorosa y entrecortada repite la pregunta a su madre una y otra vez. Su madre callada, la abraza y le canta una canción de cuna.

Por fin la luna está en lo más alto, el viento ha cesado y una melancólica calma recorre todo el jardín del viejo samurai Katsumuro que sólo y muerto, se encuentra arrodillado encima de una alfombra de hojas rojas, con la espada de su clan clavada en su pecho.

Sunday, September 25, 2005

Pérez Reverte, el placer de la lectura

Estaba navegando yo por internet cuando vino a mi cabeza una idea, por qué no te buscas algunos artículos de Arturo Pérez Reverte, uno de los pocos que aún tiene los cojones suficientes para decir que este país se llama España. Dicho y hecho.
Después de unos cuántos artículos, me encuentro con uno que me pone la carne de gallina y me hace reflexionar sobre el país donde vivimos. Aquí les dejo el enlace para que lo lean, disfruten y llegen a sus propias conclusiones.

http://www.clubelsemanal.com/web/firma.php?id_edicion=326&id_firma=113

Saturday, September 24, 2005

Escalar la montaña Ulysses

La mejor manera para comenzar este nuevo camino es acompañado de un buen libro. Una auténtica joya de la literatura universal, que como tal, pide un lector devoto, fiel y atento.
Mi relación con está obra se remonta a mis días de COU, cuando apareció en mi vida como recomendación de mi profesora de literatura española, ya sus palabras eran entonces, una advertencia y un consejo: “El Ulises te pide tiempo, capacidad para el compromiso y atención sin límites. Es una obra que marca la línea hacia la madurez. Porque empezarás este sendero siendo un niño y si lo terminas, te habrás convertido en un hombre. Por eso no debes desanimarte si no logras escalar la montaña la primera vez, y debes intentarlo hasta que un día, sin darte cuenta, llegues a la cima y divises el mundo de otra manera.”. Ni que decir tiene que, como casi la mayoría de los jóvenes, esas palabras sonaron más a reto que a consejo y me lancé, inconsciente de mí, a los brazos de un libro que acabó conmigo. Era tanto lo que me pedía y tan poco lo que sentía que me daba a cambio, que como bien adivinó mi profesora, no llegué acabar el primer capítulo.
Desde entonces lo he intentado innumerables veces y siempre he caído, pero he decir que siempre daba un paso más adelante que el anterior, una página más en cada intento. Haber si esta vez oteo el mundo desde la montaña y no vuelvo a verme atrapado.
No es el Ulises una obra fácil, ya desde los primeros párrafos, el amante se vuelve exigente, aquí una pequeña muestra:

“Solemne, el gordo Back Mulligan, avanzó desde la salida de la escalera, llevando un cuenco de espuma de jabón, y encima, cruzados, un espejo y una navaja. La suave brisa de la mañana le sostenía levemente en alto, detrás de él, la bata amarrilla, desceñida. Elevó en el aire el cuenco y entonó:
-Introibo ad altare Dei.
Deteniéndose, escudriñó hacia lo hondo de la oscura escalera de caracol, y gritó con aspereza:
-Sube acá, Kinch. Sube, cobarde jesuita.
Avanzó con solemnidad y subió a la redonda plataforma de tiro.”

Y eso que aún no hemos entrado en los monólogos interiores, el simbolismo, etc. etc. Seguiré dejando, a medida que vaya leyendo, comentarios sobre el nuevo intento. Así podremos compartir que opinamos sobre esta monumental obra.

Mis nuevas metas a medio plazo

Un año más, aquí van la metas a medio plazo que me propongo cumplir. Algunas de ellas son tan viejas como yo, porque desde que tengo uso de razón intento hacerlas realidad, otras son nuevas. Quizás el publicarlas es una forma de obligarme ante los demás y darme fuerzas para llevarlas a cabo, aunque soy consciente de que debo hacerlo por voluntad propia, porque de verdad quiero hacerlas y no para satisfacer a terceros; sin embargo, aquí están, y a lo mejor, incluso compartimos alguna promesa…

- Ser mejor persona con la gente que me rodea e importa
- Saber escuchar
- Acabar la carrera con las mejores notas
- Aprender cada día una cosa más
- Ponerme al día en informática e inglés
- Leer mis lecturas atrasadas, sobre todo Ulises de James Joyce.
- Acordarme de las fechas importantes
- Llegar a los 85 kilos

Haber como termina…

Thursday, September 22, 2005

Ojos de solitario

Para Alberto, por aguantar que nunca me decida; también porque te lo debía....

Ojos de solitario, muchachito atónito y sorprendido,
manos temblorosas buscando un tesoro
en el mapa de mi océano,
no tengas miedo, no dejes que el pudor esconda
tus sueños más secretos, no impidas que el viento de tus gemidos
avive las brasas de mi fuego.

Busca mis labios para sellarlos tan fuertemente
que nada ni nadie pueda separarlos,
busca ahora, pasada la medianoche, el
norte de tu camino, de nuestro sendero y
que las fuerzas de tu dulce alma no desfallezcan
al llegar a la posada, el fin del andar.

Mira mi luz, únela a la tuya y que juntas,
busquen parajes prohibidos
en la carta esférica de tu mundo,
priedra desnuda que veo brillar
por la noche y la luna,
roca llena de sudor que gime,
que desea más,
que locamente intenta alcanzar un suspiro
más allá.

Se escultor, trabaja sobre mi mármol
y no me dejes respirar,
saca la esencia que toda piedra esconde
y que nadie más que tú sabe mostrar.

Aprovechemos, disfrutemos del tiempo
y su complicidad, no pienses en la fría
mañana y el despertar,
que lejos quedan aún las horas
para olvidar.

Y bésame,
bésame, ojos de solitario,
muchachito atónito y sorprendido.

Unos poemas que me gustan

Para ser grande, sé entero: nada
tuyo exageres o excluyas.

Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que hagas.

Así la luna entera en cada lago
brilla, porque alta vive.

Fernando Pessoa


"Amor es no más que una ojeada sorprendida y una palabra que no se sabe decir añadiendo que amor está siempre lejos aunque esté a tu lado y que no es cosa de buscar, si no palomo que cuando le apetece viene él a la mano, amargo o dulce, enemigo o amigo, veneno o caramelo..."

Wednesday, September 21, 2005

Seguro que no hoy no va a ser un buen día

"Seguro que hoy no va a ser un buen día", farfulló Enrique mientras el agua corría por todo su cuerpo mientras se frotaba para quitarse el jabón. El olor del café recién hecho lleno incluso el cuarto de baño, era una de las pocas cosas que le levantaba el ánimo todas las mañanas. "Ni siquiera tu me das una alegría de vez en cuando, verdad pequeña hija de puta mal criada", reprendía mentalmente a su pene, en la vana esperanza de que ganase algunos centímetros más, "No soy rico, no tengo un buen cuerpo, mi trabajo me aburre y tu, maldito trozo de carne, te has empeñado en mantenerme dentro de la media para que no pueda ser actor porno ¿verdad?", el comentario, camino entre la sátira y el enfado estúpido le provocó la primera sonrisa del día. Mientras se secaba delante del espejo, Enrique reflexionaba que lo único que realmente crecía y escapaba a la normalidad en su vida era esa estupenda barriga que se empeñaba en aumentar cada mes, gracias a una dieta que combinada las delicias suculentas de la comida basura y un trabajo que le obligaba, durante horas, a permanecer sentado delante de la pantalla de un maldito ordenador.

Dos tazas de café y un par de galletas y corriendo hacia la oficina, que se encontraba a unos cincuenta minutos en metro. "Es imposible llevar traje y viajar en metro", ésta era una de las teorías más contrastadas para él. No se puede llevar americana, cinturón, camisa, corbata y zapatos italianos e intentar realizar un trayecto en metro, primeramente porque tal indumentaria no está preparada para correr al ver que uno llega tarde; segundo, la corbata es como una soga que impide respirar dentro de un vagón lleno de gente, donde ya de por si, el preciado oxigeno se cotiza a valores más altos que el oro puro; tercero, la americana es la indumentaria más estúpida que el ser humano ha creado en su vida, no es suficientemente gruesa para proteger a uno del frío, sin embargo, rodeado de cientos y cientos de personas a las 8 de la mañana de un lunes cualquiera, en un espacio tan reducido, es como una manta de autentica lana de oveja, de esas que aún conservan nuestras abuelas y que son capaces de rivalizar con una sauna. Por último, están los zapatos italianos, cuya característica principal es hacer un sonido único que da aires de grandiosidad cuando uno camina por la oficina, sin embargo, es tal la estrechez de espacio para los pies dentro de esos corsés, que uno comprende porque la evolución está provocando la desaparición del dedo meñique en los pies de algunas personas, "los dueños de la tierra en un futuro", afirmaba seguro.

Ya en la oficina, Enrique notaba que el mundo se volvía oscuro y triste, el sonido de arranque de Windows, que llevaba años y años escuchando, era como una letanía ya insoportable que le recordaba a los días de colegio, cuando como un borrego más, repetía sin parar la tabla de multiplicar, los ríos o las virtudes de la Iglesia Católica; es quizás por ello que consideraba que el mejor escrito que recogía el sufrimiento de los niños en la escuela era "Recuerdo infantil" de Antonio Machado. Y mientras entonaba unos versos del poema, una voz ronca y grave le llamaba, se trata de Juán, un compañero de oficina.

-. ¡Hombre Enrique, otra vez aquí!, pensaba que por fin te habían despedido, no entiendo como los de arriba tienen tanta paciencia contigo después de que te acostaras con la secretaria del jefe.

"Ojalá algún día tu mujer te deje por un tío calvo, gordo y feo, porque sólo así entenderás, cretino de mierda, que te ha dejado porque eres impotente, capullo", sin embargo, aunque era esto lo que realmente deseaba decirle a Juán, Enrique sacó toda la diplomacia que podía un ser humano normal a esas horas del día y le contestó:

-.Sería compresible el despido si hubieses sido tú el que se acostase con ella, todo el mundo en la oficina sabe que eres gay, y mantener secretos así no es bueno para el trabajo en grupo, ¿lo sabes verdad?

-.¡JAJAJAJAJAJAJ!, Enrique eres la leche, sólo alguien como tu puede hacer que me ría a estas horas de la mañana.

"¿Sólo yo?, prueba a insultar a un negro de dos metros y que te sodomice, ya verás como nunca borrarás la sonrisa estúpida que se te quedará en la cara, gilipollas de las narices". Pensó. - ¿Quieres algo o sólo has venido a preguntarme que tal me lo monto con la secretaria del jefe?, le espetó a Juán.

-Sí, recuerda que las doce tenemos reunión para conocer a los nuevos accionistas y que debes preparar el informe de auditoria y contabilidad.

-Lo recordaré, ahora hazme un favor vale, mueve tu culo para otro sitio y déjame trabajar, tengo mucho que hacer.

Evidentemente, Enrique no tenía nada que hacer, pero entre los malditos números del informe CKL y la presencia de Juán, prefería mantener una relación con unos simples papeles antes que aguantarlo un segundo más. Además, algunos papeles pueden ser una compañía realmente interesante, un ejemplo claro son las revistas pornográficas, que durante una parte de su adolescencia, fueron como los pergaminos del secreto de la vida; cuantas veces había soñado, mientras se masturbaba, que se escaparía un día de casa para irse y que le cuidase la playmate del numero especial de verano del año 95.

Ensimismado como estaba, no notó la presencia de Adela, la secretaria adjunta de la oficina de recursos humanos, que le miraba con cara de extrañeza.

-¿Te pasa algo Quique?, es como si el Paraíso hubiese llegado a la tierra.

- Es verdad, y sabes una cosa guapa, me ha dicho un ángel que están haciendo un casting para buscar nuevas ángeles, quieres que te recomiende....

- Para para-. Decía Adela mientras se reía-. Lo único que quieres de mi es verme en tu cama.

-¡Eh!, Sabes que no cielo, lo único que quiero de ti es ver tu cuerpo desnudo y que después disfrutemos los dos juntitos, desde que he visto el Cielo, tengo la divida misión de acostarme con todas las mujeres guapas, es mi recompensa por aguantar a Juán todas las semanas.

Adela se marchó, moviendo el culo de tal forma que Enrique sólo pensó una cosa, "¡ahora no, músculo idiota!, una cosa es mostrar simpatía en la reunión de los nuevos socios y otra es presentarse empalmado".

¿CONTINUARA?

A mi padre

Llevas tiempo haciéndote preguntas estúpidas, cuestiones idiotas y lo sabes, quizás es por ello que tu enfado contigo mismo es mayor. Las respuestas no existen a esas dudas, lo único que puedes hacer es coger impulso y volver a caminar hacia delante, como lo has hecho desde que dejaste de ser un niño, algo que ocurrió demasiado pronto pero que no impidió que llegases a ser lo que hoy eres.

¿Qué es lo que eres hoy en día?, me preguntas, pues la persona que mejor escenifica lo que significa la lucha diaria por lo que considera justo, el soldado raso que solo ante el fragor de la batalla, ha sido capaz de salvar a todo su batallón luchando con coraje por defender sus ideas y a las personas que quiere.

Tú solo me has enseñado más cosas en silencio que mil libros y profesores juntos, me has aprendido lo que significa el sacrificio de un padre por el futuro de sus hijos, la fidelidad a la mujer que siempre has amado, el levantarse cuando las circunstancias se muestran adversas y uno piensa que se encuentra perdido. Tú eres la comprensión y la paciencia infinita, como has demostrado cuando te cargábamos con nuestros problemas, con nuestros miedos e inseguridades.

Recuerdo como, cuando Ismael murió, con una sonrisa en tus labios, me cogiste en tu regazo y me dijiste: "Alberto, tu amigo no ha muerto, dentro de tu cabeza él sigue vivo, en tus recuerdos está su sonrisa, vuestros abrazos, los días que os peleabais y os declarabais odio para, al cabo de unos segundo, ir corriendo por la aldea desnudos para escandalizar a la pija de Marta, y vaya paliza te cayó, lo recuerdas. Pues esas cosas jamás morirán, eso es lo que realmente debes sacar en claro de todo esto hijo mío". Y yo, con sólo quince años, escuche atento y aunque no podía comprender como eso me iba a devolver a mi mejor amigo, de pronto una sonrisa también broto en mis labios, motivada quizás por tus palabras o por el manojo de comics que me habías comprado.

Ahora, mucho tiempo después, soy yo el que debe cogerte en mi regazo y decirte que debes seguir luchando, que has ganado una batalla contra tu enfermedad, pero que no puedes rendirte en la guerra que acaba de empezar, no tú, que has luchado en muchas y siempre has salido victorioso. Mucho menos ahora, ya que si bien antes no contabas con nadie, ahora, tú, ya no eres un soldado raso solitario, sino que cuentas con toda una caballería dispuesta a luchar junto a ti.

Aprovecha el tiempo, y por una vez, disfruta de la vida que siempre has querido para ti, por una vez deja que un pequeño resquicio de egoísmo anide en tu solidario corazón y dedícate tiempo. No pienses en más en que ya no puedes ayudar tanto como antes, eso es mentira, el que no puedas ser tan fuerte físicamente como antaño no te convierte en un débil, tus consejos y tu fuerza de voluntad siguen igual, sino más fuertes que antes.

Yo, tu hijo, soy consciente de que saldrás victorioso, pero también comprendo que en el fragor de la batalla, no todo se ve claro y las dudas asaltan por todos lados. Sabes bien que yo también estoy luchando en mi batalla particular, que las dudas me asaltan y que algunas veces pienso en rendirme, pero no lo hago y sabes por qué, porque conozco a un simple soldado raso que jamás se ha rendido y que me ha enseñado, que seguir luchando es la clave para conseguir lo que uno desea, y en el caso de no conseguirlo, la satisfacción de haberlo intentado con todas las fuerzas, no significa un fracaso, sino que estábamos equivocados y que debemos corregir nuestros objetivos hacia otros nuevos.

Tengo un buen amigo que adora una canción, yo al principio no lo entendía que pudiese gustarle, pero después de cierto tiempo, también a mi me empezó a gustar; se titula I will survive; ¡sí!, esa que de vez en cuando escucho cuando estoy en casa y la pongo a todo volumen y dices que es un himno gay, y que desde siempre sospechabas que tu hijo era un poco asín; pues escúchala, verás como ese ritmo contagioso te invade e incluso parece que entiendes la letra, es realmente como un bálsamo, hazlo, y si no funciona por lo menos sacarás dos cosas en claro: que lo tuyo no es la música disco y que tu hijo, si es capaz de gustarle esa canción, es gay. JAJAJAJAJAJAJAJJAJAJ. Al fin y al cabo ya tienes un nieto, para que quieres más.

Tuesday, September 20, 2005

Una carcasa

Descubro una carcasa vacía mientras veo en sus ojos un cuerpo desnudo, mis manos posadas en sus pechos sonrosados y calientes no pueden transmitir nada, ninguna sensación, ningún sentimiento. Estoy vacío, hueco, nada existe dentro de mí, soy un cadáver.

El momento de la revelación, de la terrible y aterradora verdad, sucedió cuando miré sus profundos pozos oscuros de noche eterna, buscaban algo, no sabría decir que, no se puede buscar en algo que no es nada.

Mientras me besa, labios rojos y húmedos que sellan mi boca, una lengua recorre desesperada dentro mía al encuentro de algo perdido, mis movimientos se han convertido ya en algo mecánico, soy un mero títere representado un papel, un rol tantas veces interpretado, que ya no me permite diferenciar entre el actor y la verdadera personalidad, de hecho, ya no existe esta última, el farsante ha ganado.

Soy un cuerpo vacío porque toda mi vida ha estado hueca, sin sentido, todo lo que me rodea no es más que un escenario donde representar un papel donde me he convertido en un experto. Es cierto que cambian los escenarios, los actores, la trama... . Pero desde los primeros momentos de mi inexistente vida he sido un actor, ya en los primeros palcos de representación que suponen la infancia y la adolescencia, la farsa vital primó sobre la dolorosa realidad. Soy, he sido, un personaje amoldado a un guión predeterminado que obliga a la interpretación, el bebé deseado por el amor, si es que éste existe, de una joven pareja; el niño de una madre que observa desesperada como crece y ya no necesita de sus cuidados; el adolescente que rompe con los sueños futuros de un padre incapaz de haber cumplido los suyos; el hermano que compite por el cariño; el amigo de unos amigos que no existen; el estudiante de un futuro lejano e inseguro; el instrumento de placer de hombres y mujeres tan vacíos como yo.

Ella hace tiempo que me dejó solo en la cama, veo su cuerpo blanco al lado de la ventana, está fumando y el humo del cigarro sube en formas incomprensibles hacia el techo, veo su espalda con esa piel tersa y pálida donde uno a uno se marcan los pequeños huesos de su espina dorsal, sus nalgas parecen mostrar una sonrisa grotesca, quizás la única sonrisa con sentido en este mundo. Se da la vuelta, ahora puedo ver sus senos, sus pezones duros, debe hacer frío en la calle, sus brazos se mueven hasta abrazarse en un intento vano de calentar su cuerpo, se dirige hacia mí y se acuesta en la cama, a mi lado, busca calor. Me besa.

Me doy cuenta de que este envoltorio, este papel de regalo que no esconde nada, este cuerpo inútil, está cansado y viejo. Hace tiempo que no busco, harto de haber buscado y no haber hallado.

Hubo un tiempo que buscaba eso que llaman amistad, falso y embustero sentimiento. Nos obliga a compartir esperanzas inexistentes, promesas que jamás podrán ser cumplidas, compromisos que no queremos realizar, ser comprensivos y compartir preocupaciones que, ¡maldita sea!, no nos interesan. La amistad, los amigos, desaparecen cuando ya no necesitamos de ellos, cuando hemos exprimido todo lo que egoístamente nos interesaba. Cuanto tiempo perdido vaciando nuestro más profundo ser en ellos, cuantas lágrimas vertidas por nuestras mejillas y cuantas noches sin dormir con preocupaciones que hacemos nuestras para al final llegar al olvido.

Busqué, como no, también el amor. Deje de hacerlo la primera vez que, en los servicios públicos de una estación de tren, mientras orinaba, note una mirada a mi entrepierna, cuando levante la vista vi a un joven que me proponía una mamada, acepté. Entramos en los reservados del lavado, allí me besó, su barba me rascaba en la cara, sus manos temblorosas, con miedo, recorrían mi cuerpo hasta llegar a mi cinturón, una vez me deshizo de mis pantalones, noté como sus labios y su lengua empezaban a trabajar. Sus ojos miraban hacia arriba, buscaban mi aceptación, unos ojos negros como el carbón, unos ojos que mostraban una noche preciosa y estrellada, en ese momento me corrí. El se fue besando mi mejilla; solo en un pequeño habitáculo, sucio por restos de orín, con olor insoportable, con los pantalones bajados, me encontré deseando volver a ver esos ojos tan bellos.

Él fue uno, después hubo más, tanto hombres como mujeres. Recuerdo un ella. Era la cosa más bella que mis ojos han visto, dulce, amable, suave al tacto como una tela de seda recién comprada, su olor era como un jardín bañado en el roció de una mañana primaveral. Su cuerpo estaba esculpido en un color sonrosado, unos senos dulces como un caramelo, sus labios transmitían tanta pasión que embriagaban todos mis sentidos, poseía unas manos que con gran maestría recorrían todo mi cuerpo provocando todo tipo de sensaciones. Recuerdo como rozaba delicadamente sus dedos por mi espalda. Su sexo volvía loco mi ser, deseaba no abandonar nunca su cuerpo, no dejar nunca de besar ese cuello, de notar al apoyar mi cabeza entre sus pechos como latía su corazón, de llorar al ver el cielo en sus ojos. Era tan perfecta que asustado, no quise que sufriese el dolor y la desesperanza que me acompañaban ya entonces, decidí que prefería recordarla alegre, bella y no llena de odio el día que, por mi culpa, destrozase su vida.

Una vez que la búsqueda de la amistad y el amor resultaron fallidas, pensé que la felicidad podía estar en conocer, en saber. He dedicado mis últimos años de juventud, de vitalidad, de esperanza al estudio. Con el paso del tiempo, he comprobado que tampoco el conocimiento puede llenar lo vacío que estoy. Los libros no ofrecen ya respuestas, el cine no provoca ya en mi sentimientos, la música no despierta sensaciones en mi ser. Después de tantos años estudiando, soy consciente de que no hay futuro, no hay esperanza. Noches enteras de esfuerzo, de trabajo, de superación, de nervios, de desesperación y duda de uno mismo al ver que no cumple con los criterios exigidos, para al final comprobar que el camino es para todos igual: la inestabilidad, el futuro incierto, la soledad.

Ella vuelve a besar mis pezones, noto como su mano agarra mi pene, me hace una paja, poco a poco dirige su boca a él, empieza una mamada. Otra vez interpreto el papel del amante, la rueda gira de nuevo, todo comienza otra vez, una como tantas otras que han pasado y aún tienen que venir.

Mecánicamente, como un robot, frío, vacío, como una máquina programada para el sexo, la tumbo en la cama y la penetro mientras todo vuelve al principio, vuelvo a ver una carcasa vacía mientras miro un cuerpo desnudo en sus ojos, mi cuerpo.
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