Monday, March 28, 2011

Brevísimos XV

"TÚ tienes las armas, ahora...lucha!"

Sunday, March 20, 2011

Fin de semana.

No podía quejarse, se acercaba el término del fin de semana y haciendo un breve repaso, la verdad, es que no había parado. Comenzó el viernes con una sonrisa, despiéndose de sus compañeros de trabajo hasta el lunes. Más tarde se dejó medio pulmón y las dos piernes encima de la bicicleta, pero no le importó al comprobar que incluso con el golpe que había sufrido, aguantó el dolor y fue capaz de acabar las dos clases. Esperó pacientemente, una vez duchado, a que le contestasen a ese mensaje que había enviado horas antes, pues tenía ganas de cenar fuera y disfrutar de la estupenda noche que hacía. Sin embargo, dos llamadas y un nuevo mensaje únicamente tuvieron por respuesta el silencio. Sin preocuparle, se fue a cenar igualmente, dando un paseo hasta Plaza de España. Justo cuando estaba acabando de comer, un mensaje confirmaba lo que era evidente.

El sábado amaneció soleado y fantástico. Terminó rápidamente las tareas domésticas que tenía pendientes y decidió dar un pequeño paseo antes de ir al gimnasio. Después de la pequeña siesta, llamada para confirmar la hora del cine y la pelícua. Pero otra vez, los acompañantes no puedieron asistir. Sin perder un ápice de su compostura, cogió el libro que estaba leyendo y viendo que faltaban cerca de dos horas para el cine, decidió que tomaría un café y leería algo en una terraza antes de ir a ver el film. La película no le disgustó, incluso hubo momentos que le parecieron interesantes, reflexionando sobre lo que el director enseñaba en la pantalla. Eran las diez y media de la noche y tenía hambre. No le apetecía cenar en casa, asi que caminó un poco y encontró un pequeño lugar que le pareció interesante. Pidió mesa para uno y se rió una vez más al comprobar la mirada extañada de todos los comensales de su alrrededor. Y entre bocado y bocado, se sumergió de nuevo en su lectura.

Los domingos disfrutaba de comprar la prensa y dar un largo paseo matutino hasta el parque. Allí, debajo de un árbol y sentado en un banco que ya casi parecía suyo, pues casi siempre estaba libre, se sentó a ojear el periódico. Regresó a casa y se paró a comprar en la panadería el pan tostado que tanto le gustaba y casi tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para imponerse a ese pecado que suponían los pasteles, que tan dulces y sabrosos, se mostraban en el escaparate.

Aprovechó la tarde para estudiar un poco, ponerse al día en unos temas pendientes y sacar el billete de avión de la semana que dentro de poco, comenzaría. Eran las ocho cuando se dió cuenta de que necesitaba airearse y estirar las piernas. Preparó su mochila y caminando hacia la parada más cercana del metro, se dirigió a romper una vez más las piernas encima de la bicileta.

Y así, después de la cena, se dió cuenta de todo lo que había hecho este fin de semana. De hecho, de todo lo que hacía los fines de semana: exposiciones, teatro, cine, paseos, cenas, gimnasio, lectura, estudio, etc. No paraba y le gustaba esa actividad.

Pero por dentro, estaba harto de verse siempre haciendo todo eso.... solo... y siempre en silencio. Ese silencio que le invadía y le destrozaba. Y comprobó que entre el adios del viernes hasta el buenos días del lunes, en todo el fin de semana no había dicho ni una palabra a nadie más allá de lo necesario. Sus fines de semana eran mudos... solitarios y mudos.

Thursday, March 17, 2011

Esperanza

Sabía que estaba ahí, diminuta, casi no podía verla pero la sentía, la notaba y quería creer en ella. La alimentaba todos los días con pequeñas virutas de falsedad que anhelaba que fuesen reales, con los gestos, con su mirada, con sus palabras que deseaba por encima de todo que fuesen verdad.

Todo se vino abajo el día que leyo en facebook "In a relationship with..."; ese día supo que la esperanza había muerto. ¿O no?

Sunday, March 13, 2011

El extraño

Al entró en el vagón del metro y descubrió un asiento libre, sin fijarse en nadie de las personas que le rodeaban, se sentó y su abatimiento se hizo patente. Cabizbajo e intranquilo, únicamente tenía en su mente lo ocurrido la noche anterior, y una pregunta que una y otra vez se repetía en su cabeza, ¿por qué?

Las estaciones iban pasando una a una, la gente entraba y salida, pero él no percibía más que bultos y sombras, sus ojos estaban perdidos en el suelo gris del subúrbano hasta que de pronto, una voz le sacó de sus pensamientos. Tardó en reaccionar.

- ¡Perdón!, ¿habla usted conmigo caballero?, ¿desea algo?
- Si. Contarte una pequeña historia.
- ¡Disculpe.....!.- La sorpresa era patente en su voz.
- Si, lo que ha escuchado, contarle una historia. Quiero contarte una historia Al.
- Pero... pero... cómo conoce usted mi nombre.... ¿quién es usted?
- Puedes seguir quejándote, llorando por dentro, mirarme como un extraño e incluso negarte a oír lo que quiero contarte, pero dentro de tí, en lo más hondo, sabes que esa pregunta no tiene respuesta. ¿Quieres oír mi historia?
- ¿Quién es usted, por favor, o me dice quién es o llamaré a un vigilante o a la policía?
- Tranquilo Al, sabes perfectamente quien soy. No te diré mi nombre, porque sé que en el fondo de tu ser sabes como me llamo. Te pregunto una vez más, ¿quieres dejar de perder el tranvía que te saque del número siete de la calle melancolía?
- Eh... si... claro... no sé....
- Está bien. Tranquilo, escucha atentamente.- El extraño afino su voz y comenzó a hablar:

"Existía hace mucho tiempo, un rico comerciante persa que tenía dos hijos. El tratante era un hombre sabio, buen padre y amaba a sus hijos por encima de todas sus posesiones y riquezas. Observaba preocupado como uno de ellos era tremendamente optimista y otro tremendamente pesimista. Él, que en todos sus años había comprendido que la vida está llena de grises y que nada es oscuro o blanco, deseaba por encima de todo, enseñar a sus queridos hijos esa pequeña perla de sabiduría para que pudiesen enfrentarse a sus caminos sin problemas.

Así, decidió hacerles dos regalos distintos. Al pesimista le regaló un precioso palacete en un oasis con miles de palmeras, agua cristalina, guapas mujeres y fieles sirvientes. Al optimista, cubrió su habitación de excremento de caballo.

A la mañana siguiente, el padre reunió a sus dos hijos y les preguntó por sus regalos. El hijo pesimista sólo encontraba quejas, problemas y lloros al regalo. Decía que todo aquello le saldría muy caro y que tendría que trabajar mucho para poder mantenerlo, que las guapas mujeres solo le darían problemas de amor, los sirvientes le robarían y que el agua del oasis, tarde o temprano se secaría y tendría que mudarse dejando atrás el palacete. El padre oyó atentamente todas sus quejas.

Luego preguntó a su hijo optimista y este entusiasmado y feliz le confesó que cuando se despertó y encontró el excremento de caballo se sorprendió, pero luego comprendió que su amado padre le había regalado un caballo y tan pronto como pudiese, se pondría a buscarlo hasta encontrarlo.

El padre, anonado y tremendamente sorprendido por las respuestas tan diferentes de sus hijos, decidió no hacer nada más. Comprendió que si bien, ambas posturas eran extremas, al menos su hijo optimista se enfrentaría a la vida siempre con ilusión, esperanza y una sonrisa en su cara."

- Así que, querido Al, en tus manos está que este camino lo hagas con una sonrisa o con la cara llena de lágrimas.

Al no fue capaz de articular una sola palabra, simplemente cerró un segundo los ojos para asimilar todo lo que le estaba pasando y cuando volvió a abrirlos, descubrió que el extraño ya no estaba allí. Sin embargo, justo en ese momento, un nombre vino a su mente y supo como se llamaba el extraño que le había contado esa historia. Y mientras una sonrisa iba apareciendo en su cara, en su corazón agradecía la ayuda que, un loco de tez morena, sonrisa eterna y alma de niño le había brindado.

¡Gracias!

Cena para dos

No fue la mesa para dos que solo tuvo un comensal, ni el postre amargo que me comí, ni siquiera que fuese el único cisne solitario. No. Fue como tomaste entre tus manos mi corazón y lo arrojaste sin el más mínimo resentimiento al suelo. Fue el desprecio con el cual pronunciaste las últimas palabras que salieron de los labios que deseaba besar. Fue como has convertido una ilusión en un desengaño; como has conseguido borrar, sin despeinar ese cabello que tanto ansiaba sentir entre mis manos, la sonrisa más bonita de mi cara.

Has conseguido que vuelva al barrio de la Calle Melancolía y mientras, "en la escalera me siento" a lo lejos el ir y venir de los coches, pero yo solo oigo ruido, "tanto ruido, que al final llego el final.". Y sin embargo....


Friday, March 11, 2011

Brevísimos XIV

Pobre del insensato que preocupado únicamente de la meta no disfruta del trayecto, pues se dará cuenta al final, de que la única meta cierta, la muerte, no le ha permitido disfrutar del camino, que es la vida.

Tuesday, March 08, 2011

El Loco

Le llamaban el Loco. Nadie se acordaba ya de su auténtico nombre, e incluso los más viejos de lugar, aquellos que recordaban vagamente su llegada al pueblo, lo olvidaron cuando, al poco de estar entre ellos, el Loco comenzó a ganarse a pulso, como dicen los lugareños, su mote.

¿Por qué el Loco? No existe una única respuesta, todo depende de a quién se le haga la pregunta, pues todos tienen una versión diferente para justicar el apelativo con el cual cargaba uno de los habitantes más singulares de la zona. Uno dirá que se lo ganó el día que rondó con bellas canciones toda la noche a la hija de Don Cosme, un viejo ex-guardia civil retirado que harto de tanta serenata, llegó a amenazarle con pegarle un tiro con su vieja pistola. Otro afirmará, sin embargo, que fue cuando vestido de etiqueta, se ofrecía para hacer de paseante a todas las señoras y señoritas del lugar, pues decía que todas tenían derecho, por lo menos una vez en su vida, a sentirse como auténticas damas. Y así, con su traje de smoking negro y parajita roja, con los zapatos más limpios y brillantes que se recuerdan, saludaba galantemente a los lugareños y acompañaba caballerosamente a aquellas que decidieron participar de su locura. Don Jaime, el alcalde, opina que realmente el momento en que el Loco perdió su nombre fue en las fiestas patronales, y que ello es así porque jamás podrá olvidar lo que ese día ocurrió. Cada vez que cuenta la anecdota, todo su cuerpo toma un aire de seriedad y sobriedad, como si en vez de narrar una historia, se enfrentase a un tribunal intentando justificar su inocencia. ¿Qué pasó en esa fecha tan selañada? El Loco, con un traje gris a rayas, sombrero y un vaso de whisky se subió al escenario, habló con la orquesta y durante una hora, cantó con aire melancólico canciones de Sinatra. Tal fué su éxito, que la gente le vitoreaba, las jovencitas gritaban y los músicos intentaron ficharle para su gira. El Loco rechazo la propuesta sin dar ni un solo argumento.

Podríamos seguir así con mil y unas historias y cada una de ellas más esperpéntica y disparatada. Sin embargo, si uno tiene la suerte de preguntarle a Don Marcos, un jubilado de la Caja de Ahorros lleno de canas, con la piel arrugada, mirada triste y andares quedos debido a la artrosis, quizás obtenga la respuesta más cercana a la verdad, si es que ésta existe, del por qué de el Loco. Asegura Don Marcos, que el mote se lo fué ganando poco a poco, no por sus actos más estrafalarios y llamativos, sino por su singular forma de ser y comportarse. Es cierto, y debemos dar un voto de confianza al antiguo empleado de la caja por ello, que se conocían muy bien, pues pasaban mucho tiempo juntos y que el Loco no paraba de afirmar que únicamente tenía un amigo, y ese no era otro que el viejo Marcos. Como deciamos, era su personalidad, en palabras de Don Marcos, fuerte, potente, de esas que no dejan indiferentes. Era una persona leal y fiel, como así lo demostró más de una vez; también era decidido y valiente, jamás se dejeaba paralizar por el miedo y mucho menos, por el que dirán. Amaba su libertad, su espacio y sin embargo, disfrutaba de la compañía de todos y a todos respetaba y escuchaba. Y escuchar, recuerda Don Marcos, era lo que mejor se le daba. Todo el mundo se paraba a su lado y comenzaban hablar sin parar, y el Loco tenía siempre las palabras justas y las respuestas adecuadas.

Vivió su vida cada día como si este fuese el último e intentaba contagiar esa vitalidad a su alrrededor. Nunca perdió su sonrisa y aunque es cierto que, no siempre en su interior reinaba la felicidad, siempre compartió con sus amigos la alegría que desprendía sin pedir nada a cambio. Junto a ellos, también compartió esos momentos de tristeza y pena, sabedor de que las cargas debe llevarlas uno, pero que acompañado por amigos, se hacen más ligeras. Y también amó y aunque a pocas les llegó a decir un te quiero, a todas las que compartieron a su lado momentos de pasión las respetó y trató como si fuesen únicas. Hasta en el sexo era generoso, dicen muchas de las que le conocieron en esos lances, algo que Don Marcos afirma rotundamente, pues jamás se le escuchó una mala palabra, una grosería o una fanfarronada en esos temas.

Le llemaban el Loco, y todos en mayor o menor medida le respetaban. Digo le llamaban, porque un buen día, al igual que vino se fué, sin dar señales de vida, sin dejar una sola pista. Simplemente un hueco en el corazón de todas las personas que tuvieron la suerte de tratarle. Quizás, y esto es solo una suposición, el Loco ha llegado a tu pueblo, villa o ciudad.

¿Conoces al Loco? Yo si....

Friday, March 04, 2011

Pedalear...

Llegas cansado y montas en la bicicleta sin ganas, como una rutina más. Pero de golpe te descubres pedaleando como si todo lo demás no importase, como si el resto del día no hubiese existido. En cada gota de sudor que empaña tu frente, en cada jadeo, en cada palpitar de tu corazón únicamente la idea imperiosa de no parar, de no detenerse, de seguir sin importar nada más que avanzar hacia algo que no conoces.

Thursday, March 03, 2011

Sigo caminando.

Camino, pero no me olvido de todos los que caminan conmigo. ¡Gracias por acompañarme!

Cada vez que quieren detenerme, cada vez que me dicen que no puedo, cuando no paran de repetirme una y otra vez que lo deje y me siente. Yo sigo caminando.

Cada vez que me paran, cada vez que me tiran y me encadenan a la derrota y el abatimiento, cuando en vez de ofrecerme una mano me hacen la zancadilla. Yo sigo caminando.

Cada vez que intentan quitarme el alma y enfriar mi corazón, cortarme las piernas y arrancarme cada uno de los sentimientos que vivo. Yo sigo caminando.

Y si ocultan todos mis caminos y confunden los mapas de mi entendimiento, dejaré de usar los ojos y veré la ruta con algo que jamás podrán robarme y podré decirles: Yo sigo caminando.
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