Monday, December 31, 2012

El año que quieres

Cerremos los ojos por un momento y dejémos volar a la imaginación. Pensemos que se ha presentado ante nosotros un ser mágico como un hada o un genio que nos promete hacer realidad todos nuestros deseos. No podemos dejar pasar la oportunidad, ¿verdad?. Que fantástico sería que eso fuese real ¡Pues lo es!. Todos nosotros llevamos dentro a ese genio o esa hada capaz de transformar nuestros sueños en realidad.

El nuevo año que inauguraremos en breves horas es el momento, ese golpe de suerte que siempre estamos llorando que llegue, sí, gracias a él hemos encontrado la lámpara mágica que tanto tiempo llevamos buscando. Pero se trata de una lámpara algo especial, no porque tenga una forma diferente a la de los genios de "Las mil y una noche" o "Simbad el Marino", sino porque si la frotamos saldrá un genio que misteriorsamente, es idéntico a nosotros. ¿Un fraude? Todo lo contrario.

Nosotros poseémos todo el poder necesario para convertir en real nuestros sueños y lo único que tenemos que hacer es querer hacerlo. Todos, absolutamente todos tenemos dentro la palanca para poner en marcha lo que deseámos.

Miremos cara a cara a ese genio que ha salido de la lámpara, reconozcamonos en el brillo intenso de sus ojos nuestra constancia y esfuerzo, reconozcamos en sus manos que son nuestras manos la habilidad para hacer cosas que no pensabamos ser capaces de hacer, en su corazón la pasión y entrega que es nuestra pasión y entrega, que esa sonrisa y felicidad que dibujan sus labios no deja de ser la sonrisa y la felicidad que está en los nuestros.

Nosotros somos el motor de nuestro cambio, la semilla del fruto que deseamos recoger, está en nosotros, está en nuestro "compropiomiso", ponte en marcha, levántate, emprende y disfruta el camino.

Wednesday, December 26, 2012

Citas y reflexiones para un año nuevo

"Si hay algo constante, es la quejumbre de todos los tiempos acerca de la inmoralidad dominante, por comparación con las épocas anteriores. Esto hace pensar que se trata de un reiterado espejismo, que lleva a abultar los males presentes e idealizar lo pretérito."
Julián Marías, filósofo español.


"Lloraba porque no tenía zapatos hasta que vi un hombre que no tenía pies."
Proverbio persa

"Somos tan imprudentes que vagamos por tiempos que no son nuestros y no pensamos en el único que nos pertenece. Que cada uno examine sus pensamientos. Los hallará todos ocupados en el pasado o en el futuro."
Blasie Pascal, filósofo y científico francés.


"Haz acopio de aquellas cosas que dependen únicamente de ti: sinceridad, dignidad, fortaleza, bondad, libertad, sencillez, seriedad en los propósitos, grandeza de ánimo."
Marco Aurelio, emperador romano.


"Pensar es fácil, actuar es difícil. Actuar de acuerdo con lo que se piensa es lo más difícil que hay en el mundo." 
Goethe, escritor alemán

"El río había aprendido que lo importante en la vida es ser fiel, es permanecer, perseverar, es tener esperanza, es saber comenzar siempre. Dentro de sí, en la zona más silenciosa de su ser, le surgía la vida, le nacía un mamantial."
Santiago Ramón y Cajal, científico español. Parábola del Río Mazariegos.


"Si tienes las antenas bajadas y tu espíritu está cubierto por las nieves del escepticismo y el hielo del pesimismo, te has hecho viejo aunque tengas veinte años."
Konosuke Matsushita, filósofo y empresario japonés.

Monday, December 17, 2012

Microcuento XI: Ten cuidado con lo que deseas

Llevaban casi media hora discutiendo, tan inmersos en sus gritos y sus quejas que, sentados en el banco de madera, todo lo que les rodeaba había dejado de existir. No se escuchaban, simplemente se gritaban, se reprochaban el daño que se habían permitido hacer, la extraña escenificación de una víctima que era el verdugo de la otra y viceversa. De pronto, ambos se callaron y pensaron al unísono, "ojalá desaparecieras de mi vida".


foto by ToTe                                                                         

Thursday, December 13, 2012

Brevísimos XXII: Pasapalabra


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es lo que te mantiene firme cuando todo lo demás cambia.

Monday, December 10, 2012

Filosofía, chorizos y un fin de semana.

A Borja y toda su familia por un puente tan especial.

Se acercaba el puente, por delante cuatro días que no sabía como llenar. Sin problema, internet siempre es una solución fantástica para este tipo de situaciones. Al cabo de unos correos con un amigo, llega la respuesta a mis dudas. Un amigo me envía el contacto de unos conocidos suyos, una casa rural en Galicia, cerca de mi casa y que me va a permitir estar tres días, hasta el sábado, y luego pasar el domingo con los mios.

El correo rezaba así: "Familia de Ourense ofrece alojamiento y pensión completa gratuita a cambio de ayuda para realizar las labores de la mata del cerdo para los días 6, 7, y 8 de Diciembre." No me lo pienso, llamo, me informan que efectivamente esas son las codiciones. Lo único que debo pagarme es el billete de autobús hasta la capital del Miño, una vez allí, el hijo mayor, Borja, irá a buscarme para llevarme hasta el pueblo, Casares. Les digo que cuenten conmigo.

El jueves a las 18:00 estoy en la estación de autobuses ourensana, con una amplia sonrisa me recibe Borja que carga mi pequeña maleta en su Land Rover marrón y algo destartelado. El pueblecito se encuentra a unos 36 km, durante el trayecto me explica que su padre había fallecido hace unos meses y unos de sus tíos paternos estaba ingreado en el hospital hacía semanas, viendo que no podían contar con mucha más gente para ayudarles en la matanza, él mismo decidió medio en broma medio en serio, ofrecer entre sus amigos y conocidos la propuesta que yo había recibido. Resulta que Borja era muy amigo de la novia de un amigo de mi amigo de Coruña.

El pueblecito, una veintena de casas tradicionales gallegas de granito, es la típica estampa del rural de Galicia, con sus callejuelas estrechas y retorcidas, puertas abiertas, gente mayor que no conoce otro mundo que el campo y el olor de la montaña, ese olor único y especial de la frescura y el aire totalmente limpio.

Nada más llegar, en la misma puerta están Julián y Marta, los abuelos de Borja, su madre María y su hermano Pablo, que esa misma noche se iba de viaje a Barcelona para buscar trabajo. Me muestran la casa y mi habitación y como no, al pobre animal que al día siguiente, se convertiría en jamones, paletas, chorizos y carne.

Borja me propone dar un paseo, al cual accedo encantado, harto de haber pasado casi ocho horas sentado. Durante el mismo, nos conocemos un poco más, me habla de su familia, de sus estudios de Matemáticas e Historia del Arte en Santiago de Compostela, de como van superando la pérdida de su padre. Me sorprende la calidez, la hospitalidad y la buena energía que desprende.

Casi dos horas y media después de haber salido, regresamos a su casa, donde ya tenían preparada la cena. Toca acostarse temprano, pues mañana el fatídico suceso gorrino será muy temprano, para aprovechar la helada. Resulta que el frío es el mejor aliado para que la carne, una vez despedazado el cerdo, se enfríe cuanto antes y pueda empezar, tanto el proceso de salado como el proceso de picado para llenar los chorizos y demás embutidos que íbamos a preparar.

Poco a poco todos los miembros de la familia se van despidiendo para descansar. Volvemos a quedarnos Borja y yo, momento que aprovecho para contarle que me gustaría subir la experiencia que iba a vivir el fin de semana a mi blog, y si ello se suponía algún tipo de problema. Me contesta que no, que están más que agradecidos por que haya decidido ayudarles en un momento tan duro para ellos. Seguimos hablando y bebiendo vino hasta cerca de las dos de la mañana, instante en que decidimos que ya era hora de irse a la cama. Amablemente me acompaña hasta mi cuarto y se despide.

Acostado, mientras clavo mi mirada en la oscuridad del cuarto, me asaltan las dudas sobre si estaré a la altura, toda la familia de Borja se ha mostrando tan encantadora, que el miedo a defraudarles comenzaba a hacer acto de presencia, decidí ignorarlo y cerrar los ojos, pues dentro de cinco horas, el despertador haría acto de presencia.


Y sonó.....

Y yo tenía pensado publicar el fin de semana que viví con Borja y su familia, pero ha sido tan especial y tan raro, que al final he decidido no contar nada más. La experiencia de la mata, las risas, la dureza del trabajo extenuánte, las agujetas en mis brazos y hombros, los vinos bebidos, las comidas, todo eso quedará en mi memoria. Porque pocas veces he podido disfrutar tanto ayudando y siendo uno más. Y por si todo eso no fuera poco, por las noches lo acompañamos de vino y filosofía.

Ahora pienso que el título de esta entrada debería haber sido: Filosofía, chorizos y un gran fin de semana.

Wednesday, December 05, 2012

Me gusta....

A veces es cuestión de números, otras veces es cuestión de palabras....

Me gusta sentirme así.
Me gustan los días grises y de lluvia en los cuales quedarme en casa me permite disfrutarme.
Me gusta ir al cine y no saber lo que puede pasar.
Me gusta el cielo cuando la luna está sin estrellas, yo lo hago compañía, también me gusta la noche sin luna, porque ha decidido venirse a mi casa a tomarse algo.
Me gusta cenar y compartir el postre con todos los que están a mi alrrededor.
Me gusta ver como vacío la botella y brindo por los amigos que están sin estar.
Me gusta estar borracho y no tener a quien hacer confesiones.
Me gusta leer mil y una páginas y cruzar mis manos, al terminar, sobre la tapas del libro y soñar.
Me gusta llorar sin derramar una lágrima, y también me gusta reír y oír mi propia sonrisa.
Me gusta el silencio que me arropa.
Me gusta estar sin mis padres y sentirles tan cerca.
Me gusta extrañar a mi hermana y poder disfrutar de su alegría.
Me gusta ser parte de la inocencia de mi sobrino.
Me gusta que Oscar esté donde el decida estar.
Me gusta recordar Coruña como un Comala, porque ya no quiero volver.
Me gusta ver como nos hemos olvidado los del máster, porque ahora ya somos amigos.
Me gusta ver como vuela de nuevo David en busca de nuevas metas.
Me gusta que Madrid me oprima, porque me obliga a luchar contra ello.
Me gusta oír una y otra vez a Sabina cantando Calle Melancolía y compartir con otro loco que es una canción positiva.
Me gusta escribir borracho porque no puedo controlarme.
Me gusta esta entrada de mi blog.
Me gusta....

Wednesday, November 28, 2012

Diga 33...

- ¡33!

Ni uno más, ni uno menos. ¿Cuestión de números? Parece que sí, si uno resta a 2012, 1979. ¿Algo más? Según Julio Iglesias media vida. Claro que para Cristo fue el fin del comienzo, morir para resucitar y llevar a cabo su misión. Un dato curioso, Bruce Lee, nace el 27 de noviembre, un día antes y muere, ¡exacto! a los 33. Cuestión de números.

Algunos datos más. Es el número atómico del arsénico, un metaloide y por tanto, ni metal ni no metal, es decir, justo en medio. Y si por algún motivo, quieres llamar a Francia, ¡eso es!, debes marcar el 33. Matemáticamente hablando, es un número compuesto cuyos factores propios son el 1, el 3 y el 11, que sumados dan 15, que al ser menor de 33, lo convierte en un número defectivo. No es un  número primo.

En la Sagrada Bíblia, 33:33 corresponde con el libro de Ezequiel que dice: "Mas cuando todo esto llegue - y he aquí que ya llega -, sabrán que había un profeta en medio de ellos.".  Y el libro que tengo delante, en la página 33, las 33 primeras palabras son: "lizar bien todos nuestros sentidos y, en este punto, llegamos a una nueva necesidad: ser honestos. ¿Qué significa ser honesto contigo mismo, Andrés?  - Supongo que reconocernos tal y como verdaderamente somos. - Jaime sonrió....". En mi blog, la entrada 33 se titula "Despedia" y es un poema de Jorge Luis Borges.

Hay muchas más operaciones, muchas más. Lo dicho, una simple cuestión de números.

Monday, November 26, 2012

Con los cinco sentidos y algo más

Hace mucho tiempo, en una aldea lejana, un joven se encontraba estudiando para entrar en la universidad. Con la mirada clavada en los libros, no percibió como por delante de la ventada de su cuarto, pasaba un anciano por el camino que llevaba a las montañas.

- Me podeís dar un vaso de fresca agua, por favor. El camino es largo y la calor sofocante y a este pobre anciano le queda aún mucho camino para llegar a casa. - Le dijo el caminante.

- Sí, pero luego marcháos, estoy muy ocupado estudiando.- Contestó el joven, malhumurado por el valioso tiempo que el anciano le estaba haciendo perder.

- ¡Gracias joven estudiante! A pesar de estar tan ocupado con vuestros asuntos, habeis dado agua a un viejo sediento y estoy en deuda con vosotros. Como veo que os gusta estudiar, que disfrutáis de aprender y deseáis alcanzar la sabiduría, os diré que no debéis confundir a ésta con el conocimiento. Ahora no os molestaré más. Pero no será la última vez que nos veamos.

El joven intentó contestarle, pero el anciano velozmente se puso de nuevo en camino, diriguiendo sus pasos hacia la montaña Aquel acontecimiento dejó al estudiante aturdido, pero rápidamente se volvió a sus libros.

Con el paso de los años, el chico aprobó con notas excelentes sus pruebas, logró ser profesor de universidad y adquirir muchos conocimientos, pero la afirmación que le había lanzado en su día el anciano, le seguía martilleando en su cabeza, "no confundas sabiduría con conocimiento". Lo que más deseaba era ser sabio, por eso a pesar de los reconocimientos en su trabajo, de todos los estudios que había realizado con éxito, notaba que le faltaba algo, se sentía incompleto.

Un fin de semana, regresó a la aldea después de mucho tiempo sin volver. Los recuerdos de su infancia y adolescencia le asaltaron y también, el encuentro con el extraño caminante. Ahora que se encontraba de nuevo en su vieja habitación, la frase del anciano no dejaba de llamar a la puerta de su mente una y otra vez y lo que era mucho peor, el sentimiento de que algo le falta era cada vez mayor.

Harto de encontrarse en esa situación, lleno de enfado por las palabras que el caminante le había dicho y que no podía olvidar, y que tanto mal le estaban causando, decidió ir en su busca. Preparó sus pertenencias para el viaje y se dirigió hacia la montaña, esperando poder encontrar al culpable de la situación en la que se encontraba.

Después de un día de camino, se encontró con una preciosa joven que estaba sentada a la sombra de un árbol. Vestía un modesto vestido de lino y algodón, tenía sus pies descalzos y se estaba peinando su larga y oscura cabellera. El ya  no tan joven estudiante se acercó a ella:

- Buenos días bella dama.-
- ¡Oh!, quién está ahí.- Dijo la joven.
- ¡Vaya, sois ciega! . Siento haberos asustado al acercarme sin avisar.
- No os preocupeís. Por favor, sentaos y compartid conmigo el motivo que os lleva por estos caminos.
- Vereís. Hace tiempo me visitó un anciano que se dirigía hacia las montañas, me dijo algo y desde entonces no me encuentro bien, le busco para que me aclare sus palabras y me ayude para solucionar mis problemas.
- Entiendo.- Dijo la joven, mientras posaba el cepillo en la hierba.- ¿Acaso no sois feliz?
- Yo pensaba que sí.. He logrado lo que quería, tener sabiduría, pero por lo visto, las palabras de aquel caminante me han casuado un mal que no soy capaz de curar. Vosotros sois muy feliz por lo que puedo comprobar, me gustaría preguntaros una cosa, ¿cómo es ello posible si sois ciega? ¿Acaso no os gustaría ver?.- Preguntó el profesor.
- Muchos tienen vista y solo ven, yo no la tengo, pero yo puedo hacer algo mejor. Si quieres usar tus ojos más allá, no basta con ver, tienes que observar. Ahora vete, tengo que seguir alisando mi pelo. El anciano al que buscas vive en una choza en lo más alto de la montaña.

Aturdido por la respuesta de la joven, el caminante se pudo de nuevo en camino. Al anochecer, vió el destillo de un fuego a lo lejos, aterido por el frío, decidió acercarse. La luz de la hoguera salia de una pequeña y pobre cabaña, por fin pensó, he llegado hasta el anciano. Sin embargo, una vez miró a través del cristal, vió que dentro había un leñador tomando su cena. Decidió llamar a la puerta para preguntarle si podía pasar la noche al calor de su fuego, pero por más que llamaba, el dueño de la choza parecía ignorarle. Harto de esperar, abrió la puerta y un viento gélido entró en la caliente habitación.

- ¿Quién sois? ¿Qué quereís de un humilde leñador? Y por favor, decídmelo por gestos pues soy sordo.
 El joven sacó entonces un cuaderno y un lapiz y anotó unas frases.
- ¡Claro!, ponéos cómodos y esperad a que os sirva un poco de sopa caliente, la verdad es que esta noche está siendo realmente fría en la montaña.

Hablaron durante un buen tiempo y el visitante comprobó con asombro lo feliz que era el leñador. Intrigado, le preguntó por escrito cómo era posible que lo fuese si era sordo, si no hubiese preferido oír.

- Es cierto que no puedo escuchar lo que me dicen los demás, pero no significa que no pueda comunicarme con ellos, pero gracias a mi sordera. Además, ser sordo no me impide oírme a mi mismo, escucharme lo que me digo. Muchos oyen, pero ni escuchan ni se escuchan. Ahora estoy cansado y creo que vosotros también, debemos irnos a dormir.

A la mañana siguiente, el leñador ya no se encontraba en la cabaña, el joven recogió sus cosas y se puso de nuevo en marcha. Al lado de su cuaderno, encontró una nota donde su anfitrión le indicada que si seguía el camino que bordeaba el río, llegaría hasta el anciano que andaba buscando.
Caminó hasta bien entrada la tarde y cuando el hambre le asaltó, se apartó a un lado y comenzó a comer. Al poco tiempo de estar comiendo un trozo de pan con queso, vio como se acercaban un padre y su hija, la cual iba saltando, corriendo, dando brincos sin parar. Al verlo, se desviaron del camino y se acercaron a él.

- Disculpad señor, pero llevamos ya muchas horas de camino y aún nos quedan unas pocas más para llagar a nuestra aldea. Unos bandidos nos robaron nuestra bolsa de comida y al verle, pensé que podría darle un poco de la suya a mi hija.-
- Será un placer. A ver pequeña, qué prefieres, tengo pan, queso, manzanas, jamón, un poco de cecina, galletas. Dime, qué te apetece.
- ¡Agradezco mucho su generosidad!, pero mi pequeña no tiene lengua, un accidente cuando era pequeña, tuvimos que amputársela. Ahora no puede distinguir los sabores de la comida.
- ¡Increíble! .- Soltó el joven.- Y aún así, se la ve tan feliz.-
- Que no pueda saborear una comina no significa que no pueda disfrutar de sus formas, sus colores y su olor. Muchos tienen paladar pero no saborean la vida, simplemente la engullen sin percibir nada más.

Después de comer con ellos y preguntarle por el anciano, el joven se puso de nuevo en marcha. Como aquella noche no encontró ningún lugar donde refugiarse, encendió una pequeña fogata, preparó una ligera cena y se tapó con sus mantas para pasar la noche. Sin embargo, poco antes del amanecer, algo le despertó, el ruido de unos cascos de caballo acercándose.
A los pocos minutos, un soldado de la guardia del emperador se acercó a él y le dijo si podía acercarse al fuego para calentarse antes de continuar su camino. El joven le indicó que si, mas cuando el hombre se acercó a la luz de la hoguera, comprobó que no tenía nariz. El soldado se dió cuenta y contó que la había perdido en una lucha contra unos bandoleros que intentaban asaltar un pueblo, desde entonces no era capaz de oler nada. A pesar de ello, el profesor pudo ver que el valiente combatiente esbozaba una amplia sonrisa.

- Y a pesar de todo ello, os veo muy feliz, cómo puede ser, si ya no sois capaces de oler.
- Muchos tienen nariz y sin embargo, no se detienen a oler una flor o la maravillosa fragancia de una mujer.

El soldado se despidió y por su amabilidad, le indicó que la choza del anciano que tanto tiempo llevaba buscando estaba muy cerca, a un día de camino. Eso le animó y se dispuso también a empreder el suyo. Llegó al nacimiento de un pequeño arroyo donde vió como una mujer entonaba una alegre canción. Se acercó a ella para preguntarle si iba en la dirección correcta y no pudo evitar ver que no tenía manos.

- Buenas tardes señora, veo que teneis no manos y sin embargo, aquí estaís tan alegre y feliz cantando.
- Muchos las tienen y no las usan para dar caricias o sentir el tacto de las pequeñas cosas o para tomar y no dar, golpear y no abrazar.

Desconcertado por la entereza de la mujer, la dejó cantando después de que ésta le indicara que la casa del anciano se encontraba ya a unos pocos kilómetros.
Llegó a la cabaña a la noche y el viejo estaba en la puerta, como si lo estuviera esperando, se acercó a él y dejó sus cosas en el suelo.
- Muchos años llevo esperándote joven profesor.- Le dijo en anciano.
- Tantos como yo llevo sufriendo un mal por vuestras palabras.- Le conestó el viajero.
- ¿Por mis palabras?
- Sí., desde que me dijo que la sabiduría y el conocimiento no son lo mismo, no he podido ser feliz, pensando que todo lo que había estudiado no me servía para ser lo que realmente quiero ser, todo un sabio.
- Vaya. Pero para ser sabio no hace falta leer libros o ir a la escuela, aunque todo eso ayude, claro está.
- ¿Cómo que no?
- Permíteme que te lo demuestre. ¿Qué has aprendido de tu camino hasta mí?

La pregunta dejó al joven descolocado, pensó y analizó todo lo que le había pasado durante el trayecto, pero no había recibido ninguna lección importante.

- Nada, contestó.- Solo me he topado con gente y sus rutinas diarias.
- Nada, vaya, como lo siento.- Le respondió el sabio.- Y sin embargo has recibido cinco lecciones muy importantes.
- ¿Cuáles?
- Que tienes unos ojos que no ven la vida, unos oídos que no la oyen, una lengua que no la paladea, una nariz que no la huele y un tacto que no la siente. Estás más ciego que la joven del peine, más sordo que el leñador, más augésico que la niña, más anósmico que el soldado y tus manos es como si estuviesen amputadas como las de la mujer cantante.

Aquellas palabras despertaron algo en su interior que el joven estudiante no había sentido nunca, algo en que en sus adentros parecía volver a la vida.

- Ahora lo entiendo maestro. Comprendo la diferencia entre la sabiduría y los conocimientos. Aquellas personas no podían ver, ni oír, ni oler, ni saborear ni dar un abrazo, pero si tenían algo que suplía todos y cada uno de mermados sentidos. Algo que yo a pesar de tener cada uno de ellos sanos, no he experimentado nunca, pero hay algo peor maestro.
- ¿Lo qué?
- Lo que suplía sus carencias era que sus corazones latían para vivir con felicidad a pesar de sus dolencias. Maestro, además de no ver, ni oír, ni oler, ni saborear, ni sentir, además de todo ello, lo peor de todo es que mi corazón no latía por la enorme alegría que supone el simple hecho de vivir.

Saturday, November 24, 2012

Reto I: La última vez

Nada me levanta más el ánimo por la mañana, que tomar un buen café en Starbucks y acompañarlo de un aria, en este caso, el "Pur ti miro", escena final de la última ópera de Monteverdi "L´incoronazione di Poppea". Su voz era magnífica, siempre lo era, por eso es mi soprano favorita. Café y ópera, si, hoy lo necesito más que nunca.

La fuerte discusión con él, en la que nos hemos dicho de todo, incluido esas frases hechas que llenan el hueco vacío que dejan los argumentos cuando fallan como "tú sabes que no es así", "tócame las pelotas", "ya te lo dije, siempre igual", de las cuales existen tantas que podría escribirse un libro titulado "Dichos para llenar silencios" o algo similar, había empezado en el desayuno. Él hablaba de lo bien que se lo había pasado la tarde pasada con sus amigos en la clase de spinnig, yo sobre lo curioso que era que hubiese un jugador al que llamasen también Tote. Ninguno escuchaba y al cabo de un segundo, saltó la chispa. Todos los reproches que los dos nos guardábamos, salieron a la luz. Y como no, una frase hecha hizo un receso en la discusión, "ya no lo aguanto más, me voy, se acabó para siempre." Es su forma de salir de las situaciones que no le gustan, dando un portazo.

Doy el último sorbo a la taza y respondo al móvil, un número que no conozco, me dicen algo que no entiendo bien al principio y luego, me doy cuenta de que todo ha terminado de verdad. Que ese portazo era el definitivo, y todo para mí perdió sentido, el madrigal que estaba escuchando, el sabor amargo del café, la discusión, todo, porque todo se habia acabado, y esta vez de verdad....

Tuesday, November 20, 2012

Un domingo cualquiera en la montaña

No soy capaz de encontrar las palabras para expresar la extraña sensación que siento, que a pesar de las agujetas en las piernas y el dolor en los brazos, quiera volver hacerlo.

El domingo comenzó temprano, a las seis y media de la mañana después de una noche llena de nervios y poco sueño. La ruta a la que me enfrentaba, era una invitación a probarme, a ver de qué material estaba hecho y sobre todo, a disfrutar de una experiencia magnífica. El que semanas antes, un maestro y mejor amigo la tildase de dura y que yo dejase en sus manos el invitarme al evento, solo hizo aumentar mi mochila de buena energía y ganas de demostrarme lo que era capaz hacer.

Así que con tres horas escasas de sueño y la mochila lista, trayecto en metro hasta Atocha para conocer y subir con unos amigos de David (gracias Rafa y Larua). Durante el trayecto en coche, los nervios comenzaban a aflorar, esa gente tenía experiencia, fondo físico y una energía desbordante. Mis miedos comenzaban a atenazarme sobre mis posibilidades.

Mientras esperábamos al resto del equipo, la charla distentida y amigable entre todos los presentes fue un auténtico bálsamo para mi incertidumbre. ¡Tenía ganas! ¡Quería comenzar ya a subir! Y cuando por fin estamos todos, nos lanzamos a la ruta.

La primera hora larga fue un agradable paseo entre árboles, setas y cortas conversaciones con todos los presentes. Cada vez salgo más de mi zona de confort y me gusta charlar con gente desconocida, aunque soy extrovertido, cuando entre un grupo de personas hay conocidos, solía centrarme en ellos y no saber apreciar al resto.

Y sin avisar, llega la subida, el verdadero momento. La primera media hora fue realmente bien, sin embargo, a medida que la pendiente iba siendo mayor y la distancia iba aumentando, junto con la necesidad de auparse a las rocas para seguir adelante, la experiencia se fue transformando poco a poco en algo duro, maravilloso, pero duro.

Lo fue porque a pesar de habar encontrado un ritmo apropiado para mi capacidad cardio-pulmonar, hubo momentos en que me faltaba aire, sobre todo cuando se realizaban cambios de pendiente bruscos. Cierto es que me recupero rápidamente, pero mis pulsaciones en esos momentos suben muy rápido y mis pulmones no son capaces de darme el oxigeno que necesito. Y aunque las piernas aguantaban muy bien, la espalda y los brazos comenzaban a quejarse, pero claro, faltaba aún mucho trayecto.

En la parte final de la subida, durante un momento, por mi cabeza pasaron mil ideas, pero una recurrente, ¿qué necesidad tenía de estar ahí? Mi cerebro intentaba demostrarme que estaba equivocado sacándome de mi zona de confort y casi lo consigue. Evidentemente era imposible rendirse, solo quedaba subir o subir, abandonar no era ni una opción ni una posibilidad, pero mi cabeza no paraba de mandarme mensajes negativos que tenía que transformar en positivos con mi empuje y corazón. Y los brazos y la espalda seguían aumentando su queja.

Cuando peor lo estaba pasando en la subida, de hecho, en el momento que ya no faltaba casi nada para terminarla, fue el preciso instante en que un torrente de energía me asaltó por completo, propiciado por dos acontecimientos. El primero, resolví mi diálogo interior sobre por qué estaba en esa situación con un rotundo, porque yo así lo he elegido, porque a veces para poder ganar, tienes que vencerte a ti mismo, tenía que derrotarme mentalmente para salir victorioso emocionalmente y lo logré. Segundo, al ver la pasión, el disfrute, la felicidad y la sonrisa que nuestro organizador estaba irradiándo a todos. A ese torrente de emociones positivas y fabulosas, solo puedo dolverle lo mismo sino quieres ser injusto y también, porque quiería sentir las mismas cosas buenas que él y los demás estaban sintiendo en la subida. Al final, llegué.

Y allí arriba, todos juntos compartiendo algo tan sencillo como un bocadillo y un poco de agua, unos plátanos o unos simples frutos secos, comprendo que esa es parte de la magia de la montaña. La lección de que las cosas sencillas, las cosas que luchas y alcanzas, unen y te hacen feliz, pero también que te permiten compartir parte de tu felicidad con los demás, es decir, estás siendo parte de algo mágico, una experiencia.

Las bajadas son para mi un disfrute, pero esta sumó algo más, hacerlo con cabeza y con técnica. Normalmente, si la ruta no es complicada, suelo dejarme llevar y simplemente bajar. Esta vez, tocó aprender, pensar, buscar rutas alternativas porque las usadas por los otros no me servían. Y aprender, aprender de la sabiduría de gente que te ayuda desinteresadamente con un "pon el pie aquí", "la mano así" o "lánzate que yo te sujeto". Pero sobre todo, me di cuenta de que no hay peor enemigo que el miedo y mejor amigo que la confianza. Toda el descenso fue una lucha constante contra el miedo a caerme, toda la bajada fue la demostración maravillosa de confianza en mí y la gente que me rodeaba.

Al final, escuchas el arroyo, ves parte de la cordillera a lo lejos, con sus riscos, las rocas, los árboles. Ves el cielo de un gris que jamás pensabas que fuese tan bello, la lluvia fina resbalando por tu cara, el olor de la tierra mojada, los ocres y castaños del paisaje que te abraza, las charlas amenas y fluidas de la gente a lo lejos.... y comprendes que a pesar de todo, vale la pena. Que aunque te duelen las piernas, la manos, los brazos y la espalda, que estás empadado, que has sufrido y luchado, te miras y no puedes evitar encontrarte tan vacío y a la vez tan lleno, que has llegado al momento en que sientes y te faltan las palabras.

Y las buscas pero no las encuentras, pero te da igual, porque simplemente en el fondo sabes que no es más que un domingo cualquiera en la montaña....

Thursday, November 15, 2012

Carta abierta

A mis maestros....

Vosotros mejor que nadie sabe que todo camino tiene en su sendero momentos buenos y momentos malos. Cuando yo decidí emprender el que ahora transito, sabía que no iba a ser un trazado fácil, recto y sin complicaciones, pues pocos caminos tienen ese perfil. Era consciente de que habría momentos en que iría muy deprisa y llegaría muy rápido a una de las muchas metas marcadas, pero también otras situaciones donde me encontraría dificultades e incluso hasta la posibilidad de tropezarme y caer. Así es el camino, uno elige que va andar, las situaciones vienen, uno actua y solo queda asumir las consecuencias y con qué emociones y sentimientos se va a enfrentrar a ellas.

Conocéis un poco el que yo ahora recorro. Y lo conocéis porque vosotros también lo habéis realizado, el camino del cambio, no de un cambio cualquiera, sino de un verdadero cambio interior que nos renueva espíritu y cuerpo. Se trata de un proceso largo, lleno de maravillosos retos y complicados momentos. Estoy muy orgulloso de todo lo que he andado en estos seis meses, pero me queda aún mucho por delante, muchos momentos donde sortearé las piedras y los agujeros que el camino me manda, pero también otros que no sabré preveer y donde la caida sea el resultado.

No tengo miedo a las caídas, vienen de serie cuando decides andar. Al fin y al cabo, cuando aprendes a montar en bicicleta, al principio te caes unas cuantas veces, luego vas aprendiendo y te caes menos, hasta que seguro de ti mismo ganas confianza y entonces, por ir demasiado de prisa, te caes de nuevo. Esas caídas son las que más duelen, porque van directas al orgullo y a la confianza, pero son de las que más rápido te repones, porque sabes que puedes ponerte en marcha de nuevo. Levantarme y asumir las heridas será mi trabajo, pues eso es lo que exige la ruta para seguir avanzando.

¡Gracias por enseñarme tanto!

Monday, November 05, 2012

El joven de la montaña

Un día soleado de primavera, cansado de los reveses de su vida, un joven decidió sentarse y no volver a levantarse. Harto de las decisiones que debía estar tomando siempre, angustiado de los problemas que le surgían, dolorido de las malas experiencias con otros hombres y mujeres, pensó que lo mejor era retirase y no hacer nada, simplemente meditar hasta encontrar la sabiduría necesaria para enfrentarse a la vida.

 Había subido a una montaña cubierta por un enorme manto de verde hierba y decenas de colores de las flores que se esparcían más allá de la vista, aquí y allá escuchaba los cantos de los pájaros, mezclado con el sonido del arroyo de fresca y cristalina agua, que no muy lejos de si, discurría ladera abajo. Miró a su alrededor, y a la sombra de un gran árbol se sentó.

Pasó el tiempo y a pesar de las súplicas de sus seres más allegados, el joven no cambió su actitud, nadie parecía ser capaz de quitarle de la cabeza esa terca idea de permanecer allí sentado, meditando, hasta encontrar la sabiduría de la vida. Con el paso de las estaciones, poco a poco la gente de la aldea comenzó a olvidarse de él y de su nombre, hasta que al final, solo le conocían como el joven de la montaña.

Un buen día de primavera, llegó a la aldea un anciano, desnudo, extremadamente flaco, con una larga barba y enfermizo. Pidió un vaso de agua y algo de comer a una joven que estaba limpiando la entrada de su casa. Ésta, aunque asustada, se apenó del pobre extraño y le dio de beber y un trozo de pan con queso. Calmada su sed y su hambre, se despidió amablemente y se dirigió hacia el centro del poblado.

En su camino, la gente se asomaba tímidamente a las ventanas o puertas de sus chozas y las pocas personas que encontraba en su camino, se apartaban para dejarle paso. Todos pensaban que era un pobre mendigo próximo a la hora de su muerte que había decidido encontrarla en su aldea. Pero en un rincón, sentado al sol, un anciano no dejaba de mirarle, había algo en la cara del vagabundo, exactamente en sus ojos, que le traían recuerdos de un pasado lejano. Intentó recordar, pero la niebla del tiempo cubría sus pensamientos, mas de golpe una imagen vino a su  mente, se levantó y se dirigió hacia el extraño visitante.

Alcanzado, le miró atentamente a los ojos mientras con sus febriles brazos agarraba los del caminante para impedir que siguiese avanzando. Éste se detuvo, no hizo ningún movimiento para zafarse de las manos que le detenían. El anciano de la aldea, sin perder de vista sus ojos le preguntó si era el joven de la montaña, el mendigo dijo que no sabía quien era esa persona, que su nombre era Lao Xi. En ese mismo momento, un torrente de recuerdos e imágenes inundaron la mente del aldeano, así era como se llamaba el joven de la montaña, después de tantos y tantos años, había decidido levantarse.

Le indicó que fuese a su casa para que se asease y vistiese, Lao Xi accedió y se mostró muy agradecido por la generosidad y amabilidad de esa persona a la que no conocía de nada. Ya en su choza, después de la ducha y vestido con una sencilla túnica que le había regalado Chen, que así era como se llamaba su anfitrión, se sentó en una silla de bambú.

Chen, lleno de preguntas decidió que era el momento de saber más de aquel que en su día, había sido un joven de la aldea. Por qué después de tanto tiempo, había decidido bajar de la montaña, saber si por fin, y eso era lo que más le intrigaba, había hallado la sabiduría que había ido a buscar. Lao Xin le contestó que a los cinco años de estar meditando en la montaña, se había presentado un niño que le preguntó qué estaba haciendo allí sentado, él le contestó que veía pasar la vida para ver si podía aprender algo de ella y encontrar la sabiduría para saber vivirla de forma acertada. El niño le volvió a preguntar si ya la había encontrado, y Lao le respondió que no.

Al cabo de unos veinte años, se presentó un fornido, esbelto y guapo joven que le hizo la misma pregunta que el niño, a lo que Lao Xi contestó de igual forma. Pasados cuarenta años, un hombre ya en la madurez de su existencia volvió a ponerse enfrente y a preguntarle otra vez lo mismo y Lao le dio la misma respuesta que a los dos anteriores.

Finalmente, después de ochenta años, un viejo llegó a su presencia, apurado, como si hubiese subido la montaña lo más rápido que sus fatigadas y débiles fuerzas le hubiesen permitido. Lao lo miró atentamente y éste le dijo con la voz entrecortada por la emoción que ya había encontrado la sabiduría para la vida. Lao Xi se quedó sorprendido y a la vez desconcertado, le asaltaban las dudas sobre quién era ese anciano que tenía delante, pero justo cuando iba a hablar, éste le dijo que en tres ocasiones había subido a la montaña para saber si él había encontrado la sabiduría de la vida y en las tres, le había respondido que no. Apenado descendía para seguir con las cosas cotidianas de su quehacer diario. Pero un buen día, después de haber experimentado una vida llena de alegrías y tristezas, se dio cuenta de que la única sabiduría necesaria para vivir era precisamente eso, vivirla, esa es la única forma correcta de hacerlo y tan pronto se dio cuenta de su hallazgo, corrió montaña arriba para contárselo a él, a la persona que tantos años llevaba buscando el camino sabio de la vida y decirle que así no iba a encontrarlo nunca.

"Y heme ahora aquí", dijo Lao Xi a Chen, "que poseo la sabiduría pero me falta vida para poner este saber en práctica."

Saturday, October 27, 2012

Brevísimos XXI

El camino es mucho más fácil cuando el cielo está lleno de estrellas.

Wednesday, October 17, 2012

El escritor y su historia

Quiero que imagines que eres un escritor, un buen escritor. Que estás a punto de comenzar la historia que llevas tiempo deseando narrar. ¿Por dónde empezar? Bueno, no existe un remedio mágico, pero si pequeños trucos que ayudan a vencer lo más difícil, manchar la página en blanco.

Yo comenzaría por dejar claro qué es aquello que quieres contar, que definas en unas pocas líneas lo que con tus palabras escritas quieres hacer llegar al lector, no hablo de la temática, sino la esencia. Por ejemplo, tu intención es relatar una historia de superación y animar a la gente que la lea, a que haga lo mismo. Una vez que tengas claro esa parte, debes elegir los vestidos con los cuales vas a adornar el cuerpo central de tu relato. Aquí es donde decides que sea un drama, una novela policíaca, de ciencia ficción, fantasía, aventuras, de viaje, etc.

Luego viene para mí el momento de definir, por lo menos, al personaje central y dotarle de una personalidad acorde. No es tarea fácil, porque hacer pasar por real un ente inventado supone ser capaz de ponerse en la piel de ese personaje inventado, se trata al fin y al cabo de pensar, sentir y actuar como lo haría el personaje y no uno mismo. Ir perfilando poco a poco, como un escultor a base de cincelar el mármol, hasta obtener la figura buscada.

A medida que tenemos el personaje central más o menos definido, debemos ir creando para él un ambiente donde interactuar  y también, otros personajes con los cuales relacionarse. No se trata solo de describir en mayor o menor detalle, los lugares y seres con los que se encuentra y forman parte del relato, sino darles una motivación y una explicación. Suele ser útil cuando uno está en esta parte del proceso creativo, hacerse preguntas del tipo ¿por qué el personaje se encuentra en ese lugar determinado?, ¿es lógico que se encuentre ahí?, ¿el ambiente aporta algo importante a la definición de los personajes o simplemente se trata de un escenario neutro? . Para el resto de protagonistas de la historia, dar respuesta a cuestiones como ¿se conocen?, ¿por qué se conocen?, ¿cuál es su relación?, ¿que les une o separa?, etc.

El paso siguiente es elaborar una trama básica que una todo lo descrito anteriormente de una forma coherente, bajo una temporalidad determinada que ayude a dar fondo y sentido a lo narrado. Y por supuesto, elegir el punto de vista del narrador, es decir, determinar quién va a contar la historia.

Estos pequeños y sencillos pasos son el inicio de todo el proceso que supone escribir una historia, pero tienen un potencial increíble si se usan de manera adecuada. Tanto es así, que podemos usarlos para contar la historia de nuestra propia vida. Al fin y al cabo, nosotros somos parte de una historia, nuestra historia, que escribimos día a día.

¿Estás contando la historia que realmente quieres vivir? Esa es la pregunta que uno debería poder contestar cuanto antes. Porque nos guste o no, nosotros somos los escritores y nosotros decidimos hacia donde vamos, con matices por supuesto, pues está claro que existe un componente de destino y aleatoridad que en una novela no se encuentran. Sin embargo, sí está en nuestras manos definir nuestra personalidad, nuestros actos, nuestras emociones y sentimientos. Sí es tarea nuestra ver si hay coherencia entre lo que queremos contar y lo que estaos contando, en observar si los actos que decidimos nos alejan o acercan al objetivo que nos hemos propuesto alcanzar.

Si después de leer ésto, al dar respuesta a la pregunta de contar la historia que de verdad quieres protagonizar, es no, a qué esperas para tomar papel y bolígrafo y empezar a escribir los reglones de la vida que quieres narrar. Los trucos de los que te he hablado, te pueden ayudar a comenzar  en ese fabuloso propósito. Tú escribes la historia de tu vida.

Monday, October 08, 2012

Hojas en el otoño

Abrí la ventana e inspiré bien hondo, llené mis pulmones de ese aire fresco y a la vez cálido de la mañana. ¡Qué bello es vivir!

Quizás te preguntes porque te cuento todo esto, la verdad es que ni yo mismo lo sé muy bien, simplemente tenía necesidad de compartirlo contigo. Confesarte que la vida es algo, sea lo que sea, fantástico y maravilloso, tan lleno de posibilidades y experiencias. Es lo más bonito que tienes, que tenemos y no podemos dejarla escapar.

¿El secreto para vivir? Desde luego, no sé si existe algo concreto que pueda servir para ello, pero te diré una cosa, aprovecha las cosas sencillas. Existe auténtica belleza en el caminar sosegado de un anciano y su mirada, en el cariño de tus padres, en un beso de amor, el abrazo de un amigo o la sonrisa pícara de un niño. Existe felicidad en los árboles con sus hojas verdes y marrones en otoño, en el calor que no abrasa y el frío que no hiela, en el olor de la tierra recién mojada o la imagen reflejada de los charcos. Vivir es la música que oyes y te llega, las palabras que quieres oír e incluso en aquellas que detestas escuchar, en unos macarrones con carne o una copa de vino, en un simple vaso de agua fresca. En el esfuerzo de aquello que te cuesta e incluso en una amarga lágrima hay vida.

Hay vida incluso en la hoja marrón que lentamente, me acompaña en la caída. No olvides que hay algo que no puedes dejar de hacer, vivirla. Que hay vida incluso en esta carta, a pesar de que te la escriba un suicida.

Wednesday, October 03, 2012

El niño y la estrella

A Ilya y su eterna y brillante sonrisa. Jamás perderás tu estrella.

Nueve de la mañana y el metro atestado, caras largas, miradas perdidas, bostezos, hombros caídos, empujones para entrar, empujones para salir, empujones porque otro ha empujado. Ni un buenos días, ni una sonrisa, ni rastro de unos ojos que brillen, ni un triste resquicio de alegría. Está claro, son las nueve de la mañana en un metro atestado.

Y de pronto, llega él. Un mocosete de no más de ocho años, rubio y tez clara, inmensos y penetrantes ojos azules y su mamá detrás, con la misma cara que todos los demás. Me entero que se llama Ilya porque su madre, que más tarde responderá al nombre de Alina, le reprende por no callarse. El mocoso está rebosante de energía, su carita irradia una alegría que, como si de una estrella se tratase, ilumina el oscuro ambiente de la cabina.

Le sonríe a un señor que, enfundado en su traje azul oscuro, camisa blanca y corbata roja, escucha música y se apoya de la barra central como si el mero hecho de mantenerse de pié, supusiese un esfuerzo titánico que agotara toda su vitalidad. Le dice hola con su manito, a una señora que aprovecha el tiempo del trayecto para cerrar los ojos y poder dormir un poco más. Le dice a su mama que no se preocupe, que está bien, que le gusta viajar en metro y que cuando salgan de ver a su amigo Pedro, quiere un pastel de chocolate y vainilla.

Algo llama su atención y me mira, clavando sus ojos azules en los míos y sin dejar de reír, me dice hola, le respondo con el mismo entusiasmo y sorprendido por mi reacción, comienza a regalar carcajadas a todo el vagón, tanto es así que está logrando que algunos de las presencias grises del mismo, comienzen a cambiar la expresión de su cara y esbocen una ligera risa. Le digo que me llamo Alberto y me responde que se llama Ilya, le digo que es un nombre muy bonito y todo seguro me contesta que lo sabe y vuelve a echarse a reír. Me pregunta que por qué pinto en el libro, que su profesora no le deja pintar en los suyos, yo le digo que no estoy pintando, sino dibujando una línea en las frases que más me gustan del libro. Me escucha ensemismado mientras su madre observa cauta y atenta nuestra conversación. "¿Y por qué?", dice nada más terminar yo, "pues porque así recuerdo mejor las palabras y cuando quiera volver a leerlas, sé donde están.".  "Mi profe no me deja pintar en los libros", me dice, "el otro día pinté un balón de futbol y un coche y me castigo, se lo dijo a mi mama, ¿verdad que sí mami?", dice con su vocecita. "Me gusta mucho pintar, hoy he pintado una estrella, porque mi mama se encontró una estrella en casa, ¿la quieres?", "bueno", le respondo, "si tú no la quieres y a tu mamá no le importa que me la regales, me gustará mucho tener esea estrella." Entonces mete su mano en el bolsillo delantero de su chaqueta roja y saca la estrella, que deja en mi mano mientras no deja de reírse. "Muchas gracias" y levanto la mano para que me choque los cinco, lo cual hace todo ilusionado.

El metro se detiene, Ilya y su madre han llegado a su parada, se despide de mí no sin antes contarme que tengo que cuidar de la estrella que me ha dado, pues se ha caido del cielo y está sola, buscando a su amigas, las demás estrellas. Le digo que no se preocupe, que a la noche, cuando el cielo esté lleno de otras estrellas como esa, la lanzaré muy fuerte para que vuelva a su casa. Y mientras su madre se las ve y desea para salir del vagón con la silla de ruedas donde él está sentado, se vuelve a reír.

Nos ponemos de nuevo en marcha, pero ahora en el vagón hay un vacío inmenso, como si de golpe alguien hubiese apagado la luz y todo quedara cubierto por la penumbra. Miro la estrella que me ha regalado, no puedo evitar sonreir. Y me sorprendo como un mocoso de ocho años y en silla de ruedas ha llenado de vitalidad y energía todo una cabina de metro. Él solito, a las nueve de la mañana.

 
by ToTe

Tuesday, September 25, 2012

Tanto la busqué que la encontré

No había forma de encontrarla. La buscaba en todos lados que mi cabeza era capaz de imaginar, en trozos de papel que tenía anotados anteriormente, en documentos escritos en el ordenador, en internet, en una liberta. Pero no aparecía por ningún lado.

Revolví todo el salón buscándola, tenía que estar en algún lugar, así que miré en libros, abrí cajones, zarandeé revistas pensando que estaría oculta en alguna pequeña nota entre sus hojas, sin embargo el resultado era siempre el mismo, nada.

Decidido me senté delante de la pantalla del portátil y comencé a repasar como lo había hecho otras veces. Releyendo, recordando, volviendo a sentir lo que en su momento, aquellas cosas me habían transmitido y durante un instante, pareció que sí, que por fín encontraría lo buscaba. Mas me di cuenta que lo que estaba encontrando no era lo que deseaba, sino una completa sensación de melancolía.

Y justo cuando comenzaba a notar el amargo sabor de la derrota y pensaba que esta vez no iba a poder ser, la vi, sí, estaba delante de mis narices todo ese tiempo y no me había dado cuenta. Al fin tenía la entrada que buscaba para el blog.

Thursday, September 20, 2012

Para que algo empiece, algo tiene que acabarse.

Entró en la estación de metro y miró en la pantalla el tiempo que faltaba para que llegase el siguiente convoy, tres minutos, bien, pensó, a pesar de haber salido tarde del gimnasio solo se retrasaría unos dos o tres minutos nada más. Buscó la cartera y sacó el bono que introdujo en el hueco del torno para que éste le dejase pasar. Bajó las escaleras mecánicas con calma y pensó en lo que había sucedido hoy por la mañana. Aún después de casi doce horas no podía entender la reacción que había tenido ella. Recordaba la escena con total detalle.

Se había levantado como siempre al segundo pitido del despertador, procurando al salir de la cama, no despertarla. Se había calzado las zapatillas, bostezado y mientras se rascaba la cabeza, se dirigió al cuarto de baño para ducharse. Desnudo bajo la cálida agua que caía por todo su cuerpo, se permitió el regalo de no pensar en nada durante unos minutos, le encantaba esa sensación de irse despertando poco a poco bajo el suave tacto del agua cayendo por la cabeza, el cuello, los hombros y la espalda. Pero una mano sinuosa le interrumpió, ella se había despertado y había, por lo visto, decidido tomarse una ducha con él. Desde luego, si había algo que le gustaba más que esa forma de quitarse el sueño, era hacerlo con ella. Su mano recorrió lentamente sus senos y las suyas, con esos largos dedos finos y delicados, su torso. Acercó sus labios a las orejas de ella y con pequeño mordisco le dejó claro sus intenciones, no se marcharía de casa sin poner su granito de arena a la incipiente niebla de vapor que llenaba el cuarto de baño.

Sin embargo, ella retrocedió y salió de la ducha, cogiendo su albornoz blanco y con gestos muy lentos, levantó su cabeza mientras observaba con la mirada perdida el espejo, haciendo caso omiso del reflejo de la imagen que éste ofrecía. Buscó una toalla, se acercó por la espalda y bajando parte del albornoz hasta dejar al descubierto su hombro izquierdo, la besó mientras notaba el húmedo tacto de su piel sobre sus labios. Ella se dió la vuelta, le puso el dedo íncide en los mismos labios que antes la besaban y le dijo no con la cabeza. Entonces, salió del aseo hacia la habitación, se vistió y sacando una pequeña nota del bolsillo de su ajunstado pantalón, se la pasó. Le besó en la mejilla y se marchó.

Petrificado desdobló la hoja y leyó con atención lo que había escrito. No tenía mucho tiempo para reaccionar, pues llegaría tarde al trabajo, pero una profunda sensación de angustia, dolor y miedo apoderaron de él. Se acabó. Eran las únicas palabras que estaban escritas, se acabó.

Durante el resto del día no puedo evitar pensar en aquello una y otra vez, incluso en el gimnasio la imagen de ella, sus gestos, su olor, sus besos, su cuerpo le asaltaban sin cesar. Y ahora mismo, mientras recordaba lo sucedido y se disponía a esperar por el metro, no podia dejar de pensar en ello.

Pero algo extraño llamó su atención, a unos cuantos pasos de distancia suya, algo estaba tirado en el suelo. Se acercó y vió de lo que se trataba, que extraño pensó, nunca se había imaginado que encontraria una cosa así en el suelo de una estación de metro. Se agachó y la recogió.

Al momento, el convoy hizo su entrada deteniéndose delante suya, abrió sus puertas y él entró. Buscó un lugar donde sentarse. No había nadie más en el vagón asi que se sentó en el primer asiento libre que vió. No sabía el por qué, pero el encontrarse aquello le había calmado y por una vez pensaba más en lo que tenía entre manos que en lo sucedido por la mañana. ¿Quién podía haberla perdido? ¿Se le habría caido a alguien? ¿La habrían tirado? Le encantaba preguntarse por la historia que escondían los objetos que le rodeaban y aquel, desde luego, tenía toda la pinta de tener una realmente sugerente.

Mientras le daba vueltas a la cabeza, no se percató de que una mujer se sentó a su lado, sobresaltado por su presencia, la miró y le dedicó una sonrisa amable. No pudo evitar fijarse en ella. Tenía unos profundos ojos negros, oscuros y mágicos, sus labios eran de un rojo intenso y tremendamente carnales. Su perfilada cara estaba bañada por una larga cabellera negra y escondían parte de su cuello. Vestía un sugerente vestido violeta, con un generoso escote que debaja ver un peligroso acantilado entre sus dos turgentes y perfectos pechos. Y al final de ese vestido, aparecían unas piernas, la derecha cruzada sobre la rodilla de su zurda, que estaban invitando a recorrerlas con la mano hasta encontrar el final de aquella sensual y peligrosa senda.

Ella le miró atentamente, clavando esos dos e intensos pozos negros en los suyos, le sonrió y cogiendo con su cálida mano lo que él había encontrado en el suelo de la estación, le besó en los labios, le mordió el cuello con una extraña mezcla de sadismo y delicadeza que le hizo perder el norte. Subió jugetona hasta su oreja le susurró: "¿quieres contarme la historia de esta flor?".


                                                                           by ToTe  

Tuesday, September 18, 2012

Siete años no son nada...

Era un 17 de septiembre del año 2005, un sábado para más señas, en un pueblo con mar como canta el poeta Sabina, Coruña, que éste que ahora teclea comenzaba la locura de escribir este blog. No era el primero, pues pocos meses antes había empezado Reflexiones para perder el tiempo, con una temática más relacionada con mis estudios e inquietudes intelectuales. Sin embargo, con Post it quería compartir algo más, quería hacer partícipe a todos los que se acercaran a él, las pequeñas cosas que me hacían ser lo que era.

Todo empezó como un reto por alentar mi pasión por la escritura, por demostrarme que podía enfrentarme regularmente a una página en blanco virtual y tener algo que contar. Pero también, aunque lo desconociese en ese momento, por comunicar y compartir con los demás algo tan importante como YO mismo, sin máscaras, disfraces y engaños.

Durante estos fabulosos y fantásticos siete años he escrito relatos, poemas, compartido citas, reflexiones, música y una parte muy importante de mi vida. Y lo que es más valioso, he visto como no me he detenido, ni dejado vencer por las dificultades y los miedos. Este blog es un fiel reflejo de como la vida es un camino y que somos nosotros, los que decidimos cómo lo hacemos, corriendo o caminando, llorando o sonriendo, hablando o en silencio.

En el blog hay toda una vida, mi vida y como en toda ella, hay risas, lágrimas, amor, sexo, celos, ilusión, esperanza, miedo, dolor, lucha, sacrificio... en definitiva: ¡EMOCIONES Y SENTIMIENTOS! Y haber sido capaz de compartir todo eso forma parte de mi felicidad.

Compartir es un verbo maravilloso, porque incluye, no excluye, no crea un yo y un tú, o un nosotros y un ellos, todo lo contrario, permite hacer común algo increíble, que no es otra regalar y hacer partícipes algo realmente importante, ¡EXPERIENCIAS!

Gracias a todos los que están, a los que se han ido, a los que vuelven, a los que pegan también sus post it y a los que no, a los que disfrutan con lo que comparto y a los que prefieren otras cosas. El blog es lo que es en parte a todos vosotros.

Mi agradecimiento más sentido y espcial para mi familia que tienen gracias a este blog "a un dos seus mais preto". A mi amigo, maestro y compañero de blog David, por todo, que es tanto y tan bueno que con una entrada no sería suficiente  ^_^ 

Siete años no son nada..... asi que vamos a por otros siete llenos de EXPERIENCIAS!!!!

Thursday, September 13, 2012

Monday, September 10, 2012

Mis Maestros XXVII: Madrid

Paseando por mi querida ciudad, disfrutando de sus recodos, esquinas, calles, callejuelas y rincones, descubro uno de los muchos tesoros que esconde...

"Todo pasa: una sola cosa te será contada, y es tu obra bien hecha. Noble es el que se exige y hombre tan solo quien cada dia renueva su entusiasmo..."

Eugenio d´Ors, escritor y filósofo español.

                                     by ToTe  

Tuesday, September 04, 2012

Mis Maestros XXVI: Dalai Lama

"Solo existe dos días en el año en que no se puede hacer nada. Uno se llama ayer y otro mañana. Por lo tanto, hoy es el día ideal para amar, crecer, hacer y principalmente VIVIR"
Dalai Lama, religioso budista tibetano.

Saturday, September 01, 2012

Blue Moon

Fue clara como el agua, te lo dijo mirando directamente tus ojos, su espalda inclinada hacia adelante para que pudieses escucharla mejor. "Jamás podrás llevarme a tu cama, chico listo". Llevabas tres meses detrás de ella, aprovechando todas las oportunidades que se te presentaban para decirle algo, te bastaba cualquier excusa para acercarte y intentar establecer una conversación. Sin embargo, ella se mostraba siempre distante, no brusca, pues nunca se mostró o dió signos de enfado o agobio, pero si denotaba su comportamiento una actitud cauta y a la defensiva. Aunque sentías que jugaba perfectamente al juego de seducción que le planteabas era, desde luego, la vez que más te estaba costando conseguir un pequeño gesto que compensase tanto esfuerzo.

No te diste por vencido, no por el mero hecho de que tu tradicional cabeconería te llevase a ello, sino porque la dificultad y el reto que ella estaba suponiendo, añadían un plus que te motivaba aún más. Estaba siendo esa cuesta empinada que por mucho que corres, parece no terminar nunca, pero que disfrutas a cada doloroso paso. Ibas a llegar a esa meta, lo conseguirías, lo sabías y punto.

Así que cuando escuchaste de sus rojos labios esas palabras, "jamás podrás llevarme a tu cama, chico listo...", pensaste en mil y una respuestas ingeniosas para replicarle, "soy un poco exhibicionista, me gusta que nos miren las estrellas...."  o, "no necesito una cama para lograr que sueñes con haber llegado al séptimo cielo...". Pero algo en ti te detuvo, era ese sexto sentido que te advertía cuando debías estarte callado, pues la balanza comenzaba a inclinarse de tu lado. Y sucedió, porque ella no terminó ahí su frase, y las palabras que escucharon tus oídos te parecieron música celestial, "jamás podrás llevarme a tu cama, chico listo, eso solo ocurrirá si algún mes tiene dos lunas llenas...".

Una sonrisa apareció en tu cara y un brillo iluminó tus ojos. Te acercaste despacio y con suavidad la agarraste de su peligrosa cintura, tu cara se aproximó a su oreja y le susurraste, "chica lista, toda la noche de hoy tenemos para nosotros dos, una magnífica luna azul, si mi preciosa chica lista..." y mientras ella apoyaba su cabeza en tu hombro, comenzaste a cantarle, "Blue moon, you saw me standing alone..."

Monday, August 27, 2012

Los dados con los juegas tu vida

¿Alguna vez te has preguntado por qué unas pocas personas parecen que tienen más suerte?, como si jugasen con algún tipo de ventaja en el tablero de la vida. Pues lo hacen, pero no se trata de ningún vil truco malévolo (si exceptuamos a los delincuentes), lo único que tienen es que juegan con un dado de seis caras, mientras que otros lo hacen únicamente con uno roto.

El dado que permite el éxito en la vida, como todo dado de seis caras, no deja de ser un cubo que se forma a partir de la unión de dos cuadrados. El primero de ellos es el cuadrado de lo intrapersonal, es decir, aquello que atañe a nuestro interior, a la relación que nosotros mantenemos con nosotros mismos. El segundo cuadrado es lo interpersonal, o todo lo que tiene que ver con cómo nos relacionamos con los demás.

La mayoría de nosotros jugamos con dados estropeados, bien porque solo tienen un cuadrado de los dos o, porque hacemos un mix extraño de cualidades de uno u otro cuadrado. Sin embargo, para lograr avanzar las casillas de este juego vital con una sonrisa en la cara, es necesario tener ambas partes en perfecto estado.

Muchos conocemos casos de personas que tienen un gran éxito en su relación con los demás, sin embargo, son personas autodestructivas consigo mismas. Y también sabemos de personas que tienen una fortaleza interior asombrosa, pero en sus relaciones sociales son un auténtico desastre. Pero ambos casos, comparten una situación en común, la infelicidad. Es cierto que pueden darse casos de personas que pueden tener un cuadrado solo bien potenciado y ser felices, como por ejemplo un ermitaño. Sin embargo, resulta difícil encontrar una persona que sea feliz solo con el cuadrado interpersonal, ello es así porque las victorias públicas vienen precedidas de las victorias privadas, como bien indica el Dr. Stephen R. Covey en su libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva.

Este artículo toma la idea expuesta por el profesor Covey en el mencionado libro sobre las victorias privadas y públicas, pero se centra no en los hábitos, sino en las cualidades que toda persona debe dominar primero antes de adquirir dichos hábitos. Cualidades que tienen una parte personal y otra parte social, ambas las cuales deben ser totalmente interiorizadas y fomentadas para poder emprender posteriormente, el aprendizaje de los siete hábitos expuestos en la obra del fallecido Sr. Covey.

Estas cualidades son la honestidad, la fidelidad, la fuerza de voluntad y la afectividad que como ya hemos expuesto, tienen un lado intrapersonal y otro lado interpersonal, que juntos forman un cubo gracias a las aristas que yo llamo "diversión-resiliencia".

La honestidad, según la Wikipedia, es "una cualidad humana que consiste en comprometerse y expresarse con coherencia y autenticidad (decir la verdad), de acuerdo con los valores de verdad y justicia. Se trata de vivir de acuerdo a como se piensa y se siente." De forma sencilla podemos decir que se trata de no mentirse a un mismo ni mentir a los demás, de establecer una coherencia entre nuestros pensamientos y nuestros actos. Trabajar la honestidad implica conocer lo que nos motiva, nos mueve, nos impulsa a comportarnos como lo hacemos y ver si esa acción, es coincidente con lo que realmente sentimos que debemos hacer. La victoria privada de no engañarse a uno mismo es vital para no acabar engañando a los demás.

La fidelidad es la cualidad humana para dar cumplimiento a las promesas. Si uno se ha comprometido debe ser consecuente y llevar a cabo lo pactado. Una mejor forma de entender esa cualidad es recurrir al término lealtad, pero debemos dejar claro que la lealtad es un valor y no una cualidad, para ser fiel uno debe ser leal. La victoria privada necesita que uno debe ser fiel a si mismo, lo que podría llamarse compromiso propio o "compropiomiso". La victoria pública es llevar a cabo los compromisos adquiridos con los demás.

La voluntad es "la cualidad de los seres humanos [...]  que les mueve a hacer cosas de manera intencionada. Es la facultad que permite al ser humano gobernar sus actos, decidir con libertad y optar por un tipo de conducta determinado. La voluntad es el poder de elección con ayuda de la conciencia." Sin fuerza de voluntad, nos quedamos quietos y no somos capaces de avanzar hacia ningún lado.

La afectividad es la cualidad con la cual es ser humano experimenta los cambios que se producen en su yo y su entorno. Se manifiesta a través de las emociones y los sentimientos. Todos nos generamos y generamos esos estados emocionales y sentimentales, reconocerlos y saber tratarlos es fundamental para lograr tanto la victoria privada como la pública. Debemos se capaces de identificar aquellas emociones y sentimientos que nos hacen bien o mal para bien potenciarlos o bien, minimizarlos. De igual modo, tenemos que conocer que estados emocionales y sentimentales provocamos y provocan en nosotros las demás personas para actuar de la misma forma.

Estas cuatro cualidades se unen a través de aristas, denominadas "diversión-resiliencia", pues para lograr el dado que garantice nuestro éxito, necesitamos saber que ambos cuadrados necesitan que los vivamos con diversión, es decir, disfrutando el camino. Pero también sabiendo aguantar y sobreponerse a los golpes del destino, es decir, siendo capaces de aceptar los estados de dolor y sufrimiento y saber sobreponerse a ellos.

Ya tienes tu dado para jugar, ahora solo te queda tirar...
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