Thursday, March 30, 2006

Anécdotas de un griposo de paseo

Amodorrado por una gripe persistente que se niega a querer abandonarme, no he querido verme vencido por el cansancio y el malestar general que posee mi cuerpo; con esa idea en la cabeza, salí a dar un paseo a pesar de que a lo mejor, en el momento menos previsto, me cayese al suelo debido a lo débil de mi estado.

Ya en la calle, una leve brisa y el contacto cálido del sol, lograron lo que los medicamentos no han hecho, despejar mi cefalea y motivarme a dar un buen paseo para recuperar los ánimos. Así que casi como rejuvenecido, emprendí una caminata por los Cantones dirección Calle Real, con la intención de pasar por el Teatro Rosalía de Castro para ver la programación y de paso, detenerme en los diferentes escaparates, sobre todo el la Librería Colón, a la caza de algún libro que devorar este fin de semana, de presumible encame obligado.

Dejando atrás los verdes jardines del Cantón Mayor, el Casino y la nueva sede de la Fundación Caixa Galicia, me introduje de lleno en el gentío de la Calle Mayor, por lo visto toda una multitud de personas habían tenido la misma idea que yo, pero a quien le guste la soledad que se vaya al campo y no viva en una ciudad.

A la altura de la Librería Colón, empecé a oír la dulce música de un violín, desde luego la persona que lo estuviese tocando no lo maltrataba, por lo que podía percibir a esa distancia, ese músico sabía lo que se hacía con uno de los instrumentos que más cariño y dedicación pide. Creo que junto con la flauta y la gaita, el violín es uno de los instrumentos más exigentes y duros que hay, capaz de transportarte a mundos lejanos y exóticos si se sabe tocar, como al mismo tiempo se transforma en juez cruel y severo cuando alguien intenta aprovecharse de él.

Con la una tremenda curiosidad intenté localizar quien podía ser el pequeño genio que tocaba así. Lo encontré a pocos metros, tapado por la marea de gente, ¿he dicho lo encontré?, lo correcto sería decir la encontré. Se trataba de una chica de cabellos rubios, ojos azules, piel clara y unas manos realmente virtuosas. Deduje por su fisonomía que no era de la tierra, posiblemente se tratase de una emigrante del este de Europa o incluso de Rusia. Pero esas dudas pronto se disiparon cuando comenzó a tocar de nuevo una pieza, que si mis conocimientos de música clásica no se equivocan, era Preludio para violín de T. Balizar. Era una maravilla verla tocar, toda una experiencia ver como deslizaba el arco por las cuerdas, el manejo de los dedos, el posicionamiento de la cabeza para permitir alcanzar las notas más altas, en fín, todo un lujo y gratis, en plena calle. Sin dudarlo, cuando acabo la pieza, compré dos discos compactos que ella misma había grabado en un estudio de la ciudad. La compra fue la excusa también para calmar mi lado cotilla y saber más de ella. Me comentó que se llamaba Katia, era de San Petesburbo y llevaba en España unos tres meses, me sorprendió lo bien que hablaba español aunque no podía ocultar su acento. Sin saber porque motivos, la invité a tomar un café, se asusto en un principio, pero después de pensarlo un rato, aceptó.

Entramos en una cafetería que había enfrente de donde tocaba. Ahora que estaba sentado delante de ella, no sabía que hacer y Katia se percató y comenzó hablar. Me contó que había estudiado español desde el colegio, que en Rusia se estudia mucho porque a España se le ve como un país rico y lleno de oportunidades para gente como ella. Me contó también que desde ya muy pequeña tocaba el violín, y desde que tenía memoria siempre le gustó, de hecho, fue al conservatorio en Moscú, y acabo sus estudios de Violín, Viola y Piano. Sin embargo, en su país, según ella, no había buenas oportunidades de trabajo, así que con una maleta, lo que llevaba puesto y su violín, tomó un buen día la decisión de venirse a España. Desde esa fecha hasta este día, habían pasado tres años, estuvo en Alemania, Austria, la República Checa y finalmente España.

Le pregunté que tal se encontraba entre nosotros, estuvo un momento reflexionando, quizás buscando las palabras adecuadas para no ser muy descortés con el país que la acogía, al final confesó que estaba muy feliz de estar aquí, pero también muy desilusionada, pues los sueños que parecían felices desde Rusia, no se cumplían tan fácilmente en España.

Me contó que por las mañanas trabajaba de asistenta en varias casas haciendo la limpieza, y por las tardes, si el tiempo lo permitía, se bajaba a la calle a tocar y ganarse unos euros con lo que más le gustaba. No renunciaba, según ella, a tocar algún día en alguna orquesta de España. Se calló luego, y se levantó agradeciéndome el café y la compra de los cds, y se excusó diciendo que tenía que seguir tocando.

La vi como se marchaba hacia su esquina, cogía el violín y empezaba a tocar de nuevo, yo por mi parte, me quedé un buen rato mirando para ella mientras tomaba mi café, transportado por una música casi celestial, deseando que sus sueños se cumplan algún día.

Tuesday, March 28, 2006

Una piedra en medio de la calle

Caminaba tranquilo por la calle. Era un día nublado, con instantes de sol y lluvia, desde luego no era uno de esos días que propiciase el disfrutar de un paseo, pero la necesidad de aire fresco y despejar la cabeza hizo que ignorase las inclemencias del clima. Por la calle, gente, mucha gente, unos con paraguas, otros con sombrero, unos chiquillos detrás de unas chiquillas, unos ancianos hablando, lo cotidiano en estado puro.

Cuando no llevaba más de cuarenta minutos de un lado para otro, me tropiezo con una piedra, no muy grande, redonda, casi como un canto de río. ¡Qué extraño!, pensé, es muy raro encontrarse un pedazo de roca de este tamaño, a pesar de no ser muy llamativo como ya comenté, en medio de la calle. Me detuve un momento mirándola.

Casi redonda, como ya he dicho, era de un color grisáceo muy fuerte, con motas de negro y blanco, parecía desprender un brillo interior propio, sin embargo, lo más curioso es que parecía ser el único que era capaz de ver esa cualidad tan especial, el resto viandantes me miraban sorprendidos, con una expresión de extrañeza y cuando intentaba señalarles la piedra, dirigían sus incrédulos ojos al suelo, los levantaban y me miraban diciendo que allí no había nada más que una roca fea y gris.

Aún así, algo en mi interior me decía que no podía abandonar aquella piedra. A pesar de que todo, estoy seguro de ello, pensaba que estaba loco, decidí, sin pensarlo más veces, guardar la piedra en mi bolsillo.

Al llegar a casa, me senté y puse la piedra encima del escritorio de la habitación, la piedra parecía ahora más pequeña, más agradable, cómo decirlo, más cercana quizás. Daba la sensación que llevaba conmigo toda la vida, pero sólo hacía dos horas y media que la había encontrado. Me fui a la ducha. De regreso del baño, mientras me vestía observe que la piedra estaba moviéndose, como con pequeños temblores, se parecía al instante en que un polluelo intenta salir del cascarón de su huevo. A los pocos segundos, la piedra se partió en dos y apareció ante mí una pepita de oro. Boquiabierto recogí la pepita y la observé más de cerca, sin duda, a pesar de que no poseer conocimientos de geología, sabía muy bien lo que era.

Me acosté con una satisfacción enorme, pensando en la suerte que había tenido y reflexionando sobre el hecho de que los demás, a pesar de ver una piedra, no sintieron curiosidad por ella como lo hice yo, quizás porque esperaban ver algo más que un simple trozo de roca en medio de la calle, por eso no veían nada.

Al día siguiente, esperando el autobús para dirigirme a la facultad, un señor mayor, vestido de una forma bastante extraña, con una especie de traje de época con un monóculo, sombrero de copa y pajarita de colores se puso a mi lado, me miró fijamente y al cabo de un tiempo me dijo:

- “No todos los días se encuentran pepitas de oro verdad”

Sorprendido y asustado pensando que iba a quitarme mi tesoro, le conteste que no tenía ni idea de lo que hablaba.

- “Claro que sí, no tengas miedo, no voy a quitarte tu trozo de piedra.”

- “¡Eh!, no es un trozo de piedra, es una preciosa pepita de oro.”.-  En ese momento maldije mil veces lo bocazas que podía llegar a ser.

- “No, es un trozo de piedra querido jovenzuelo, mírelo lo usted.”

Con miedo, introduje la mano en el bolsillo donde había depositado mi pepita de oro, la extraje y, horror, efectivamente allí estaba otra vez el la piedra, gris, fría, oscura.

- “Pero que le ha hecho a mi oro.”

- “Nada joven, siempre ha sido una piedra nunca una joya.”

- “Pero……”.- Balbuceé sin poder decir más.

- “Tranquilo, tu has sido el único que ha sido capaz de ver una pepita de oro que se disfraza de piedra vulgar. Incluso cuando te decían que estabas loco por llevar un peso tan inútil en tu bolsillo; pero ellos no entendían como podías cargar con aquella fea piedra sin valor y utilidad. ¡Qué engañados estaban!”

- “Pero….”

- “Mira de nuevo tu mano.”

Cuando miré de nuevo la piedra, asombrado comprobé que se había transformado de nuevo en una pepita de oro. Quise saber el nombre de ese anciano tan extraño y singular, pero al levantar la vista de mi mano, ya no estaba allí, había desaparecido por arte de magia. Sólo con el pasar de los años entendí la verdadera lección que me enseñó el viejo y la piedra… .

Monday, March 27, 2006

Ahora veo lo ciego que estaba

Ayer por la noche volví acordarme de ti. Es normal, no ha pasado tanto tiempo, dos meses quizás, no más. Y mientras lo hacía caí en la cuenta de lo estúpido que fui, increiblemente idiota al haber pensado que, por culpa de unos ojos negros, buscaba más que lo que tu ofrecías. No hay rencor, ni amargura, ni dolor, sólo sorpresa por lo fácilmente que alguien como yo se ilusiona con las cosas más tontas.
¿Qué aquello no fue una cosa tonta? eso pensaba yo, pero tu no opinabas lo mmismo cuando dijiste que sólo fue un buen baile de cuerpos y sexo. ¡Qué estabas equivocada! No, no me lo digas ahora, porque justo en este momento es cuando yo me doy cuenta de que tenias razón y lo de esa noche, no fue más que puro sexo con un cuerpo desconocido. Ya ves, sólo los tonto se enamoran.

Tuesday, March 21, 2006

Lluvia

Llovía con fuerza, el agua caía con tal intensidad que los paraguas se hacían inútiles y lo único que realmente importaba era esconderse del aguacero en cualquier lugar guarecido. Él llevaba ya unos cuantos días viviendo en el banco enfrente de casa. Allí comía, veía pasar a la gente, los niños e incluso dormía. Nunca pensé en hablarle, pero por bromas del destino, esa tarde, el diluvio hizo que compartiésemos una balconada para no mojarnos. Al principio, ninguno de los dos nos hablamos, pero al cabo de un tiempo, comentó que la tromba de agua iba para rato, que menos mal que no tenía nada importante que hacer, luego se rió.

- “Me llamo Juan, ¿y tú?”

- “Alberto” le contesté secamente.

Debí ser un poco grosero en mi entonación que vaciló un rato, bajó la cabeza y parecía que iba a callarse cuando me digo:

- “¿Eres de Coruña?”

- “No, soy de Verín, una villa al sur de la provincia de Ourense”.

- “¡Ah!, la villa de Monterrey, bonito lugar, me gusta su castillo y sus vinos”.

- “Si, dicen que no están mal, supongo, no sé mucho de vinos”

- “Claro, ahora los jóvenes el vino lo mezcláis todo con coca-cola, jejejeje, tengo que reconocer que está muy bueno, pero sigo prefiriendo el vino al natural.”

No hacía falta que lo jurase pensé, su aspecto era horrible, con ropas andrajosas, pelo sucio, la cara totalmente roja por el alcohol, posiblemente el cartón de vino que se encontraba a pocos metros de nosotros, en el banco. Su olor era fuerte, nada agradable a la nariz, menos mal que nos hallábamos a cielo abierto, en un lugar cerrado hubiese sido imposible aguantar a su lado.

- “Sabes, la gente cuando me ve piensa que soy un pobre desgraciado, un borracho que no es capaz de salir de la miseria donde se ha hundido…”

- “Bueno, no sé”

- “Claro que sí, no puedes ocultar que estás pasando un mal rato debido a mi perfume natural…”

Sólo lograba decir monosílabos sin sentido, vacilando pues no quería herir sus sentimientos, pero también es cierto que no aguantaba su olor corporal.

- “Llevo la vida que gusta.”

- “Si, por supuesto.”

- “Es cierto, hace unos veinte años mi mujer y mis dos hijas murieron en un accidente de coche…”

- “Lo siento”

- “Gracias, pero ya lo he superado, no quiero decir que las haya olvidado, pero el dolor con el paso del tiempo siempre va a menos, es como si el propio cuerpo se curase para no sufrir tanto.”

- “Puede…”

Seguía lloviendo con intensidad, sólo deseaba que parase o por lo menos, disminuyese la intensidad para así poder marcharme a casa, pero el agua parecía no dar tregua.

- “Después de la muerte de mi mujer e hijas, caí en una depresión, perdí mi trabajo y con ello mi casa y todas mis pertenencias, los bancos se quedaron con todo.”

- “Lo siento.”

- “Deja de decir que lo sientes hombre, realmente te importa un carajo, es normal, a mí también tus problemas me importan un carajo, no te cuento mis penas, sólo quiero que sepas que la vida no es un camino de rosas chaval…”

- “Gracias, pero ya lo sé…”

- “No me mal interpretes, la vida es una mierda mientras sigas pensando que lo importante es encontrar un camino determinado, mientras pienses que si no consigues un buen trabajo, una mejor esposa y la mejor casa eres un perdedor. No, sólo cuando eres consciente de que esas cosas son superfluas puedes ver la vida no como un camino, sino como infinitos caminos que puedes recorrer sin tener en la cabeza cosas que echas de menos.”

- “Claro….”

- “Si, claro que entiendes, sabes perfectamente lo que digo, el desgraciado no soy yo, sois todos vosotros que camináis de un lado para otro sin saber donde ir, perdidos, pensando que llegáis a una meta, pero siempre volvéis a la línea de salida. Yo sin embargo, hoy estoy aquí, mañana en otro lugar, cada vez que un sitio me aburre, sólo tengo que recoger mis cartones, mi manta y ponerme a caminar de verdad hacia un lugar. Sin pesos, sin ataduras, sin nadie que me diga que tengo que volver. Soy libre de ir a donde me plazca, no tengo que justificarme ante nada ni ante nadie…”

- “Bueno, pero tendrá que reconocerme que ha dejado de lado muchas comodidades, y que su vida ahora mismo no es nada saludable…”

- “Lo importante no es vivir mucho, sino vivir como quieres realmente vivir, ¿vives tú como realmente quieres hacerlo?”

- “Claro….”

En ese momento, la lluvia era ya menos intensa, me despedí de él y mirando el reloj comprobaba que llegaba tarde al gimnasio. Mientras él, caminó hacia el banco, cogió su cartón de vino y volvió hacia la balconada, se sentó, bebió un trago, se tapó con la manta y se acurrucó para dormir. Puedo casi jurar que nunca he visto una cara con una expresión de tranquilidad como aquella, yo sólo pensaba en que no llegaba a tiempo… .

Sunday, March 19, 2006

Seis

El señor apacible y con buenos estudios recorría una avenida arbolada y tranquila cuando oyó un repentino zumbido, como de algo que girara, a su lado; se dio la vuelta para mirar y vio abrirse en el suelo un abismo en forma de embudo; a medida que giraba, el abismo iba ensanchándose, hasta que alcanzó una anchura de tal vez dos metros; y seguía girando. El señor, que no carecía de espíritu de observación, descubrió que el abismo no estaba inmóvil sino que, aunque la cosa pareciera inverosímil, se desplazaba; más exactamente se movía junto a él. Dio algunos pasos, y el abismo le acompañó, dándole, por decirlo de algún modo, la izquierda, por lo que el señor apacible pensó que se trataba de un abismo femenino. Pero ocurrió después que el abismo se colocó delante, casi como para hacerle caer en su hueco, y él tuvo que detenerse. En realidad, no estaba seguro de que el abismo tuviese intenciones de absorberle y suprimirle, pero estaba claro que le gustaba infundirle una sensación de inseguridad y de amenaza inminente. El señor con buenos estudios había oído hablar de los Abismos Custodios que, en la antigüedad, acompañaban a los monjes del desierto, dándoles la doble sensación de ser escoltados y acosados. No sabía si los Abismos Custodios existían todavía; tal vez aquello era un ejemplo, ignoraba si tardío, o el primer indicio del renacimiento de los Abismos. Actuaba con precaución, pero al principio sin temor; comenzó a ponerse nervioso cuando el Abismo cruzó a su izquierda, le rozó luego los tobillos, se alejó bruscamente, se le echó de nuevo encima, parándose a un centímetro de sus pies. El señor estaba menos tranquilo, pero en él se había insinuado una cierta curiosidad. Fue así como se dirigió al Abismo, y le preguntó respetuosamente si le había enviado Dios. El Abismo pareció sorprendido de que se le dirigiese la palabra, y el señor tuvo la impresión de que se ruborizaba. Es posible, pensó el señor, que me haya comportado de manera incorrecta, pero puedo decir que toda la culpa es exclusivamente del Abismo; pensó que se trataba de un Abismo poco serio. Le preguntó, no sin una pizca de insolencia, si se habían conocido anteriormente, si tenían motivos para sentirse autorizados a una cierta intimidad. Después de una breve vacilación, el Abismo le indicó graciosamente que no. El señor avanzó entonces directamente hacia el Abismo, que retrocedió, se apartó, y se quedó mirando pensativamente al señor. El señor prosiguió su camino, y cuando se dio cuenta de que el Abismo había renunciado a seguirle, percibió un agudo y senil malestar.

Saturday, March 18, 2006

Un hilo de humo

Alguien tiene en el alma una hoguera, pero nadie se acerca nunca a calentarse.

Y los transeúntes no perciben más que un hilo de humo.

Friday, March 17, 2006

La Quina

LA historia de la quima me la contó mi abuelo. No es bueno - decía - ponerse a mirar el cielo durante mucho tiempo, porque puedes ver una quima, y ay de ti si eso sucede. ¿Y qué es una quima?, preguntaba yo. Pues un pájaro, pero más veloz. Como una paloma, pero más blanca. Tan blanca que te hiere los ojos y te hace verlo todo gris: la nieve, las nubes de verano, los rayos de luna, el alabastro, la piel de los muertos, el papel sobre el que escribo... hasta las sagradas formas (y aquí mi abuelo, que a pesar de ser ateo y comunista, se santiguaba), que Dios me perdone. Cuando ves una quima, ya no hay remedio: todo lo que miras después se vuelve gris.

Ya soy viejo y no creo en las quimas. Pero acabo de recordar algo.

Era una muchacha. Nunca supe su nombre. Tenía el pelo de color almibar. La vi por primera vez en la iglesia, durante una comunión. Tan embobado quedé al verla que un compañero decidió empujarme para que avanzara hacia el altar. Ella pertenecía a otro instituto, y después de la comunión se marchó. Yo no tardé en olvidarla.

La memoria de los viejos es rara. Desde hace tiempo me obsesiona esa pregunta que todos nos hacemos alguna vez: si he sido feliz, o lo soy, o puedo esperar serlo. He concluido que un matrimonio, un trabajo, unos hijos, una jubilación y una viudez apacible no me permiten quejarme: puede decirse que he sido razonablemente dichoso durante sesenta y nueve años de vida. Pero a saber por qué hoy, de improviso, mientras me afeitaba, me ha dado por acordarme de esa muchacha; de lo despacio que caminaba al ir a comulgar, con la cabeza erguida y la sonrisa pendiente del rostro como una fruta del árbol; de su vestido blanco, tan blanco que hería los ojos, y del susurro de la tela al moverse, como un suave batir de alas...

Tuesday, March 14, 2006

Hecho de menos tu cuerpo a mi lado

¿Cuánto tiempo hace muchachito de ojos tristes? Ayer recordé tu dulce cuerpo en mis manos, y ansié tenerte de nuevo entre mis brazos, sentir tu calor en mi cuerpo y los susurros de tu voz a mi lado. A dónde te has ido, a dónde te has marchado... que solo me has dejado.
Quisiera volver a ver tu pálido cuerpo bañándose a la luz de la luna, en un mar de olas enrizadas, de espuma blanca y frió tacto. Sentir como me desnudas con tu mirada de pícaro endiablado, con tu sonrisa de niño perverso, con tus besos, carne contra carne, todo físico, todo tacto.
Oler de nuevo tu cuello, tus manos, tu pecho, todo cuerpo salado, húmedo y mojado. Notar como tu lengua viaja otra vez por aquellos parajes hasta entonces nunca explorados, amar, follar al fin y al cabo, pasión, gula, lujuria desenfrenada. Los dos sabíamos que no había lugar en aquel acto, para el amor, sólo para sexo más desenfrenado, porque éramos dos cuerpos deseosos de contacto, de gozos y orgasmos.
Ayer soñé que tenía tu cuerpo a mi lado, ¿Dónde estás mi muchachito de ojos negros solitarios?

Saturday, March 11, 2006

Madrid aquella mañana




Mañana de réquiem en la ciudad de Madrid,
caras ensangrentadas,
al viento perdidos, gritos en un mar de truenos,
pesadilla al despertar en rojo y negro enmarcada.

Ira de dolor frustrada, vidas segadas de
odio y crueldad,
un pueblo desconsolado,
apagados millones de llantos en una tarde lluviosa,
fria y gris,
recuerdo de una mañana en rojo y negro.

Caminando por un mar ensangrentado, triste, apenado,
con el dolor cubierto de sangre, ahogado,
perdido y aun no encontrado
recordando,
llorando,
lagrimas de una España rota y destrozada,
balcones en negro, banderas en gris,
almas rotas,
ciudad herida muestra del pueblo masacrado.

Esperanzas dinamitadas,
vidas fusiladas, asesinadas,
arrancadas de la tierra,
flores marchitas en recuerdo de una mañana.
Mañana de réquiem en la ciudad de Madrid,
mañana de muerte en todo un país.

Friday, March 03, 2006

La caverna

“Imagínate una caverna subterránea, que dispone de una larga entrada para la luz a todo lo largo de ella, y figúrate unos hombres que se encuentran ahí ya desde la niñez, atados por los pies y el cuello, de tal modo que hayan de permanecer en la misma posición y mirando tan solo hacia delante, imposibilitados como están por las cadenas de volver la vista hacia atrás…”
Platón, República, 515


Imbécil, te crees libre y no sabes realmente que eres un esclavo más en esta cueva fría y oscura. Me da igual que pienses que no tengo razón, es imposible no te haya surgido en algún momento la duda, si, la duda, esa pregunta que una y otra vez martillea tu cabeza, yo sé la respuesta: ¡estás tan atado como yo a esta mentira creada que nos venden como la realidad!

Tú no existes, eres la creación, el pensamiento de un genio loco que juega constantemente con cada uno de nosotros, divirtiéndose al ver como pensamos que somos libres y que en todo momento decidimos nuestro futuro. El futuro no existe, el pasado no existe y el presente es demasiado duro para que quieras saber si realmente existe.

Ríndete y abandona esa estúpida lucha para abandonar la cueva, no tienes la fuerza ni la valentía para enfrentarte a tus miedos y pesadillas, y sin esa batalla, jamás podrás abandonar este plano de la realidad tan falso como una obra de teatro. Abandona, es más fácil y cómodo, créeme, aquí tienes todo lo que necesitas para seguir viviendo una vida falsa, pero una vida al fin y al cabo. Sigue buscando un trabajo, una chica que te ame, ten hijos que aumenten el número de esclavos, muere de viejo y decrépito, pero deja de intentar ser libre, debes escoger entre saber o ser feliz, y la ignorancia es una droga demasiado dulce para que la rechaces.

He visto a muchos como tú que se creen capaces de romper con lo terrenal, llenos de la suficiente locura en un principio como para dejar atrás todas las cosas superfluas y falsas, pero cuando comienzan a percibir lo dantesco del mundo exterior, sólo lloran y gimen que quieren volver, pero en ese momento es demasiado tarde, has tomado una decisión y algunas veces no es posible volver atrás. Fíjate en los otros, ves como viven felices en la mentira y el engaño, para qué quieres tu conocer más. Vuelve por donde has venido y no me sigas, allí afuera no está el paraíso, esta la realidad y no te va a gustar.

Ahora bien, si para ti nada tiene sentido, si todo está vacío de sentido y significado, si cada concepto aprendido no te aporta nada y en ti quema el fuego de crear algo propio, si tu alma es la del viajero que no soporta nada por hecho ni dicho, si ideas como familia, patria, amistad, amor, yo, tu, nosotros, ellos no te atan ni dicen nada, si crees que su verdadera esencia aun está por descubrir; entonces sigue adelante, sigue incluso aunque veas que yo no llego. Camina hacia delante siempre porque en ti está el alma del rebelde, del visionario y en la meta tendrás tu recompensa, pero piensa también que quizás las respuestas no te gusten.

Wednesday, March 01, 2006

En pocas palabras

O me aceptan como soy,
o me aceptan como soy.
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