Sunday, February 28, 2010

"Sobre la felicidad" en Dialogos de Seneca

Un domingo soleado y casi primaveral que deja a la altura del betún la capidad de predicción de nuestro instituto de meteorología , lo he dedicado a pasear, oír música y leer a Lucius Annæus Seneca. Más exactamente su diálogo Sobre la Felicidad de su obra Diálogos.

Una muestra de la sabiduría del filósofo romano y que me ha hecho reflexionar sobre el tema de la felicidad. Espero que les guste.

"Todos los hombres, hermano Galión, quieren vivir felizmente. Pero andan a ciegas, cuando tratan de encontrar aquello que hace feliz la vida. No es fácil, por tanto, conseguir la felicidad, pues, con cuanto mayor afán uno la busca, más se aleja de ella, si ha equivocado el camino. La misma velocidad es causa de mayor alejamiento, si el camino va en sentido contrario. En consecuencia, lo primero que hay que determinar en qué queremos y después fijarnos en el camino por donde podemos avanzar con más celeridad hacia ello. Ya puestos en el camino, habremos de entender, cuánto hemos avanzado cada día y cuánto más cerca estamos del término del viaje al que nos empuja y acucia el deseo natural.
Porque si vagamos de acá para allá, sin otro guía que el griterío y la barabúnda discordante que nos llama hacia diferentes direcciones, malgastaremos nuestra corta vida, aunque por otra parte, nos afanemos en cultivar día y noche nuestra alma. Decidamos, pues, adónde queremos ir y por dónde. Pero, no sin ayuda de persona experimentada, que conozca bien el camino por donde queremos ir, pues en este viaje no se dan las mismas condiciones que en los otros. En éstos siempre hay algún sendero, y los lugareños a quienes preguntemos no permiten extraviarnos. Aquí, en cambio, el camino más trillado y más conocido es el que más nos engaña.
Nada, pues, ha que cuidar tanto como no seguir al estilo de las ovejas, al rebaño de los que van delante de nosotros, con la mira puesta no allá a donde se ha de ir, sino a donde se va."

Sobre la felicidad en Diálogos de Seneca.

Sunday, February 21, 2010

Simplemente un cobarde

Conozco mil formas para escribir que te quiero,
pero ninguna para decirte lo que siento.

Miles de veces sueño que acaricio tu cuerpo,
mas despierto temo rozarte con un simple dedo.

Sincero en mi mirada,
falso con mis palabras.

Mi disfraz sonrié, mas detrás de la máscara,
lloro sin posibilidad de consuelo.

Necesito estar cerca de ti para sentirme vivo,
pero cuanto más me acerco, más daño hace el fuego.

Mi destino, quemado por amar,
mas sin llagas externas que delaten lo que soy,
un cobarde.


Wednesday, February 17, 2010

Tarde de exámenes en la UNED

Erguir la cabeza en un examen es como ser un risco en el mar. Las demás cabezas gachas, quietas, con las coronillas apuntando al cielo nos traslada a la sensación de estar observando un mar en calma, pero se trata de la engañosa tranquilidad que precede a la tormenta.

Con el paso del tiempo los nervios van creciendo y la tensión aumenta, el mar ya no está tranquilo, las cabezas se mueven como olas en medio de una tempestad. Unas prestas a buscar pupitres lejanos en el intento de encontrar el mapa del tesoro en manos de un pirata vecino, otras resignadas por el fracaso y asumiendo la derrota se impacientan mientras esperan que les llegue su turno de abondar el barco y pasar por la quilla. Se oye también al viento susurrar y en su son trae y lleva dudas mientras devuelve respuestas y soluciones; esa es la suave y ligera brisa del mar.

Un mar que como los otros posee sus propios depredadores, animales fieros dispuestos a arrojar fuera del agua a sus víctimas y acabar de forma sangrienta con ellas. Se agazapan en cualquier esquina, esperan pacientes y se acercan silenciosamente para poder sorprender a la pobre víctima en el último acto de sus vidas.

El risco mientras tanto no deja de observar, desde su privilegiada atalaya, la furia del temporal. Se muestra indiferente al viento, a las olas e incluso a los propios depredadores; se sabe a salvo, seguro de su fuerza. El risco se yergue entre mar porque toda su seguridad es prueba de su desfachatez intelectual. Observa el mar desde el orgullo, la vanidad y la pedantería de saberse a salvo, de pensarse aprobado en este examen, que como un mar, se cobra poco a poco sus víctimas, entre las cuales el risco sueña con no estar.
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