Friday, December 31, 2010

Si la cosa funciona...

“Creedme, odio las fiestas de año nuevo. Todos desesperados por divertirse, tratando de celebrarlo de algún modo mísero, ¿celebrar qué? ¿Un paso más hacia la tumba? De ahí que nunca me canse de decir, aprovecha todo el amor que puedas dar o recibir, toda la felicidad que puedas birlar o brindar, cualquier medida de gracia pasajera si la cosa funciona y no te hagas ilusiones, no depende de tu ingenuidad humana, ni mucho menos, más de lo que te gusta admitir es suerte en tu existencia. ¿Conoces la probabilidad de que entre millones de espermatozoides de tu padre, uno encontrara el óvulo que te creó? No lo pienses, te daría un ataque de pánico”.

 Boris Yellnikoff,  ‘Whatever Works’,

Wednesday, December 22, 2010

Mi número premiado

Hoy, un número permitirá realizar sueños, materializar ilusiones, sacar sonrisas, secar tristezas y como dice mi abuela "tapar agujeros". Unas cifras segundos antes anodinas, grises, sin mayor significado que el matemático se convertirán en un auténtico símbolo apotropaico que alejará el mal y se convertirá en atractor de bien.

Ahora mismo, miércoles 22 de Diciembre, a las doce y media de la noche, aún faltan unas cuantas horas para que todo ello suceda. Sin embargo, yo ya tengo el número premiado. No es un décimo cualquiera, no. Éste por ejemplo no tiene números como los demás, sino letras. Y lo que es más valioso e importante, su premio no es en dinero, sino en algo más importante. FELICIDAD.

Si, sé que es difícil de creer, pero yo tengo ese billete mágico. ¿Que qué palabras contiene? Pues unas tan simples y a la vez tan importantes como AMIGO. Y además, no tengo uno, sino varios, tampoco muchos no crean.

Recuerdo que no fue fácil adquirirlos, pues supuso dar a cambio no dinero, pero si tiempo, dedicación, paciencia, empatía, cariño, fidelidad, sinceridad, cariño, orgullo. Pero a cambio, ya pueden ver por ustedes mismos que el premio es mucho mayor.

Monday, December 20, 2010

Necesitaba

Necesitaba hablar, decir lo que tenía dentro, liberar una carga que aplastaba mi cuerpo contra el duro suelo y me impedía caminar. Necesitaba la compresión y el calor, la aprobación y el ánimo, el abrazo y las fuerzas de alguien más. Necesitaba unos brazos para ayudarme a aligerar el peso de parte de mi ser. Lo necesitaba y no encontré a nadie. Lo necesitaba más que nunca y resulta que lo hallé en MI.

¡Gracias a nadie por estar ahí! ¡Hoy me he subido de nuevo a mi nube azul! ¡Y no pienso volver a bajarme de ella otra vez! Estoy harto de mentiras y falsos compromisos. ¡Que les den!

"Voy a ver si me encuentro dentro de mi piel, y comprendo porque nada puedo entender. Me resulta tan raro todo lo normal, me tropiezo, me caigo y vuelvo a tropezar. Creí que me había equivocado, luego pensé: estoy bien aquí, en mi nube azul, todo es como yo lo he inventado, y la realidad trozos de cristal que al final hay que pasar descalzo."

Sunday, December 19, 2010

Brevísimos X

Si quienes piensan que tienen que dedicarte tiempo, en vez de compartirlo, no merecen que pasen más segundos contigo. No les hagas mal gastar su tiempo, ni les dediques el tuyo. Lo valioso no es dedicar, es dar.

Wednesday, December 15, 2010

Brevisimos IX

Existen personas que te ruegan, piden e incluso llegan a exiguir que les prestes tiempo y atención. Pero sólo unos pocas los regalan desinteresadamente. Así que ya sabes a quién debes también corresponderles con unos bienes tan valiosos.

Sunday, December 12, 2010

Pongamos que hablo de Madrid...

Hace frío, debería haber cogido la bufanda. Se nota que el inverno ha llegado ya, pero me encanta sentir el tacto gélido del viento, el vaho saliendo de mi boca y el sabor del café cuando, caliente, reanima cuerpo. Las calles están atestadas de gente yendo y viendo con sus ropas, sus bolsos, sus abrigos, sus gorros, sus guantes y las prisas del que no tiene un lugar a donde ir. Calles llenas de luz, con miles de bombillas rojas, amarillas, verdes, blancas y azules. Me gusta Madrid en Diciembre y me gusta de noche.

Voy sin rumbo fijo, simplemente camino. El reloj marca las diez y media de la noche. Se hace difícil consultar la hora con guantes y abrigo. Sol está repleta de gente. No conozco a nadie. Soy un naufrago en un mar de olas que se mueven sin fin. Oigo risas a lo lejos, voces, una melodía de algún cantante callejero, el llanto de un niño y un murmullo generalizado que inunda toda la plaza dotándola de una sensación acústica única. Sol late, está vivo. Madrid no duerme.

Camino despacio, cabizbajo hacia el Oso y el Madroño. ¿Cuántos sabrán que es realmente una osa? Sin embargo, es lo de menos. Esta estatua tranquiliza mi alma. La resistencia del Madroño aguantando el peso de las poderosas patas de la osa, la energía y la lucha de ésta contra el árbol para lograr los frutos más tiernos de su copa. El bronce está frío, pero da igual. El tacto liso del metal me tranquiliza. Una osa como la Osa Mayor, que guía mi camino, éste que sigue calle arriba, por Alcalá. Me pierdo por dentro para encontrarme con Madrid.

Estoy en el cruce de Gran Vía con Alcalá. Me sorprende la majestuosidad del edificio Metrópolis. Su gran cúpula de pizarra con sus ribetes dorados y el contraste del blanco de su fachada me hechizan. En lo alto, la Victoria Alada. ¡Que gracia! La ciudad me grita su vitalidad, su alegría, su victoria. Y yo no consigo levantar cabeza más allá de mi propia tristeza.

Alguien me ha tocado el hombro. No ha sido algo fortuito. He notado como lo han asido con fuerza. Sin embargo, no veo a nadie conocido. Tengo todo conmigo desde la cartera, el móvil y las llaves de casa. Seguro que habrá sido un choque involuntario. Pero no puedo quitarme la sensación de que alguien me está vigilando.

Lo veo. Me está mirando fijamente. Al otro lado de la calle, enfrente del edificio del Círculo de Bellas Artes. No puede ser él, es imposible, pero ahí está. Con su sonrisa pícara, su misteriosa mirada, ese porte del que no tiene miedo a nada ni a nadie. Mi corazón late con fuerza ante su imagen. Pero no puede ser. ¿Me guiña el ojo? Cruzaré a por él.

Camina deprisa hacia Cibeles. Por más que quiero no logro alcanzarle. Me embarga un sentimiento de desazón y esperanza. Quiero alcanzarle. Quiero tocarle, besarle, decirle que le quiero. ¿Por qué no se detiene? ¿Por qué por más que corro él parece ir más rápido a pesar de que lleva un ligero paso? Huelo tan claro su cuerpo, ese olor amargo y dulce a pesar del tráfico. ¡Maldita sea, voy a perderle!

Tengo a la diosa enfrente. No sé por donde se ha ido. Le he perdido definitivamente. Jadeo por el esfuerzo. He corrido unos metros pero parece que han sido kilómetros. No lo encuentro por ningún lado, sólo veo a la orgullosa Cibeles sobre su carro tirado por leones. Sin embargo, de él no hay rastro. No veo sus profundos ojos negro mirándome por ningún lado. Deseo aún que sus suaves manos tocasen mi cara, mi pelo, que sus labios me besasen, oír en medio de Madrid, el latir de su corazón junto al mío. Pero no está. Únicamente la estatua de esa diosa que me mira desafiante. La diosa de la vida, la muerte y la resurrección.

Madrid de noche. Madrid que no duerme. Madrid que quiere decirme que él no es para mí, que le tengo perdido ya. Que mi vida debe seguir adelante y aceptar su muerte, porque sólo así lograré mi resurrección. Una ciudad que amo que me grita que deje de amar algo que sé inalcanzable, imposible. Duele saber que es así. Le sigo queriendo, amando, deseando con cada uno de los poros de mi piel. El frío me invade ahora. Se que una parte de mí muere con él.



Montaje elaborado por Oso.

Thursday, December 09, 2010

Niño

Las doce de la noche y aún no he terminado el informe. Cientos de hojas que no soy capaz de leer, ya que no veo letras sino garabatos. Me duele la cabeza y los ojos en vez de estar colocados en sus cuencas, se clavan como punzantes bolas que ya no soy capaz mantener abiertos más tiempo. Creo que los tengo tan rojos que podría usarlos como un capote para torear. Hace tiempo que tiré los zapatos por la habitación que ni recuerdo por donde están. La corbata sigue intacta pero me asfixia sobremanera, ¿por qué sigo con ella si estoy sólo en el cuarto?. Quizás la metáfora de la argolla que me ata a esta especie de esclavitud pactada y consentida. No sé porque sigo trabajando si no puedo más.

El cuarto es tan indiferente y anodino como todas las habitaciones de hotel por las que deambulo semana si semana también. Una simple cama con sábanas blancas, un pequeño aseo con ducha y miles de toallas, un armario donde colocar los trajes. ¿O los uniformes de trabajo?, colgados con cuidado para que no se arruguen en esas perchas de quita y pon donde la cabeza queda en la barra con la boca abierta, mientras uno sujeta en su mano lo que sería un hombro con un cuello diminuto mientras coloca una camisa blanca.

Me duele la espalda, pero ya no aguanto más sentado. Por la ventana observo unas luces brillantes, adornos navideños, las escaleras de piedra y esa gente joven entrando y saliendo sin parar, haciendo saltar el mecanismo de las puertas. Mañana iré a ese centro comercial, le compraré algo bonito. Paso tanto tiempo fuera que no sé como lo soporta.

No aguanto más. Los zapatos aparecen detrás de la cama, al lado del pequeño mueble con teléfono. Cojo la llave y me voy. Hace frío pero necesito caminar y dejar en blanco mis pensamientos. Siempre me ha hecho gracia el olor de los pasillos de hotel, su estrechez, lo largos que son y observar las diferentes puertas como celdas de una colmena. ¡He aquí las obreras esperando un nuevo día para servir a su reina!

La calle está casi vacía. Lo único que escucho son las risas de los jóvenes que siguen saliendo y entrando. Prefiero caminar por otro sitio, no quiero toparme con nadie, necesito estar solo. Camino sin destino ni meta, veré a donde llego.

Miro el reloj. Son las cuatro. No sé donde estoy, creo que se trata de la zona más apartada del puerto. La niebla me impide ver más allá, es espesa y cubre todo lo que puedo llegar a ver. Sin embargo, oigo una canción a lo lejos. De hecho, la música se dirige hacia mí.

Un niño acaba de salir de la blanca oscuridad y me está mirando. ¿Qué hará a estas horas por aquí? ¿estará perdido? No deja de mirarme, me está poniendo nervioso. Con su abrigo azul, sus guantes negros, los pantalones vaqueros y esa bufanda roja, me siento incómodo. No sé que decir. Le preguntaré algo.

Se adelanta, su voz aguda y dulce me despierta:

- Sé lo te pasa.- Me dice. Se lo que necesitas. Únicamente debes dar respuesta a esta pregunta.- Cariacontecido que no sé que contestarle. Me mira más intensamente.

- ¿Juegas?....

Tuesday, December 07, 2010

Somewhere over the rainbow

A todos los que no dejan de soñar y luchan por cumplir sus sueños.

Somewhere over the rainbow
 Skies are blue
 And the dreams
 That you dare to dream
 Really do come true,




Friday, December 03, 2010

Soy rico

Vía facebook de Oso me llega este enlace y pienso, rodeado de trabajo donde valoran tanto la riqueza material, que yo soy ya rico. Y mucho se lo debo a ellos.

"No hay nada mejor que tener amigos optimistas y alegres".

Thursday, December 02, 2010

Re-entradas: La habitación de llorar

Re-entradas: Entradas de mi blog que me han enseñado cosas o ha gustado a mis queridos lectores y que merecen no perderse entre las olas del olvido del mar de entradas de mi blog. Espero que las disfruten. Esta primera re-entrada va dedicada a dos personas que me han enseñado que aunque llorar es necesario, esconderse en una habitación para ello no es la respuesta valiente. ¡Muchas gracias!

Regreso a mi blog después de un tiempo de descanso auto-impuesto por una necesidad interna de pensar y guardarme ciertas cosas y mi adaptación a lo que es mi nueva casa, Madrid.
La adaptación de momento está en ciernes, pues es demasiado pronto para hacer una evaluación sobre lo bien o lo mal que puede tratarme esta ciudad, de la cual se oyen miles de dimes y diretes increíblemente buenas y malas. Confieso que estoy asombrado y maravillado de las miles de cosas nuevas que se muestran a mis ojos y que ansioso deseo conocer y descubrir (esta ciudad para un sociólogo es un tesoro y gratis).
El pensar y guardar mis pensamientos es una etapa que sufro de vez en cuando, que me permite reflexionar en voz baja, tranquila e íntima sobre los temas y problemas que me interesan y preocupan, con el sosiego y la paz que supone no tener que dar explicaciones a nadie sobre por qué martirizo mis neuronas con esos pensamientos, y sobre todo, sin tener que preocupar a la gente que me rodea con ellos.
No voy a decirles sobre lo que he pensado en este período de tiempo, pero si quiero compartir con todos aquellos que me leen la conclusión a la que llegué. No se trata de una gran frase con profundidad filosófica o vitalista, ni guarda una gran sabiduría que guíe nuestra vida y aporte las respuestas a las preguntas que el camino nos lanza en todo momento. Simplemente se trata de la habitación para llorar, y antes de prejuzgarme sigan leyendo, denme una oportunidad antes de tacharme de amargado y melancólico.
La habitación de llorar se trata al fin y al cabo de una actitud, una forma de ser respetable pero nada afortunada. Ese cuarto de lágrimas al que me refiero, es si queremos verlo así, como el espacio íntimo e invisible al que recurrimos cuando los problemas de la realidad nos desbordan y nada parece mostrarse claro. En ella obtenemos el silencio, la paz, la tranquilidad e incluso puede, que el sosiego que se busca cuando vivimos una mala situación; incluso puede que recibamos alguna visita de alguien importante para nosotros que nos de aliento y ánimos. ¿Que bonito lugar es la habitación de llorara verdad?, pues no. Es una mierda. La peor decisión que uno puede tomar, diría más, es la opción del cobarde. Siento ser tan duro, sobre todo para aquellos que recurren constantemente a ese rincón, pero es una realidad.
Las cuatro paredes de la amargura no sirven de nada porque, amigos míos, cuando uno se harta de llorar y decide volver a salir de él, se da cuenta de una trágica realidad: los problemas siguen ahí y no se han solucionado. ¿Qué hacemos entonces, volvemos a la habitación a lagrimar de nuevo? Seguro que muchos habrán ya pensado que volver significa que cuando volvamos a salir, las cosas seguirán sin resolverse.
Así que frente al rincón triste de las lágrimas sólo nos queda una cosa, el hacer algo, así de simple. Ante una actitud pasiva se nos impone la necesidad de ser activos, de sacar fuerzas de flaqueza y mirar los problemas cara a cara y buscarles una respuesta. Claro que no es el camino fácil, todo lo contrario, es el más largo, duro y difícil de todos, e incluso por si todo lo anterior no fuese suficiente, tenemos que sumar el dato de que muchas veces nos partimos el cuerpo y el alma buscando soluciones y nos damos cuenta de que no hay nada que hacer. Pero ahí radica la grandeza de esta otra forma de ser, de vivir.
Cuando uno toma la actitud de actuar, aunque se fracase o no se obtengan los resultados esperados, sabremos que hemos puesto de nuestra parte toda la carne en el asador, somos conscientes de que las palabras miedo, pereza, pasividad, cobardía no nos definen, que no van con nosotros. Nos queda el orgullo de habernos estrellado contra el muro con toda la fuerza, y no quedarnos encerrados sin hacer nada y acabar estrellados más tarde, porque eso sí, el muro no va a desaparecer por mucho que intentemos derribarlo a base de lágrimas.
Para terminar, me permito la desfachatez y la osadía de darles un consejo: si conocen a una persona de esas que no se esconde en la habitación de llorar, no la dejen escapar, cuídenla y mantengan contacto con ella en todo momento, cueste lo que les cueste, pero sobre todo, aprendan de ella todo lo que puedan y escuchen muy atentamente lo que les dice, no la martiricen siempre con sus problemas y abran sus mentes y cállense un momento, verán que sin darse cuenta, ellos mismos le están dando la solución a sus problemas, pero únicamente están esperando que sean ustedes los que se decidan hacerlo, es decir, a que sean ustedes los que se levanten e inicien el camino difícil que ellos ya están recorriendo; no podemos ser tan malos y pedirles que también nos guíen a nosotros.
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