Tuesday, September 26, 2006

Diario de un suicida cobarde

Hace tres años. Si, lo recuerdo perfectamente, hace tres años era un naufrago de esta puta vida. No sé si ustedes habrán sentido alguna vez lo que intento decirles. Esa sensación de vacío, de no saber muy bien el lugar que el cruel destino depara a uno, me encontraba totalmente falto de sentimientos, me sentía como una sombra oscura y triste, perdido en mil acontecimientos que ocurrían a mi alrededor y que no sabía interpretar, y mucho menos saber el papel que me correspondía en los mismos.
Fue una etapa muy difícil para mí, muy difícil, quizás el más largo y doloroso periodo de tiempo donde el que aquí humildemente se desnuda, pasó tragos amargos y sufridos. Y no es que el pasado hubiese sido más comprensivo, pues echando la vista atrás compruebo que tampoco es que todo hubiese sido un camino de rosas, pero no sé muy bien por qué, esas dificultades pasadas se mostraron más fáciles de solucionar o por lo menos, de encontrarle un sentido.
Sin embargo, hace tres años comprobé que la vida a veces como un auténtico puñal duele y mucho. Crearon en mí ser una sensación de algo parecido a la derrota, aunque debo matizar que tampoco se trataba de un sentimiento de perdida o derrota como ya he dicho, simplemente notaba que las fuerzas me habían abandonado, que dentro de mi cuerpo, de mi mente, todo se mostraba muy oscuro y demasiado liado. Jamás durante tanto tiempo se había apoderado totalmente de mi persona el abatimiento, la melancolía, la desgana, el hastío, la necesidad de no hacer nada, en definitiva, era un vagabundo deambulando por una vida que no comprendía y que no hacía más que darme puñaladas, una tras otra y con una saña que hasta llegue a preguntarme si, el destino había decidido joderme como no había jodido a nadie.
Acompañando a todo ese manojo de sensaciones, el impulso incontrolable de beber, de buscar refugio en la bebida de una forma que nunca antes había experimentado. Y bebía porque estaba desolado y aterrado, inundado por un miedo incomprensible a no poder superar ese estado de pobreza moral.
Buscaba calor humano de forma compulsa, casi como un enfermo, era una especie de vampiro de compañía que ansiaba en todo momento no sentirse solo, que tenía pánico de la soledad. El sexo se convirtió en un carrusel de despropósitos desenfrenados, de búsqueda desesperada de algo que no llegaba nunca, pero que ansioso buscaba. Era sexo por el simple gozo de cuerpos, de perderse por unos momentos en unos sentimientos falsos y vacíos, pero que hacían olvidar las otras sensaciones de oquedad y aislamiento. Evidentemente no servía de nada, y lo único que conseguía era aumentar esa sensación desolación interior.
Era una autentica carcasa vacía. Y me consumía poco a poco más aún en esa miseria y oscuridad.
No sé si ustedes alguna vez habrán sentido esa sensación de encontrarse vacíos, de mirarse al espejo y pensar que la única compañía que le esperaba a uno, día tras día, semana tras semana, era una soledad inmensa y sobrecogedora.
Han pasado tres años. Años de cambios, evoluciones, alegrías no esperadas y tristezas no deseadas. De vida en estado puro. La sensación ya no es la misma y la esperanza se muestra en el horizonte como una estrella brillante, dejando los malos recuerdos en eso precisamente, malos recuerdos.
Ha sido un largo viaje y muy difícil, donde unos se han marchado, otros han seguido y algunos se han incorporado. A todos ellos, sin rencor, gracias, y a los que aún siguen ahí, ánimo, como dice un sabio al que debo algunas cosas, nadie dijo que la vida fuese fácil.
Un viaje donde la catarsis de la escritura se ha mostrado como una medicina del alma inmejorable, donde las nuevas metas han abierto caminos que deseo recorrer ansioso, lleno de emoción y ganas de vivir.
No sé si ustedes alguna vez han sentido lo que he intentado decirles, pero si ha sido así, que largos y duros se hacen esos años…

Sin miedo

Alberto, como ves si puedo contar relatos subidos de tono entre dos hombres, J , y por supuesto, la mejor forma de convencerte de que no me avergüenzo de nada de lo ocurrido es esto. A los lectores, sólo decirles que aquí hay mucha verdad y también mucha literatura, no se compliquen, simplemente dejen llevarse. Les pido por un momento que disfruten de la lectura y recuerden una noche mágica con esa persona que les hizo especial y único ese momento, qué más da su sexo, la vida no anda sobrada de magia como para ir mirando esos pequeños e insignificantes detalles.

Miraste los ojos de un hombre ardiente y ansioso de carne y cuerpo, un fuego infernal y prohibido al que no pudiste negarte. Las caricias y los besos llegaron, luego, solos y producto de un instinto desconocido y totalmente animal. Te arrepentiste mil veces después. Pobre idiota.
Este cuerpo que tuvo tus manos en el suyo, tus labios en cada centímetro de su alma aún no se ha arrepentido de esa noche, de hecho, fuiste uno de los culpables de arrojar un poco luz en un tiempo donde sólo había negrura. Nos faltó el querer, pero nos sobró pasión y lujuria.
Me preguntaste no hace mucho si lo recordaba, y te contesté cómo poder olvidarlo. Cómo perder en el pozo de los olvidos esa noche de pecado divino y sexo infernal. Claro que lo recuerdo.
Ese delicioso momento de duda, sorpresa y sobre todo, misteriosa compresión y confabulación desconocida para todos los demás presentes. No sé cuando fue exactamente el instante cuando tus ojos negros se clavaron en los míos, cuando entre tus manos cogiste este corazón, en aquellos tiempos totalmente perdido, y lo hiciste tuyo.
Al momento mis labios se fueron a tu duro y grueso cuello, tus manos se fueron a mi pecho y las mías se perdieron en la espesa y densa mata de cabello de tu cabeza. Estábamos acompañados, pero para nosotros no había nadie, nos encontrábamos en una dimensión totalmente inalcanzable para el resto de los presentes.
Separaste bruscamente mis labios de tu cuello y me preguntaste sin hablar si estaba seguro, fue fácil contestarte cuando uní mis labios a los tuyos en un beso profundo. En ese instante ya no tenías dudas, yo hacía tiempo que las había descartado.
En la playa y desnudos, únicamente acompañados por la luna y cubiertos por una cama de arena y olas de mar, nos revolcamos como colegiales la primera vez, y es que, era nuestra primera vez.
Recuerdo como hundiste tu cabeza en mi ingle y tu boca busco aquello que deseaba por instinto, como mi cuerpo ansioso de ese placer no fue parco en agradecimientos, como mis manos intentaban tocar tu cuerpo lejano y tan cercano a la vez. Para qué contar el resto, eso sólo lo saben el cielo y el mar, la playa y nosotros.
No hubo un te quiero, ni nada de eso, los dos sabíamos que sólo buscábamos sexo, perdernos en un mar de pasiones y lujuria para olvidar lo que antes habíamos cargado a nuestras espaldas. Es cierto que hubo un tiempo después, que estuve perdido y algo dubitativo, pero cada vez que el sentimiento de duda asomaba, recordaba lo ocurrido y todo se pasaba.
Qué más daba que fueses un hombre y yo otro, qué más da que yo nunca antes lo hubiese hecho con otro, qué importaba, lo único de verdad importante fue que dos almas perdidas compartieron por un momento algo. Y aún me preguntas si lo recuerdo. Y aún dudas si me arrepiento. Lo único que me pregunto es por qué no he vuelto a tenerte a mi lado…

Monday, September 18, 2006

Reflexiones sobre palabritas. Post data sobre aniversario.

No soy yo de reflexionar en voz alta en este blog, y mucho menos hacerlo sobre cuestiones o temas personales que más o menos me afectan de forma directa, pues cuando concebí la idea de este trozo de papel virtual, lo hice como mera plataforma donde colgar mis escritos más fantasiosos o novelescos si prefieren llamarlos así. Me gusta escribir, y por supuesto, me gusta que me lean, aunque seguiría escribiendo aunque no lo hiciesen, pues de hecho, así fue durante mucho tiempo, y conservo muchos relatos y cuentos que no han sido leídos y están esperando en la recamara que me anime a su publicación o que reúna el valor suficiente para colgarlos de la red.
El lector avispado ahora mismo estará con la mosca detrás de la oreja pensando: ¡pero este hombre de que va!, si por todo el blog existen ya varios relatos y escritos donde habla de cuestiones personales. Touché. Es cierto, esos fragmentos están ahí, la mayoría escritos por la necesidad de aligerar la carga emocional del momento, por traspasar el límite personal de ingesta de alcohol con sus consecuencias o simplemente por catarsis, al necesitar ver escrito lo que pasaba por mi mente para luego reflexionar sobre ello. También es cierto, y el lector inteligente y atento me dirá, que es imposible no reflejar cierta parte personal, del ego más subconsciente, en cada cosa que uno escribe, y yo le diré que eso es cierto, que entre las pinceladas intencionadas a las situaciones o personajes que uno da adrede, y las que el subconsciente cola sin permiso del autor, es inevitable no verter algo de las miserias y grandezas de uno en lo escrito. Sin embargo, la gran mayoría de los textos escritos aquí son relatos o cuentos, con más o menos carga personal, pero nunca reflexiones personales directas.
Pero hoy quiero pensar en alto y delante de ustedes. Y quiero hacerlo sobre el consumo de lo que llamo fast feel. O sea, y perdón si mi inglés no es bueno, los sentimientos rápidos, del estilo fast food.
La sociedad que nos ha tocado vivir nos ha impuesto a todos una dinámica clara, el tiempo es oro, y por lo tanto, debemos aprovecharlo al máximo. Pero a mayores, nos impone la obligación de la movilidad, es decir, la necesidad de cambiar constantemente de lugar para buscar las mejores oportunidades de promoción y formación. Nos vemos avocados a ser flexibles para así no perder el tren de alta velocidad que es la vida. Por eso, estudiamos la educación básica en un lugar, la universitaria en otra, posiblemente muchos opten por la post-universitaria en otro lugar y acaben encontrando trabajo en otro sitio. Cinco años acá, otros tres o cinco allí, otro más allá e incluso el trabajo más acullá. Eso supone, que en menos de a lo mejor 12 o 15 años, uno acaba iniciando relaciones personales de compañerismo o amistad por decenas, en breves y cortos periodos de duración, abocadas la mayoría a sobrevivir un año o dos por encima de la marcha hacia otro lugar que supone la ruptura física de la relación. Y sólo son muy pocas aquellas incluso las que cumples esta última característica.
No quiero hacer pensar a mis lectores que estoy disgustado con esa situación o que la rechazo e incluso me auto-compadezco de tener que vivirla. Todo lo contrario, me gusta viajar, me gusta conocer gente y lugares nuevos, soy un alma inquieta y muy abierto a vivir experiencias nuevas. Además de ser muy competitivo, lo cual me lleva siempre a intentar dar un paso más allá para ser mejor y buscar constantemente los lugares donde puedo conseguirlo.
Sin embargo, esta la situación de fast feel que he descrito me hace reflexionar sobre como algunas palabras para mi muy importantes comienzan a perder valor o estar vacías de contenido. ¿Qué significan hoy en día palabras como compromiso, fidelidad, respeto, confianza? Es como si en el subconsciente general de todos existiese el mecanismo que nos dijera que no debemos comprometernos mucho en una relación, pues sabemos que va a durar lo que dura un año académico o una carrera universitaria, o incluso un contrato temporal. ¿Por qué tengo que respetar a mi compañero de trabajo, si se que dentro de tres meses me voy a la calle? ¿Por qué ser fiel a una amiga o novia, si me queda menos de un año para acabar la carrera y luego todo se habrá acabado?
Soy consciente de que las relaciones necesitan muy mucho de una componente, llamémosla, física, de contacto. Sobre todo si hablamos de relaciones de noviazgo. Pero también me pregunto hasta que punto los sentimientos antes sentidos han sido auténticos, productos de un compromiso, o por el contrario, ese compromiso desaparece debido a la temporalidad de esa vivencia, la cual es conocida, y nos lleva a un consumo rápido de sentimientos intensos pero poco duraderos. Y por supuesto, me conducen a otra reflexión, son los sentimientos que llamo fast feel mejores o peores que los, denominémoslos, tradicionales. La respuesta se la dejo a ustedes.
Soy consciente de que mis circunstancias vitales personales hacen que a lo mejor tenga una óptica desvirtuada de lo que ocurre, y en realidad todo esto no sea así. Sin embargo, tengo la sensación de que no soy el único que piensa así.
He sentido muchas veces que no hay ya capacidad de entrega, de sacrificio, de compromiso por el trabajo, los estudios, pero también sobre las relaciones personales. Cuántas veces no hemos oído la manida frase de que “seremos amigos para siempre”, o nos “mantendremos en contacto”, o nos “llamaremos”; pero en el fondo sabemos que no lo haremos, que no tenemos la capacidad de compromiso para llevarlo a cabo.
Y no hablemos ya del respeto. No respetamos a nadie, porque sabemos que difícilmente volveremos a toparnos con ella. No respetamos a nuestros vecinos de edificio, pues el alquiler dura sólo un año, no respetamos a nuestros profesores porque sólo nos darán una asignatura y luego si te he visto no me acuerdo. A nuestros compañeros los perderemos de vista dentro de un tiempo, para que intentar ser mejor persona con ellos, si todo el esfuerzo que dedique a ello se acabará cuando acabe mi carrera o este año.
Yo no sé si estoy escribiendo un discurso hipócrita, pues resulta que a lo mejor actúo igual que lo que no me gusta; sin embargo, si pienso que algo me describe como amigo, novio o persona es que intento siempre llenar de sentido y valor palabras como compromiso, lealtad, fidelidad o respeto. Son ustedes los que tienen que juzgarme al respecto.
Y toda esta larga y aburrida reflexión tiene como motivo, que si ustedes tienen a su alrededor personas que también lograr dar contenido a esas palabras no les hagan dudar, que también les hagan conscientes de que para ustedes también esas palabras tienen significado y se lo hagan saber. Si tienen a su lado amigos, parejas, padres, etc. comprometidos, leales, fieles, respetuosos tienen tesoros invalorables. Lo sé. Sé que soy un viejo tradicional en este aspecto a lo mejor. Pero si para ustedes este viejo tiene algo de razón, háganme un pequeño favor, díganle a quien tengan de decírselo, eso se lo dejo a ustedes, que les quieren, que les respetan, agradézcanselo. Dediquen un tiempo de este fast feel que vivimos a decir cosas como: te quiero, te respeto, gracias.
Y para servir de ejemplo, a todos los que me leen, que sepan que soy consciente de mi compromiso, que les agradezco su tiempo. A mi seres queridos que les quiero. Y por supuesto, a mis amigos, que les agradezco todo y cada uno de los momentos compartidos. Espero que todos, lectores, seres queridos y amigos sigan ahí, independientemente desde donde les escriba. Yo por mi parte haré que todo lo que esté en mi mano para que el compromiso que tengo con cada uno de ustedes no se pierda ni se consuma.

P.D. : El blog ha cumplido ya un año, no lo he celebrado ni puesto ningún post, y desconozco el motivo. Sobre todo cuando estoy muy orgulloso de él, aunque no reciba muchas visitas ni tenga muchos lectores, la verdad es que es algo importante para mí. De todas formas, sirva este post para festejarlo con todos los que llevan un año leyendo todo lo que publico de manera fiel. Mirá tu que bien, hablando de la fidelidad y la lealtad. Gracias a todos, a los que vienen siempre y los que sólo han venido es contadas ocasiones. Y gracias sobre todo a David , por ser el mejor lector y el más crítico que tengo, por no perderte ni una sola publicación y por todos los comentarios, espero que sigas ahi mucho tiempo, jajajajajajaja, egoístamente sienta bien saber que lo leen, y personalmente agradezco tu tiempo hacia mi persona, por lo menos hacia mis escritos.

Sunday, September 10, 2006

Lo grandioso de la literatura es que habla de un pedacito de nosotros aun cuando nosotros no somos los protagonistas de la historia, ¿o sí?

Dedicado a mis lectores, por permitirme el placer totalmente egoísta de sentirme leído.

Allí seguían los dos cuerpos unidos en un profundo abrazo. La cabeza de ella sobre el torso de él, arrodillados dos los en la cama, mientras la larga cabellera castaña de ella caía sobre su cuerpo como una suave sábana de seda. La fuerte y dulce mano de él la acariciaba con cariño y amor, susurrándole al oído palabritas mágicas para calmar el desánimo y la tristeza que la invadían desde hacía más o menos una hora. Su cabeza no paraba de preguntarse el por qué de haber llegado tan lejos, a pesar de las advertencias de él. Sin embargo, ella pensaba que sería una magnifica prueba de amor el demostrarle que sería capaz de aguantar lo que él ocultaba, y ahora, estaba pagando las consecuencias. No porque lo que viese fuese repugnante o desagradable, porque descubriese que él no la amaba, o que se ocultase debajo de todas esas capas y disfraces una persona maligna o perversa. Todo lo contrario. Encontró lo que buscaba, una persona tan buena y tan mala como cualquiera, con todas las miserias y virtudes propias de un chiquillo de veinte y tantos años. Él seguía consolándola con toda la dulzura que podía y sabía.
Ahora ya conocía que ocultaba debajo de tanto papel interpretado. Un pecho, un cuerpo, un alma sencilla y limpia, un hombre normal y totalmente entregado a su amor, pero, y que grande era ese pero, conocedor de lo único que ella no quería conocer y él quería ocultar. El tiempo.
Si, el tiempo. Él sabía que su naturaleza, su verdadero yo incluía un alma viajera, un pedazo en su ser que le obligaba a levantar el vuelo cada cierto tiempo. Era conocedor de que ese amor se acabaría llegado un momento, no por problemas o que por culpa del pasar del tiempo, esa devoción mutua se perdiese o fuese a menos, no.
Él era un marinero, de esos de rostro viejo y cansado, que entregaba en todo momento lo que poseía y sentía a aquel que tuviese la paciencia de esperar, mirar más allá que con los ojos. Nadie mejor que él representaba el carpe diem de los antiguos sabios del renacimiento. Su vitalidad y alegría eran el aura que le rodeaban, que intentaba mostrar a todos, que contagiaba y emana de su ser. Tanto como lo eran su seriedad cuando había que serlo, su tristeza y lloros cuando algo le dolía, en fin, una persona con todas sus virtudes y defectos.
Sin embargo, con todo eso iba su necesidad de viajar. Era un alma viajera, incapaz de echar raíces en un lugar. Y lo sabía. Conocía también que no deseaba por ello hacer daño a los demás cuando iniciaba una marcha de nuevo. Lo único que le permitía seguir vivo y en paz consigo mismo cuando se iba, era saber que no llevaba sus alforjas con pesos que no deseaba y, mucho menos, con penas y dolores que no quería y menos pretendía levantar. Y todo había funcionado siempre así hasta ahora.
Su cuerpo desnudo mostraba que incapaz de evitar su ansía de viajar, esta vez sus saquillos no irían vacíos, y por desgracia, no podía evitar dejar atrás un rastro de dolor y amargura. Tristeza que por su culpa infligía a dos bandas. Primero a ella, por mostrarle que ese amor tenía un fin, y nunca al ser amado le gusta saber con certeza que el amor tiene su cenit. A eso se unía el daño que se hacia a él mismo, pues dejarla atrás suponía para su ser una verdadera cicatriz que difícilmente podría olvidar y que durante mucho tiempo estaría marcado a sangre y fuego en su auténtico yo. Por tanto, ese daño propio aumentaba aún más el daño infligido a su amada. Todo se convertía en un círculo de heridas que no dejaba a nadie ileso.
Allí seguían abrazados los dos, unidos con fuerza, conocedores de la verdad. Él la cogió con dulzura con sus manos en sus mejillas, le levanto la cara y mirándola fijamente a sus ojos le beso la frente y luego un fuerte beso en los labios. “Te quiero” le dijo, “te amo” le dijo ella. ¿Y ahora qué? Pues él se fue una mañana, sin decir nada, sin miedo, empezando de nuevo su interminable camino, pero esta vez no era como las otras, esta vez había un pero….

Friday, September 08, 2006

Palabras, sólo palabras

Sigo esperando. Cada tic tac de reloj es un pasar de tiempo que me agota y me vacía lentamente, aguardando a alguien que me diga dos dulces palabras. Y mientras desespero en brazos del dios Cronos y envejezco, a mi castigada mente se agolpan los días que han pasado desde la última vez que amé.
Pobre de aquel que nunca amó, pobre de aquel que jamás sintió el dulce castigo de perder la cordura en manos de su amante, en desorientarse del norte lógico por culpa del cuerpo que le busca y ansía. Pobre, si pobre, de aquel que orgulloso habla de su soledad. Porque aquí estoy yo, el más solitario compañero de la soledad esperando que alguien me diga dos dulces palabras.
Cuanto tiempo sin poder mirar unos ojos cómplices, sin tener una sonrisa al oído que me susurre besos, sin unas manos fuertes que me abracen.
Ahora encerrado en los barrotes de mi soledad, sigo esperando, tic tac, mirando como las agujas del reloj avanzan, mientras este triste cuerpo se marchita y se despide, anhelando que al maldito palomo le apetezca y venga a la mano, amargo o dulce, enemigo o amigo, veneno o caramelo; porque sigo esperando que alguien me diga dos dulces palabras…

Sexo

Noté sus labios besando con fuerza los míos, su lengua buscando algo dentro, jugando impetuosa e indecorosa en una danza nada inocente con la mía. Mis manos, mis dedos, cada palma de mi sudorosa piel acariciando sus duros y suaves pechos de mujer joven. Mordisqueando con cierta saña mi cuello, mi torso, todo mi cuerpo de hombre ansioso de sexo salvaje y desenfrenado.
Su pelo cayendo sobre mi abdomen mientras sus dulces y calientes labios comienzan a descender cada vez más, hasta que una húmeda sensación delata que su hambrienta boca de sexo y amor comienza a besar el comienzo de mi pene. Una suave caricia de labios que poco a poco empieza a cerrarse sobre un tronco de carne enhiesto y deseoso de vencer cualquier pudor, con esos labios recorriendo cada centímetro mientras de mi pecho y de mis adentros suspiros de gozo subían cada vez más alto.
Con un movimiento fuerte la vuelco en la cama y hundo mi cara en su pechos suaves como la seda y comienzo a saborear lentamente cada milímetro del sudor de un cuerpo que comienza a temblar mientras con mis dedos juego con su sexo. La sensación de calor y humedad en las yemas de mis dedos juguetones aumenta mi deseo de poseerla, de hacerla totalmente mía, de hundirme dentro de ella y no abandonarla hasta que la fuerza que nos hace follar como animales nos abandone.
Mi mal educada lengua acaricia y lame sus muslos, pequeños círculos que poco a poco se dirigen a una cueva olorosa y misteriosa, portadora de miles de sensaciones totalmente carnales. Esa corona escondida entre sábanas de color carne, ese olor fuerte, de mujer joven y ardiente de sexo, el increíble sabor de hembra ansiosa de gozar como nunca lo ha hecho. Si, deseo comer cada centímetro de ese fruto prohibido que lentamente comienza a ansiar algo más.
Ella parece no querer perder la iniciativa, de esta forma me tumba en la cama y como la mejor de las amazonas, me abre sus puertas y noto como mi pene entra despacio, trozo de sensación por trozo de sensación, dentro de su caliente ser, mientras comienza un cabalgar lento y lujurioso. Mis manos recorren sus caderas, su cintura, sus pechos, su boca se lanza hambrienta sobre uno de mis dedos, con esos labios recorriéndolo pasionalmente.
La cojo por la cintura y la bajo hacia la cama, abriendo más sus sedosas piernas, mientras el vaivén fuerte y desenfrenado de mi ardiente sexo quiere cada vez más. La beso con pasión, quiero notar cada centímetro de su piel rozando mi ansiosa piel de calor y sudor humano, su pelo revuelto sobre la almohada y sus brazos sobre mi espalda, con esas uñas que no quieren desprenderse un ápice de mi cuerpo.
Así, juntos, mía, hasta que no quede en nuestros cuerpos un rastro de energía, un recuerdo patético de lo que fuimos antes de desnudarnos y fundirnos en la fragua de este loco acto de sexo perdido, lunático y desenfrenado.
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