Alberto, como ves si puedo contar relatos subidos de tono entre dos hombres, J , y por supuesto, la mejor forma de convencerte de que no me avergüenzo de nada de lo ocurrido es esto. A los lectores, sólo decirles que aquí hay mucha verdad y también mucha literatura, no se compliquen, simplemente dejen llevarse. Les pido por un momento que disfruten de la lectura y recuerden una noche mágica con esa persona que les hizo especial y único ese momento, qué más da su sexo, la vida no anda sobrada de magia como para ir mirando esos pequeños e insignificantes detalles.
Miraste los ojos de un hombre ardiente y ansioso de carne y cuerpo, un fuego infernal y prohibido al que no pudiste negarte. Las caricias y los besos llegaron, luego, solos y producto de un instinto desconocido y totalmente animal. Te arrepentiste mil veces después. Pobre idiota.
Este cuerpo que tuvo tus manos en el suyo, tus labios en cada centímetro de su alma aún no se ha arrepentido de esa noche, de hecho, fuiste uno de los culpables de arrojar un poco luz en un tiempo donde sólo había negrura. Nos faltó el querer, pero nos sobró pasión y lujuria.
Me preguntaste no hace mucho si lo recordaba, y te contesté cómo poder olvidarlo. Cómo perder en el pozo de los olvidos esa noche de pecado divino y sexo infernal. Claro que lo recuerdo.
Ese delicioso momento de duda, sorpresa y sobre todo, misteriosa compresión y confabulación desconocida para todos los demás presentes. No sé cuando fue exactamente el instante cuando tus ojos negros se clavaron en los míos, cuando entre tus manos cogiste este corazón, en aquellos tiempos totalmente perdido, y lo hiciste tuyo.
Al momento mis labios se fueron a tu duro y grueso cuello, tus manos se fueron a mi pecho y las mías se perdieron en la espesa y densa mata de cabello de tu cabeza. Estábamos acompañados, pero para nosotros no había nadie, nos encontrábamos en una dimensión totalmente inalcanzable para el resto de los presentes.
Separaste bruscamente mis labios de tu cuello y me preguntaste sin hablar si estaba seguro, fue fácil contestarte cuando uní mis labios a los tuyos en un beso profundo. En ese instante ya no tenías dudas, yo hacía tiempo que las había descartado.
En la playa y desnudos, únicamente acompañados por la luna y cubiertos por una cama de arena y olas de mar, nos revolcamos como colegiales la primera vez, y es que, era nuestra primera vez.
Recuerdo como hundiste tu cabeza en mi ingle y tu boca busco aquello que deseaba por instinto, como mi cuerpo ansioso de ese placer no fue parco en agradecimientos, como mis manos intentaban tocar tu cuerpo lejano y tan cercano a la vez. Para qué contar el resto, eso sólo lo saben el cielo y el mar, la playa y nosotros.
No hubo un te quiero, ni nada de eso, los dos sabíamos que sólo buscábamos sexo, perdernos en un mar de pasiones y lujuria para olvidar lo que antes habíamos cargado a nuestras espaldas. Es cierto que hubo un tiempo después, que estuve perdido y algo dubitativo, pero cada vez que el sentimiento de duda asomaba, recordaba lo ocurrido y todo se pasaba.
Qué más daba que fueses un hombre y yo otro, qué más da que yo nunca antes lo hubiese hecho con otro, qué importaba, lo único de verdad importante fue que dos almas perdidas compartieron por un momento algo. Y aún me preguntas si lo recuerdo. Y aún dudas si me arrepiento. Lo único que me pregunto es por qué no he vuelto a tenerte a mi lado…
No comments:
Post a Comment