Wednesday, September 28, 2005

Un poema sobre como veía Quevedo España

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Franciso de Quevedo

Monday, September 26, 2005

Otoño en el jardín del viejo Katsumuro

La flor de los cerezos comienza a caer, es la estación donde el suelo se encuentra engalanado por una dulce alfombra de color rosa y blanco. A lo lejos, se escucha un arroyo, un leve murmullo de agua corriendo despacio por un canal donde, de vez en cuando, pequeños ruiseñores se lavan y toman sorbos de agua.

El sol majestuoso brilla en el horizonte ajeno, impenitente y altivo, mirando con indiferencia todo lo que ocurre a su alrededor. No se da cuenta de lo que está a punto de suceder bajo sus ardientes pies, de hecho, ni siquiera le importa.

Katsumoro se encuentra arrodillado, enfrente suya su katana, la espada familiar que durante generaciones han heredado los familiares de su clan. Él la recibió de su padre, que a su vez la heredó del suyo y así podríamos seguir hasta el principio de los tiempos, cuando los dioses de la guerra decidieron otorgar el aliento de la vida al clan escorpión.

Durante siglos, sirvieron al emperador en todas las batallas donde su divina majestad los requería y llamaba. En aquellos tiempos de batallas, el clan escorpión mató en nombre del emperador a miles de personas, litros de sangre que inundaban los campos de batalla. Cuerpos mutilados por la fina hoja de una katana que, después de tanta guerra, resposa limpia y tranquila delante de Katsumuro, el último de los hijos del clan escorpión.

Se oye el canto de un ruiseñor a lo lejos, una suave brisa parece levantarse a media que el atardecer se acerca, llenando de tonos rojizos todos los rincones del cielo. El agua del arroyo sigue su curso, y las flores de cerezo que acarician el suelo, comienzan ha moverse debido al viento.

En la lejanía, una niña, al lado de su madre, asustada observa un ritual tan viejo como el mundo, un acto sagrado que no comprenden y que le llena de estupor y enfado. Sus pequeños ojos color miel están muy abiertos, aunque su alma le dice que no mire, ella no puede evitar fijar la vista sobre esa espada. Los fuertes brazos de su madre la arropan y al oído, le susurra bellas canciones de cuna, sin embargo, la niña no quiere dormirse. Entre nota y nota, unos ojos lloran porque entienden perfectamente lo que está ocurriendo.

Sentado, un viejo samurai en el jardín de su casa, observa como el sol se oculta tras las montañas, como el viento comienza azotar más fuerte y las delicadas flores del cerezo, no pueden evitar salir volando. Tras una pequeña oración, empuña la espada que durante siglos ha permanecido a su familia, el arma que ha defendido el honor de su clan y el nombre de todos los que la han portado, que ha luchado al lado de todos los emperadores que la han solicitado. La hoja brilla, limpia y peligrosa, con un movimiento agil y felino, el viejo Katsumuro recobra el honor perdido.

La niña ahora ya no mira, sus ojos llenos de lágrimas solo se preguntan por qué, y con una voz temblorosa y entrecortada repite la pregunta a su madre una y otra vez. Su madre callada, la abraza y le canta una canción de cuna.

Por fin la luna está en lo más alto, el viento ha cesado y una melancólica calma recorre todo el jardín del viejo samurai Katsumuro que sólo y muerto, se encuentra arrodillado encima de una alfombra de hojas rojas, con la espada de su clan clavada en su pecho.

Sunday, September 25, 2005

Pérez Reverte, el placer de la lectura

Estaba navegando yo por internet cuando vino a mi cabeza una idea, por qué no te buscas algunos artículos de Arturo Pérez Reverte, uno de los pocos que aún tiene los cojones suficientes para decir que este país se llama España. Dicho y hecho.
Después de unos cuántos artículos, me encuentro con uno que me pone la carne de gallina y me hace reflexionar sobre el país donde vivimos. Aquí les dejo el enlace para que lo lean, disfruten y llegen a sus propias conclusiones.

http://www.clubelsemanal.com/web/firma.php?id_edicion=326&id_firma=113

Saturday, September 24, 2005

Escalar la montaña Ulysses

La mejor manera para comenzar este nuevo camino es acompañado de un buen libro. Una auténtica joya de la literatura universal, que como tal, pide un lector devoto, fiel y atento.
Mi relación con está obra se remonta a mis días de COU, cuando apareció en mi vida como recomendación de mi profesora de literatura española, ya sus palabras eran entonces, una advertencia y un consejo: “El Ulises te pide tiempo, capacidad para el compromiso y atención sin límites. Es una obra que marca la línea hacia la madurez. Porque empezarás este sendero siendo un niño y si lo terminas, te habrás convertido en un hombre. Por eso no debes desanimarte si no logras escalar la montaña la primera vez, y debes intentarlo hasta que un día, sin darte cuenta, llegues a la cima y divises el mundo de otra manera.”. Ni que decir tiene que, como casi la mayoría de los jóvenes, esas palabras sonaron más a reto que a consejo y me lancé, inconsciente de mí, a los brazos de un libro que acabó conmigo. Era tanto lo que me pedía y tan poco lo que sentía que me daba a cambio, que como bien adivinó mi profesora, no llegué acabar el primer capítulo.
Desde entonces lo he intentado innumerables veces y siempre he caído, pero he decir que siempre daba un paso más adelante que el anterior, una página más en cada intento. Haber si esta vez oteo el mundo desde la montaña y no vuelvo a verme atrapado.
No es el Ulises una obra fácil, ya desde los primeros párrafos, el amante se vuelve exigente, aquí una pequeña muestra:

“Solemne, el gordo Back Mulligan, avanzó desde la salida de la escalera, llevando un cuenco de espuma de jabón, y encima, cruzados, un espejo y una navaja. La suave brisa de la mañana le sostenía levemente en alto, detrás de él, la bata amarrilla, desceñida. Elevó en el aire el cuenco y entonó:
-Introibo ad altare Dei.
Deteniéndose, escudriñó hacia lo hondo de la oscura escalera de caracol, y gritó con aspereza:
-Sube acá, Kinch. Sube, cobarde jesuita.
Avanzó con solemnidad y subió a la redonda plataforma de tiro.”

Y eso que aún no hemos entrado en los monólogos interiores, el simbolismo, etc. etc. Seguiré dejando, a medida que vaya leyendo, comentarios sobre el nuevo intento. Así podremos compartir que opinamos sobre esta monumental obra.

Mis nuevas metas a medio plazo

Un año más, aquí van la metas a medio plazo que me propongo cumplir. Algunas de ellas son tan viejas como yo, porque desde que tengo uso de razón intento hacerlas realidad, otras son nuevas. Quizás el publicarlas es una forma de obligarme ante los demás y darme fuerzas para llevarlas a cabo, aunque soy consciente de que debo hacerlo por voluntad propia, porque de verdad quiero hacerlas y no para satisfacer a terceros; sin embargo, aquí están, y a lo mejor, incluso compartimos alguna promesa…

- Ser mejor persona con la gente que me rodea e importa
- Saber escuchar
- Acabar la carrera con las mejores notas
- Aprender cada día una cosa más
- Ponerme al día en informática e inglés
- Leer mis lecturas atrasadas, sobre todo Ulises de James Joyce.
- Acordarme de las fechas importantes
- Llegar a los 85 kilos

Haber como termina…

Thursday, September 22, 2005

Ojos de solitario

Para Alberto, por aguantar que nunca me decida; también porque te lo debía....

Ojos de solitario, muchachito atónito y sorprendido,
manos temblorosas buscando un tesoro
en el mapa de mi océano,
no tengas miedo, no dejes que el pudor esconda
tus sueños más secretos, no impidas que el viento de tus gemidos
avive las brasas de mi fuego.

Busca mis labios para sellarlos tan fuertemente
que nada ni nadie pueda separarlos,
busca ahora, pasada la medianoche, el
norte de tu camino, de nuestro sendero y
que las fuerzas de tu dulce alma no desfallezcan
al llegar a la posada, el fin del andar.

Mira mi luz, únela a la tuya y que juntas,
busquen parajes prohibidos
en la carta esférica de tu mundo,
priedra desnuda que veo brillar
por la noche y la luna,
roca llena de sudor que gime,
que desea más,
que locamente intenta alcanzar un suspiro
más allá.

Se escultor, trabaja sobre mi mármol
y no me dejes respirar,
saca la esencia que toda piedra esconde
y que nadie más que tú sabe mostrar.

Aprovechemos, disfrutemos del tiempo
y su complicidad, no pienses en la fría
mañana y el despertar,
que lejos quedan aún las horas
para olvidar.

Y bésame,
bésame, ojos de solitario,
muchachito atónito y sorprendido.

Unos poemas que me gustan

Para ser grande, sé entero: nada
tuyo exageres o excluyas.

Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que hagas.

Así la luna entera en cada lago
brilla, porque alta vive.

Fernando Pessoa


"Amor es no más que una ojeada sorprendida y una palabra que no se sabe decir añadiendo que amor está siempre lejos aunque esté a tu lado y que no es cosa de buscar, si no palomo que cuando le apetece viene él a la mano, amargo o dulce, enemigo o amigo, veneno o caramelo..."

Wednesday, September 21, 2005

Seguro que no hoy no va a ser un buen día

"Seguro que hoy no va a ser un buen día", farfulló Enrique mientras el agua corría por todo su cuerpo mientras se frotaba para quitarse el jabón. El olor del café recién hecho lleno incluso el cuarto de baño, era una de las pocas cosas que le levantaba el ánimo todas las mañanas. "Ni siquiera tu me das una alegría de vez en cuando, verdad pequeña hija de puta mal criada", reprendía mentalmente a su pene, en la vana esperanza de que ganase algunos centímetros más, "No soy rico, no tengo un buen cuerpo, mi trabajo me aburre y tu, maldito trozo de carne, te has empeñado en mantenerme dentro de la media para que no pueda ser actor porno ¿verdad?", el comentario, camino entre la sátira y el enfado estúpido le provocó la primera sonrisa del día. Mientras se secaba delante del espejo, Enrique reflexionaba que lo único que realmente crecía y escapaba a la normalidad en su vida era esa estupenda barriga que se empeñaba en aumentar cada mes, gracias a una dieta que combinada las delicias suculentas de la comida basura y un trabajo que le obligaba, durante horas, a permanecer sentado delante de la pantalla de un maldito ordenador.

Dos tazas de café y un par de galletas y corriendo hacia la oficina, que se encontraba a unos cincuenta minutos en metro. "Es imposible llevar traje y viajar en metro", ésta era una de las teorías más contrastadas para él. No se puede llevar americana, cinturón, camisa, corbata y zapatos italianos e intentar realizar un trayecto en metro, primeramente porque tal indumentaria no está preparada para correr al ver que uno llega tarde; segundo, la corbata es como una soga que impide respirar dentro de un vagón lleno de gente, donde ya de por si, el preciado oxigeno se cotiza a valores más altos que el oro puro; tercero, la americana es la indumentaria más estúpida que el ser humano ha creado en su vida, no es suficientemente gruesa para proteger a uno del frío, sin embargo, rodeado de cientos y cientos de personas a las 8 de la mañana de un lunes cualquiera, en un espacio tan reducido, es como una manta de autentica lana de oveja, de esas que aún conservan nuestras abuelas y que son capaces de rivalizar con una sauna. Por último, están los zapatos italianos, cuya característica principal es hacer un sonido único que da aires de grandiosidad cuando uno camina por la oficina, sin embargo, es tal la estrechez de espacio para los pies dentro de esos corsés, que uno comprende porque la evolución está provocando la desaparición del dedo meñique en los pies de algunas personas, "los dueños de la tierra en un futuro", afirmaba seguro.

Ya en la oficina, Enrique notaba que el mundo se volvía oscuro y triste, el sonido de arranque de Windows, que llevaba años y años escuchando, era como una letanía ya insoportable que le recordaba a los días de colegio, cuando como un borrego más, repetía sin parar la tabla de multiplicar, los ríos o las virtudes de la Iglesia Católica; es quizás por ello que consideraba que el mejor escrito que recogía el sufrimiento de los niños en la escuela era "Recuerdo infantil" de Antonio Machado. Y mientras entonaba unos versos del poema, una voz ronca y grave le llamaba, se trata de Juán, un compañero de oficina.

-. ¡Hombre Enrique, otra vez aquí!, pensaba que por fin te habían despedido, no entiendo como los de arriba tienen tanta paciencia contigo después de que te acostaras con la secretaria del jefe.

"Ojalá algún día tu mujer te deje por un tío calvo, gordo y feo, porque sólo así entenderás, cretino de mierda, que te ha dejado porque eres impotente, capullo", sin embargo, aunque era esto lo que realmente deseaba decirle a Juán, Enrique sacó toda la diplomacia que podía un ser humano normal a esas horas del día y le contestó:

-.Sería compresible el despido si hubieses sido tú el que se acostase con ella, todo el mundo en la oficina sabe que eres gay, y mantener secretos así no es bueno para el trabajo en grupo, ¿lo sabes verdad?

-.¡JAJAJAJAJAJAJ!, Enrique eres la leche, sólo alguien como tu puede hacer que me ría a estas horas de la mañana.

"¿Sólo yo?, prueba a insultar a un negro de dos metros y que te sodomice, ya verás como nunca borrarás la sonrisa estúpida que se te quedará en la cara, gilipollas de las narices". Pensó. - ¿Quieres algo o sólo has venido a preguntarme que tal me lo monto con la secretaria del jefe?, le espetó a Juán.

-Sí, recuerda que las doce tenemos reunión para conocer a los nuevos accionistas y que debes preparar el informe de auditoria y contabilidad.

-Lo recordaré, ahora hazme un favor vale, mueve tu culo para otro sitio y déjame trabajar, tengo mucho que hacer.

Evidentemente, Enrique no tenía nada que hacer, pero entre los malditos números del informe CKL y la presencia de Juán, prefería mantener una relación con unos simples papeles antes que aguantarlo un segundo más. Además, algunos papeles pueden ser una compañía realmente interesante, un ejemplo claro son las revistas pornográficas, que durante una parte de su adolescencia, fueron como los pergaminos del secreto de la vida; cuantas veces había soñado, mientras se masturbaba, que se escaparía un día de casa para irse y que le cuidase la playmate del numero especial de verano del año 95.

Ensimismado como estaba, no notó la presencia de Adela, la secretaria adjunta de la oficina de recursos humanos, que le miraba con cara de extrañeza.

-¿Te pasa algo Quique?, es como si el Paraíso hubiese llegado a la tierra.

- Es verdad, y sabes una cosa guapa, me ha dicho un ángel que están haciendo un casting para buscar nuevas ángeles, quieres que te recomiende....

- Para para-. Decía Adela mientras se reía-. Lo único que quieres de mi es verme en tu cama.

-¡Eh!, Sabes que no cielo, lo único que quiero de ti es ver tu cuerpo desnudo y que después disfrutemos los dos juntitos, desde que he visto el Cielo, tengo la divida misión de acostarme con todas las mujeres guapas, es mi recompensa por aguantar a Juán todas las semanas.

Adela se marchó, moviendo el culo de tal forma que Enrique sólo pensó una cosa, "¡ahora no, músculo idiota!, una cosa es mostrar simpatía en la reunión de los nuevos socios y otra es presentarse empalmado".

¿CONTINUARA?

A mi padre

Llevas tiempo haciéndote preguntas estúpidas, cuestiones idiotas y lo sabes, quizás es por ello que tu enfado contigo mismo es mayor. Las respuestas no existen a esas dudas, lo único que puedes hacer es coger impulso y volver a caminar hacia delante, como lo has hecho desde que dejaste de ser un niño, algo que ocurrió demasiado pronto pero que no impidió que llegases a ser lo que hoy eres.

¿Qué es lo que eres hoy en día?, me preguntas, pues la persona que mejor escenifica lo que significa la lucha diaria por lo que considera justo, el soldado raso que solo ante el fragor de la batalla, ha sido capaz de salvar a todo su batallón luchando con coraje por defender sus ideas y a las personas que quiere.

Tú solo me has enseñado más cosas en silencio que mil libros y profesores juntos, me has aprendido lo que significa el sacrificio de un padre por el futuro de sus hijos, la fidelidad a la mujer que siempre has amado, el levantarse cuando las circunstancias se muestran adversas y uno piensa que se encuentra perdido. Tú eres la comprensión y la paciencia infinita, como has demostrado cuando te cargábamos con nuestros problemas, con nuestros miedos e inseguridades.

Recuerdo como, cuando Ismael murió, con una sonrisa en tus labios, me cogiste en tu regazo y me dijiste: "Alberto, tu amigo no ha muerto, dentro de tu cabeza él sigue vivo, en tus recuerdos está su sonrisa, vuestros abrazos, los días que os peleabais y os declarabais odio para, al cabo de unos segundo, ir corriendo por la aldea desnudos para escandalizar a la pija de Marta, y vaya paliza te cayó, lo recuerdas. Pues esas cosas jamás morirán, eso es lo que realmente debes sacar en claro de todo esto hijo mío". Y yo, con sólo quince años, escuche atento y aunque no podía comprender como eso me iba a devolver a mi mejor amigo, de pronto una sonrisa también broto en mis labios, motivada quizás por tus palabras o por el manojo de comics que me habías comprado.

Ahora, mucho tiempo después, soy yo el que debe cogerte en mi regazo y decirte que debes seguir luchando, que has ganado una batalla contra tu enfermedad, pero que no puedes rendirte en la guerra que acaba de empezar, no tú, que has luchado en muchas y siempre has salido victorioso. Mucho menos ahora, ya que si bien antes no contabas con nadie, ahora, tú, ya no eres un soldado raso solitario, sino que cuentas con toda una caballería dispuesta a luchar junto a ti.

Aprovecha el tiempo, y por una vez, disfruta de la vida que siempre has querido para ti, por una vez deja que un pequeño resquicio de egoísmo anide en tu solidario corazón y dedícate tiempo. No pienses en más en que ya no puedes ayudar tanto como antes, eso es mentira, el que no puedas ser tan fuerte físicamente como antaño no te convierte en un débil, tus consejos y tu fuerza de voluntad siguen igual, sino más fuertes que antes.

Yo, tu hijo, soy consciente de que saldrás victorioso, pero también comprendo que en el fragor de la batalla, no todo se ve claro y las dudas asaltan por todos lados. Sabes bien que yo también estoy luchando en mi batalla particular, que las dudas me asaltan y que algunas veces pienso en rendirme, pero no lo hago y sabes por qué, porque conozco a un simple soldado raso que jamás se ha rendido y que me ha enseñado, que seguir luchando es la clave para conseguir lo que uno desea, y en el caso de no conseguirlo, la satisfacción de haberlo intentado con todas las fuerzas, no significa un fracaso, sino que estábamos equivocados y que debemos corregir nuestros objetivos hacia otros nuevos.

Tengo un buen amigo que adora una canción, yo al principio no lo entendía que pudiese gustarle, pero después de cierto tiempo, también a mi me empezó a gustar; se titula I will survive; ¡sí!, esa que de vez en cuando escucho cuando estoy en casa y la pongo a todo volumen y dices que es un himno gay, y que desde siempre sospechabas que tu hijo era un poco asín; pues escúchala, verás como ese ritmo contagioso te invade e incluso parece que entiendes la letra, es realmente como un bálsamo, hazlo, y si no funciona por lo menos sacarás dos cosas en claro: que lo tuyo no es la música disco y que tu hijo, si es capaz de gustarle esa canción, es gay. JAJAJAJAJAJAJAJJAJAJ. Al fin y al cabo ya tienes un nieto, para que quieres más.

Tuesday, September 20, 2005

Una carcasa

Descubro una carcasa vacía mientras veo en sus ojos un cuerpo desnudo, mis manos posadas en sus pechos sonrosados y calientes no pueden transmitir nada, ninguna sensación, ningún sentimiento. Estoy vacío, hueco, nada existe dentro de mí, soy un cadáver.

El momento de la revelación, de la terrible y aterradora verdad, sucedió cuando miré sus profundos pozos oscuros de noche eterna, buscaban algo, no sabría decir que, no se puede buscar en algo que no es nada.

Mientras me besa, labios rojos y húmedos que sellan mi boca, una lengua recorre desesperada dentro mía al encuentro de algo perdido, mis movimientos se han convertido ya en algo mecánico, soy un mero títere representado un papel, un rol tantas veces interpretado, que ya no me permite diferenciar entre el actor y la verdadera personalidad, de hecho, ya no existe esta última, el farsante ha ganado.

Soy un cuerpo vacío porque toda mi vida ha estado hueca, sin sentido, todo lo que me rodea no es más que un escenario donde representar un papel donde me he convertido en un experto. Es cierto que cambian los escenarios, los actores, la trama... . Pero desde los primeros momentos de mi inexistente vida he sido un actor, ya en los primeros palcos de representación que suponen la infancia y la adolescencia, la farsa vital primó sobre la dolorosa realidad. Soy, he sido, un personaje amoldado a un guión predeterminado que obliga a la interpretación, el bebé deseado por el amor, si es que éste existe, de una joven pareja; el niño de una madre que observa desesperada como crece y ya no necesita de sus cuidados; el adolescente que rompe con los sueños futuros de un padre incapaz de haber cumplido los suyos; el hermano que compite por el cariño; el amigo de unos amigos que no existen; el estudiante de un futuro lejano e inseguro; el instrumento de placer de hombres y mujeres tan vacíos como yo.

Ella hace tiempo que me dejó solo en la cama, veo su cuerpo blanco al lado de la ventana, está fumando y el humo del cigarro sube en formas incomprensibles hacia el techo, veo su espalda con esa piel tersa y pálida donde uno a uno se marcan los pequeños huesos de su espina dorsal, sus nalgas parecen mostrar una sonrisa grotesca, quizás la única sonrisa con sentido en este mundo. Se da la vuelta, ahora puedo ver sus senos, sus pezones duros, debe hacer frío en la calle, sus brazos se mueven hasta abrazarse en un intento vano de calentar su cuerpo, se dirige hacia mí y se acuesta en la cama, a mi lado, busca calor. Me besa.

Me doy cuenta de que este envoltorio, este papel de regalo que no esconde nada, este cuerpo inútil, está cansado y viejo. Hace tiempo que no busco, harto de haber buscado y no haber hallado.

Hubo un tiempo que buscaba eso que llaman amistad, falso y embustero sentimiento. Nos obliga a compartir esperanzas inexistentes, promesas que jamás podrán ser cumplidas, compromisos que no queremos realizar, ser comprensivos y compartir preocupaciones que, ¡maldita sea!, no nos interesan. La amistad, los amigos, desaparecen cuando ya no necesitamos de ellos, cuando hemos exprimido todo lo que egoístamente nos interesaba. Cuanto tiempo perdido vaciando nuestro más profundo ser en ellos, cuantas lágrimas vertidas por nuestras mejillas y cuantas noches sin dormir con preocupaciones que hacemos nuestras para al final llegar al olvido.

Busqué, como no, también el amor. Deje de hacerlo la primera vez que, en los servicios públicos de una estación de tren, mientras orinaba, note una mirada a mi entrepierna, cuando levante la vista vi a un joven que me proponía una mamada, acepté. Entramos en los reservados del lavado, allí me besó, su barba me rascaba en la cara, sus manos temblorosas, con miedo, recorrían mi cuerpo hasta llegar a mi cinturón, una vez me deshizo de mis pantalones, noté como sus labios y su lengua empezaban a trabajar. Sus ojos miraban hacia arriba, buscaban mi aceptación, unos ojos negros como el carbón, unos ojos que mostraban una noche preciosa y estrellada, en ese momento me corrí. El se fue besando mi mejilla; solo en un pequeño habitáculo, sucio por restos de orín, con olor insoportable, con los pantalones bajados, me encontré deseando volver a ver esos ojos tan bellos.

Él fue uno, después hubo más, tanto hombres como mujeres. Recuerdo un ella. Era la cosa más bella que mis ojos han visto, dulce, amable, suave al tacto como una tela de seda recién comprada, su olor era como un jardín bañado en el roció de una mañana primaveral. Su cuerpo estaba esculpido en un color sonrosado, unos senos dulces como un caramelo, sus labios transmitían tanta pasión que embriagaban todos mis sentidos, poseía unas manos que con gran maestría recorrían todo mi cuerpo provocando todo tipo de sensaciones. Recuerdo como rozaba delicadamente sus dedos por mi espalda. Su sexo volvía loco mi ser, deseaba no abandonar nunca su cuerpo, no dejar nunca de besar ese cuello, de notar al apoyar mi cabeza entre sus pechos como latía su corazón, de llorar al ver el cielo en sus ojos. Era tan perfecta que asustado, no quise que sufriese el dolor y la desesperanza que me acompañaban ya entonces, decidí que prefería recordarla alegre, bella y no llena de odio el día que, por mi culpa, destrozase su vida.

Una vez que la búsqueda de la amistad y el amor resultaron fallidas, pensé que la felicidad podía estar en conocer, en saber. He dedicado mis últimos años de juventud, de vitalidad, de esperanza al estudio. Con el paso del tiempo, he comprobado que tampoco el conocimiento puede llenar lo vacío que estoy. Los libros no ofrecen ya respuestas, el cine no provoca ya en mi sentimientos, la música no despierta sensaciones en mi ser. Después de tantos años estudiando, soy consciente de que no hay futuro, no hay esperanza. Noches enteras de esfuerzo, de trabajo, de superación, de nervios, de desesperación y duda de uno mismo al ver que no cumple con los criterios exigidos, para al final comprobar que el camino es para todos igual: la inestabilidad, el futuro incierto, la soledad.

Ella vuelve a besar mis pezones, noto como su mano agarra mi pene, me hace una paja, poco a poco dirige su boca a él, empieza una mamada. Otra vez interpreto el papel del amante, la rueda gira de nuevo, todo comienza otra vez, una como tantas otras que han pasado y aún tienen que venir.

Mecánicamente, como un robot, frío, vacío, como una máquina programada para el sexo, la tumbo en la cama y la penetro mientras todo vuelve al principio, vuelvo a ver una carcasa vacía mientras miro un cuerpo desnudo en sus ojos, mi cuerpo.

Sunday, September 18, 2005

El dulce placer de la muerte

Enciende un cigarrillo y muy despacio, casi con meticulosa sobriedad, pega una calada profunda e intensa. Se levanta y se dirige a la ventana medio abierta, donde unas pequeñas cortinas blancas bailan al son de la brisa nocturna. Desde la cama su figura parece querer competir en palidez con la luna, a excepción de unas sonrojadas mejillas, pruebas de lo que acaba de acontecer. La tela de las cortinas intentan cubrirla, protegerla del frío que hace en la calle, sin embargo, no lo hacen completamente, como si tuviesen miedo de algo, como si tuviesen miedo de ella.

Vuelve acercar lentamente el cigarrillo a sus labios, una brasa intensa brilla en la oscuridad de la habitación. Se gira y con pasos muy cortos se acerca de nuevo hacia la cama, su andar es seguro, firme, confiado, evidentemente, ella es consciente de todo lo que está ocurriendo esta noche. Sus suaves dedos tocan el torso de un hombre que se encuentra atado de pies y manos, él intenta gritar, sin embargo no puede, se encuentra amordazado por un pañuelo de seda que horas antes ella ha introducido en su boca; apaga el cigarrillo en un cenicero y llevando un dedo hacia sus carnosos labios, le indica que no haga ruido, sus ojos negros parecen transmitir tanta confianza que el hombre desiste.

Sus manos recorren el cuello del prisionero, bajan suavemente por su pecho haciendo pequeños giros por sus pezones; sus labios se acercan y con la boca, casi rozando los labios de él, saca el pañuelo con los dientes, lo tira, le besa despacio, como si en cada beso arrebatase del hombre allí atado un poco de su esencia vital; rápidamente salta sobre su vientre y comienza a mover las caderas con suaves y rítmicos movimientos que acaban provocando una erección al amante atado. Ella coge el pene entre sus manos y lo dirige hacia su interior, comenzando una penetración lenta, pausada, notando como cada centímetro de carne se clava dentro de su cuerpo. Él comienza a gemir de placer cuando ella, su asesina, empieza a cabalgar desenfrenadamente arañando su pecho.

El ritmo del acto se incrementa y justamente, cuando el clímax parece que se acerca; ella coge entre sus manos el cuello de su víctima y comienza a presionar fuertemente, sin demostrar piedad, clemencia, sin perder en ningún momento un ápice de fuerza hasta que el orgasmo de él coincide con su muerte.

Enciende un cigarrillo y muy despacio, casi con meticulosa sobriedad, con la seguridad y la confianza que el tiempo atorga a aquellos que llevan años haciendo lo mismo, da una fuerte calada y se despide de su amante con un suave beso en la mejilla. A él lo encontraran mañana, muerto en la cama de un hotel, con una extraña mueca de placer y horror ante lo que ha sufrido. Ella se habrá marchado, ya hace tiempo, en busca de otra presa a la cual poder exprimir todo el placer posible, hasta la última gota, hasta la última bocanada de oxigeno; porque ella no hace más que cumplir fielmente con lo que sus clientes quieren, matarlos de placer.

Poema de José de Espronceda

Sobre una mesa de pintado pino
melancólica luz lanza un quinqué,
y un cuarto ni lujoso ni mezquino
a su reflejo pálido se ve.

Suenan las doce en un reloj vecino
y el libro cierra que anhelante lee
un hombre ya caduco, y cuenta atento
del cansado reloj el golpe lento.

Carga después sobre la diestra mano
la ya rugosa y abrumada frente,
y un pensamiento fúnebre, tirano,
fija y domina, al parecer, su mente.

Borrarlo intenta en su ansiedad en vano;
vuelve a leer, y en tanto que obediente
se somete su vista a su porfía,
lanzase a otra región su fantasia.

Y en la silla tomando otra postura,
de golpe el libro y con desdén cerro.
Lóbrega tempestad su frente oscura
en remolinos denso nublo,
y los áridos ojos quemo luego
una sangrienta lágrima de fuego.

Saturday, September 17, 2005

Una canción japonesa

Un anciano que vivía en un refugio
observaba el horizonte.

Un bebe llora porque
necesita el calor de su madre.

Hemos nacido para compensar
el pecado y el castigo de alguien.
No hay futuro sin esperanza
el ahora se convierte poco a poco en el ayer.

Pronunciando palabras pretenciosas
y muriendo sólo con esas palabras pretenciosas.

Bajo la lluvia incesante
Algo emerge y desaparece...

El principio

Por lo general uno suele comentar en su primer post la intención por la que crea el blog, lo que busca, etc. La verdad es que este blog no tiene aún una función muy clara, simplemente se trata de post it (esas notas de color amarillo que se pegan en cualquier lado) donde escribo lo que me apetece y viene en gana.
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