Tuesday, December 06, 2005

Carta a un desconocido

Voy a contarte mi vida entera, esta vida mía que no empieza, realmente, hasta el día que te vi por primera vez, a contarte querido lector, en esta noche de luna llena y viajeras nubes llevadas por el soplar del viento, la mayor mentira que jamás hayas oído.

Escucharás un pequeño fragmento de mi existencia que nunca ha ocurrido, pero que ello no te engañe, que lo que aquí voy a relatarte jamás haya ocurrido en la realidad que forzosamente compartimos, no quiere decir que en la verdad que cada uno de nosotros vive individualmente, los acontecimientos de los que pronto serás cómplice sean tan reales como los latidos de tu corazón o el aire que respiran tus pulmones.

Todo este imaginario sueño comenzó el día que te conocí, cuando después de abrir el buzón y revisar el correo, comprobé que alguien había alquilado el apartamento que había dejado la viuda Marta, una mujer de ochenta años, que a los cuarenta y cinco perdió al amor de su vida y desde entonces, sin hijos, con el cuerpo destrozado por la pena y el alma rota por la pérdida, se dedicó a gastar el poco dinero de su pensión en misas, flores y velas para el cadáver de su marido, que al final acabó por llevarla al mismo lugar que llevaba treinta y cinco años visitando. Cuentan los vecinos que cuando el asistente social le preguntaba por qué sólo se dedicaba a cuidar de la tumba de su esposo, ella respondía que eso era en parte incierto, no cuidaba del último hogar de su marido, sino también de la que sería su futura casa. No sé por qué te cuento todo esto, quizás porque el recuerdo de la vieja Marta taladra mi cabeza al pensar que puedo compartir con ella el mismo destino, pero no te confundas, no me asusta la muerte, me asusta la soledad.

Confieso que no pude reprimir el instinto de mirar, una vez que comprobé que el cartel que anunciaba el alquiler de la vivienda, había desaparecido del balcón donde había estado colgado, quién iba a ser desde entonces, mi nuevo vecino. Leí el nombre que aparecía en la parte delantera del buzón, una etiqueta de color blanco, con un solo nombre escrito a letra impresa.

Cómo iba a saber en ese momento el futuro que nos deparaba a ambos, cómo presentir entonces lo que nos guardaba el destino, no, en aquel instante sólo la curiosidad era la dueña de mi pensamiento, una curiosidad nacida desde lo más hondo de mi ser; tengo que confesar que era la primera vez que algo así recorría todo mi cuerpo.

Esa noche mientras dormía, tenía la impresión de que una figura corpulenta vigilaba mis sueños escondido en la oscuridad, sin embargo era incapaz de diferenciar ningún otro rasgo. También recuerdo la sensación de angustia y miedo, que mezclado con la curiosidad y las ganas de conocerte, reconozco que me excitó bastante, me desperté varias veces sudando y entre gemidos.

Todo esto aumentó mis ganas por conocer a la persona que era capaz de provocar tal cascada de sensaciones y pensamientos perversos, así que decidí que de ese día no pasaba sin ver la cara de mi nueva sombra. Toda la mañana y parte de la tarde la pasé al lado de la puerta, con la atención puesta a cualquier sonido que indicase que entrabas o salías de tu casa. Oí al cartero, a los vecinos, a los niños jugando después de la vuelta del colegio, más vecinos, sin embargo tu puerta permanecía callada. Empecé a pensar que quizás aún no te habías instalado, que simplemente habías adquirido el piso pero aun no habías realizado la mudanza, entonces reflexioné y me dije que nadie cambia el nombre del buzón sino espera recibir cartas en él, y si alguien espera correspondencia significa que la retira con frecuencia. Esta idea me ilusionó, baje corriendo las escaleras y me dirigí a toda prisa hacia tu buzón, allí seguía tu nombre, sin embargo, éste estaba vació. Ya no sabía que pensar, que hacer. La desesperación y la amargura se apoderaron de mí.

Ignoraba yo que horas después iba a ocurrir el milagro que llevaba esperando. Recuerdo que estaba cenando, la televisión puesta pero sin prestar la menor atención hacia ella, mi cabeza seguía dando vueltas a como podías ser: si alto o bajo, guapo o feo, amable o arisco, con manos grandes o pequeñas, de pelo oscuro o claro, cuál sería tu profesión para que te robase tanto tiempo; en ese instante sonó el timbre de la puerta, de golpe me incorporo tirando mi cena al suelo, me encamino a toda prisa hacia la entrada, por el pasillo creó que tropiezo con el cable del teléfono, una vez en la puerta observo por la mirrilla a un hombre de mediana edad, con el pelo oscuro y corto, elegantemente vestido; decido abrir, quizás podías ser tú, querido lector.

De golpe un mano cubre mi boca mientras otra agarra con fuerza mi cabeza, me empujan hacia dentro con violencia. Estoy inmóvil por el miedo, no puedo reaccionar, respiro con dificultad mientras me llevan a la habitación, allí me tiran en la cama, mi cuerpo empieza a temblar, estoy llorando y gimoteando, pienso que se trata de un sueño, sin embargo la primera bofetada acaba con esa posibilidad, con fiereza rompen mis ropas, intento resistirme y el dolor de una nueva bofetada recorre de nuevo mi cuerpo. Separan con una bruteza inhumana mis piernas y al mismo instante oigo una cremallera que se baja, un dolor que me quema por dentro empieza a inundar todo mi ser, gemidos, una respiración profunda y unos ojos oscuros como la noche que se clavan en los míos, la ultima penetración va acompañada por un intenso frío en mi pecho, noto que algo húmedo me llena mientras el frío de mi pecho se transforma en un calor líquido y espeso, empiezo a respirar con dificultad, se me nubla la vista, noto unos labios besándome, de nuevo un intenso rayo de frío recorre mi garganta y al instante otra vez un calor líquido y espeso lo cubre, empiezo a escupir algo viscoso, hace tiempo que no logro ver nada y de repente dejo de sentir mi cuerpo, las sabanas de seda, el peso de un cuerpo y el aliento, que desde que comenzó todo esto, calentaba mi cuello...

Cómo iba a saber el futuro que nos deparaba a ambos, cómo presentir lo que nos guardaba el destino, cómo contarte mi vida entera, esta vida mía que no empieza, realmente, hasta el día que te vi por primera vez.

1 comment:

Anonymous said...

"te conocí por primera vez" en el contesto sobra el "por primera vez".

Cuando creí que era imposible escribir un párrafo de 15 líneas sin puntos me sorprendes con el tercer párrafo. Es imposible leerlo seguido te quedas sin aire. En el punto y coma yo pondría un punto y seguido.

Sería buena idea que revisaras el funcionamiento de las comas y los acentos

Free counter and web stats