No es la primera vez que escribo algo borracho (papá, por favor deja de leer ahora mismo, jajajajajajaj), posiblemente tampoco será la última. Sin embargo, si es la primera vez que hago público lo que pasa por mi cabeza cuando el alcohol nubla mis sentidos y razonamientos. No es que exista una explicación per se que justifique este post, digamos que se trata desde un experimento literario para comprobar, hasta que punto, los efectos de varios whiskys (con fanta naranja por supuesto, otra cosa buena que debo a un pedazo de señor y caballero, gallego de adopción y ahora afincado en los madriles, merci chaval) perjudican o no mi estilo y técnica narrativa; por otro lado, también es un momento de libertad, es decir, cuando uno está bajo los efectos de ciertas sustancias, es menos consciente de sus actos y quizás por ello, escriba cosas que en condiciones sobrias jamás haría públicas. Por todo lo anterior, quiero dejar claro que si alguien de mis pocos lectores se siente ofendido por lo que pueda leer aquí, espero entienda que no ha sido de manera intencionada, simplemente he dejado salir a la superficie cosas que permanecen encerradas a cal y canto en mi interior. Sobra decir que estoy más que agradecido, incluso diría que en deuda, con esos lectores (es innecesario poner nombres, ellos saben a quienes me refiero) que post tras post leen lo que pasa por mi cabeza y, con sus amables comentarios y palabras, animan y alegran un poco este alma cada día, gracias a dios, menos atormentada. Gracias por tanto, de corazón, a mis amigos, a mis lectores, a mi padre (sabes de sobra que perteneces a mi club más selecto).
Escucho ahora mismo Pasión Vega e inevitablemente, debido a la letra de sus canciones, pienso es una chica preciosa que se llama Isabel, mi niña del alma, mi lucero del alba, mi estrella perdida, mi espina clavada, mi amor nunca revelado y siempre escondido. Los dos sabemos lo que ha pasado, somos ambos conscientes de que nada podrá ser igual, pero en mi corazón aún guardo un rincón donde los recuerdos de tu sonrisa llenaban mi alma. Jamás podré olvidar esa dura mirada, esas palabras convertidas en dagas que se clavaron muy dentro de mi ser, esas sentencias injustas que, lo sabes muy bien, lanzaste hace tanto tiempo que las heridas empiezan a cicatrizar. Sé que fui yo, no hace falta que me digas que nadie me presionó, que era más que consciente de mi actos y que, por tanto, elegí según tú, mi niña marinera, la de los ojos negros, el camino equivocado. Pero sé que también eres consciente de que lo hice por amistad, que esa noche opté por lo que me dictaba mi alma y mi cabeza, que en ningún momento coloqué en una balanza a nadie, que simplemente vi un naufrago que pedía mi ayuda y salté al mar a socorrerlo. Juzgadme por ello, sometedme mil malditas miradas y pensad que escogí entre un desconocido y un amigo; yo sólo puedo decir que hice lo que, en cualquier momento, haría por cualquiera que me necesitase. Sabes muy bien, mi lluvia de primavera, que no había maldad, sin embargo, decidme, explicadme de nuevo porque desde entonces, ya no tengo tu sonrisa alegrando mi alma. Dices, dicen ellos, que la culpa es mía, que había un amigo esperando una mano y que yo, insolidario y egoísta, ignoré. Vuelvo a lo siempre, es mi única defensa y lo es porque no es más que la más sincera verdad, ayudé a la persona que más deseaba ayudar, no preguntéis los motivos, no esperéis que os explique las causas y las razones, lo hice y ya está; no puedo entender, no puedo soportar, que por ello, no sea ya el que era, que dejara de ser ese niño que, durante cierto tiempo, estaba siempre atento y presto a ayudar.
Ahora es inevitable pensar en mi amor, mi cielo lejano, mi perla perdida en un mar del caribe, a ti han ido, de forma directa e indirecta, los últimos relatos de este blog. Mi chica del caribe, mi pirata de parche en el ojo que un día, gritando al abordaje, asaltó e hizo saltar por los aires, los cierres que mi corazón tenía sobre el amor. Paula, dulce fruto de pasión, jamás olvidaré el primer besó, jamás olvidaré como surgió todo; como poder olvidar el día en que con un guiño en esos ojos verdes, al oído me susurraste cosas que, desde el momento que te vi, prendieron fuego la brasa de la pasión. Me quedan las noches donde tu cabeza dormía sobre mi corazón, recuerdo tus manos rozando mi cara y mirando fijamente mis ojos, prometiendo cosas que ambos sabíamos imposibles de cumplir. Tú tenías que partir, y yo me volvía a preguntar por qué toda la gente a la que quiero y aprecio tenía que marchar. Se fue primero un amigo, luego tú, no sabría decir cual de las dos más dolió, ambas son diferentes y no se pueden cuantificar, sólo puedo decir que desde que tú no estas, mi cama es un desierto lleno de arena y desolación. Hecho de menos tus besos, tus manos, tu cuerpo caliente y tu aliento en mi pecho mientras dormías, feliz, soñando ilusiones que jamás se iban a realizar. Espero que seas feliz, muy feliz, en esa ciudad que antes adoraba y ahora, me ha robado uno de los pocos rayos de sol. Deseo que en el mar, ese mar que tanto amas, ese mar mágico que es el Mediterráneo, en esa ciudad llamada Barcelona encuentres aquello que yo no te he podido dar.
Hablando de ciudades que me han arrebatado algo, no puedo pasar por alto a Madrid. Allí tengo a un ser especial, a un chico, mejor dicho, a todo un hombre, a un viejo caballero y gentil señor, a un amigo que cierto día, se marchó buscando lo mejor. David, que puedo decir que no haya dicho ya. Sería tan estúpido e inútil repetir aquí lo que de palabra y escrito ya sabes. Me has dicho miles de veces por qué tú, por qué cabezón de mi intento ser tu amigo; sigo sin tener una respuesta definitiva, creó que lo triste sería poseer una, ¿no crees?, como si la amistad fuese algo racional. Egoístamente puedo decir que me haces mejorar, que intento ser cada día más fuerte, más alto, más inteligente, que supones un estimulo para pensar, que para mi representas un desafío tanto en el plano intelectual como personal. Podría decir que eres la persona que quiero llegar a ser, pero tampoco es eso, ni de lejos, estoy muy contento con mi forma de ser, sin embargo, veo virtudes en ti que no poseo, virtudes que toda persona debería poseer, hablo de tu profesionalidad, tu calor humano, tu seriedad, tu frialdad para los problemas, tu capacidad de sacrificio y racionalidad para afrontar situaciones que a otra persona, a mi mismo, cuestan años y pesares superar. Te veo honesto y sincero, te veo educado y caballeroso, con las ideas claras y bien amuebladas, te veo maduro, algo que para un joven de tu edad, me sorprende de forma muy grata, representas la esperanza en una juventud que veo a la deriva y perdida. Sé que odias estás cosas, que detestas este carácter mío, pero no puedo ocultar y no quiero hacerlo, digan los demás lo que quieran, que te respeto, admiro y aprecio; el pensar y decir esto me ha costado muchas cosas en el pasado, sin embargo, tengo la esperanza (espero que no falsa y vaga), de que el tiempo podrá las cosas en su sitio. Creó que el mejor piropo que puedo decirte es que eres la imagen moderna de esos caballeros vallisoletanos antiguos, esos valerosos soldados que servían en la Real Chancillería de Valladolid al servicio del rey, según dicen las crónicas, educados, valientes, atentos, fieles y sobre todo, defensores de sus ideas y su patria.
Estoy ya cansado, los efectos del alcohol empiezan a notarse, tengo sueño y cansancio, los ojos empiezan a cerrarse y mi cabeza divaga ya sobre muchas cosas, pero no quiero, no puedo terminar esto sin mencionar a mi tocayo, al fausto que me hizo descubrir un nuevo placer, a la serpiente que me ofreció una manzana cierto día y yo, dudoso al principio, acepté y ahora, consciente de aquel día, no puedo soportar estar sin ti. Hecho de menos tus ojos, esos ojos cautivadores y oscuros, esos ojos que sólo rivalizan con los de un caballero vallisoletano, aunque por motivos diferentes, en los tuyos veo pasión, en los suyos amistad. Te gusta que te llame mi poeta bohemio, mi Rimbaud personal; y lo haré porque como poeta me has enseñado una nueva forma de belleza, de sensualidad, un nuevo mundo de pasión y gozo del que, tengo que reconocer, aún tengo miedo de recorrer y explorar, sobre todo ahora que, otra vez la historia se repite, y tu no estás aquí. Sólo quiero decir que tengo grabado a fuego la noche donde llevaste mi alma al infierno y que, desde entonces, te espero en un purgatorio que no satisface mis deseos, con la ilusión de volver a recorrer, como Dante en la Divina Comedia, el infierno entero.
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