Llovía con fuerza, el agua caía con tal intensidad que los paraguas se hacían inútiles y lo único que realmente importaba era esconderse del aguacero en cualquier lugar guarecido. Él llevaba ya unos cuantos días viviendo en el banco enfrente de casa. Allí comía, veía pasar a la gente, los niños e incluso dormía. Nunca pensé en hablarle, pero por bromas del destino, esa tarde, el diluvio hizo que compartiésemos una balconada para no mojarnos. Al principio, ninguno de los dos nos hablamos, pero al cabo de un tiempo, comentó que la tromba de agua iba para rato, que menos mal que no tenía nada importante que hacer, luego se rió.
- “Me llamo Juan, ¿y tú?”
- “Alberto” le contesté secamente.
Debí ser un poco grosero en mi entonación que vaciló un rato, bajó la cabeza y parecía que iba a callarse cuando me digo:
- “¿Eres de Coruña?”
- “No, soy de Verín, una villa al sur de la provincia de Ourense”.
- “¡Ah!, la villa de Monterrey, bonito lugar, me gusta su castillo y sus vinos”.
- “Si, dicen que no están mal, supongo, no sé mucho de vinos”
- “Claro, ahora los jóvenes el vino lo mezcláis todo con coca-cola, jejejeje, tengo que reconocer que está muy bueno, pero sigo prefiriendo el vino al natural.”
No hacía falta que lo jurase pensé, su aspecto era horrible, con ropas andrajosas, pelo sucio, la cara totalmente roja por el alcohol, posiblemente el cartón de vino que se encontraba a pocos metros de nosotros, en el banco. Su olor era fuerte, nada agradable a la nariz, menos mal que nos hallábamos a cielo abierto, en un lugar cerrado hubiese sido imposible aguantar a su lado.
- “Sabes, la gente cuando me ve piensa que soy un pobre desgraciado, un borracho que no es capaz de salir de la miseria donde se ha hundido…”
- “Bueno, no sé”
- “Claro que sí, no puedes ocultar que estás pasando un mal rato debido a mi perfume natural…”
Sólo lograba decir monosílabos sin sentido, vacilando pues no quería herir sus sentimientos, pero también es cierto que no aguantaba su olor corporal.
- “Llevo la vida que gusta.”
- “Si, por supuesto.”
- “Es cierto, hace unos veinte años mi mujer y mis dos hijas murieron en un accidente de coche…”
- “Lo siento”
- “Gracias, pero ya lo he superado, no quiero decir que las haya olvidado, pero el dolor con el paso del tiempo siempre va a menos, es como si el propio cuerpo se curase para no sufrir tanto.”
- “Puede…”
Seguía lloviendo con intensidad, sólo deseaba que parase o por lo menos, disminuyese la intensidad para así poder marcharme a casa, pero el agua parecía no dar tregua.
- “Después de la muerte de mi mujer e hijas, caí en una depresión, perdí mi trabajo y con ello mi casa y todas mis pertenencias, los bancos se quedaron con todo.”
- “Lo siento.”
- “Deja de decir que lo sientes hombre, realmente te importa un carajo, es normal, a mí también tus problemas me importan un carajo, no te cuento mis penas, sólo quiero que sepas que la vida no es un camino de rosas chaval…”
- “Gracias, pero ya lo sé…”
- “No me mal interpretes, la vida es una mierda mientras sigas pensando que lo importante es encontrar un camino determinado, mientras pienses que si no consigues un buen trabajo, una mejor esposa y la mejor casa eres un perdedor. No, sólo cuando eres consciente de que esas cosas son superfluas puedes ver la vida no como un camino, sino como infinitos caminos que puedes recorrer sin tener en la cabeza cosas que echas de menos.”
- “Claro….”
- “Si, claro que entiendes, sabes perfectamente lo que digo, el desgraciado no soy yo, sois todos vosotros que camináis de un lado para otro sin saber donde ir, perdidos, pensando que llegáis a una meta, pero siempre volvéis a la línea de salida. Yo sin embargo, hoy estoy aquí, mañana en otro lugar, cada vez que un sitio me aburre, sólo tengo que recoger mis cartones, mi manta y ponerme a caminar de verdad hacia un lugar. Sin pesos, sin ataduras, sin nadie que me diga que tengo que volver. Soy libre de ir a donde me plazca, no tengo que justificarme ante nada ni ante nadie…”
- “Bueno, pero tendrá que reconocerme que ha dejado de lado muchas comodidades, y que su vida ahora mismo no es nada saludable…”
- “Lo importante no es vivir mucho, sino vivir como quieres realmente vivir, ¿vives tú como realmente quieres hacerlo?”
- “Claro….”
En ese momento, la lluvia era ya menos intensa, me despedí de él y mirando el reloj comprobaba que llegaba tarde al gimnasio. Mientras él, caminó hacia el banco, cogió su cartón de vino y volvió hacia la balconada, se sentó, bebió un trago, se tapó con la manta y se acurrucó para dormir. Puedo casi jurar que nunca he visto una cara con una expresión de tranquilidad como aquella, yo sólo pensaba en que no llegaba a tiempo… .
1 comment:
Es bueno. Un vagabundo filósofo, es curioso y apuesto a que por Madrid hay más de uno y más de dos como ese.
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