Un día cualquiera, partimos hacia un lugar desconocido y dejamos atrás lo rutinario, lo cotidiano, lo conocido y lo previsible. De golpe, sin avisar, en el yermo desolado nos enfrentamos a lo misterioso y lo incognoscible. Nuestras mentes empiezan a recurrir a imágenes pasadas para no caer en la locura interna del miedo y la inquietud, miles de dudas y preguntas nos asaltan, incluso parece que toda nuestra valentía era una máscara carnavalesca inútil a la hora de afrontar la verdad. Despertamos del largo sueño de la adolescencia y delante tenemos la realidad, abandonamos nuestro paraíso pasado y como triste adulto caminamos por desiertos secos y calurosos.
Insignificante hormiga dentro del hormiguero, ignorado por todos y conocido por nadie, así se nos muestra el presente que bebemos igual que un borracho toma el licor que lo está embotando. Esclavos de emociones y sentimientos, yonkis de relaciones, parásitos de parásitos que se aprovechan de nosotros al igual que nosotros los aprovechamos porque, este circo tétrico, los payasos no hacen reír y los niños lloran sin que nadie los consuele.
¿Recuerdos alegres?, falsas esperanzas de realidades que jamás volverán a ser iguales, imágenes de mentiras piadosas dichas para consumar la gran mentira de soportarnos mutuamente, fingidos sentimientos para hacernos felices como estúpidos y evitar que nos matemos los unos a los otros. ¿Nuestros amigos?, muertos el día que el destino decidió vomitarnos en otro lugar. El egoísmo de la posesión no entiende de distancias, como seres primitivos necesitamos tocarnos, oler nuestros putrefactos cuerpos, porque sin ello nuestras mentiras de promesas futuras no funcionan. Olvidémonos de ellos porque así lo han hecho ellos, quiénes somos para pensar que somos tan importantes como para que rompamos su rutina y cotidianeidad.
Uno... Dos… Tres... No sabemos a donde queremos llegar pero quizá nos quedemos un rato para comprobarlo, la valentía para el suicidio la dejamos junto nuestra felicidad, lejos del estercolero en el cual estamos ahora. Somos tan incautos que pensamos que algún día podremos regresar, pero, ¿a dónde?
1 comment:
Inquietantes reflexiones. Regresar... ¿a dónde? Para qué regresar si puedes seguir adelante y aunque vuelvas lo harás habiendo visto lo que hay delante.
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