En el frío de la noche, al lado de una tele, comienzo unas líneas que desconozco como terminarán, más aun, ignoro siquiera sobre lo que dirán o comunicarán. Quizás a medida que tecleo las palabras que surjan nos llevarán a mundos desconocidos, a futuros imposibles, a misterios ocultos o amores crueles. ¿Quién sabe?
Dicen que cada uno de nosotros pone pequeñas partículas de arena, de la playa de nuestra vida, en lo que escribe y que sólo aquellos que son capaces de leerlas entrelíneas, disfrutan del placer perverso del mirón que acaba de descubrir algo que debería permanecer oculto. ¿Quién sabe?
Durante un tiempo buscaba amigos perfectos, de esos que nunca te hacen llorar o sufrir, aquellos que hacen sentirte la imposible sensación de estar acompañado y no estar nunca perdido. Más tarde, en el rincón barrido de mi existencia, entre polvo y telas de araña, descubrí que el que busca amigos perfectos se queda sin amigos. El egoísmo por no hacernos daño nos lleva a la búsqueda de personas que no existen, y a aquellas que acabamos conociendo, terminamos por imponerles las virtudes que estábamos buscando, en vez de aceptar sus defectos para que ellos acepten los nuestros. Aceptémonos primero, ya habrá tiempo luego para mostrar nuestros talentos.
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