Sales perdido, desorientado, incapaz de reconocer una cara, una calle, una fachada, tus ojos se niegan a ver lo que te rodea porque nada de lo que hay fuera de ti importa. Solo la cabeza martilleando una y otra vez el mismo pensamiento, y las malditas preguntas que le acompañan.
Caminas como si el vacio se extendiese ante tí, notas que estás solo, que nadie te acompaña y lo que es peor, es lo que quieres, es lo que necesitas. Oír tus pasos, sentir tu ritmo acelerado, notar el duro asfalto a cada zancada hacia una meta que no existe. Y la idea que te acosa, que te persigue, que no te deja y regresa una y otra vez.
Pero de pronto, todo cambia. La luz tenue del atardecer te envuelve, el olor a mar te invade por todos los poros de tu cuerpo y sientes que regresas de una lejana y dolorosa dimensión. Ya no piensas en nada. Ya no. Todo en ti es paz. Y decides por fin, cerrar los ojos de tu cara y abrir los del corazón, para descubrir lo que se muestra ante ti.....
y no puedes evitar llorar, acordarte de tus seres queridos y tus amigos, sentirte feliz, muy feliz por estar con ellos, por tenerles a tu lado.
1 comment:
Y cuando abrimos los ojos ¡que sorpresa todo lo bueno que somos capaces de encontranos!
¿Has mirado hoy, estimado Oso? ;)
Un abrazo.
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