Allí se encuentra él. Un chico que ronda los veinte años con aspecto cansado pero contento. Recostado en el asiento del tren descansa de su larga jornada de diez horas de trabajo duro en la fábrica. Su atuendo es descuidado, aunque tiene el estilo de alguien que se preocupa de su aspecto. Lleva una mochila donde guarda el mono del trabajo, los guantes y la cazadora que aquella mañana se hizo necesaria. Las botas que lleva tienen el aspecto de haber caminado a través de altas montañas durante largos períodos de tiempo.
Va escuchando música mientras el sonido del tren contra las vías le hace vibrar en el asiento. El viaje dura dos horas y aún le falta hora y media así que intenta dormir el resto del camino, sin embargo, algo hay en su cabeza que no le deja cerrar los ojos.
Si sigo así estoy acabado. Tengo que cambiar todo esto. Todos los días diez horas de trabajo a lo que hay que sumarle las dos horas de viaje de ida más las dos de vuelta. Voy a llegar a casa, me daré una ducha bien caliente, y después de cenar miraré el correo electrónico y, en caso de tener algún mail, contestar y a dormir. A las seis de la mañana otra vez en pie y vuelta empezar. Así no llegaré a viejo y si llego será sólo.
El tren realiza dos paradas antes de la suya. En la segunda se sube una chica que al igual que él tiene cara de cansada aunque ella parece un poco más triste que él.
Se sienta en la otra punta del tren y también se recuesta apoyando los pies en el respaldo del asiento de en frente. De la mochila saca una carpeta y de la carpeta unas hojas escritas y con tachones y se pone a escribir en ellos a intervalos. Escribe y mira hacia el techo, el final del vagón, al suelo.
Menuda mierda, todo los días lo mismo, a clase y de vuelta estudiar. Llegar a casa ducharme y estudiar. Levantarme y a clase a estudiar. ¿Es que no hay nada que se pueda cambiar para salir de esta mierda? Termino la carrera y a buscar trabajo, para terminar trabajando ocho horas diarias llegar a casa y descansar. Seguro que intento suicidarme y me sale mal.
En un momento determinado la situación es algo extraña. El vagón se encuentra repleto de gente pero justo en el momento en que él levanta la mirada mirando al vacío se abre un espacio hasta que se encuentra con la mirada perdida de ella. Sus miradas se cruzan y se quedan mirando un rato hasta que el espacio vuelve a cerrarse.
Él se queda colapsado de la intensidad del momento. La música parece haber desaparecido, el tren parece haber dejado de moverse y la gente ha dejado de hablar. Lo que ha visto en su mirada es lo mismo que él había pensado hacía unos minutos.
Ella se queda un rato mirando en la misma dirección con la esperanza de que se vuelva a abrir el hueco para poder volver a cruzar su mirada. Ella quería volver a ver sus ojos, quería leer en sus ojos que él quería lo mismo que ella, que estaban buscando lo mismo.
El tiempo pasa y ambos siguen a lo suyo pero dirigiendo la mirada cada cierto tiempo al otro extremo del vagón. Ambos tienen la esperanza de que sus miradas se vuelvan a cruzar para saber que realmente no están solos en el vagón, que están rodeados de gente a la que no le importas nada pero que una persona entre todas entiende lo que te está pasando.
Escrito nada más ni nada menos que por David, mi apañero :P
1 comment:
Esta parte del relato, querido Oso, es integramente tuya, desde la primera palabra hasta el punto y final.
Gracias a ti por la idea en su día, por lo que disfrutamos escribiéndolo y por pasarte por aquí y dejar tu post it.
Un abrazo.
Post a Comment