Era una ciudad llena de individuos tan ajetreados de un lado para otro, sin parar un segundo a mirarse, a conocerse, a preguntarse por el extraño que se sienta al lado en el metro, en el cine, en la fila del supermercado. Tan preocupados de no estar preocupados por lo importante, de no ser capaces de llenar el vacio de una existencia llena de mentiras. Tan tan que en la sartén de la vida, todos saltan acalorados, quemados por el fuego que les abrasa.
Hasta el día que todos se convirtieron en palomitas de maiz.
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