Son las tres y media de la mañana de un sábado 24 de Febrero, llevo sin dormir exactamente 20 horas y cargado con una maleta me dirijo en taxi a la Terminal 1 de Barajas camino a Frankfurt, escala inevitable para enlazar destino Pórtland Oregon.
Después de una hora de espera para facturar, Lufthansa como buena compañía germana despeja a las 6:05 de la mañana del sábado. Desayuno continental y lectura para soportar las tres horas casi de vuelo hasta Frankfurt. La llegada prevista se cumple, otra vez la puntualidad germana no puede quedar entre dicho.
Frankfurt es la cuidad financieramente hablando más importante de toda la Unión Europea, allí nos encontramos al Banco Central Europeo, la mayoría de las sedes bancarias del país teutón y por supuesto la Bolsa alemana (Deutsche Börse AG). Su aeropuerto es el segundo tras Ámsterdam que más tráfico mueve de toda Europa y es la salida y entrada para la mayoría de los vuelos internacionales. Pero es también cuna del genial Goethe.
A las 10:15 y después de haber superado el tedioso e incluso intimidatorio y molesto control de pasajeros para poder viajar a los USA (con preguntas tan inevitables para evitar la entrada en país como: ¿cuál es el motivo de su viaje a los United Status?), despegamos de la mano otra de vez de Lufthansa en vuelo directo a Pórtland, doce horas de maravilloso viaje.
El itinerario del mismo nos lleva desde nuestra salida a nuestro destino atravesando el mar del norte entre Dinamarca y Gran Bretaña, sobrevolamos Islandia y nos metemos de lleno en Groenlandia muy cerca del Polo Norte. Las vistas de las inmensas placas de hielo y los icebergs hacen que el viaje ya merezca la pena. La comida dentro del vuelo es otra cosa.
A las doce de la mañana de mi reloj, dos horas después (jajajaja, es decir, doce horas después de haber despegado de Frankfurt) estamos en Portland Oregon, no confundir con Portland Maine. Una enorme cola en aduanas y la cara de mala ostia del encargado de aduana y su pregunta sobre mis por qué en los USA me amargan el día, pues porque después de doce horas no soportas las preguntas estúpidas de un yanki paranoico que ve terroristas en todos lados. Observa atentamente el pasaporte, mira que vengo de España y torciendo en su boca en una especie de sonrisa dice. Ok boy, you pass, wellcome to USA.
Ahora mismo son las 21:36 de la noche del domingo siguiente, el jet lag pasa factura y hace ya no sé cuantas horas que no duermo.
Les seguiré relatando mis experiencias, no me echen de menos porque ya lo hago yo con ustedes.
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