Después de haber superado lo mejor posible el jet lag intentaré seguir con este pequeño documental sobre mi study trip. Y nada mejor para comenzar que decir que me he enamorado. ¡Sorpresa! Pero, de quién, ¿de una bella chica de mi clase o de una preciosa lugareña? ¿De un fornido chico o de uno de los muchos que circulan por el Downtwon de la ciudad? Pues no, me he enamorado de la ciudad de Portland. Una semana más o menos y he caído bajo los efectos de lo que se llama el encanto de la Ciudad de las Rosas, sobrenombre por el cual es conocido este precioso lugar del estado de Oregon; pero comencemos por el principio.
Oregon es uno de los estados que forman los Estados Unidos de América, no les aburriré con datos innecesarios, para los que deseen conocer más a fondo el tema sólo tienen que hacer clic en el enlace. Se trata de un lugar prácticamente de industria maderera por lo tanto tiene grandes extensiones verdes y su clima, al norte de Norteamérica tiene cierto parecido con Galicia. La capital es Salem, si, la misma de las historias de brujas; sin embargo, la cuidad más habitada es Portland.
La Cuidad de las Rosas tiene todo el encanto de una de esas ciudades de medio tamaño americana que tantas veces hemos visto en infinitud de películas. Calles perfectamente cuadradas divididas en manzanas, sus cruces, esos edificios con las míticas escaleras de incendios, sus almacenes en el centro, sus multitudinarios restaurantes (actualmente se trata de uno de los lugares más interesantes a nivel gastronómico de toda USA) pero sobre todo, su actividad artística, cultural y de ocio. Porque Portland, sede de empresas como Nike o Boeing, de lo que más orgullosa se encuentra no precisamente de eso, sino de tener una de las tasas de lectura más altas de todo los EE. UU y del mundo, y eso se nota en todos los rincones de la ciudad.
Y de todos los encantos de esta preciosa maravilla se encuentra mi verdadero amor Powell´s Book The City of Books. Como describirles lo qué es esta maravilla Mejor empezar como lo descubrí. Un martes por la tarde, lluvioso y frio (clima típico de Portland) con mi café de Starbucks (algo que ya podemos disfrutar en España pero que aquí es como una religión), caminaba intentando pasar el tiempo mientras mis compañeros de master disfrutaban de un merecido descanso. De pronto, algo llama mi atención, una gran cristalera muestra a una serie de personas tomando café y té o cualquier otra cosa conectados a Internet vía wi-fi o leyendo en lo que a primera vista parecía un lugar magnífico para disfrutar de una lectura. Con la curiosidad por las nubes, no pude resistirme a entrar. Dentro un olor a libros y café daba un aroma único al lugar. Un dulce jazz sonaba a su volumen justo, ni muy alto ni muy bajo, y las conversaciones existentes eran casi imperceptibles (vaya, como en España , sic). Ante la enorme cantidad de cafés y te que estaban a mi disposición me decidí por un magnífico café de Nigeria, negro, intenso, aromático, amargo como sólo lo es el buen café, con cuerpo y exigente como una mujer. Si, el encanto comenzaba hacer efecto. Me dirijo a un rincón y me acomodo en unas acogedoras butacas y saco mi lectura. Cuando me doy cuenta llevo casi dos horas leyendo y he disfrutado de dos intensos cafés y un agua mineral.
¿Y eso es todo? No, claro que no, soy tan fácil de enamorar, faltaba la puntilla. En esto que una persona desconocida reconoce que mi lectura es en español y se acerca. Se disculpa y amablemente me pregunta si soy de España, le contesto que si e iniciamos una pequeña charla introductoria donde le explico los porque de mi visita y ella me cuenta su interés por mi libro. Se trata de una estudiante de español enamorada de Barcelona, Granada y, vaya que gracia, Madrid. Comenzamos así una agradable conversación de lo divino y lo humano hasta que me pregunta si conozco la librería de la cafetería. Sorprendido le digo que no, entonces servicialmente me dice que la acompañe que me la mostrará.
Salimos por lo que yo pensaba que era la entrada para el baño y damos de lleno con una librería gigantesca, y cuando digo gigantesca es gigantesca. Tres plantas del tamaño de una planta de El Corte Inglés se muestran a mi llenas de libros de todo tipo, es ese momento tengo un orgasmo casi real y muy poco místico. Kate, que así se llama mi anfitriona me cuenta de que se trata de una de las librerías más grandes del mundo y que no solamente vende sino que también se trata de un servicio de préstamo de libros de segunda mano. Por lo general, la gente compra un libro y luego lo deja en el depósito para que el resto de clientes pueda disfrutar si quiere de él. Le pregunto que quizás los libros de segunda mano (que también se pueden adquirir) se encuentren en un estado poco óptimo, y cuando acabo la pregunta parece que acabo de preguntarle por un secreto de estado, perpleja me mira me dice por qué pienso eso y me enseña un libro que tiene casi ocho años y se encuentra en casi perfecto estado. Algo avergonzado le digo que era simple curiosidad, escondiendo la terrible realidad de si algo así existiese en España, se lo imaginan.
Enamorado completamente de la librería y un poquito cada vez más de Kate, nos perdemos entre esa marea de libros. El resto quizás lo cuente en otra postal. Un saludo y ya saben, no me echen de menos, ya lo hago yo por ustedes.
Algunos enlaces sobre la librería:
http://en.wikipedia.org/wiki/Powell's_Books
Un tour por la Ciudad de los Libros; recomendable si desean ver de lo que les hablo.
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