El roce de tu piel sobre mi cuerpo, tu cabeza oyendo mis latidos, unas manos acariciando mi cara con toda la suavidad de una diosa griega. Tus muslos entrelazados entre mis piernas, tus labios besando los míos, carne contra carne, batalla de sexo y pasión. Pechos deliciosos entre mis manos, tersos, suaves, firmes y delicados cual seda de cuento lejano, aire de oriente lleno de jazmín, incienso y rosas. Miles de centímetros llenos de sudor y lujuria. Cuerpo de pecado divino para comer con gula desenfrenada, labio a labio, mano a mano, sexo a sexo. Calor, gemidos, caricias, gotas encendidas de sudor ardiente, desenfrenada batalla de hedonismo suelto para el simple disfrute carnal.
Juegos de boca y lengua que sonrojan al mismísimo Eros, placer supremo al oir el latir de tu fuego en mi, mujer de diabólicos ojos negros.
Sentir despacio, poco a poco, centímetro a centímetro como me haces tuyo y como te haces mía, tacto perverso de suprema devoción.
Al final, un gemido, un suspiro, el beso más tierno y la mano en mi pecho más caliente y dulce jamás vivida, y lo mejor, notar como tu pelo cae sobre todo mi cuerpo, ahora, ya cansados, con tus ojos clavados en los míos, con tu respirar cada vez más pausado a mi lado, cuerpo con cuerpo, el saber que mañana, al despertar, tu estarás a mi lado…
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