Sunday, February 20, 2011

Conversación con una botella de whisky.

Palabras y más palabras, pero ninguna de ellas con el aliento de la valentía y estoy harto. Me he dado cuenta de que estoy rodeado de mentiras y la principal me la he contado yo. He jugado demasiados años la misma mano de cartas y hoy, me he dado cuenta de que era siempre una mano perdedora.

Estoy harto de entrar siempre en los embites de los demás, de jugar siempre y no pasar nunca, de no guardar las fichas y apostar todo por una simple palpitación. ¡Estoy harto de no sentirme el ganador nunca!

Años y años entregando sin pedir nada a cambio, de no guardar nada dentro y de esperar el momento, ilusionado y esperanzado, de ver llenado mi alma con un simple abrazo, algún gesto de complicidad, de ganar tiempo a la vida con charlas absurdas e incluso de disfrutar del silencio cómodo que vence a la incomidad del silencio entre extraños.

Esta vida que vivo se llena de semanas y semanas grises e insulsas donde se mezclan las ojeras de los lunes con las lágrimas de los sábados. E igual de oscuras son las noches del esfuerzo como las del esparcimiento solitario que nunca busco y siempre encuentro.

Y cuando necesito volar me encuentro siempre palabras, malditas palabras. Harto del filósofo que me repite que debe ser uno quien busque y quien cambia tristezas por risas. Harto del que se llena la boca de mentiras y tan lleno de ellas, acaba cubriendo cada uno de sus actos con ellas. Harto del que considera un esfuerzo tenerme a su lado. Harto del que nunca tiene tiempo para quien siempre tiene tiempo. Harto del que presume como disfruta de su soledad y nunca supo que significa estar solo. Estoy harto de no contar nunca y tener que suplicar, mendigar, implorar el que se me cuente.

Y si alguien tiene que decirme algo, que lo haga, pero yo sé que no lo hará nadie. Porque todos son unos ¡COBARDES!

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