Cuando me desperté la manzana ya estaba allí. Verde, brillante, grande, apetitosa, parecía la manzana más sabrosa del mundo. Pero esa manzana no debía estar en la cabecera de mi cama. Así que allí estaba yo, medio dormido, en pijama y mirando una fruta verde que misteriosamente había aparecido de la nada. Extrañado y viendo que llegaba tarde a clases, me vestí corriendo y me marché. A la noche la manzana ya no estaba.
Un melocotón. La manzana a la mañana siguiente se había convertido en un melocotón peludo y naranja, oloroso, dulce. Asustado pensando que alguién estaba entrando en mi habitación a colocar frutas, corriendo escaleras abajo pensaba que a la noche cerraría la puerta. Ahora sin embargo, debía coger el autobus para ir a la universidad. Al regresar, el melocotón ya no estaba. Cerré la puerta y muy intranquilo me acosté.
Una maldita pera. Ahora habían dejado una maldita pera de agua, amarrilla, con tonos marrones, grande e incluso con su ramita y su hoja. Me abalance sobre la puerta y comprobé lleno de pánico que estaba cerrada, que nadie la había forzado. Ni siquiera reuní el valor de quitar la pera de la cabecera, acurrucado en mi cama asustado, decidí esperar haber que pasaba. Me quedé dormido. Al despertarme me llamarón al telefono móvil, querían que jugase un partido de futbol y pensando que me vendría bien salir de casa y despejarme, me fuí no sin antes cerrar todo con llave. Despues de ducharme, volví a fijarme en la cabecera de la cama. La pera ya no estaba allí. Aterrorizado casi no dormí en toda la noche.
Al despertarme me econtré....
1 comment:
Al despertarme me econtré... un abridor.
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