Lentamente, como si hubiese estado ensayando este momento toda la vida, cerró una a una cada ventana, cada cortina. Despacio, con pasos cortos, como si no quisiera herir la superficie de la alfombra de vivos colores, se dirigió hacia el interruptor de la luz y dejó totalmente a oscuras la habitación.
Ya no podían verse ni las estanterías repletas de fotos, libros, discos y recuerdos de todo tipo. Las paredes blancas se tornaron negras y en el olvido cayeron los cuadros, los diplomas, las restantes fotos pinchadas en el corcho donde, como hojas de un árbol, pendían al abismo pañuelos, medallas, trozos de papel y pedazos del pasado.
Buscó a tientas la cama, se recostó muy despacio. Apoyó su cabeza sobre la suave almohada, colocó sus manos en paralelo al resto de su cuerpo y respiró muy profundo. En el bolsillo de su camisa encontró el mando de la cadena de música y apretó el botón que tenía dibujado un triángulo tumbado, con su pico señalando hacia la derecha. Dejó el mismo en su pecho, volvió a respirar y mientras las notas inundaban la oscuridad.
Pensó...
Y ustedes, ¿qué pensaron?
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