Cuatro de la tarde,
hastío gris y lluvioso,
de rostros largos y tristes,
sentir común de un viaje en metro.
Entre sombras y penas, una luz,
una sonrisa lejana,
unos ojos canela que me miran fijamente.
Juego de dimes y diretes sin palabras,
un gato y un ratón bailando,
al son del traqueteo del metro de Madrid.
Los muertos pasajeros ajenos a la vida,
helados en la oscuridad vacía de esa tarde,
fría y gris;
tú y yo, nosotros,
con el fuego quemando nuestro interior,
buscándonos y deseando tocarnos,
sentir el aliento del otro en el cuello de uno.
Llega la estación,
sin embargo esta parada no es el fin,
sino el comienzo del viaje en sí,
allá se va el fúnebre metro,
y nosotros, indiferentes a las gotas del cielo,
al fin nos besamos.
Luego todo fue seguir bailando bajo la lluvia del cielo de Madrid...
1 comment:
¡Gracias! Además, conoces de primera mano la historia que da origen al poema ;)
Un saludo desde Madrid.
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