Yo no pienso, yo he nacido para mandar,
así, poder hacerte callar,
ocultar y acabar,
con los sueños,
para así,
poder secar las olas,
de los suspiros y los anhelos,
que brotan,
a la orilla del mar.
Gracias a mí, ya no lloran tus lágrimas,
ni gimen tus suspiros,
ni sangran tus heridas.
Gracias a mi, ya no duele el amar,
ya no mojan las olas,
tu cuerpo,
desnudo,
a la orilla del mar.
Yo no pienso, yo he nacido para mandar…
Obedecer y controlar,
acallar las voces sordas,
los gritos mudos,
para así, poder atar,
de manos y pies,
tu caminar. Para así,
solamente así,
poder oscurecer la única verdad,
que aquella tarde,
junto a la orilla del mar,
al ver sus ojos,
y su verso rimar al son
de las olillas del mar,
pensar que ya estabas,
loco de ti,
preparado para nadar.
Yo no pienso, yo no amo,
yo he nacido para mandar,
yo he nacido para salvar
tu alma del pecado de echarte sin barca,
a la inmensidad de la mar.
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