Sunday, September 21, 2008

Jazz de medianoche

La orquesta canta,
rota y desgarrada,
una canción de jazz.
Acompañando una voz,
de sueños y esperanzas ya casi olvidadas.

Apuro el fondo de un vaso,
un trago de whisky ya caliente,
mientras el humo de los cigarros
invade todo el ambiente.

Ella acaricia el microfono,
cerrando las manos en torno suyo,
besándolo casi con esos labios de
intenso rojo carmín,
como si quisiera susurrarle,
mientras canta,
como añora al hombre
que la hizo sentir tan viva.

El mismo amor, el mismo hombre,
que ahora le hace cantar,
en notas como lágrimas,
una canción de jazz.

Ella no sabe que yo estoy aquí,
que la estoy oyendo cantar,
con esas lágrimas de música,
penas que no caen por su mejilla,
sino que salen de su voz
y se clavan muy hondo,
en cada nota,
en su ser.

Y mientras camino hacia la salida,
en cada paso,
voy gritando en silencio,
como la deseo.
Y al cerrar la puerta,
y oir el último llanto de su voz,
acompañada de esa orquesta,
sé que aunque vaya muy lejos,
jamás dejaré de escuchar,
ese jazz de medianoche.


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