No te diste por vencido, no por el mero hecho de que tu tradicional cabeconería te llevase a ello, sino porque la dificultad y el reto que ella estaba suponiendo, añadían un plus que te motivaba aún más. Estaba siendo esa cuesta empinada que por mucho que corres, parece no terminar nunca, pero que disfrutas a cada doloroso paso. Ibas a llegar a esa meta, lo conseguirías, lo sabías y punto.
Así que cuando escuchaste de sus rojos labios esas palabras, "jamás podrás llevarme a tu cama, chico listo...", pensaste en mil y una respuestas ingeniosas para replicarle, "soy un poco exhibicionista, me gusta que nos miren las estrellas...." o, "no necesito una cama para lograr que sueñes con haber llegado al séptimo cielo...". Pero algo en ti te detuvo, era ese sexto sentido que te advertía cuando debías estarte callado, pues la balanza comenzaba a inclinarse de tu lado. Y sucedió, porque ella no terminó ahí su frase, y las palabras que escucharon tus oídos te parecieron música celestial, "jamás podrás llevarme a tu cama, chico listo, eso solo ocurrirá si algún mes tiene dos lunas llenas...".
Una sonrisa apareció en tu cara y un brillo iluminó tus ojos. Te acercaste despacio y con suavidad la agarraste de su peligrosa cintura, tu cara se aproximó a su oreja y le susurraste, "chica lista, toda la noche de hoy tenemos para nosotros dos, una magnífica luna azul, si mi preciosa chica lista..." y mientras ella apoyaba su cabeza en tu hombro, comenzaste a cantarle, "Blue moon, you saw me standing alone..."
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