No. Un día fantástico me está esperando y no puedo perdérmelo simplemente porque ya no tenga que cumplir con el rito social de ganar dinero, eso sí, según los cánones aceptados por la sociedad. Asi que levanta ese culo gordo y perezoso, abre los ojos y afronta tu destino entre los casi más de cinco millones más de españoles que están en la misma situación que tú.
Además hoy deberías renovar tu D.N.I. asi que ya sabes, aséate, desayuna y a la comisaría. Una vez allí puedes cometer algún delito, quién sabe, si tienes suerte pueden encarcelarte unos años y ya no deberías volver a preocuparte de pagar alquiler y tener dinero suficiente para comer. Y seguro que entre los barrotes haces amigos nuevos. Preparados, listos, ya... . Cerrar la puerta de casa y al metro.
Las nueve y media de la mañana. No hace mucho frío pero el sol brilla por su ausencia. Curiosa frase. La prensa en portada amenaza que nos iremos al garete y que cada días más gente no pertenece a la cuenta naranja, sino al club del INEM.¡Fantástico, eso es optimismo a raudales!
Después de casi dos horas y media para conseguir número en la comisaría, consigues que te atienda un funcionario con la cara más triste y gris que hayas conocido. Sus buenos días no suenan ni a días, mucho menos a buenos. ¿Le recomiendo cenar fibra como en el anuncio para ver si mañana se encuentra más feliz? Mejor no. Acaba los trámites burocráticos cuanto antes y listo, es lo más sabio.
Con tu nuevo DNI bajo el brazo y de en el metro otra vez, una melodía comienza a filtrarse entre el murmullo y el ruido de la estación. Reconoces las notas, se trata del Ave María de Schubert. La tarareas pero no eres el único que lo hace mientras dejas atrás al artista. Un anciano la está cantando también. Le miras y sonries, te devuelve la sonrisa.
Así que conoce la canción, te pregunta. Claro, le respondo. Es el Aver María, ¿no?. El anciano, con su traje gris y jersey blanco, sombrero y corbata negra se rié. No se ofenda joven, pero esta equivocado. ¿Cómo pienso? Déjeme que me explique, dice el alegre señor.
Por supuesto, le contesto. Si acepta usted un café, me lanza. No me mal interprete, dice, pero es extraño encontrar un joven que disfrute de la música clásica y reconozca una melodía. Además, no hará usted el feo de negarle una invitación a una persona mayor como yo, ¿verdad?. Ante estas palabras, no puedo negarme.
Salimos al exterior y el frío aire de la mañana nos da la bienvenida. Conozco una cafetería cercana tranquila, los dueños son viejos conocidos y tienen una tarta de manzana realmente exquisita, comenta el anciano. Y permítame que me presente, me llamo Javier, Javier Salcedo Ruiz. Encantado, le espeto mientras le estrecho la mano. Yo Alberto.
Llegamos a la cafetería y Javier pide dos cafés y dos trozos de tarta de manzana. Al poco llega el camarero, que deposita el pedido en la mesa y se va. Bueno, dice él rompiendo un incómodo silencio. Sé que te puede parecer extraño, comenta mientras da cuenta de un buen trozo de tarta, que te diga que estás equivocado. Claro, contesto, porque siempre he pensado que esa pieza era el Ave María de Schubert.
Y no estás del todo equivocado Alberto. La gente la conoce por ese nombre, pero realmente se llama "Ellens dritter Gesang" y si, es de Schubert. Muchos suelen pensar que se trata de una aria de una ópera, pero se equivocan. Es un lied. ¿Sabes lo que es un lied?, Alberto. No, no tengo ni idea Javier. Pues un lied, responde, es una canción, valga la redundancia, pues eso es lo que significa en alemán. Se tratan de pequeñas canciones sacras o laicas que experimentan una gran difusión en el centro de Europa a partir del XIX, precisamente con Schubert que fue su máximo difusor. Muy interesante, le respondo mientras termino de comerme la mejor tarta de manzada que he probado.
Y esa canción en concreto, dice Javier, es de una preciosidad y profundidad espiritual única. Pocas personas conozco que no la escuchen y no se sientan trasportadas inmediatamente a un lugar de paz y serenidad, ¿verdad?. Si, estás en lo cierto, le respondo. Suelo escucharla cuando necesito desconectar y encontrar un momento de serenidad conmigo mismo.
Sé de lo que hablas Alberto. Sabes, la edad me permite ser muchas veces más valiente, o mejor dicho, menos temeroso a la hora de hacer preguntas. ¿Eres feliz, Alberto? La pregunta me deja totalmente descolocado. Comprendo que es una pregunta un poco delicada y muy personal, dice, pero debería ser más fácil de contestar, ¿no?. Uno se tira un montón de años persiguiendo la felicidad Alberto, te lo digo por experiencia, para acabar por darse cuenta uno de que la felicidad está contigo en todo momento, simplemente hay que aprender a disfrutarla. Mira, tus ojos son tristes, lo son porque creo que tu infelicidad está en que no encuentras lo que llevas mucho tiempo buscando. No hace falta que me digas lo que es, lo sé perfectamente.... . Javier se para un momento y me mira muy serio.
Alberto, me dice, lo que tú estás buscando es lo más hermoso que puedas encontrar, creéme, pero no pierdas de ser feliz mientras no lo halles, pues sino, llegado el momento, lo echarás todo a perder al pensar que has perdido más de lo que has topado. Los seres humanos somos así de estúpidos.
Mientras Javier hablaba, yo no dejaba de oír el lied de Schubert en mi cabeza. ¿Sabes por qué te gusta tanto esa canción Alberto? No le contesté. Porque en ella, una bella dama le pide a la Virgen que le protega, que cuide de ella y le defienda de todos los males y problemas del mundo exterior. Y eso es lo que tú buscas también, un lugar donde descansar y sentirte seguro, por eso te gusta tanto. Todos necesitamos nuestro pequeño edén, ese lugar donde bajar nuestros brazos y sentirnos en paz...
Pero ese lugar no está en ningún lugar más que en ti mismo, en tu interior, en tu alma y en tu corazón Alberto, deja de buscar y encuentrate... Y mientras me dejaba perplejo y sorprendido, Javier se levantó, pagó la cuenta y con una sonrisa en su cara, se despidó gesticulando caballerosamente con su sombrero.
Esta historia puede ser verdad o mentira, pero eso es lo de menos, lo importante es lo que en ella se cuenta. Si quieres que sea verdad, te diré, lo es; si por el contrario, piensas que me la he inventado, te diré, si, me la he inventado, pero no pienses que por ello lo que cuento no lo es.
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