Entre el abuelo que corre detrás de su nieto, asustado porque va como un fitipaldi en bici y el nieto, que va sin miedo y con una sonrisa de oreja a oreja, me quedo con lo segundo. Pero entre los llantos del segundo en el suelo después de caerse y los ánimos del primero para que se levante y se monte en la bici de nuevo, me quedo con el segundo.
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