D estaba desde hacía unos días muy inquieto y no sabia muy bien el por qué. Aunque no había sucedido nada que explicase su cambio de actitud, algo le decía que no todo marchaba como debía. Acostado en la cama, observaba como el pequeño ventilador del techo daba vueltas con una lenta parsimonia rítmica, convirtiendo sus tres aspas en una sola. La vista a veces nos engaña, pensó D, quizás más veces de lo que pensamos.
Se irguió de la cama y clavó su mirada en el espejo que tenía delante. Allí estaba él, el de siempre. Su pelo, sus ojos, sus pómulos, sus orejas, sus labios, su pecho, su cuello, las manos con sus dedos, sus brazos y su vientre, sí, todo era como lo recordaba, nada había cambiado, pero sin embargo, no podía quitarse la sensación extraña de que algo pasaba. Cierto era que la imagen que el espejo reflejaba era indudablemente la suya, pero incluso en esa identidad reconocida, percibió algo distinto, aunque no sabía localizar el origen del mismo.
Se percató, al mismo tiempo que se levantaba para vestirse, que había una carta que alguien había colado por el hueco de la puerta con el suelo. Se acercó con la intención de leerla, pero se asustó. De repente, la nota le parecía amenazante, peligrosa, como si cada paso que le acercaba hacia ella, fuese un camino a un abismo al que parecía condenado a lanzarse. Al cogerla, un vértigo recorrió todo su cuerpo e hizo que la pequeña habitación, austera, desordenada y falta de limpieza diese vueltas. Se asió a la esquina de la pequeña mesa llena de libros y restos de comida y todo dejó de girar, pero su respiración se hizo más profunda y su corazón comenzó a latir con más fuerza. Entonces, leyó la nota con atención:
"Esta carta está escrita para cambiar tu vida D, pero únicamente logrará ese efecto si deseas realmente emprender ese camino que te lleva aguardando desde siempre. No te preguntes quién soy, no me conoces y no llegarás a saber quien soy nunca, simplemente puedes achacar este acontecimiento al destino, al universo a cualquier deidad o aceptar, simple y llanamente lo que es, una oportunidad.
Sé que desde hace tiempo te encuentras un poco perdido, desorientado entre la inmensidad de los acontecimientos que día a día, ocurren en tu vida. Has olvido lo que te hizo fuerte y has aceptado que el estado de derrota en el que te has instalado, es lo cotidiano, lo normal, lo que debe ser. Pero estás equivocado, y además, lo sabes, algo en ti, esa voz que tan bien conoces y has decidido ignorar, no para de repetírtelo.
Sin embargo, hoy, si así quieres que sea, puede ser el primer día del resto de los días de victoria que te quedan. Si realmente quieres volver a recuperar el timón del barco en el que navegas, deberás empezar a escucharte, a quitarle la mordaza a esa voz interior que, como ya te he dicho, has silenciado hace tanto tiempo, casi el mismo que llevas con la derrota cuestas.
¿La escuchas? ¿sí?, ¿estás dispuesto a reencontrar tu camino al éxito? Si es así, felicidades, porque hoy morirás, pero no te asustes, es normal tener miedo, pero tranquilo, acepta ese miedo, compréndelo, asúmelo y cuando lo visualices cara a cara, comprenderás como vencerlo.
¿Te atreves a saltar al abismo?"
D se derrumbó en el suelo tembloroso y sudado, agarrando con fuerza la carta entre los dedos de su mano derecha, únicamente repetía una frase, voy a morir, voy a morir, voy a morir.
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