Mordía tus labios,
y besaba tus pechos.
Perdía mis sentidos al igual que el viajero,
en el profundo desierto de tu cuerpo,
arrastrándome entero a través de él,
buscando como un poseso,
el oasis secreto.
Sediento de ti,
y de ti hambriento.
Anhelando de tus senos, alimento,
y agua pura de tu sexo.
Agarrado en las perfiladas dunas,
tus caderas de fina y suave arena,
del pozo de tu ombligo asciendo,
coronando esas laderas de piel y hueso.
Y mientras cae la noche, por fin entro,
vencido,
dentro de tu cuerpo.
Y brillaban las estrellas en tu rostro...
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