Veo un firmamento plagado de estrellas titilantes acompañando una majestuosa luna llena. Esa misma luz que llega a mi ahora mismo, fue emitida por esos astros hace millones de años atrás. Resulta curioso pensar que el cielo que ahora yo miro, es en realidad una escena del pasado que forma parte de mi presente, y que posiblemente muchas de las estrellan que brillan incluso hayan dejado de existir. Dicen los científicos que dentro de muchos millones de años, las mismas estrellas que ahora nos acompañan dejarán de hacerlo porque el universo se expande y su luz no llegará hasta nosotros. ¿Podremos ver otras? No lo sé.
He leído también que el ser humano tiene el tamaño perfecto para poder observar lo pequeño como las partículas subatómicas y objetos tan grandes como superestrellas que dejan en ridículo a nuestro Sol. Somos los miércoles de la realidad, en medio de lo ínfimo y lo inmenso. De pequeño me gustaba pensar que las bombillas de mi casa eran las estrellas para las hormigas, moscas y demás insectos pequeños que pululaban, mientras que nosotros, los seres humanos, seríamos las bacterias o los virus para entes gigantescos. Así que cada vez que una mosca alcanzaba una bombilla, me reía diciéndole a mi madre ,"¡mira mamá!, esa mosca astronauta acaba de llegar al sol de nuestra cocina!" y otras veces, por el contrario, me escondía y cuando mi padre me preguntaba por qué lo hacía le respondía, "hoy no quiero que me vean por el microscopio".
De pequeño también jugaba con mi hermana a retorcer el tiempo, así nos vestíamos de viejos con la ropa de nuestros abuelos, pero nos comportábamos como niños saltando a la comba, jugando al truque o al escondite. Luego, cuando teníamos nuestras propias ropas, imitábamos a los abuelos con sus achaques, sus voces cortadas y débiles y sus lentos pasitos al caminar. El tiempo era nuestro, no nosotros suyo. Algunas veces jugaba también a pensar que el tiempo iba acelerado o a cámara lenta como en una película de vídeo, algo que sacaba de quicio a mi madre cuando me mandaba buscar algo a la tienda y yo tardaba una eternidad en hacer el recado. Más de una vez, ella acabó presionando el botón de acelerar amenazando con la zapatilla en la mano.
Ahora que soy mayor, me doy cuenta que lo que estaba haciendo cuando era niño no era otra cosa más que relativizar. Lo rápido y lo lento, lo grande y lo pequeño, las fronteras del tiempo entre pasado, presente y futuro son demasiado delgadas como para convertirlas en algo insalvable.
El trabajo no es tan indispensable como pensamos, como tampoco lo es encontrar al amor verdadero, no todos los problemas que nos atenazan son tan grandes como nos los imaginamos, ni tampoco tan insignificantes las cosas que muchas veces dejamos de lado o hacemos sin darles su justa importancia. Puedes sin darte cuenta pensar que estas brillando en tu presente pero no ser más que un mero recuerdo de un estado pasado, ser joven y estar viviendo la vida de un viejo decrépito, pensarte tan pequeño como para no alcanzar tu estrella o por el contrario, verte tan grande que desprecies las pequeñas cosas valiosas de la vida.
Cada vez que pienso sobre ello, me doy cuenta de lo que realmente debo hacer es no dejar de jugar. Recordarme a mi mismo que soy un miércoles, que estoy justo en medio entre lo más grande y lo más pequeño, que soy un ser potencial para verme conseguir lo que yo decida, que tengo el tamaño justo para alcanzar el cielo o hacer tan pequeño un problema para poder superarlo simplemente con un salto, que poseo la luz que puede hacerme brillar ahora y permanecer presente en el futuro, que soy dueño del tiempo para sentir mi vida como yo decida y elija. Y si la soberbia y el orgullo me dominan, recordar que incluso el sol es un enano, y si las fuerzas me flaquean, recordar que incluso las moscas pueden llegar al sol.
1 comment:
Genial tenerte por aquí y que nos dejes tu post ti David.
Un abrazo.
PD: Mil gracias de nuevo por la publi ;)
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