Llevaban casi media hora discutiendo, tan inmersos en sus gritos y sus quejas que, sentados en el banco de madera, todo lo que les rodeaba había dejado de existir. No se escuchaban, simplemente se gritaban, se reprochaban el daño que se habían permitido hacer, la extraña escenificación de una víctima que era el verdugo de la otra y viceversa. De pronto, ambos se callaron y pensaron al unísono, "ojalá desaparecieras de mi vida".
foto by ToTe
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