Sunday, January 29, 2006
El lector de Proust
Mientras el cabreo aumentaba, no dejaba de dar miradas a todo el local, sobre todo a la puerta, deseando que se abriera de una vez y la espera acabase. Por desgracia, la puerta cuando se abría sólo traía más clientes desconocidos al local.
Tras la barra, las camareras se afanaban en atender los pedidos, en las mesas la gente tomaba café, refrescos o cualquier cosa, leyendo el periódico o charlando distendidamente, ignorantes al fatal suceso que, en una esquina, una pobre alma estaba sufriendo por la amargura de la espera.
De golpe, en una de sus inquisitivas miradas a todo lo que le rodeaba se encontró, no muy lejos de donde se sentaba, a un chico joven que estaba leyendo absorto y totalmente desconectado del ruido que le inundaba. En su mesa sólo había una taza de café y una botella de agua, amén del libro que con tanto interés leída; de pronto, el joven levantó su mirada y dirigió sus ojos hacia él. Sorprendido, agachó la cabeza avergonzado de haber sido descubierto mirándole. Sin embargo, no duró mucho esa extraña sensación de timidez, levantando su vista de la mesa de mármol, volvió a dirigir su mirada hacia el joven lector, que esperando, aún no había quitado su vista de él.
Descubrió unos ojos negros intensos que le fascinaron, profundos y oscuros como una noche de invierno sin luna ni estrellas. Tenía el pelo largo y poco arreglado, barba y una sonrisa maliciosa en la cara. Tomando el vaso de agua, se lo acerco a sus labios y bebió despacio, como intentando provocar al culpable de haberlo sacado de su lectura.
Al instante, un escalofrío recorrió el cuerpo del impaciente que ya no desesperaba por la tardanza de sus amigos. Ahora lo que deseaba era quedarse sólo y durante mucho tiempo con esos ojos negros que al mirarlo lo taladraban hasta muy dentro, como en un intento de desnudar completamente su alma y su cuerpo. Empezó a sudar y a ruborizarse, pocas veces había tendido aquella sensación y menos con un chico.
Mientras miles de pensamientos recorrían su mente, se percató de que su turbador lector se había levantado y se dirigía a la barra con dinero en la mano. Ya no le miraba y aun así podía sentir esos ojos clavándose dentro suya. Antes de salir por la puerta, se dio la vuelta y le guiño un ojo a la vez que le mostraba la portada del libro que estaba leyendo: “En busca del tiempo perdido” de Marcel Proust y al momento le vino una frase del autor a la cabeza: “el deseo nos fuerza a amar lo que nos hará sufrir.”
Friday, January 27, 2006
¿Por qué?
Dedicado a todos aquellos que sufren por ser y sentirse diferentes al resto del mundo.
Se llamaba Marco, John, Diego, David o incluso como tú, tenía 17 años y por ser gay lo encadenaron, colgaron a un árbol y después de vejarlo e insultarlo de todas las formas posibles, le pegaron una paliza que le dejó inconsciente y más tarde una parada cardio-pulmonar por los golpes le mató.
Salía del colegio, estaba feliz porque dentro de poco terminaría el instituto e iría a
El primer golpe fue directo a la cabeza y le hizo perder casi el conocimiento, aturdido por el dolor, cayó al suelo de rodillas mientras notaba que le ataban, esposaban, insultaban y le daban patadas y puñetazos. Escuchaba gritos y voces de todo tipo, gente asustada corriendo, voces de auxilio, pero todo pasó muy rápido y lo metieron en un coche que arrancó con rapidez.
En un descampado después de haber salido de la ciudad, le colgaron de un árbol y allí comenzó lo peor. Perdió el conocimiento después de que le pegaran en los pulmones con un bate de béisbol.
La policía le encontró después de que uno de sus asesinos no aguantará su culpabilidad y confesará todo lo ocurrido. Allí, frente al árbol, su madre lloraba tendida sobre el hombro de su padre, el cual estaba perdido en un mundo que ya no reconocía, demasiado atónito y triste incluso para llorar. Su amiga se enteró por las noticias, dejó caer al suelo su móvil mientras no era capaz de creer lo que estaba viendo por la televisión. Su novio que llevaba varias horas enfadado esperando por él, corrió todo lo que pudo al hospital, cuando llegó había ya muerto.
Los asesinos fueron inculpados de homicidio involuntario, el juez alegó que fue una broma que se les había ido de las manos, además eran menores de edad y únicamente pasarían un año en el reformatorio para menores y luego otro año más en servicios a la comunidad. El juez era conservador republicano, conocido por su aversión a los homosexuales, a los cuales describía como aberraciones de la naturaleza.
Una pregunta sigue aun hoy martilleando la cabeza de su madre: ¿Por qué?
Wednesday, January 25, 2006
Cuatro: escupitajos de mi mente a reflexiones sin sentido
Dicen que cada uno de nosotros pone pequeñas partículas de arena, de la playa de nuestra vida, en lo que escribe y que sólo aquellos que son capaces de leerlas entrelíneas, disfrutan del placer perverso del mirón que acaba de descubrir algo que debería permanecer oculto. ¿Quién sabe?
Durante un tiempo buscaba amigos perfectos, de esos que nunca te hacen llorar o sufrir, aquellos que hacen sentirte la imposible sensación de estar acompañado y no estar nunca perdido. Más tarde, en el rincón barrido de mi existencia, entre polvo y telas de araña, descubrí que el que busca amigos perfectos se queda sin amigos. El egoísmo por no hacernos daño nos lleva a la búsqueda de personas que no existen, y a aquellas que acabamos conociendo, terminamos por imponerles las virtudes que estábamos buscando, en vez de aceptar sus defectos para que ellos acepten los nuestros. Aceptémonos primero, ya habrá tiempo luego para mostrar nuestros talentos.
Sunday, January 22, 2006
Soledad
No sé qué me movió a volver la cabeza, tan sólo unos pasos más allá. Se estaba colocando de nuevo, cuidadosamente, el hilo rojo sobre el hombro, sin duda para intentar capturar otra víctima que llenara durante unos minutos el amplio pozo de su soledad.
Sunday, January 15, 2006
Tres
Al oír su voz, la tristeza llega en puntas de pie, pide permiso y pasa, abre las ventanas y silba, para que otras penas lleguen y armen su fiesta de llantos. Arranqué de cuajo mis orejas para no escuchar más promesas y mentiras.
Al oler su cuerpo, se rajan de nuevo las fisuras separadas de mi sangre de mármol, se bajan, lentos ... los parpados de la esperanza. Quemé ni nariz para no volver a recordar su perfume carnal.
Muerto de sentidos y sentimientos, note que mi corazón seguía latiendo, pues en la memoria a pesar del tiempo y la distancia, ella aún estaba allí. ¿Qué voy hacer yo, si no puedo olvidarla y sin embargo, no puedo amarla?
Wednesday, January 11, 2006
Dos
Insignificante hormiga dentro del hormiguero, ignorado por todos y conocido por nadie, así se nos muestra el presente que bebemos igual que un borracho toma el licor que lo está embotando. Esclavos de emociones y sentimientos, yonkis de relaciones, parásitos de parásitos que se aprovechan de nosotros al igual que nosotros los aprovechamos porque, este circo tétrico, los payasos no hacen reír y los niños lloran sin que nadie los consuele.
¿Recuerdos alegres?, falsas esperanzas de realidades que jamás volverán a ser iguales, imágenes de mentiras piadosas dichas para consumar la gran mentira de soportarnos mutuamente, fingidos sentimientos para hacernos felices como estúpidos y evitar que nos matemos los unos a los otros. ¿Nuestros amigos?, muertos el día que el destino decidió vomitarnos en otro lugar. El egoísmo de la posesión no entiende de distancias, como seres primitivos necesitamos tocarnos, oler nuestros putrefactos cuerpos, porque sin ello nuestras mentiras de promesas futuras no funcionan. Olvidémonos de ellos porque así lo han hecho ellos, quiénes somos para pensar que somos tan importantes como para que rompamos su rutina y cotidianeidad.
Uno... Dos… Tres... No sabemos a donde queremos llegar pero quizá nos quedemos un rato para comprobarlo, la valentía para el suicidio la dejamos junto nuestra felicidad, lejos del estercolero en el cual estamos ahora. Somos tan incautos que pensamos que algún día podremos regresar, pero, ¿a dónde?