Monday, June 25, 2012

El viento

El barco surcaba la superficie azul del océano con sus velas desplegadas al viento, los tres marineros de la nave miraban la inmensidad que se descubría ante sus ojos mientras la luz del sol bañaba su morena piel. De pronto P se dirigió al resto de sus compañeros:

- Vereís como dentro de nada el viento amainará y perderemos velocidad.

- Verás como no P.- Le dijo O con una sonrisa amplia.- Este maravilloso vientecillo seguirá así hasta que llegemos a puerto.

Mientras tanto R permanecía callado y los observaba muy atento, pero sin dejar de vigilar que los cabos estuviesen bien atados, controlando que las velas estuviesen bien orientadas y el barco siguiese  el rumbo marcado según el mapa.

- Siempre surgen imprevistos O, si no es el viento será una tormenta, el mar es muy traicionero, siempre depara sospresas desagradables. No me fio un pelo. Hay algo que me está dando mala espina.

- Tú siempre con tus predicciones P. Hazme caso siéntate en cubierta, relájate y disfruta de la travesía.

R seguía a lo suyo comprobando los instrumentos de navegación, yendo de un lado para otro para comprobar que todo estaba en su sitio. Se detenía un segundo en popa miraba el cielo, cerraba los ojos, llenaba sus pulmones del refrescante aire y un intenso olor a sal le inundaba. Pero permanecía callado.

De pronto, el viento dejó de soplar, las velas del barco se desinflaron y el barco comenzó a perder velocidad hasta que quedó a mercer del dulce movimiento del agua, en un vaivén suave y casi imperceptible. P se levantó y soltó un largo bufido:

- ¡Ves O! Te lo dije, nunca puedas esperar nada bueno del mar y mucho menos de algo tan cambiante como el viento. ¡Maldita sea! ¿Qué haremos ahora? Seguro que cuando vuelva, aún por encima, soplará en la dirección contraria, ¡ya verás, te lo digo yo!

- No P, verás como no, tranquilízate y si el viento cambia de sentido, esperaremos a que vuelva a soplar en la dirección correcta. ¡Eres un manojo de nervios siempre! Así no llegarás a viejo.

La situación no sobresaltó mucho a R, no le gustaba era evidente, pero no se dejó llevar por el desánimo ni la complacencia. Recogió las velas, miró de nuevo sus instrumentos, anotó la posición en el cuaderno de bitácora y estudió el último informe metereológico que habían recibido. De improviso, el viento comenzó a soplar de nuevo:

- ¡Ja, te lo dije o no te lo dije O! Ahora sopla en la dirección contraria.

- Tranquilo P, ya volverá a cambiar.

R se dirigió al mástil, desplegó solo una vela, ajustó la botavara y tomó el timón para correjir el rumbo. Desde luego no era un buen viento pues no les permitia ir a todo trapo, pero era mejor que nada. Aún no había pronunciado palabra.

Al cabo de un tiempo, el viento volvió a soplar con fuerza en el sentido correcto y mientras P aseguraba que sería una situación breve y que volvería a cambiar para complicar más las cosas, O no paraba de repetirle que a igual que había dejado de soplar, cambiado el rumo y regresado a la situación óptima, con calma y pacienca, la situación volvería a solucionarse si se volviese a estropear. R al mismo tiempo que ellos hablaban, desplegó todas las velas, fijó otra vez la botavara y tomó el timón.

Después de dos horas más de navegación donde el viento y las olas no dejarón de cambiar y modificar la situación, los tres marineros vieron puerto por fin. P y O siguieron intercambiando comentarios y R seguió callado.

Atracado el barco en el muelle y con los pies en tierra firme, al fin R habló:

- ¡Hemos llegado!


El pesimista se queja del viento; el optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas.

Wednesday, June 20, 2012

Reuniones, malditas reuniones.

 Dedicado con cariño a todos los que aún no han dejado de luchar por sus sueños...

Doce horas de trabajo y renuniones no pueden ser buenas era la frase que A se venía repitiendo, desde hace casi media hora, como un mantra desde que había salido de la oficina. Cansado, con la cabeza alicaida y los hombros completamente derrotados por el peso del cansancio, miraba sus zapatos negros mientras éstos avanzaban ahora uno, ora el otro, por la gris acera de la calle.

El calor del verano ya casi instalado en la ciudad le pegaba la camisa a la espalda, como si en vez de algodón, la prenda de color blanco estuviese hecha de velcro y mientras la americana gris colgaba de su brazo derecho, el nudo de la corbata azul, que atenazaba como una soga su cuello, se aligeró por el tirón, primero a derecha luego a izquierda, que llevó a cabo con cierta parsimonia y lentitud con la mano que tenía libre.

Los pitidos suaves del móvil que llevaba en su bolsillo derecho le pusieron sobre aviso de la llegada de dos mensajes, pero lo que menos le apetecía en ese preciso momento era leer, sobre todo si se trataba de temas de trabajo y sabiendo como había salido la reunión, era lo más probable. Había llegado a ella con puntualidad y preparado todas las carpetas con la información del proyecto a todos los asistentes. Folios manchados con gráficos, tablas, cuadros, organigramas y demás herramientas supuestamente útiles para alcanzar los cinco puntos finales que el proyecto en concreto aseguraba cumplir.

Poco a poco fueron llegando todos los demás asistentes. El cliente, su jefe de equipo y detrás de ellos el resto de sus compañeros. Se sentaron cada uno en esas sillas negras y enormes ,como si de tronos reales se tratase, y después de un ligero murmullo inicial de saludos y comentarios, todos abrieron sus respectivas carpetas y clavaron su ojos en él. No pudo evitar la sensación de estar delante de un pelotón de linchamiento en el cual todos sus verdugos vestían caros trajes de corte italiano, corbatas de seda y peinados engominados. Era como si todos ellos hubiesen salido del mismo molde, como si todos fuesen producto de una cadena de montaje de muñecos ejecutivos al uso.

Dos horas después de discusiones, reproches, mal entendidos, acusaciones, disculpas y compromisos que sonaban más falsos que los vertidos por un político en campaña electoral, la reunión se dió por terminada. Y todos los presentes se fueron del mismo modo que vinieron. A se quedó allí sentado, mirando al techo y con una preguntan rondado su cabeza una y otra vez, ¿por qué?... ¿por qué?

Ya no es que estuviese cansado físicamente, que lo estaba sin duda, pero a ese agotamiento había que sumar una sensación de derrota y cierta apatía. Llevaba en la firma ya un año y a pesar de las ilusiones y esperanzas que había puesto al comienzo, había acabado sintiendo lo mismo que en su último trabajo. Ésto no era lo que él esperaba para el resto de su vida, ésto no era lo que se veía haciendo un día y otro, así hasta su jubilación o se hartase y se pegase un tiro o saltase, cual película de Hollywood, por la ventada del último piso del alto edificio. Pero, ¿qué podía hacer? Estaba totalmente desorientado.

A A lo que le gustaba era escribir. No podía contener su torrente literario y prueba de ello era que siempre que podía estaba escribiendo. Lo hacía en su blog, lo hacía en casa con su ordenador portátil, en libretas y con bolígrafo porque aún seguía disfrutando del contacto en su mano de la tinta y el papel. Relatos, cuentos, poemas, frases, reflexiones, cartas, su diario. Su imaginación y creatividad eran una auténtica cascada desbordante de historias esculpidas con letras en vez de mármol. Sin embargo, ¿cómo poder vivir, mejor dicho, sobrevivir de su pasión? No, tendría que aguantarse y seguir conformándose con dar rienda suelta a su vena artística en los momentos libres que la rutina le dejaba.

Y mientras caminaba y reflexionaba se topó con un extraño sobre en el suelo que le sacó de sus cavilaciones. Parado frente a esa inesperada sorpresa tirada en la acera, no pudo evitar el impulso de ver de qué se trataba y lo que encontró lo dejó sin aliento.

Era una carta dirigida a su nombre. ¡Cómo era eso posible!. ¿Se le habría caído al cartero mientras buscaba otras cartas? ¿O la había extraviado el destinatario mientras la llevaba al buzón? Le dió la vuelta pero para su sopresa, no constaba ningún nombre ni dirección, nada que le pudiese dar alguna pista sobre quién le enviaba esa mivisa.

La ansiedad se comenzó a apoderar de A y decidió abrirla allí mismo sin esperar un segundo más. Rasgó la parte superior rompiendo parte del sobre y sacó con rapidez el folio perfectamente doblado a la mitad que había en su interior. Lo desdobló y comenzó a leer. Al cabo de unos segundos, empezó a llorar y las lágrimas le resbalaban por la mejillas, cayendo algunas sobre el papel y otras sobre la acera. No podía creer lo que estaba leyendo, simplemente era imposible.

Se sentó en un banco de madera cercano, dejando a un lado su americana y volvió a leer con más calma la carta. Seguía sin entender como aquello era posible. La maldita carta supuestamente estaba escrita por su padre, que había fallecido cinco años antes después de una dolorosa enfermedad. Aquello tenía que ser una broma, una broma de muy mal gusto. Miró a su alrrededor pero no fue capaz de notar algo raro o sospechoso más allá de las miradas extrañadas y sorprendidas de los viandantes cuando lo observaban. Volvió a releer las palabras que había escrito su padre:

"Querido A,

Durante los últimos años he visto como tu alegre mirada y cálida sonrisa se iban apagando poco a poco. Ese niño feliz, inquieto, saltarín, alegre, coqueto e inteligente se fue convirtiendo en un adulto que se olvidó de reír. Lo acepté porque no parabas de decirnos a tu madre y a mí que eras feliz, que te gustaba tu trabajo y que era lo que realmente deseabas hacer. Pero yo sabía que estabas mintiendo, pero de nada hubiese servido enfrentarse a tí, asi que decidí, decidimos, callar.

Luego llegó mi enfermedad, que me postró a la cama y tú te volviste aún más callado y lejano, sé que lo hacías para no preocuparme, para que no sufriese, no querías que tus miedos y dudas agravasen mi situación. ¡Cómo si un padre o una madre no fuesen capaces de percibir los sentimientos de sus hijos! Pero callé porque era tu decisión.

Sin embargo, ahora ya no tengo porque silenciar lo que deseo decirte. A, durante esos cinco años tan duros para mí, la única cosa que me mantenía vivo, la única medicina que calmaba mi intenso dolor eran los relatos que tu madre me imprimía de tu blog, los que leía de las libretas que durante tantos años acumulaste y dejaste en tu habitación. Tus historias, amado hijo, fueron el bálsamo que hizo mis últimos años un camino de felicidad infitina, porque por fin sabía que era lo que te hacía feliz. Por fin conocía aquello que podía devolverte el espíritu de ese niño alegre, inquieto, saltarín...

Asi que, hijo mío, no tengas miedo de vencer lo que está llenando de oscuridad y malestar tu vida. Decídete, como lo has hecho siempre, por aquello que te hace feliz y hace feliz a su vez a todos los que te quieren y aman. Comparte tu don, tu auténtica pasión y haz lo que de verdad deseas hacer. Claro que no será un camino fácil, como nunca lo han sido los que antes has emprendido ¿recuerdas?, pero no olvides lo bien que lo has hecho hasta ahora, cuando has elegido dar el salto, y lo bien que has luchado por conseguir lo que siempre has soñado.

A, no dejes de ser tú mismo, no dejes que nada ni nadie te impida alcanzar tu meta, luchar por tus sueños. A, impide que la derrota se instale en tu ser y dejes de ser feliz, ni siquiera a tu mismo yo le permitas facilitar ese sendero.

Tu padre, que te quiere."

Y A se levantó y comenzó a caminar al fin de nuevo.

Monday, June 18, 2012

Algún día... sea por fin AHORA

Algún día decidirás levantarte del cómodo sillón en el que te encuentras postrado y verte en un espejo de verdad. Escogerás al fin ver la imagen que en él se refleja y desvestirte de las excusas, los auto engaños y las justificaciones, esas ropas que te abrigaban y falsamente te protegen de tus frios miedos.

Algún día, ya desnudo ante mi mismo, verás todas las capacidades que durante tanto tiempo te has estado ocultando, las mismas  van a permitir despertar los sueños que castigaste a un coma profundo. Los ojos antes ciegos de tus caras por fin verán la auténtica alma que mantenías atada con las cadenas de tu incertidumbre.

Algún día decidirás vivir conforme a tus aspiraciones y sueños. Algún día comenzarás a entender la importancia de una sonrisa, el valor de tus sentimientos y la grandeza de todas las emociones que te envuelven. Eligirás reír más, saltar más, correr más, jugar más, pasar más tiempo con o darle más besos a. Dejarás al fin únicamente de correr y comenzarás a disfrutar del paisaje y tus sensaciones y mientras así lo haces, comprenderás que quieres compartir mucho más con las personas que tú así decidas.

Algún día por fin lucharás por llevar a cabo eso que, durante mucho tiempo, tanto miedo te ha dado. No permitirás que nadie decida tu tiempo, comprenderás que las agujas del reloj solo van hacia adelante, todo un mundo de oportunidades que se abre ante tí y no desearás más regresar a Macondo, ese recuerdo en el recodo de tu mente. Desterrarás al olvido el imperio del pasado y el miedo al futuro, cantarás por fin el himno al ahora y comenzarás a conjugar en presente.


Algún día serás capaz de completar la definición de esas palabras que desde hace tiempo te resultanban incomprensibles y vacías. Escribirás los renglones de tu libro con los hechos que te inspirarán la pasión, el amor, la felicidad, la emoción, la valentía y el compromiso contigo mismo y para con todos los demás. Y serás consciente que ellas serán las armas que te permitan vencer tus miedos.


Si, algún día serás consciente de lo todo lo que te sobra y te resta movimiento, de que tú decides las piedras con las que llenas tu mochila y aquellas que arrojas a un lado del camino. Porque la imagen que verás en el espejo será la de un triunfador por el simple hecho de intentarlo, de un valiente por enfrentarse a sus miedos, de una sonrisa en tu cara porque la felicidad se ha convertido en una de tus metas.



Todo ello puedes llegar a hacerlo algún día, pero no esperes a que llege ese día, no decidas que sea mañana, toma la decisión de que ese algún día, no sea un alguno cualquiera, que ese momento, que ese algún día, sea AHORA.

Thursday, June 14, 2012

Brevísimos XX: Valentía

Valiente no es quien carece de miedos, sino aquel que es capaz de encararlos y luchar contra ellos.


Monday, June 11, 2012

Mis Maestros XXIII: Louis Armstrong

"Seems to me, it aint the world that's so bad but what we're doin' to it. And all I'm saying is, see, what a wonderful world it would be if only we'd give it a chance. Love baby, love. That's the secret, yeah. If lots more of us loved each other, we'd solve lots more problems. And then this world would be better. That's wha' ol' Pops keeps saying."

Introducción de Louis Armstrong a la versión de 1970 de

Thursday, June 07, 2012

Er Tio Pepe.

Ya comienza a hasé caló sabe usté y aquí cuando pega Lorenzo, lo hace con musha fuerza, no tie más que ver a los turistas corriendo de un lado para otro buscando una sombra, ¡ozú, algunas veces parecen mosca revoloteando alrrededor de un trozo de asuca!

Yo me mudo este año. Casi toa una vida que llevo aquí mirando la plaza desde lo alto. Imagínese usté, setenta y cuatro años hace ya, si la memoria no me falla, allá por 1936, años duros, muy duros, lo hermanos estaban en guerra unos con los otro, eze crimen de la Guerra Civí que aún no ha curaó del to. Luego llegaron los nacionales y er general Franco a vivir al Palacio de Oriente, al final de la calle si la sigue usté to recta. Recuerdo como se llenaba todo de bandera y gritos, pero tambié de miedo y una shica esperanza por un futuro mejó.

Y de golpe to cambió. Er príncipe Juán Carlos fue nombrado rey y quiso traer la democracia y vaya si lo consigió. Entonces, no mu lejos, detrás mía, comenzaron haserse realidá lo zueno de mushos españoles. Hubo como en to, bueno y malo, pero desde aquí he visto cambiar Madrid y España. Desde los ozcuro años de la dictadura, la alegría de la democracia, la movida madrileña que tanto denfendió uno de mis vecino, ¿recuerda?, ¡zi hombre!,  er Tierno Galvan cuando era alcalde. Y al Madrí ganar las todas las Copas de Europa y al Atleti tambié y como no a la Roja sus Eurocopas y su Mundiá.

Esta ha sido siempre una plaza muy movida ¿sabe? Ya no por los jóvene que salen de fiesta, sino porque todo er mundo quiere vení a verla pué tengo vecino muy importantes. Si mira bien, allí abajo está er Oso y er Madroño, él tambié se tuvo que mudá durante un tiempo cuando estuvieron arreglando la plaza y la han dejao como la ve usté ahora. Tambié recuerdo cuando se vino a vivir con nozotro er mismísimo Carlos III a caballo y to. Y como voy a olvidarme del kilómetro cero, donde tantos y tantos madrileños y extranjeros quedan. Y los fine de año, cuando mi vecino el reló se lleva toa la atención.

Tambié tuvimos durante un tiempo a musho jóvene acampao, protestando por la crisis. Musho tenían empuje y gana de cambiá las cosas a mejó, pero al final los acabaron heshando y no les han dejao volver.

Ez que son musho año sabé usté....


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