Sunday, March 13, 2011

El extraño

Al entró en el vagón del metro y descubrió un asiento libre, sin fijarse en nadie de las personas que le rodeaban, se sentó y su abatimiento se hizo patente. Cabizbajo e intranquilo, únicamente tenía en su mente lo ocurrido la noche anterior, y una pregunta que una y otra vez se repetía en su cabeza, ¿por qué?

Las estaciones iban pasando una a una, la gente entraba y salida, pero él no percibía más que bultos y sombras, sus ojos estaban perdidos en el suelo gris del subúrbano hasta que de pronto, una voz le sacó de sus pensamientos. Tardó en reaccionar.

- ¡Perdón!, ¿habla usted conmigo caballero?, ¿desea algo?
- Si. Contarte una pequeña historia.
- ¡Disculpe.....!.- La sorpresa era patente en su voz.
- Si, lo que ha escuchado, contarle una historia. Quiero contarte una historia Al.
- Pero... pero... cómo conoce usted mi nombre.... ¿quién es usted?
- Puedes seguir quejándote, llorando por dentro, mirarme como un extraño e incluso negarte a oír lo que quiero contarte, pero dentro de tí, en lo más hondo, sabes que esa pregunta no tiene respuesta. ¿Quieres oír mi historia?
- ¿Quién es usted, por favor, o me dice quién es o llamaré a un vigilante o a la policía?
- Tranquilo Al, sabes perfectamente quien soy. No te diré mi nombre, porque sé que en el fondo de tu ser sabes como me llamo. Te pregunto una vez más, ¿quieres dejar de perder el tranvía que te saque del número siete de la calle melancolía?
- Eh... si... claro... no sé....
- Está bien. Tranquilo, escucha atentamente.- El extraño afino su voz y comenzó a hablar:

"Existía hace mucho tiempo, un rico comerciante persa que tenía dos hijos. El tratante era un hombre sabio, buen padre y amaba a sus hijos por encima de todas sus posesiones y riquezas. Observaba preocupado como uno de ellos era tremendamente optimista y otro tremendamente pesimista. Él, que en todos sus años había comprendido que la vida está llena de grises y que nada es oscuro o blanco, deseaba por encima de todo, enseñar a sus queridos hijos esa pequeña perla de sabiduría para que pudiesen enfrentarse a sus caminos sin problemas.

Así, decidió hacerles dos regalos distintos. Al pesimista le regaló un precioso palacete en un oasis con miles de palmeras, agua cristalina, guapas mujeres y fieles sirvientes. Al optimista, cubrió su habitación de excremento de caballo.

A la mañana siguiente, el padre reunió a sus dos hijos y les preguntó por sus regalos. El hijo pesimista sólo encontraba quejas, problemas y lloros al regalo. Decía que todo aquello le saldría muy caro y que tendría que trabajar mucho para poder mantenerlo, que las guapas mujeres solo le darían problemas de amor, los sirvientes le robarían y que el agua del oasis, tarde o temprano se secaría y tendría que mudarse dejando atrás el palacete. El padre oyó atentamente todas sus quejas.

Luego preguntó a su hijo optimista y este entusiasmado y feliz le confesó que cuando se despertó y encontró el excremento de caballo se sorprendió, pero luego comprendió que su amado padre le había regalado un caballo y tan pronto como pudiese, se pondría a buscarlo hasta encontrarlo.

El padre, anonado y tremendamente sorprendido por las respuestas tan diferentes de sus hijos, decidió no hacer nada más. Comprendió que si bien, ambas posturas eran extremas, al menos su hijo optimista se enfrentaría a la vida siempre con ilusión, esperanza y una sonrisa en su cara."

- Así que, querido Al, en tus manos está que este camino lo hagas con una sonrisa o con la cara llena de lágrimas.

Al no fue capaz de articular una sola palabra, simplemente cerró un segundo los ojos para asimilar todo lo que le estaba pasando y cuando volvió a abrirlos, descubrió que el extraño ya no estaba allí. Sin embargo, justo en ese momento, un nombre vino a su mente y supo como se llamaba el extraño que le había contado esa historia. Y mientras una sonrisa iba apareciendo en su cara, en su corazón agradecía la ayuda que, un loco de tez morena, sonrisa eterna y alma de niño le había brindado.

¡Gracias!

1 comment:

Alberto Fernández said...

Oso, qué más puedo decir que no hayas dicho tú. Devolverte el abrazo, agradecer tus palabras y disfrutar de la suerte de tenerte tan cerca de mi camino ;)

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