Sunday, September 12, 2010

Planes, malditos planes y un ipod cargado de música

Los planes a veces no salen bien, que se lo cuente al Capitán español Antonio Costa, a genios estrategas como Erwin Rommel, generales como G. A. Custer e incluso emperadores de la Francia como Bonaparte.

Julio Cesar  era conocido por no detenerse ante ningún obstáculo, ya que para él un plan debía tener una meta clara, pero a la cual podía llegarse logrando varios y diversos objetivos. Así, para conseguir la conquista completa de la Galia, Julio Cesar comprobó que los pueblos germanos debían mantenerse controlados, para ello era necesario hacer una demostración de poder. Con ocho legiones (casi unos 32.000 legionarios) emprende la marcha hacia las extrañas y desconocidas tierras germanas hasta que se topa con el Rin. Las tribus germanas vieron que el río marcaba una frontera natural que les defendía del invasor y todo el plan de asustarles por parte de Cesar se venía abajo, ¿o no?. El general romano decidió que no había mejor forma de sorprender y amedrentar a las tribus germanas que todas sus legiones cruzasen el rio. Con los ingenieros y arquitectos que seguían a toda legión romana y las miles de manos de obra leales, Cesar construyó un puente a lo ancho del Rin en algo más o menos de diez días (más sobre esta fantástica historia en este enlace). Sin embargo, el plan de Julio Cesar de gobernar con mano de hierro Roma se vino abajo ante su magnicidio.

Uno que es aficionado a la estrategia militar y la historia tiene claro que nunca debe establecer un solo plan, porque los hados del destino son muy juguetones y pueden arruinárselo. Lo que uno no puede imaginar, como no imaginaron ninguno de los grandes estrategas que he citado, es que hasta cuatro planes iban a venirse abajo en menos de dos días. Y el rencor me invadió.

Así que cual Julio Cesar ante el Rin, decidí que si nadie estaba dispuesto a disfrutar conmigo de "La Noche en Blanco" , en cuyos actos había diseñado planes orientados a contentar a mis acompañantes, no iba a quedarme quieto. Cargué mi pequeño reproductor de música con las canciones que en ese momento deseaba oír:

Y me lancé a la calle. Durante horas recorrí casi ciego las calles atestadas de Madrid desde Plaza España, Gran Vía, Cibeles, Neptuno, Sol y su Plaza Mayor. El tiempo pasaba y yo únicamente camina y escuchaba mis canciones, con mis pensamientos orientando mis pasos y sin ver nada. El rencor era mi acompañante y no quería dejarme de lado, no quería que me dejase de lado, iba lleno de ira, de venganza, de frustración.

Cuando desde la la Cava Baja me dirigía hacia la subida que lleva a la Catedral de la Almuneda y al Palacio Real en los Jardines de Oriente, algo mágico pasó. Mi reproductor de música decidió quedarse sin batería, sin embargo, no me quedé sin música, pues a lo lejos una melodía se filtraba entre los edificios de colores marrones y tejados negros y rojos. Unas notas que me resultaban conocidas y que de golpe mi mente empezó a tatarear. Se trataba de la representación al aire libre de la ópera Eugenio Onegin con música de Chaikovski y libreto de K. Shilovski y Modest Chaikovski.

La pieza en concreto era el aria de Lensky "Kuda Kuda", donde Lensky muere a manos de Oneguin, protagonista de la obra y él cual, apenado y enormemente entristecido por la muerte de su mejor amigo, decide marcharse al exilio. El efecto mental en mí fue inmediato y comprendí que no iba a ser yo quien disparase la bala que acabase con Lensky, no podía permitir que el rencor, la ira y la venganza siguiesen mi camino. Me senté en un lateral de los Jardines de Sabatini y me dejé mecer por las magníficas voces y la dulce música que salían desde el interior del Teatro Real. Al acabar la representación, regrese a casa.

PD: Les dejo el aria de Lensky en una de las mejores interpretaciones que conozco, a cargo del genial tenor lírico alemán Fritz Wunderlich, uno de los grandes junto a Caruso, Pavarotti y Domingo. Espero que la disfruten tanto como lo hice yo.

2 comments:

Unknown said...

Por un momento he parado la música que estaba escuchando y he puesto la que propones. No está mal pero ahora sigo con lo mío...

Un abrazo.

Alberto Fernández said...

La música es algo muy personal, esa estaba elegida por mi para ese momento, no era el tuyo ni era la tuya. De la colección que llevaba, estoy seguro al cien por cien que muchas si te hubiesen gustado, porque algunas han llegado a mis oídos por ti. Se trataba de música para caminar una "calle melancolía" para un sábado a la noche, de dejar de estar "abrazado a la tristeza", "sin embargo", saber que "nos sobran los motivos".

Gracias por leerme y oír mis canciones. Un abrazo desde Madrid.

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