Tuesday, February 28, 2006

Muerte a los débiles o de como Nietzsche nos hace libres

Schopenhauer nos condena a una voluntad de vivir, desde que nacemos somos individuos condenados a un error de nacimiento, la obligación de concentrar toda nuestra voluntad en vivir, de forma ciega e insulsa, aun a pesar de ser los únicos seres sobre la tierra que se saben mortales. Luchamos y batallamos en mil campos de enfrentamiento, como si la victoria representase la meta perseguida, escapar de la muerte, sin embargo, por muchas batallas ganadas, la muerte es inevitable, pero la voluntad de vivir nos conduce a sufrir, a reír, a seguir luchando sin fuerzas para evitar ese momento. Somos esclavos de nuestra voluntad de vivir. Y esa voluntad y ese destino final se convierte en la característica que nos hace iguales a todos, donde perdemos nuestro Yo intransferible.
Pero Schopenhauer era un débil, una voluntad totalmente dionisíaca donde su Yo se pierde en una masa de yos derrotados en el fondo, sin espíritu ni fortaleza que desprecian en todo momento lo importante de vivir: vivir en sí. Nietzsche considera a los cobardes, a los que no luchan y batallan, a los no fuertes y no poderosos, a los esclavos de sí mismos como los seres más repulsivos y degradantes de toda la humanidad, y el superhombre debería acabar con ellos pues eso es lo que están pidiendo y deseando: “O como la vida es un continuo camino de espinas, como soy incapaz de mantenerme de pie, debéis tenerme pena, sentiros compadecidos de mí”, dirá el pusilánime , contra él Nietzsche dice: Si quieres morir, muere.
Frente a la voluntad dionisiaca de la compasión y la autocompasión, debe promocionarse el alma de los señores, de los fuertes, los ganadores, la voluntad de los apolíneos, de los victoriosos y los deseosos de seguir viviendo simplemente por el placer de vivir. Aceptar la muerte, dejarse llevar a ella sin penas ni complejos, para así dejar tiempo en apreciar lo bello del mundo en todo momento hasta que llegue el morir. Pero ello sólo podrán hacerlo los hombres superiores. Los demás, los que se desilusionan, porque únicamente acarician la belleza por unos instantes pues en todo momento quieren morir, son unos nihilistas, sin fuerzas, sin vida.
Debemos cambiar la voluntad de vivir por una voluntad de poder, de fuerza para no permitir que nada ni nadie nos hunda, para evitar que los muertos en vida nos arrastren con ellos y nos conviertan en pobres de poder y fuerza; no puede el superhombre permitirse ser un esclavo de los sentimientos de la compasión, la pereza o el sufrimiento buscado, el verdadero dolor debe ser la vitamina de los visionarios, de aquellos capaces de saltar las barreras. Frente a la vitamina de los débiles, a saber, la pena y el sentimentalismo de la autocompasión, se impone la cruel crítica, incluso la muerte del débil, pues cualquier contacto con su forma de pensar, nos conduce de la cima a la base, del éxito, a la miseria más burda. El superhombre no cicatriza sus heridas, ni siquiera las tiene en cuenta, simplemente piensa en ellas como el recordatorio de lo débil que puede llegar a ser si en todo momento no dejar de moverse hacia delante, sin importar quién o qué se interponga en su camino.

Sunday, February 26, 2006

Esclavo a punto de ser libre

Podría decir tantas cosas, miles de palabras para explicarte lo que siento, pero todas serían inútiles. Podría escribir un maravilloso cuento donde relatarte lo especial que eres para mí, mi dulce niña, pero de nada servirían si tú no los lees.
Todo el trabajo y esfuerzo se resuelve con un simple “te quiero”, “te amo”, pero tu y yo sabemos la respuesta, así que para que intentarlo.
Tu imagen me destroza y desarma completamente, pierdo la concentración y sólo pienso en tenerte cerca, muy cerca, lo suficiente para que nadie escuche las cosas que quiero decirte, para sentir tu dulce piel y oler tus cabellos, pero los dos sabemos que eso es imposible. Me pides algo que no puedo darte y yo te pido algo que no puedes darme. Y mientras el tiempo pasa, cada vez que veo tus ojos, dagas afiladas se clavan en mi interior recordándome que por mucho que lo intente, no puedo olvidarte fácilmente, porque tu niña, me has calado muy hondo, y lo sabes.
No pienses que estoy triste o melancólico, contigo me puede más el orgullo y la impotencia de querer poseerte eternamente y no poder hacerlo, el pensar que juegas conmigo como una niña con un muñeco de trapo. Algún día se acabará y seré libre de tu hechizo, pero mientras, no dejes de hacer lo que quieras.

Saturday, February 18, 2006

Cinco: Filosofía de la locura

Ella, la locura, nos concede la verdadera libertad, pues no hace el loco lo que quiere y todos los demás, los “cuerdos”, ciegos ante el vuelo libre, nos conformamos y resignamos, apelando a su comportamiento expresando nuestra ira: ¡Déjalo, está loco!
No contienen la misma raíz la palabra cuerdo y cuerda, no es una cuerda un instrumento para atar, para acortar movimientos, ¿quién ha sido el malvado amo que ha decidido castigarnos atando nuestra voluntad a la cordura?
Es interesante comprobar los efectos beneficiosos de ver escritos los pensamientos que recorren nuestra mente, interesante y aterrador a la vez, pues cuando nuestros ojos leen lo que antes nuestro otro yo pensaba, la parte consciente de nosotros empieza a percatarse de lo difícil que es establecer una frontera entre la cordura y la locura.
¿Estoy acaso yo cuerdo? ¿Estoy acaso yo loco? ¿Estoy acaso? O simplemente soy un pensamiento momentáneo, al cual con el pasar del tiempo, olvidará una mente y jamás volveré a estar, ¿jamás? No lo sé, también cabe la posibilidad de que me convierta en un recuerdo, un simple recuerdo, pero ¿valoramos realmente los recuerdos como se merecen? Porque me hace gracia que los recuerdos sean re con cuerdos, escala musical con cordura; son los recuerdos melodías acaso de los momentos cuerdos de nuestra existencia.
Sin embargo, ¿hasta qué punto nuestros recuerdos son momentos verdaderos de nuestra existencia conservados en su originalidad?, como toda partitura musical, y los recuerdos lo son, existen multitud de posibles acordes; acordes de acuerdo con nuestra cordura, existen otros por nuestra necesidad de recordar acordes que nos permitan la felicidad...
¡Oye tu! ¡Sí, tú!, el que está escribiendo esto, dime: ¿Estoy acaso cuerdo? ¿Estoy acaso loco? ¡Deja de escribir y dame una respuesta, date una respuesta!... ¿Tienes una respuesta?

Wednesday, February 15, 2006

Gente

Con los bártulos bajo el brazo, dispuesto a estudiar como un poseso en la Biblioteca Provincial, se presentaba una pequeña caminata por las calles San Andrés, Los Cantones y sobre todo la Calle Real. Bajando las escaleras, la cabeza daba vueltas a como poder cambiar el estilo, que en los últimos días, había protagonizado todos los mensajes de mi blog. Ignorando las pequeñas gotas de agua que amenazaban en convertirse en aguacero, empecé el trayecto.
De repente, cuando había dejado atrás el caos circulatorio de San Andrés, la Plaza del Obelisco de los Cantones y estaba a punto de comenzar la peatonal y pomposa Calle Real, una idea surgió de la nada, por qué no fijarse en la gente. Si, en esas cosas que circulan a nuestro lado, por todas direcciones, a los cuales nunca prestamos atención, no más de la debida para evitar accidentes. El mundo que se descubrió ante mí fue realmente increíble.
Me sentía como un cámara de documentales de animales internándose en una fauna desconocida y misteriosa. Con asombro vi señoras con abrigos de pieles enormes que les impedían caminar cómodamente, adolescentes con los pantalones por debajo de sus nalgas enseñando su ropa interior, madres empujando con sobreesfuerzo y cariño infinito los carritos de sus bebes, algunos de éstos despiertos con los ojos muy abiertos mirando el mundo que se les ponía delante, los otros durmiendo indiferentes al ajetreo mundano. Y así decenas de personas, cada una diferente de las otras.
Mientras seguía en esta labor de mirón social, empecé a oír la música de un acordeón, cada vez más cerca a medida que avanzaba en pasos, hasta que me topé con el responsable de aquella melodía.
Era un hombre de mediana edad, posiblemente un inmigrante latinoamericano, vestía unas ropas no sucias ni viejas, pero si desgastadas por el uso cotidiano. Unos simples pantalones de tela marrón, un jersey azul y una camisa a cuadros, todo ello coronado con un gorro de color azul también. Sus dedos se deslizaban rápidamente por el acordeón, casi imperceptibles a mi vista. Gracias a ello, una dulce y suave melodía podía escucharse y disfrutarse, sin embargo, pude comprobar que nadie más que yo parecía dar importancia o valorar como se merecía la pieza que tocaba con maestría, nuestro desconocido músico. La gente, esos seres a los que antes miraba con atención, pasaban por delante, por detrás, por todos los lados imaginables y posibles y ninguno se detenía un segundo para deleitarse de esa magnifica sinfonía. Él, sin embargo, impertérrito, inexpugnable en su sentimiento y afición, seguía tocando como si delante tuviese un auditorio entregado a su habilidad musical.
Pude comprobar también, que delante de sus zapatillas blancas casi desgastadas, tenía una pequeña cestita de paja con un pañuelo blanco dentro, donde unas pocas monedas daban la sensación de ser personas perdidas en un desierto hostil y desconocido. Bonita metáfora. Entonces, no sé por qué, surgió de mi interior la necesidad de darle una moneda a ese músico callejero, no por pena, no por su buena melodía, que sin duda lo era, sino porque al igual que él, yo era una moneda más en un blanco pañuelo, sola y perdida. Y lo peor de todo, cada una de las personas que ignorantemente pasaban por delante suya, eran también monedas perdidas, con prisa, con preocupaciones, con problemas, con poco tiempo para detenerse un momento y dejarse llevar por la música de un acordeón y su melodía.

Tuesday, February 14, 2006

Dime....

Gracias al escritor del rincón por haberme inspirado.

El tiempo quema mujer, mientras espero de tus labios las palabras que lo consuman. Dentro, muy profundo en mi alma, poco a poco, se instala la impaciencia y la desesperación del que te ama en secreto pero no puede decirte lo que siente. ¿Cobarde? No, simplemente un animal herido demasiadas veces que, conscientemente, esconde aquello que puede hacerle daño, no, no lo llames cobardía, es instinto de supervivencia.

Necesito de ti una señal, soy marinero que en su barco ansioso urge de encontrar la luz de un faro para no estrellarse en las peligrosas rocas de la costa, dame tu esa luz, no permitas que me hunda más y más en la oscuridad del océano del cual quiero salir de una vez. He visto demasiadas veces el fondo del mar para desear volver, sácame a la superficie y dime con esos labios las palabras que deseo oír.

Escondido en mi rincón, barrido por la multitud que me rodea y me ignora, soy como el vagabundo que pasea lentamente por los arrabales de tu vida, ansioso de que me encuentres algún día. Espero con mi cuerpo agazapado, pero con mi corazón abierto; que no te confunda mi aspecto, sólo es una máscara para poder vivir, que no te asuste mi forma de ser, soy un perro defendiéndome en una jauría que no perdona. Ojalá tú me desvistas de este falso disfraz y veas mi cuerpo tal cual, totalmente desnudo, no sabes como lo desea toda mi piel.

Sería tan feliz con un sí, con una simple mirada, con un roce de tu mano en mi cara, sería…

Dime que me quieres cuando menos me lo espere porque será cuando más lo necesite.

Sunday, February 12, 2006

Melancolía es...

Cada vez que veo tu fotografía
descubro algo nuevo
que antes no veía
y me hace sentir lo que nunca creí.
Siempre te he mirado indiferente,
eras tan solo un amigo
y de repente lo eres todo, todo para mí,
mi principio y mi fín.
Mi norte y mi guía, mi perdición,
mi acierto y mi suerte, mi equivocación,
eres mi muerte y mi resurrección,
eres mi aliento y mi agonía
de noche y de día,
te lo pido por favor,
que me des tu compañía
de noche y de día... lo eres todo.
Dame tu alegría, tu buen humor,
dame tu melancolía,
tu pena y dolor,
dame tu aroma, dame tu sabor
dame tu mundo interior,
dame tu sonrisa y tu calor,
dame la muerte y la vida,
tu frío y tu ardor,
dame tu calma, dame tu furor,
dame tu oculto rencor.
Luz Casal, Lo eres todo

Al atardecer de una tarde de otoño, los rayos de sol, mientras se despiden, bañan la piel de las montañas y llenan de ocres luces, el valle que cubierto de oro que observo.
Mientras anotó mis sentimientos en este pequeño cuaderno, una imagen viene a mí. Es una sonrisa amable e inocente, unos ojos que brillan y llenan con un poco de luz la oscuridad de mis recuerdos.
Mi interior es como este ocre paisaje que miro, lleno de hojas muertas de color marrón, esparcidas por la tierra sin sentido ni son, al igual que deambulo por mi vida sin guión. Un cielo anaranjado y azul, un sangriento y rojo sol, una brisa lejana y fría, avisos de un invierno que llega.
No estoy triste, la tristeza es pesar, es pena, no, yo no estoy triste. La melancolía es mi sentir, la melancolía es el otoño que recuerda, mientras las hojas caen por mi cara, el color de la primavera, el calor del verano, los juegos y las risas que junto a ti tuve, antes de este otoño, casi blanco invierno. Añoro tu cuerpo, tus manos, tus ojos, deseo sentir de nuevo tus labios descubriendo rincones escondidos en mi cuerpo, ese pelo cayendo suavemente por mi mano mientras acaricio tu dulce mejilla.
Ahora que no estás, yo no sé que hacer. No quiero llorar pero tampoco quiero reír, la sonrisa ya no suena igual si no están tus carcajadas aquí.
Melancolía es el recuerdo de un@ chic@ que no está y no sé cuando volverá…

Sunday, February 05, 2006

Cartas

Devenir de una tarde de invierno, melancolía del solitario tranquilo observando el vacío deseando aquello que no tiene. Saca una hoja y comienza a escribir una carta. Vuelca, mejor dicho, muestra en ella todo lo que no es capaz de enseñar delante de ella.
Le cuenta como la quiere, como la desea, como en cada momento que la ve el juego consiste en buscar sus bellos y negros ojos, en intentar en todo instante ver su sonrisa, sus manos, su cuerpo.
Se confiesa completamente desnudo de cuerpo y alma, no le oculta nada, en cada palabra, en cada frase, sentimientos y sensaciones se mezclan y entremezclan, para decirle que la quiere, que la ama.
“Recuerdas” le dice, “cuando en la fuente, bajo un manto de estrellas te pedí de salir. Yo no podré olvidarlo nunca, fue la única vez que tus ojos me miraron únicamente a mi, la única vez que me sentí lleno y en paz, tampoco olvido tu respuesta dudosa y poco clara.” Esa noche, piensa, un niño lloró por dentro mientras un hombre aguantaba el dolor.
“Tu respuesta fue que no, que no me enfadara contigo, pero que no te gustaba como para salir. Yo seguía llorando, aunque tu no te percatases.” Le sigue contando como ella le dijo que realmente amaba a su mejor amigo. Él jamás olvidará el momento que con un dolor en el pecho, le prometió que haría todo lo posible para que él se fijase en ella. Intento vano de hacerla feliz haciéndose daño.
Rechazado, simple y llanamente rechazado. Desde entonces, escribe cartas para no ser leídas, cartas que guarda en un cajón, cartas que jamás traerán consigo una respuesta, porque desde entonces, sabe que las respuestas no suelen ser algo bueno.

Saturday, February 04, 2006

Vivaaaaaaaaaaaaaa, hoy he tenido un mal día

Hay días que uno sabe que no van a ser buenos. Es levantarse de la cama y una extraña sensación te recorre el espinazo a modo de aviso: chaval, prepárate porque hoy vas a saber lo que es bueno cabrón. Intentas ignorar esa sensación, pero es imposible, eres consciente de que a partir de ese momento, por mucho que lo escondas, hoy van a joderte de lo lindo y no puedes hacer nada por correr o huir de ello.
El primer golpe lo recibes en la barbilla, con toda la dureza y sin aspavientos, aturdido intentas recuperarte, sabes que sólo es el comienzo, pero la cosa empieza a doler. Con una sonrisa por no llorar te dices, y eso que aún es por la mañana.
El segundo va directo al hígado, te deja seco, sin aire en los pulmones y con pocas ganas de juerga, pero amigo, nadie dijo que fuese fácil, el teléfono suena y de repente el enfermo debe convertirse en médico ocultando su enfermedad. Hora y media de farsa y teatro intentado no venirte abajo, un regalo maravilloso para ir terminando un gran día.
El tercero, directo al estomago, sutil y certero, rápido y sin prolegómenos para que no te olvides de que esto no es bambi, la vida no es de caramelo. Genial piensas, y eso que ni siquiera buscaba lamerme las heridas sino aguantarlas impertérrito.
¿No es maravilloso tener días así para recordarte lo cabrón y desternillante que puede llegar a ser el destino? Hay días que uno no sabe que van a ser buenos…
Free counter and web stats