Tuesday, December 27, 2005

Uno

Supongamos que, en un determinado momento, una persona que está escribiendo una carta a otra persona –el sexo o los sexos son irrelevantes – tiene la sospecha, o tal vez simplemente descubre, que está ligeramente bebida. No, no se trata de la embriaguez molesta, ruidosa y repugnante –entre otras cosas por el hecho de que la embriaguez, hipérbole de la existencia, pone al descubierto (se decía en las redacciones) su intrínseca repelencia.

El escribiente, afectado por la revelación de su propia ebriedad, podría simplemente abstenerse de seguir escribiendo. La turbia lucidez de la ebriedad le podría sugerir abstenerse de proseguir la comunicación. Pero, si se abstuviera de seguir escribiendo, daría una interpretación razonable de la irracionalidad típica de la ebriedad; así que sólo podría descender de su trono de escribiente en el caso de que se reconociera a sí mismo como sobrio, interpretación, máscara, falsario de sí mismo ebrio. Pero, a partir del momento en que se ha dado cuenta, o ha creído ser consciente de haberse dado cuenta, de la propia ebriedad, no se propone, no quiere, no tolera renunciar a ella. Y, por lo tanto, de ahora en adelante, su ebriedad será voluntaria, una opción no necesaria, si bien fuertemente aconsejada por la somnolencia, por la irritación moral, por el malestar y el bienestar extrañamente unidos, que en su conjunto considera síntomas de ebriedad. De modo que seguirá escribiendo. Pero ¿deberá escribir de manera especialmente escrupulosa, o, al contrario, de modo inocente, impreciso, propicio al error? Se niega a tomar precauciones, porque sabe, desde siempre, que la cautela tiende al silencio, no ya, por otra parte, al silencio de la abstención, sino a la horrible y brutal abstención de la mordaza. Por otra parte, no le repugna menos la inocencia, en especial la inocencia obtenida con la complicidad de una copa de jugo fermentado. Pero, apenas ha acabado de escribir estas palabras, o de pensarlas, no puede dejar de preguntarse qué otro tipo de inocencia ha existido jamás, si no es ésta, algo tóxica y atolondrada. Así, pues, debe juzgar la inocencia, su propia inocencia. ¿No existe ningún compromiso entre la cobardía de esta inocencia y la dignidad de la mentira? “Querido”, escribe, “si todo es impúdico, excepto la impudicia, ¿no tendrá acaso que perseguir la paz inocente la impudicia?”. Pero las palabras le desafían, y está furioso.

Thursday, December 22, 2005

Jerusalem: ciudad eterna

Hace calor, mucho calor, todo mi cuerpo está bañado por un mar de sudor cuyas gotas se precipitan contra el suelo desde mi frente. Las llamas del sol queman el cielo, dándole un color rojo que parece que el diablo por fin ha regresado a casa, la arena del desierto quema como las brasas en las noches de San Juan y el agua de nuestras cantimploras se evapora como los lo hacen los riachuelos cuando llega el verano.
Todos éramos conscientes al principio que no iba a ser una tarea fácil, ningún trabajo en nombre de Dios lo es, el espíritu de sacrificio es una parte muy importante para los caballeros del Todopoderoso, por Él y por su Gloria atravesamos el desierto para liberar Jerusalén, su ciudad, su pueblo. Sus hijos no podemos permitir que los infieles profanen con sus ritos y su falso dios la Tierra Santa. El diablo en su lucha eterna contra Dios usa sus sucios trucos para convencer a los hombres pobres en Fe que él es el verdadero dios, se hace llamar Ala u Odin, promete oro para todos y prosperidad para el pueblo que lo adore, pero da igual cuantas máscaras y disfraces utilice en maligno, los Cruzados están para luchar contra él y sus tropas infernales.

Tres mil hombres oímos la llamada del Señor, hombres humildes, agricultores, herreros, carpinteros, cazadores, condes, duques, reyes, todos escuchamos el mensaje de Dios, todos movidos por su fe, llegamos a la conclusión de que había llegado el momento de luchar. De esas tres mil almas piadosas, solo quedamos mil quinientas, el calor, los bandidos, los peligros del desierto junto con la desilusión, la desesperanza, las deserciones y demás debilidades del alma humana acabaron el trabajo que el desierto empezó
Yo sigo adelante, no tengo nada que perder, ni familia ni amigos ni tengo miedo a morir, mi única meta es alcanzar el perdón del señor, volver a estar en gracia con él, recuperar lo que un día perdí.

-Venga soldados, un poco más y haremos un descanso de veinte minutos, también tendréis derecho a vuestra ración de comida y agua fresca.
Llevo seis semanas escuchando lo mismo, al principio odiaba oír todos los atardeceres lo mismo, luego entendí que mientras las escuchase, seguía vivo.

Detenemos la marcha, los hombres respiran aliviados, un día más que llega a su fin en este infierno, cada uno de ellos sabe que es una pequeña victoria dentro de esta inacabable lucha contra el desierto.

El suboficial de turno ordena que se monten las tiendas de los oficiales, los soldados por supuesto duermen al aire libre, indica también el orden y número de guardias que se deben cumplir hasta el alba, momento en el cual, volveremos a empezar de nuevo la lucha contra este infierno instalado en la tierra.
He tenido suerte, podré dormir toda la noche, esta vez no tengo que hacer guardia y después de un trozo de pan duro, un poco de requesón y un vaso de agua, se da la orden de ir a dormir a la tropa.

Tumbado boca arriba, observo el cielo estrellado, una ligera brisa recorre el campamento, las hogueras bailan al son que marca el viento. Es en estos momentos cuando uno empieza a pensar, a reflexionar si merece la pena; es durante la noche cuando se producen más deserciones, castigadas con la muerte por traición a Dios, y si los soldados de guardia no logran acabar con los traidores, lo hará el desierto, como ocurrió con el grupo de Ortiz, consiguieron escapar sin llamar la atención de los guardas, pero días más tarde encontramos sus cuerpos deshidratados y abrasados por el calor, el capellán de la compañía se negó a enterrarlos bajo tierra, como dicen que deben ser enterrados los cristianos, castigándolos por el gran pecado de traicionar la misión de Dios, como muestra de escarmiento al resto de la tropa; pero no sirvió de nada.

Creo haber dormido unas cinco horas, me desperté por que una conversación lejana perturbó mis sueños, intenté dormir de nuevo pero fui incapaz, decidí entonces acompañar al grupo de compañeros que tampoco era capaz de conciliar el sueño esa noche, al acercarme me quedé petrificado por la imagen que mis ojos estaban observando, pero mi cerebro se negaba a ver; el grupo de Ortiz, todos y cada unos de los que desertaron con él estaban hablando con tres compañeros más, es como si estuviesen intentando convencerlos de algo, les contaban algo sobre una fortaleza a unos kilómetros de aquí, un hombre piadoso y amable que por unas cuantas monedas de oro enviaba de vuelta a casa a todos aquellos que quisieran regresar. Mis compañeros accedieron al fin, prepararon un pequeño equipaje con lo necesario y empezaron a seguir a Ortiz y sus hombres, no sé que maldita razón, motivo o causa me condujo a seguirlos, pero recogí mis cosas y marche detrás de ellos, sin saber lo que me esperaba. Hay decisiones que cuando uno las toma, sabe perfectamente que se está condenando.

Saturday, December 17, 2005

Despedida



Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.

No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.

Jorgue Luis Borges

Un café en las terrazas de París

El olor a te y café inundaba la terraza ese día, lo recuerdo tan claramente como si estuviese ocurriendo ahora mismo, sin embargo, hace ya muchos años que no tomo café en las preciosas mesas ajardinadas de París. Y si esos olores son inolvidables, más aún lo es el colorido de la luz en esas tardes pardas y ocres de otoño, cuando todo se bañaba e inundaba de marrones, amarrillos y rojizos pálidos. Las mujeres se cubrían sus desnudas espaldas al levantar de una brisa que traía en su frío tacto, el mensaje del futuro inverno, mientras los hombres bebían y fumaban, hablando de todo y de nada, levantando la voz por encima de los claros y vitales gritos de unos chiquillos enfrascados en sus juegos más serios.

Y entre todos ellos, yo disfrutaba del paisaje como un parásito ávido de sosiego y tranquilidad, necesitado de huir de un pasado que se negaba a abandonarme y no paraba de atosigarme constantemente. Necesitaba oír las risas porque hacía tiempo que no reía, los besos de los pasionales amantes porque las mujeres habían dejado de quererme hartas de mentiras siempre cumplidas y promesas nunca realizadas, de la conversación con los amigos porque al traidor y al espía nada le queda que compartir y mucho menos que confiar.

Yo no decidí mi destino, él lo hizo por mí, y a pesar de que muchos dicen que uno es dueño de sus actos y por ende de su futuro, no tuve elección cuando la mentira pasó a ser el centro de mi existencia.

Era una de esas tardes de otoño, las que siempre intento recordar, a las que constantemente intento volver cuando Armand se acercó a mi mesa y me pidió fuego. Atendí amablemente su petición y lo hubiese hecho igual aunque no fuese esa mi verdadera intención, pues había algo en él que impedía toda resistencia a sus deseos. Una vez encendido su puro, me pidió que aceptase una invitación por la amabilidad demostrada, acepté con la condición de que no tomase el café yo solo. Riéndose de una forma extraña, como si ya esperarse esa respuesta y fuese dueño de un secreto, aceptó y se sentó.

Me contó que era hijo de un noble francés y se vanagloriaba de poder retroceder hasta tiempos inmemoriales su apellido familiar. Sus antepasados habían sido desde temibles cruzados hasta nobles respetables en la corte del Rey Sol. Yo le hablé de mi mujer y mis hijas, Carla y Sonia, las dos únicas joyas que poseía, y que me encontraba en París por viaje de negocios, pues era galerista y marchante de arte. Me confesó que tenía una especial fascinación por el impresionismo francés, pues consideraba que ningún otro movimiento pictórico había conseguido atrapar la magia de la luz como los impresionistas, y que para alguien que llevaba tanto tiempo en la oscuridad, era lo más bello que podía encontrar. Este último comentario me sorprendió, pero pensé que posiblemente estuviese hablando de forma metafórica.

La noche nos atrapó conversando sobre diversos temas, aunque él se interesase mayormente por mi vida familiar, yo quería evitar el tema, pero algo raro me impedía hacerlo, extrañamente, tenía un sentimiento de confianza es ese hombre recién conocido.

Avanzada ya la noche y después de haber insistido en invitarme a cenar, me disculpé pues debía retirarme a descansar a mi hotel, pues al día siguiente debía entrevistarme con los marchantes franceses, y era un trabajo tedioso y bastante cansado. Curiosamente su hotel quedaba un par de calles más arriba que el mío, por lo cual, fuimos todo el camino juntos.

Al llegar a la entrada principal del hotel, algo me impulso a recompensar la amabilidad de mi extraño amigo y recordé que había traído un cuadro de Monet para encontrar un comprador en París, le invité a verlo como gratitud por la compañía y la cena. Acepto cortésmente y en ese momento, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, el invierno estaba cada vez más cerca y eso se notaba.

En la habitación saqué el cuadro que se encontraba en la caja fuerte, quité las protecciones y se lo pasé, lo cogió con una dulzura exquisita y mirándolo fijamente me confesó que era realmente bello, que incluso estaría dispuesto a adquirirlo si el precio no alcanzaba unas cifras muy altas.

Decidí servir unas copas, pero cuando intenté interrogarle que deseaba, de pronto algo nublo todos mis sentidos, sentía que no era dueño de mi cuerpo y mi mente, y únicamente deseaba mirar los ojos de mi extraño amigo, que con una sonrisa diabólica se acercaba hacia mí con las pupilas ensangrentadas. Al momento, noto unos dientes clavándose en mi cuello, no hubo dolor, al contrario, un desconocido placer me recorrió entero mientras notaba como mi vida se escapaba poco a poco.

Armand paró de desangrarme y me preguntó si deseaba vivir tanto como para saber apreciar de verdad la belleza de un cuadro impresionista, le dije que no balbuceando, pero el pensar en el dolor que mi muerte causaría a mi mujer y mis hijas me hizo reflexionar y aceptar el beso eterno. Fue así como me convertí en vampiro, sin sospechar que independientemente de la opción que hubiese escogido, para mi familia yo estaría muerto de todas formas.

Ahora llevo más de un siglo recordando el olor a café y té de esa tarde de otoño y no paro de pensar que habrá sido de mis joyas. En cuanto a Armand, pasé con él los primeros años, pero luego se aburrió de mi presencia y me dejó, abandonado y sólo, sin dinero, vagabundeé por toda Europa hasta que volví a París. Lo hice para intentar volver a vivir, en un intento de falsa esperanza, sin embargo, lo único que logré fue recuperar el cuadro de Monet, a pesar de la resistencia inútil que opuso el galerista.

Thursday, December 08, 2005

A un joven colega, por lo que sufrió y consiguió vencer a fuerza de tesón y voluntad. Un día tendrás los ojos que tanto andas buscando...

Llega a casa asustado, otro día más sus pequeños ojos brillan en una mezcla de curiosidad, desconfianza y miedo. Saluda a sus padres con prisa y rápidamente sube a su pequeño cuarto, donde tirado sobre la cama, con la cabeza apoyada en la almohada, unas pequeñas lágrimas empiezan a brotar mientras se pregunta una y otra vez por qué.

Los ojos que mira a hurtadillas en clases le persiguen sin que pueda escapar de ellos, están clavados muy dentro y las sensaciones que se despiertan por ello le sorprenden y asustan. Ve en ellos una pureza antes no vista, una luz tan clara y mágica que invitan en todo momento a caminar por un sendero verde y fresco, con aroma de primavera. Y tiene miedo.

Le gustaría acercarse y decirle todo lo que siente, contarle palabra por palabra todo lo que desde hace meses atrinchera en su pequeño interior. Sueña que un día dejará de escribir notas en una libreta, para hablar cara a cara con los labios que le vuelven loco. Cuantas noches ilusionado confunde realidad y sueño, esperando un gesto, un abrazo, un beso… Pero tiene miedo.

Se vuelve loco pensando por qué a él le tienen que ocurrir esas cosas. Deseaba, es cierto, sentir algo especial por alguien, poder llegar a compartir juegos, risas y muchas cosas más, pero con lo que no contaba era que le gustaría hacerlo con un chico. Eso era lo que más miedo le daba, no entendía como podía estar enamorado de su mejor amigo y compañero de clases, desconocía el momento cuando los ojos que tenía enfrente pasaron de ser los ojos de su amigo a ser los ojos que no le dejaban dormir por la noche. La angustia y el miedo le acompañaban desde entonces, angustia al rechazo y miedo al desprecio. Se repetía que no era un marica de mierda, un maricón de esos al que dan por culo, y lloraba, lloraba porque aun odiándose, no era capaz de evitar la imagen de su desconsuelo.

Tuesday, December 06, 2005

Carta a un desconocido

Voy a contarte mi vida entera, esta vida mía que no empieza, realmente, hasta el día que te vi por primera vez, a contarte querido lector, en esta noche de luna llena y viajeras nubes llevadas por el soplar del viento, la mayor mentira que jamás hayas oído.

Escucharás un pequeño fragmento de mi existencia que nunca ha ocurrido, pero que ello no te engañe, que lo que aquí voy a relatarte jamás haya ocurrido en la realidad que forzosamente compartimos, no quiere decir que en la verdad que cada uno de nosotros vive individualmente, los acontecimientos de los que pronto serás cómplice sean tan reales como los latidos de tu corazón o el aire que respiran tus pulmones.

Todo este imaginario sueño comenzó el día que te conocí, cuando después de abrir el buzón y revisar el correo, comprobé que alguien había alquilado el apartamento que había dejado la viuda Marta, una mujer de ochenta años, que a los cuarenta y cinco perdió al amor de su vida y desde entonces, sin hijos, con el cuerpo destrozado por la pena y el alma rota por la pérdida, se dedicó a gastar el poco dinero de su pensión en misas, flores y velas para el cadáver de su marido, que al final acabó por llevarla al mismo lugar que llevaba treinta y cinco años visitando. Cuentan los vecinos que cuando el asistente social le preguntaba por qué sólo se dedicaba a cuidar de la tumba de su esposo, ella respondía que eso era en parte incierto, no cuidaba del último hogar de su marido, sino también de la que sería su futura casa. No sé por qué te cuento todo esto, quizás porque el recuerdo de la vieja Marta taladra mi cabeza al pensar que puedo compartir con ella el mismo destino, pero no te confundas, no me asusta la muerte, me asusta la soledad.

Confieso que no pude reprimir el instinto de mirar, una vez que comprobé que el cartel que anunciaba el alquiler de la vivienda, había desaparecido del balcón donde había estado colgado, quién iba a ser desde entonces, mi nuevo vecino. Leí el nombre que aparecía en la parte delantera del buzón, una etiqueta de color blanco, con un solo nombre escrito a letra impresa.

Cómo iba a saber en ese momento el futuro que nos deparaba a ambos, cómo presentir entonces lo que nos guardaba el destino, no, en aquel instante sólo la curiosidad era la dueña de mi pensamiento, una curiosidad nacida desde lo más hondo de mi ser; tengo que confesar que era la primera vez que algo así recorría todo mi cuerpo.

Esa noche mientras dormía, tenía la impresión de que una figura corpulenta vigilaba mis sueños escondido en la oscuridad, sin embargo era incapaz de diferenciar ningún otro rasgo. También recuerdo la sensación de angustia y miedo, que mezclado con la curiosidad y las ganas de conocerte, reconozco que me excitó bastante, me desperté varias veces sudando y entre gemidos.

Todo esto aumentó mis ganas por conocer a la persona que era capaz de provocar tal cascada de sensaciones y pensamientos perversos, así que decidí que de ese día no pasaba sin ver la cara de mi nueva sombra. Toda la mañana y parte de la tarde la pasé al lado de la puerta, con la atención puesta a cualquier sonido que indicase que entrabas o salías de tu casa. Oí al cartero, a los vecinos, a los niños jugando después de la vuelta del colegio, más vecinos, sin embargo tu puerta permanecía callada. Empecé a pensar que quizás aún no te habías instalado, que simplemente habías adquirido el piso pero aun no habías realizado la mudanza, entonces reflexioné y me dije que nadie cambia el nombre del buzón sino espera recibir cartas en él, y si alguien espera correspondencia significa que la retira con frecuencia. Esta idea me ilusionó, baje corriendo las escaleras y me dirigí a toda prisa hacia tu buzón, allí seguía tu nombre, sin embargo, éste estaba vació. Ya no sabía que pensar, que hacer. La desesperación y la amargura se apoderaron de mí.

Ignoraba yo que horas después iba a ocurrir el milagro que llevaba esperando. Recuerdo que estaba cenando, la televisión puesta pero sin prestar la menor atención hacia ella, mi cabeza seguía dando vueltas a como podías ser: si alto o bajo, guapo o feo, amable o arisco, con manos grandes o pequeñas, de pelo oscuro o claro, cuál sería tu profesión para que te robase tanto tiempo; en ese instante sonó el timbre de la puerta, de golpe me incorporo tirando mi cena al suelo, me encamino a toda prisa hacia la entrada, por el pasillo creó que tropiezo con el cable del teléfono, una vez en la puerta observo por la mirrilla a un hombre de mediana edad, con el pelo oscuro y corto, elegantemente vestido; decido abrir, quizás podías ser tú, querido lector.

De golpe un mano cubre mi boca mientras otra agarra con fuerza mi cabeza, me empujan hacia dentro con violencia. Estoy inmóvil por el miedo, no puedo reaccionar, respiro con dificultad mientras me llevan a la habitación, allí me tiran en la cama, mi cuerpo empieza a temblar, estoy llorando y gimoteando, pienso que se trata de un sueño, sin embargo la primera bofetada acaba con esa posibilidad, con fiereza rompen mis ropas, intento resistirme y el dolor de una nueva bofetada recorre de nuevo mi cuerpo. Separan con una bruteza inhumana mis piernas y al mismo instante oigo una cremallera que se baja, un dolor que me quema por dentro empieza a inundar todo mi ser, gemidos, una respiración profunda y unos ojos oscuros como la noche que se clavan en los míos, la ultima penetración va acompañada por un intenso frío en mi pecho, noto que algo húmedo me llena mientras el frío de mi pecho se transforma en un calor líquido y espeso, empiezo a respirar con dificultad, se me nubla la vista, noto unos labios besándome, de nuevo un intenso rayo de frío recorre mi garganta y al instante otra vez un calor líquido y espeso lo cubre, empiezo a escupir algo viscoso, hace tiempo que no logro ver nada y de repente dejo de sentir mi cuerpo, las sabanas de seda, el peso de un cuerpo y el aliento, que desde que comenzó todo esto, calentaba mi cuello...

Cómo iba a saber el futuro que nos deparaba a ambos, cómo presentir lo que nos guardaba el destino, cómo contarte mi vida entera, esta vida mía que no empieza, realmente, hasta el día que te vi por primera vez.

Sunday, December 04, 2005

La mesa que tenía un cajón

Espero que hoy sea diferente, llevó ya varios conciertos y siempre ocurre lo mismo, estoy harto de que todo el mundo se apunte y luego a las pocas horas, las excusas y las disculpas se conviertan en la tónica común; por lo menos podían ser más imaginativos, siempre usan las mismas, deben pensar que soy tonto.

Bueno, hagamos inventario: la cartera en su sitio, el móvil encendido y cargado, el pelo impecable, para que luego me digan que no me queda bien largo, estoy que me salgo. Aún no me convence mucho la camiseta, pero que demonios, las tías no han visto un hombre así en mucho tiempo, ellas se lo pierden si no me hacen caso. A por la cazadora y al metro.

Vaya, el local hoy está más lleno de lo habitual, menos mal que hay una mesa libre cerca del escenario. Verás como no viene ninguno, en el fondo no sé para que propongo nada, al final me hacen tanto caso como a un ceda el paso. Hace calor, una cervecita fresca me vendrá bien. Voy a sentarme antes de que me quiten el sitio.

Creo que no recuerdo haber visto esta mesa antes en el local, seguro que la han puesto porque ha venido más gente, últimamente se está corriendo la voz que aquí los conciertos son muy buenos y algo especialess. Si esto sigue así, perderá todo lo bueno que tenía. Falta poco para que comience, David colega, para variar vas a ver el concierto solo, por lo menos la cerveza está en su punto. Y ni una tía buena en todo el garito, hay que joderse.

Increíble, el concierto está siendo espectacular, que se jodan cuando mañana les cuente como ha sido, más de uno se tirara de los pelos por no haber venido. ¿Qué es esto?, la mesa tiene un cajón, ¿qué tendrá dentro?, un día de cualquiera mi curiosidad va a traerme problemas.

Hay unas notas de papel y unos cuantos libros. Leeré haber que pone en las notas.

“Desconocido lector, ahora mientras estás sentado en esta mesa, ignoras que no hace mucho tiempo, hubo una chica pensado en ti, esperando alguien como tú. Un hombre anónimo que ha pasado por lo bueno y por lo malo de la vida y ha salido adelante. Una persona que ha sufrido demasiado pronto y tuvo que madurar antes de lo previsto, aunque tú no hubieses querido hacerlo a pasos tan agigantados.

Tú, solitario valiente, no eres de los que se derrumba ante los obstáculo, ni siquiera los saltas, no, tú los destruyes, los rompes, los pulverizas porque nadie ni nada te impide seguir caminando hacia delante.

Dime, ¿cuántas veces has llorado?, ¿cuántas veces has dado la mano para levantar a alguien caído?, seguro que recuerdas a esa chica, a la primera chica que te hizo sentir especial, aquella que cuando estabas hundido con su sonrisa te aupó y con su vitalidad volviste a volar. La misma que después de haber besado te dejó por otro, porque así de injusto es el amor.

Hoy, mientras que con cara de asombrado lees esta nota, yo, una desconocida, te digo que amo tus ojos negros como el carbón, que deseo sentir tus grandes manos en mi cuerpo recorriendo cada centímetro de mi piel, fundirme en un beso contigo y amarnos toda la noche que nos queda. ¿Por qué? Porque la vida nos da mucho más de lo que nos quita…”

Dedicado a Oso por la idea y por seguir estando ahí, a pesar de todo.

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